Para entender la enseñanza del apóstol Pablo acerca de la ley y la gracia en Gálatas, se necesita entender el contexto—las herejías que estaba combatiendo Pablo.
Comprender la enseñanza de Pablo con respecto a la ley y la gracia resulta bastante difícil cuando comenzamos por el libro de Gálatas; es como tratar de entender la trama de una película complicada con sólo ver el final.
Para entender este libro, primero debemos conocer su contexto. Esta epístola (carta) fue escrita para varias congregaciones asiáticas bajo circunstancias muy particulares. Si no estamos al tanto de esto, es fácil caer en los errores de quienes no han entendido apropiadamente la doctrina bíblica de la ley y la gracia.
De hecho, esto fue lo que sucedió en el primer siglo, pues aun entonces había gente que quería tergiversar las palabras de Pablo para cambiar su significado. El mismo apóstol Pedro advirtió sobre esto: “…Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas…entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2 Pedro 3:15-16).
En la actualidad, la doctrina bíblica respecto a la ley y la gracia es malinterpretada por muchas personas. El problema más común que ha surgido de este error es la aceptación de una actitud antinómica (que se opone a la ley). Los seguidores de esta postura sostienen que tanto Pablo como todo el Nuevo Testamento enseñan que es imposible guardar los diez mandamientos de Dios y que decir que Él ordena respetarlos es una blasfemia. Muchos de sus argumentos para decir esto provienen del libro de Gálatas.
Le recomendamos comenzar su análisis de este tema leyendo “¿Qué enseñó Pablo acerca de la ley y la gracia?”. La respuesta a esta pregunta es que Pablo enseña lo mismo que nuestro Salvador sobre la ley, es decir, reconoce que Dios aún espera que obedezcamos sus mandamientos. Esto no contradice la existencia de la gracia, la clemente generosidad de Dios que entrega por su bondad y sin importar el mérito de quien la recibe. Dios está dispuesto a dar su gracia a todo el que se arrepienta (rechace el pecado). La inexorable verdad de las Escrituras es que existen la ley y la gracia, no la ley o la gracia.
¿Por qué se escribió Gálatas?
La carta de Gálatas fue escrita con el propósito de tratar una serie de problemas muy delicados, tal como notamos desde el principio del libro: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:6-7).
El error se había infiltrado en la Iglesia durante varias décadas, por medio de los miembros judíos que habían rechazado la política de la Iglesia de permitir que los gentiles se convirtieran en miembros de la Iglesia sin necesidad de ser circuncidados físicamente (vea “Hechos 15: ¿Cómo cambió la ley?”). A pesar de que la Iglesia ya había adoptado esta política, los problemáticos judíos estaban tratando de que la Iglesia cambiara este enfoque. Los agitadores tenían una mentalidad netamente legalista, y exhortaban a la Iglesia a que siguera el modelo del judaísmo en lugar de aceptar el liderazgo de Cristo.
El hecho de que fuera necesario que el apóstol Pablo escribiera esta enérgica carta, demuestra que aquellos que estaban propagando esta herejía ya habían llegado a Galacia.
Su argumento giraba en torno a la circuncisión, algo que se deduce de su enérgica declaración: “¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!” (Gálatas 5:12). El lenguaje original es bastante gráfico, implicando de una forma sarcástica que aquellos que eran tan insistentes en la circuncisión, harían bien en llegar hasta sus últimas consecuencias, mutilándose por completo. (Theological Dictionary of the New Testament por Geoffrey W. Bromiley y Word Biblical Commentary, “Gálatas” de Richard Longenecker [Diccionario Teológico del Nuevo Testamento de Geoffrey W. Bromiley y [Comentario de palabras Bíblicas, “Gálatas”, de Richard Longenecker]. Para que nadie tenga dudas del doble significado, la circuncisión implica un corte quirúrgico. Pablo está diciendo que desea que estas personas que están tan obsesionadas con esta clase de cortadas, deberían cortarse a sí mismas por completo del Cuerpo de Cristo, porque su forma de pensar no tiene cabida en la Iglesia de Dios.
Por lo tanto, el libro de Gálatas corrige el error de creer que la salvación podía ganarse por medio de alguna fórmula legalista. No era un argumento para demostrar que el creyente no tenía que guardar la ley de Dios.
Hay una gran diferencia entre creer que se puede ganar la salvación si guardamos una serie de reglas y el hecho de que para recibir la salvación debamos vivir de acuerdo con las reglas de Dios. Esta diferencia se repite a lo largo de todo el libro.
Actualmente, muchos maestros religiosos reflejan el popular prejuicio antinómico (oposición a cualquier enseñanza que diga que el creyente debe guardar la ley de Dios), cuando ellos hablan acerca de Gálatas. Ellos pasan por alto la razón por la que se escribió esta carta, que fue contrarrestar la herejía que estaba siendo promovida por los judaizantes que defendían la circuncisión.
Actualmente, algunos maestros religiosos escriben o enseñan como si el cristianismo moderno estuviera en peligro de creer que el camino a la salvación es por medio de la circuncisión física y otros reglamentos. La idea es totalmente absurda. El cristianismo no está en peligro de ser dominado por los promotores de la circuncisión.
La diferencia entre ser legalista y respetar la ley
Algunas personas piensan que la herejía de los gálatas era pensar que Dios aún ordenaba obedecer sus leyes. Esto se debe a que no reconocen la diferencia entre ser legalista y respetar las leyes. El apóstol Pablo se oponía al legalismo con el mismo énfasis que apoyaba el respeto a las leyes de Dios.
La diferencia entre estos conceptos puede ilustrase a través de la manera en que los padres físicos imponen reglas en su hogar. Un hogar donde los padres aman a sus hijos solo si obedecen ciertas reglas estrictas estaría regido por una actitud legalista. Estos padres tendrían reglas para cada aspecto de la vida de sus hijos, desde al amanecer hasta el anochecer, y les impondrían castigos severos si no las respetan. En este caso, el “amor” tendría que se ganado y, por lo tanto, no sería amor verdadero. Un hogar así sería más bien disfuncional.
Por otro lado, en un hogar donde los padres aman a sus hijos incondicionalmente, pero a la vez esperan que ellos se comporten de cierta forma, regidos por parámetros definidos, la ley es respetada. Si lo hijos desobedecen esos parámetros, los padres les corrigen con amor y les piden cambiar su comportamiento. Así, los hijos siempre son amados y también guiados.
Dios es una familia; Sus leyes son las reglas del hogar que sus hijos deben obedecer. Él ama a sus hijos incondicionalmente, pero, al mismo tiempo, les muestra cómo deben vivir. Cuando desobedecen sus leyes (y todo ser humano peca), Dios los corrige y les pide que cambien su comportamiento. Sin embargo, el solo hecho de guardar sus mandamientos, no nos convierte en hijos de Dios. Esto solo es posible a través de un proceso similar al de un nacimiento físico, el cual es detallado en una serie de Preguntas y Respuestas relacionadas con “ el proceso de conversión”. Dios concibe a sus hijos en amor y luego los guía en ese amor a través de sus beneficiosas reglas del hogar, sus leyes.
Respetar las leyes es normal y saludable tanto en una familia física como en la familia de Dios.
Igualmente, toda comunidad pacífica espera que sus ciudadanos respeten las leyes; ¡quien rechaza la ley y se rehúsa a cumplirla es considerado como un criminal! Por lo tanto, que los ciudadanos del Reino de Dios, los miembros de su familia, deban respetar sus leyes es nada menos que razonable, normal y, lo que es más importante, está basado en la Biblia.