La Biblia habla acerca de animales limpios e inmundos y le dice a las personas que no deben comer la carne de los animales inmundos. Pero, ¿Le importa a Dios realmente qué clase de carnes comemos?
Cuando estaba dando su discurso en Mateo 7, Jesucristo preguntó: “¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7:9-11).
Tal como un padre físico quiere lo mejor para sus hijos, incluso en su alimentación, nuestro Padre Celestial quiere lo mejor para nosotros.
Y así como nuestros padres físicos nos enseñaron, Dios también nos da instrucciones acerca de muchos aspectos de nuestra vida, entre las cuales está la diferencia entre las carnes que podemos comer y las que no.
Dios define a animales limpios e inmundos
En Levítico 11 y Deuteronomio 14, Dios describe a ciertos animales como limpios o inmundos. Sin embargo, esta diferenciación se conocía desde mucho antes, pues Noé ya sabía cuáles animales eran limpios y cuáles inmundos antes de que ocurriera el diluvio (Génesis 7:2). En palabras simples, Dios dice que:
- Los peces limpios son aquellos con aletas y escamas. Entre estos están el róbalo, el bacalao, el pez mero, el salmón, el pargo, la trucha y el atún. En cambio, el bagre, la langosta, el cangrejo, el camarón y muchos otros animales marinos no cumplen con estos requisitos y, por lo tanto, Dios dice que no debemos comerlos.
- Los animales terrestres limpios son aquellos que tienen pesuña hendida (dividida) y rumian. Estos incluyen animales como el antílope, la res, la cabra, el alce y el venado; mientras los conejos y lo cerdos, por ejemplo, no califican como animales limpios.
En Deuteronomio 14:11-18 leemos que todas las aves limpias son comestibles, pero no debemos comer águilas, buitres, gallinazos, halcones, cuervos, avestruces, lechuzas, gaviotas, gavilanes, ni garzas, entre otros. Animales como la gallina, el pavo, el pato, el ganso, la codorniz y el faisán no se incluyen en esta lista de aves inmundas y, por lo tanto, se consideran como limpias y podemos comerlas.
En cuanto a los insectos, la mayoría no son limpios, pero Dios dice que algunos, como la langosta, el saltamontes y el grillo, sí pueden comerse (Levítico 11:22).
No pretendemos enumerar todos los animales limpios e inmundos en esta breve explicación.
“Sed santos”
Muchos han tratado de racionalizar lógicamente la razón por la que Dios dijo que algunos animales eran buenos para el consumo humano en tanto que otros no. Algunos han señalado los beneficios que trae para la salud evitar los alimentos inmundos. Sin embargo, Dios no dice que la razón de este mandamiento tenga que ver con salubridad, por lo que mejores métodos de cocina no implican que pierda su vigencia. Dios quiere que le obedezcamos aun si no comprendemos por completo sus mandamientos. Tal como el Creador expresó a través del profeta Isaías, sus pensamientos son diferentes de los nuestros (Isaías 55:8-9).
Dios dio a los sacerdotes levitas la responsabilidad de enseñar al pueblo la diferencia entre “lo santo y lo profano” y de ayudarles a “discernir entre lo limpio y lo no limpio” (Ezequiel 44:23).
Dios explica que Él es santo y que nosotros también debemos serlo (Levítico 11:45; 20:7), pues somos sus hijos (2 Corintios 6:17-18). Otras Escrituras que verifican esto son Juan 1:12 y 20:17. Nuestro Padre desea que todos, hombres y mujeres, seamos limpios y santos, como Él es.
Todo padre quiere lo mejor para sus hijos y Dios no es la excepción. No podemos ser limpios si comemos cosas inmundas.
Dios ha dejado instrucciones detalladas sobre qué animales podemos comer y cuáles no. También nos pide “discernir entre lo limpio y lo no limpio”, pues no menciona explícitamente a cada animal que existe. Podemos determinar si un animal es limpio o no en base a sus características físicas y los que Biblia nos enseña. Tal como escribió el rey Salomón, “Gloria de Dios es encubrir un asunto; pero honra del rey es escudriñarlo” (Proverbios 25:2).
Debido a su amor por nosotros, a Dios ciertamente le importa qué tipo de animales comemos; Sus amorosas instrucciones y mandamientos lo comprueban. “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” (Deuteronomio 5:29).