Eat This, Not That! [¡Come esto, no aquello!] es una empresa de multimedia que busca educar a la gente sobre la alimentación sana. Y la Biblia, aunque no es un libro de dietas, contiene un capítulo entero del Antiguo Testamento que podríamos llamar el “¡Come esto, no aquello!” de Dios.
Levítico 11 dedica 47 versículos para ayudarnos a distinguir “entre los animales que se pueden comer [come esto] y los animales que no se pueden comer [no aquello]” (Levítico 11:47). (Para hacer la diferencia, la Biblia cataloga a los animales como “limpios” o “inmundos”.) En Deuteronomio 14 encontramos información adicional.
El siguiente es un resumen de lo que nos enseñan estos dos pasajes:
- Los mamíferos limpios tienen pezuña hendida y rumian su comida. Esto significa que animales como los bovinos, las cabras y los venados fueron creados para el consumo humano, pero otros, como los cerdos y los roedores, no.
- Los peces limpios tienen aletas y escamas. Entonces, peces como el bacalao, el salmón, la trucha y el atún son aptos para comer, mientras otras criaturas marinas como la langosta, los mariscos, el cangrejo y el bagre no lo son.
- Algunas aves limpias son la gallina, el pavo, el pato y la codorniz. Entre las aves inmundas están el buitre, la gaviota, el halcón y el águila.
Lamentablemente, la mayoría de la gente (a excepción de los judíos practicantes) ignora por completo estas leyes alimenticias. De hecho, las consideran leyes judías ceremoniales antiguas que no tienen ninguna relevancia en la actualidad.
Pero vale la pena hacernos la pregunta: ¿qué ocurriría si no fueran leyes ceremoniales irrelevantes? ¿Es posible que Dios, el Creador de los seres humanos y los animales, haya diseñado a algunos animales para el consumo humano y a otros no? Si este es el caso, las leyes alimenticias bíblicas encierran un conocimiento vital que el Creador dejó registrado para nuestro beneficio.
¿Por qué tanta gente que dice creer en la Biblia no tiene problemas para comer una pizza de pepperoni, chuletas de cerdo o un cóctel de camarones? ¿Comió Jesús de estas carnes cuando estuvo en la Tierra hace 2.000 años?
Jesús creó las leyes alimenticias bíblicas
Para responder a esta pregunta, primero debemos recordar quién es Jesucristo en realidad. Antes de venir a la Tierra, Jesús fue —junto a Dios el Padre— el Creador de todas las cosas y el Ser que reveló las leyes del Antiguo Testamento (Juan 1:3; Efesios 3:9; Colosenses 1:16-18). Fue Él quien habló con Moisés y le dijo en detalle cuáles animales se pueden comer y cuáles no (Levítico 11:2).
También fue Él quien dio otras leyes alimenticias que hoy se aceptan como principios de salud —tales como evitar la grasa animal y el consumo de sangre (Levítico 3:17). Como Creador de todo, Jesús diseñó a los seres vivos con funciones diferentes dentro del ecosistema terrestre. Algunos animales fueron creados para que los comiésemos, y otros para otros propósitos.
Por ejemplo, los crustáceos (como las almejas, ostras, langostas, cangrejos y camarones) tienen la función de limpiar el agua de impurezas. Por eso su alimento son las bacterias, virus y parásitos en el agua. Dios los creó con este fin, y probablemente por eso los cataloga como animales inmundos.
En su libro What Would Jesus Eat? [¿Qué comería Jesús?], Don Colbert (médico) explica muchas de las razones por las que en su opinión no deberíamos comer cerdo. “Los cerdos comen grandes cantidades de comida”, escribe, “y esto diluye el ácido clorhídrico de sus estómagos. Como resultado, las toxinas, virus, parásitos y bacterias que consumen se absorben hacia su piel… [Los cerdos] comen basura, heces, e incluso carne en descomposición, y todo lo que ingieren generalmente se convierte en parte de la piel del cerdo mismo. Debido a esto, los cerdos fácilmente crían parásitos como la Trichinella, la solitaria del cerdo, y el Toxoplasma gondii” (2002, p. 49).
Tal vez no entendamos por qué todos los animales catalogados como inmundos en la Biblia son perjudiciales para nosotros, pero Dios sí lo sabe porque Él los creó. Y, si Jesús fue quien creó las leyes de las carnes limpias e inmundas, ¿por qué las quebrantaría estando en la Tierra? La respuesta es que no lo hizo.
Estas son tres razones que lo comprueban:
1. Jesús nunca quebrantó sus propias leyes.
Si lee con cuidado la lista bíblica de animales limpios e inmundos, verá que claramente se trata de leyes: “Esta es la ley acerca de las bestias, y las aves, y todo ser viviente que se mueve en las aguas, y todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Levítico 11:46, énfasis añadido). De hecho, comer cerdo (el animal inmundo más nombrado en la Biblia) se describe como una “abominación” en Isaías 66: 3, 17. Y, como vemos en las Escrituras, Jesús nunca pecó (1 Pedro 2:22; 2 Corintios 5:21; Juan 8:29).
2. Jesús nunca fue acusado de comer carnes inmundas.
Es cierto que cuando se construye un argumento con base en lo que no se dice, este argumento tiende a no ser el más sólido, pero a veces lo que no se dice es un gran argumento. Cualquiera con un conocimiento básico de la vida de Jesús sabrá que los fariseos no eran sus mayores fans. Es más, lo vigilaban muy de cerca para encontrarle cualquier falta que pudieran etiquetar como pecado y así descalificarlo ante los ojos de la gente.
Los Cuatro Evangelios relatan muchas de estas acusaciones, incluyendo las de quebrantar el sábado (Mateo 12:10), blasfemar (Juan 10:33) e incitar al pueblo a no pagar impuestos a Roma (Lucas 23:2). Estos cargos, por supuesto, eran descabellados y fáciles de refutar.
Pero ahora pensemos: ¿qué hubiera sucedido si Jesús hubiera comido carne de cerdo o cualquier otro animal inmundo? Los fariseos seguramente se habrían enterado y lo habrían pregonado por toda la comunidad judía. Una acusación como ésta sin duda habría descalificado mucho a Jesús. Pero fue una acusación que los fariseos nunca hicieron, porque nunca sucedió.
3. Jesús no consideraba a los cerdos como un alimento.
Veamos un interesante episodio en la vida de Jesús. En Marcos 5, Cristo se encuentra con un hombre poseído por varios demonios que lo hacían lastimarse y hacer cosas extrañas (vv. 2-5). Cuando Cristo les ordenó a los demonios que lo dejaran, los demonios le pidieron que los enviara a un “gran hato de cerdos paciendo” cerca de allí (vv.11-12).
“Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos… y el hato se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron” (v. 13, énfasis añadido).
Otro relato sobre el ministerio de Cristo demuestra que Él era cuidadoso de no desperdiciar comida (Juan 6:12), por lo que, si hubiera considerado a los cerdos como fuente de alimento, seguramente no habría permitido que 2.000 de ellos murieran. Tantos cerdos eran suficientes para alimentar a cientos, tal vez miles, de personas. Pero esta no fue una preocupación para Jesús porque los cerdos no eran comida para Él. También es imposible ignorar la conexión entre los demonios —llamados espíritus inmundos— y los animales inmundos que llamaron su atención y a los que se les permitió entrar.
No, Jesús nunca comió cerdo, mariscos ni ninguna otra carne inmunda. Cuándo comió carne, comió sólo carnes limpias —como peces con aletas y escamas, cordero, cabra y vacuno.
Si usted es un cristiano que intenta seguir el ejemplo de Jesús, es tiempo de que empiece a comer como Él comió.
En nuestro sitio web VidaEsperanzayVerdad.org encontrará una infografía detallada de los animales limpios e inmundos. Para aprender más acerca de este tema, lea también los artículos “Animales limpios e inmundos ¿le importa a Dios qué tipo de animales comemos?” y “Marcos 7: ¿purificó Cristo las carnes inmundas?”.