Dios dio a Pedro una memorable visión para aclararle a la Iglesia que Él estaba llamando a los gentiles. ¿Tenía esta visión un significado distinto acerca de las carnes inmundas?
En el Antiguo Testamento encontramos una lista de animales considerados como “limpios” y otra de animales “inmundos”, que los seres humanos no pueden comer. Levítico 11:1-47 y Deuteronomio 14:3-20 describen las características de los animales terrestres y marinos que son limpios y, además, enumeran las aves limpias e inmundas. Dichas leyes prohíben el consumo de cerdo y también de moluscos y crustáceos, también conocidos como “mariscos”.
Sin embargo, algunas personas piensan que la visión del apóstol Pedro relatada en Hechos 10 anula esta ley. ¿Es esto cierto?
El contexto de Hechos 10
Antes de analizar los detalles de la visión de Pedro, consideremos el contexto en que ocurre. En el libro de Hechos vemos que la Iglesia comenzaba a pasar de ser un cuerpo compuesto exclusivamente por creyentes judíos a uno que incluía tanto a judíos como a no judíos.
Al parecer, la primera persona no judía llamada a ser creyente fue el eunuco etíope mencionado en Hechos 8:26-39. Este importante hombre, funcionario de Candace, reina de los etíopes, viajaba hacia el templo de Jerusalén para adorar a Dios. El eunuco no era judío sino, más bien, un creyente gentil a quien se le atribuía un estatus limitado en el lugar de adoración de Jerusalén.
Durante su regreso a casa, mientras intentaba comprender una de las profecías de Isaías, este hombre se encontró con Felipe por determinación divina. Luego de que Felipe le explicó la profecía, el eunuco se convirtió en el primer no judío cuyo bautismo se encuentra registrado en la historia de la Iglesia inspirada por Dios (aunque no se detalla cuándo recibió la imposición de manos y el Espíritu Santo).
Esta situación iba completamente en contra de la tradición judía del primer siglo, según la cual el pueblo judío era el único con el que Dios estaba trabajando. Debido a esto, Pedro fue instruido a cerca del propósito de llamar gentiles a la Iglesia antes del episodio relatado en Hechos 10:17-48, donde Cornelio, un centurión romano, su familia y algunos de sus amigos se convirtieron. En este contexto, el propósito de la visión de Pedro es claro.
La visión de Pedro
En Hechos 10:9-16, se describe la visión que Dios mandó a Pedro, en la cual vio bajar un lienzo del cielo donde se enumeraban “todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo” (v.12). Esta lista contenía tanto amínales limpios como animales inmundos.
Luego, una voz de parte de Dios le ordenó: “mata y come”, a lo cual Pedro respondió que no podía, pues nunca había comido algo “común” (del griego koinos) o “inmundo” (del griego akathartos). El primer término describe a animales que no fueron desangrados apropiadamente o que murieron por causa natural; el segundo se refiere a los animales inmundos nombrados en Levítico 11 y Deuteronomio 14.
Entonces la voz le dijo, “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (v. 15). Pero, ¿a qué se refiere esta declaración? ¿Acaso Dios había limpiado a los animales considerados como inmundos? ¿O, más bien, a los seres humanos que los judíos no aceptaban como hermanos?
La clave para entender esto se encuentra en el versículo 28, donde Pedro explica: “Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” (énfasis añadido). Convivir con un extranjero era condenable según la tradición judía, no según las Sagradas Escrituras.
Es interesante que el evento siguiente a la visión de Pedro fuera su encuentro con los tres hombres enviados por Cornelio y, posteriormente, la conversión y bautismo de Cornelio y su casa.
Más adelante, en Hechos 11, “los que eran de la circuncisión” (v. 2), cristianos judíos circuncisos, cuestionaron a Pedro por haber convivido con gentiles. En su defensa, el apóstol les relató su visión y cómo los gentiles habían recibido el Espíritu de Dios (vv. 4-17). En el versículo 18, vemos la sorpresa de los judíos: “¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!”.
Casi se puede escuchar su desconcierto. Había sucedido lo impensable: las personas no judías ahora formaban parte del plan de Dios. Este fue precisamente el significado de la visión de Pedro, la cual no tenía ninguna relación con alimentos, sino con la aceptación de personas que los judíos consideraban como inmundas.