El gran mandamiento

Los fariseos eran personas que creían saber más que Jesucristo. ¿Qué sabía Él acerca del gran mandamiento que ellos no sabían?

Durante su ministerio en la tierra, Jesucristo respondió muchas preguntas. Algunas de estas fueron hechas con sinceridad y para entender la Palabra de Dios, pero otras sólo tenían la intención de acusarle. En Marcos 12 y Mateo 22 vemos un ejemplo de este tipo de preguntas malintencionadas.

¿Cuál es el gran mandamiento?

“Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?

“Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Marcos 12:28-31, énfasis añadido).
La palabra griega traducida como “primero” en este pasaje significa “más importante”, “principal” o “mayor”.

El origen del gran mandamiento

Jesús respondió esta pregunta de los fariseos citando una importante escritura del Antiguo Testamento que se encuentra en Deuteronomio 6:4-5. Las primeras palabras de esta corresponden al shema (del hebreo “escuchar”), plegaria que los creyentes judíos recitaban dos veces al día.

El gran mandamiento en el libro de Mateo

La escritura paralela de esta narración, Mateo 22, nos da más detalles al respecto. Aquí vemos que tres de los principales grupos políticos y religiosos de la época habían enviado representantes ante Jesús para “sorprenderle en alguna palabra” (v. 15). Es decir, para intentar engañarlo de manera que dijera algo incorrecto y pudieran desacreditarlo frente al pueblo, pues estaban celosos de su popularidad.

“Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?” (Mateo 22:34-36).

En sus escritos, el historiador judío Flavio Josefo habla sobre los debates que ocurrían entre las diferentes sectas de fariseos en el tiempo de Jesucristo. Según su relato, los temas que se discutían entre las dos corrientes farisaicas principales,  Hilel  y Shamai, incluían el divorcio, el lavamiento de manos, el propósito del sábado, si los gentiles podían o no ser salvos y, por supuesto, cuál era el mandamiento más importante. Entonces, es posible que la pregunta de Mateo 22 fuese un intento por descubrir a qué corriente pertenecía  Jesús.

Pero, independientemente de la razón de esta pregunta, lo que vale la pena  es la respuesta que Jesucristo dio.

“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40, énfasis añadido).

Y ninguno de los diversos grupos religiosos podía negar que estos dos principios—amar a Dios y al prójimo—resumían las leyes de Dios, particularmente los Diez Mandamientos. Jesús dio una respuesta que los fariseos no podían discutir y que no les permitía asociarlo con alguna secta en especial.

El amor a Dios

¿Cómo sintetizan la ley de Dios estos dos grandes mandamientos? Los Diez Mandamientos pueden dividirse en dos grupos. Uno de ellos se compone de los primeros cuatro mandamientos, los cuales nos enseñan a amar a Dios.

El primer mandamiento, “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3), nos enseña que sólo Dios es digno de adoración. Como Creador de todas las cosas, Dios nos pide que le honremos y respetemos por sobre todo. Esto implica que, si dividimos nuestro afecto entre Dios y otras cosas, no podemos amarlo como Él nos ordena. Como leemos en Lucas 16:13, “No podéis servir a Dios y a las riquezas”.

El segundo mandamiento es: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás” (Éxodo 20:4-5). Y este claramente se relaciona con el primero, pues nos enseña que Dios, el Creador de todo, está por encima de todas las cosas y, por lo tanto, no podemos adorar imágenes o representaciones terrenales de Él. En otras palabras, como explicó Jesús, “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24).

El tercer mandamiento nos enseña a respetar y venerar el nombre de Dios: “No tomarás el nombre de El Eterno tu Dios en vano; porque no dará por inocente El Eterno al que tomare su nombre en vano” (Éxodo 20:7). Cuando usamos el nombre de Dios, debemos hacerlo con consciencia del Ser y la autoridad que representa. Nombrar a Dios irreverentemente es una ofensa hacia Él, mientras que hacerlo con respeto es una manera de honrarlo. En otras palabras, este mandamiento también nos enseña a amar a Dios.

La noche en que Jesús fue traicionado, oró para que Dios “guarde en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros” ( Juan 17:11 ). Esto significa que Dios guarda a su pueblo por medio de su nombre.

Finalmente, el cuarto mandamiento nos enseña a amar a Dios aceptando uno  de los regalos que nos ha dado: el día sábado. “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para El Eterno tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo El Eterno los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, El Eterno bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxodo 20:8-11).

Dios mismo descansó en el día sábado. Además, Él bendijo y santificó este día de reposo y nos pide que nosotros también lo santifiquemos. En Marcos 2:27-28, Jesús explica que el sábado fue hecho “por causa” del hombre y  que Él es el Señor del día de reposo. Cuando descansamos en este día según el mandamiento de Dios, le estamos demostrando que deseamos obedecerle y crecer en amor hacia Él.

El amor al prójimo

Por otro lado, el segundo gran mandamiento, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, sintetiza los últimos seis de los Diez Mandamientos. Le invitamos a leer nuestros artículos acerca de cada uno de estos.

Una cuestión de intención

Es interesante notar que la pregunta del fariseo no fue hecha con buena intención; es más, fue hecha con malicia. Este hombre definitivamente no estaba practicando el amor cuando preguntó a Jesús sobre el gran mandamiento, pues estaba buscando la manera de engañarlo para poder acusarlo.

Pero Cristo no cayó en la trampa; le dio una respuesta que nadie podía discutir. Y además, al revelar cuál era el gran mandamiento, demostró amor hacia Dios y su prójimo.

Para un estudio más detallado, lea el artículo “¿Fueron los Diez Mandamientos respetados en el Nuevo Testamento?"

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