Evangelios

Los evangelios registran la vida y enseñanzas de Jesucristo—¡Son buenas noticias! ¿Qué podemos aprender de ellos?

Los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento son los cuatro evangelios, que nos cuentan la historia de la vida y enseñanzas de Jesucristo. Estos libros son:

  • Mateo
  • Marcos
  • Lucas
  • Juan

¿Qué son los evangelios?

La palabra evangelios proviene del mensaje que Jesucristo predicó, el evangelio del Reino de Dios (Marcos 1:14-15). Evangelio es la traducción de la palabra griega euangelion, que significa “buenas noticias”; y los apóstoles no hubieran usado la palabra en plural ya que solo había un verdadero evangelio. “Los cuatro registros que tradicionalmente aparecen en la portada del Nuevo Testamento, son, precisamente hablando, cuatro registros de un evangelio” (Nuevo Diccionario de la Biblia, 1982, “Evangelios”).

Los evangelios se enfocan principalmente en el ministerio de tres años y medio de Jesucristo, y especialmente, en la última semana de su vida. Ellos dan poca información de su vida antes de los 30 años de edad, de tal forma que no pretendían ser una biografía completa.

Los escritores narran historias acerca del ministerio de Jesucristo, milagros, acciones y enseñanzas con un propósito. Estos libros pretenden enseñar al lector el mensaje de Dios—las buenas nuevas del plan de Dios para establecer el Reino de Dios en esta tierra y cómo podemos ser parte de ese plan. Los evangelios pretenden convencernos de nuestros pecados para que podamos arrepentirnos y creer en Jesucristo.

Mateo, Marcos y Lucas contienen muchas de las mismas historias y enseñanzas. Debido a que ellos veían las cosas desde una perspectiva similar, sus relatos son llamados los evangelios sinópticos. Sus relatos pueden ser alineados fácilmente en tres columnas para estudiarlos. El evangelio de Juan tiene menos material compartido con los otros tres evangelios. Esto lo explicamos más a fondo en nuestro artículo de los “Evangelios sinópticos”.

¿Por qué cuatro evangelios?

Cada uno de los escritores de los evangelios tenía una audiencia y un propósito en mente diferente. Aunque los escritores tal vez no se imaginaron que sus lectores se sentarían a comparar y a leer los cuatro evangelios juntos, Dios tenía una perspectiva mayor en mente.

De todas las narraciones escritas (Lucas 1:1), y de todas las incontables cosas que Jesús hizo y enseñó (Juan 21:25), Dios escogió preservar estos cuatro relatos para nuestro beneficio.

En toda la Biblia, Dios utiliza la repetición para hacer énfasis, y la historia de su Hijo— nuestro ejemplo, nuestro Salvador y nuestro pronto venidero Rey—es definitivamente digna del mayor énfasis posible. Leer cada evangelio separadamente nos va a enseñar mucho acerca de qué es lo importante para Dios y cómo deberíamos vivir.

Leer ocasionalmente los cuatro evangelios juntos, utilizando un recurso que trata de hacer una armonía de ellos, puede darnos una perspectiva adicional y un cuadro aun mayor de los sucesos y enseñanzas. Una armonía popular y muy útil es la Armonía de los evangelios para los estudiantes de la vida de Cristo, escrita por A.T. Robertson (1950).

Armonizar los cuatro relatos es un reto y trae a colación preguntas acerca de diferencias aparentes. Podemos aprender mucho al comparar relatos, y ninguna de las aparentes discrepancias es insalvable.

“Cada evangelio tiene sus propias ideas características, imágenes, escenarios y énfasis, si bien comparten un mismo contenido central. En cuanto a las supuestas discrepancias entre los relatos, debemos recordar que no sólo la historia es contada desde cuatro perspectivas diferentes, sino que además, Jesús, el maestro que viajaba y el que hacía los milagros, decía y hacía cosas parecidas en una serie de lugares diferentes. Aun las parábolas pueden haber sido relatadas de una forma diferente, ya que Jesús hablaba ante audiencias distintas” (Una guía literaria completa de la Biblia, editada por Leland Ryken y Tremper Longman III, 1993, p. 370).

Aunque cada escritor hizo su registro con perspectivas diferentes, todo el proceso fue guiado por inspiración de Dios, por medio del Espíritu Santo. Como Jesucristo les dijera a sus discípulos, el Espíritu Santo “…os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).

Los autores y sus antecedentes y audiencias

La Biblia nos dice que Mateo era un recolector de impuestos. Su profesión era despreciada por sus conciudadanos judíos porque los publicanos respaldaban los invasores romanos y porque ellos frecuentemente exigían dinero adicional para sí mismos.

Jesús llamó a Mateo para que fuera uno de sus discípulos y apóstoles, así que Mateo dejó su antigua profesión y pasó todo su tiempo viajando y aprendiendo de Jesucristo. Él fue un testigo de todos los eventos que relató.

El evangelio de Mateo hace énfasis en el hecho de que “Jesús es el Mesías anunciado por los profetas del Antiguo Testamento” (Henry H. Halley, Manual Bíblico de Halley, 1965, p. 413). Mateo cita extensamente del Antiguo Testamento y “pareciera que tuviera en mente especialmente a los lectores judíos”.

La Biblia no nos dice cual era la antigua profesión de Marcos, pero menciona su labor en la predicación del evangelio con Pablo, Bernabé y Pedro. La tradición afirma que el evangelio de Marcos refleja el testimonio de Pedro acerca de la vida de Cristo.

El énfasis de Marcos “en las poderosas y milagrosas obras de Jesús hace de este evangelio un recuento lleno acción, fresco y vívido… En general, Marcos presenta a un Jesús hacedor de milagros, no el Jesús que enseñaba” (La Biblia de Estudio de Nelson, p. 1636).

Lucas, era “el médico amado” (Colosenses 4:14), y compañero del apóstol Pablo. Él había leído muchos otros relatos de la vida de Jesús; pero al hacer entrevistas a los testigos e investigar cuidadosamente, decidió escribir las cosas “por orden” a Teófilo, “para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido” (Lucas 1:3-4). El Dr. Halley describe el énfasis especial que Lucas hizo de la humanidad de Jesús y su gentileza con el débil, el que sufría y los parias (p. 485).

Al final de su evangelio, Lucas registra la afirmación de Cristo a los discípulos explicándoles cómo las profecías acerca de él en “la ley de Moisés y los profetas y los salmos” habían sido y serían cumplidas totalmente (Lucas 24:44-49).

Juan era un pescador cuando Jesús lo llamó para que fuera un discípulo y apóstol. Juan se enfocó en su testimonio de los últimos días y horas de la vida de Cristo.

El apóstol Juan explicó su razón para incluir el material que incluyó en su evangelio: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”.

Un llamado a la acción

Los cuatro escritores de los evangelios no pretendían que sus audiencias leyeran sus libros para entretenerse, o ni siquiera tan sólo para información. Ellos escribieron para entregar un mensaje—un mensaje de advertencia y esperanza. Los evangelios son un llamado a la acción.

Como Jesucristo lo resumiera: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado: Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15).

Lea más acerca de este mensaje personal de nuestro Rey y Salvador en nuestros artículos acerca de “Arrepentimiento” y “Fe”.

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