Manifestaciones de la unidad

La unidad de la Iglesia de Dios es algo muy importante para Dios y es un tema importante en el libro de los Hechos. A continuación, les presentamos siete lecciones acerca de la unidad que se encuentran en este libro.

Hechos registra la historia de los primeros 30 años de la Iglesia. La Iglesia ha sido blanco de ataques prácticamente desde el primer dia1, y uno de los aspectos que más ataca Satanás es la unidad. Él es el destructor y el acusador. Odia a la Iglesia de Dios y siempre trata de dividirla —engañándose a sí mismo— para vencerla. Él nunca va a vencer a la Iglesia de Dios (Mateo 16:18) pero la Iglesia debe estar atenta. Debemos tener en cuenta las lecciones de la historia.

Analicemos siete lecciones acerca de la unidad que aprendió la Iglesia durante las primeras décadas de su existencia. Son lecciones que nos pueden ayudar en la actualidad.

1. La unidad cristiana requiere compartir creencias y prácticas que estén basadas en las escrituras.

Jesucristo probó después de su muerte y resurrección que Él era el Mesías y mostró cómo todas las profecías acerca de su primera venida se cumplieron (Lucas 24:44-48). Sus discípulos le creyeron y continuaron compartiendo sus creencias.

Diez días después de que Jesús ascendiera al cielo, “Cuando llegó el Día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos” (Hechos 2:1).

Todos ellos creían en las fiestas de Dios y eran conscientes de la importancia de reunirse todos juntos durante los sábados. Dios le enseña y unifica a su Iglesia recordándole constantemente la importancia de observar y celebrar sus fiestas santas.

Aquí la frase “unánimes juntos” viene del griego homothumadon, que de acuerdo con el Diccionario del estudio completo de las palabras del Nuevo Testamento significa: “con una mente, con un consentimiento unánime, en un acuerdo, todos juntos”. ¡Solo en el libro de Hechos, esta palabra griega se traduce en 11 ocasiones”! Y no siempre es algo positivo. ¡Una turba puede estar “unánime junta” para perseguir algo o amotinarse! Pero nosotros somos llamados a estar “unánime juntos” sirviendo y amando a Dios y a nuestro prójimo —obedeciendo todo lo que se nos enseña en la Biblia.

A lo largo del libro de Hechos, vemos que la Iglesia estaba fundamentada en las escrituras. Recurría a las escrituras para tomar decisiones, como fuente de inspiración para los sermones y como el aspecto clave para que todos hablaran con los mismos parámetros.

Pedro acudió a las Escrituras buscando consejo cuando llegó el momento de reemplazar a Judas Iscariote. Usted puede encontrar el relato acerca de las escrituras que Pedro empleó y el proceso que se llevó a cabo para escoger a Matías, al final de primer capítulo de Hechos.

Cuando Pedro le predicó a la multitud durante Pentecostés, citó apartes del libro de Joel y de los Salmos que ayudaron para que la multitud reconociera sus pecados. Así eran las cosas —la Biblia era la fuente para “enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” como escribió el apóstol Pablo en 2 Timoteo 3:16.

No debemos tener comezón de oír, buscando nuevas doctrinas o ideas atractivas que no tienen respaldo bíblico. Tenemos que estar afianzados con firmeza en las verdaderas doctrinas. Debemos estudiar, vivir y amar la verdad —y eso va a contribuir en gran medida para la unidad en la Iglesia.

2. La unidad cristiana necesita de una misión en común

Desde el comienzo y hasta el final del libro de Hechos vemos a un grupo de personas motivadas y trabajando diligentemente con una misión en común.

Ellos fueron testigos de la resurrección de Jesús (Hechos 1:8). Pero no sólo eso, ¡ellos también fueron testigos de que él es nuestro Señor y Salvador —y próximamente nuestro Rey! Él les dijo en muchas ocasiones que predicaran acerca del arrepentimiento y de las buenas noticas del Reino de Dios.

Ellos hicieron eso a pesar de las pruebas y persecuciones. Incluso después de que los discípulos fueran arrestados y advertidos para que no predicaran en el nombre de Jesús, la Iglesia se reunió y le pidieron a Dios que los ayudara a continuar con su obra (Hechos 4:29-31).

A lo largo del libro de Hechos vemos también a la Iglesia proclamando el evangelio —trabajando juntos con una misión en común que los ayudó a estar unidos. El libro de Hechos termina con el apóstol Pablo que continúa con la predicación de las buenas noticias (Hechos 28:30-31).

Así que la Iglesia en ese entonces y en la actualidad, continua con esa misión en común. Lo invitamos a leer nuestro artículo “¿Cuál es la misión de la Iglesia?”.

3. El Espíritu Santo es indispensable para la unidad cristiana —la comunión con Dios.

En el día de Pentecostés Dios utilizó grandes señales para llamar la atención de la gente. ¡Imagínese la escena por un instante, con el sonido de un fuerte viento, luego la aparición de lenguas de fuego y los apóstoles que al hablar eran escuchados en diferentes lenguas! Luego Pedro les predicó acerca de la Palabra de Dios.

Lo que sucedió después fue una llamada crucial a la acción. Después de que la gente se dio cuenta de sus pecados, clamaron: “Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:37-38).

El Espíritu Santo es uno de los dones más increíbles que Dios puede darle al ser humano. Esto fue el cumplimiento de la oración que hizo Jesús en Juan 17:20-23.

Juan también escribió acerca de este asombroso privilegio, de poder tener comunión con nuestro Creador todo poderoso, quién nos ama (1 Juan 1:3).

Cuando toda nuestra mente está dirigida a Dios y sus caminos, nuestro pensamiento y nuestra comunión van a ser lo que la Biblia llama unánimes.Cuando toda nuestra mente está dirigida a Dios y sus caminos, nuestro pensamiento y nuestra comunión van a ser lo que la Biblia llama unánimes (Filipenses 2:1-2). La actitud, la mente y el carácter de Jesucristo pueden estar en nosotros a través del Espíritu Santo.

Nosotros podemos tener unidad porque Dios está en todos nosotros a través de ese espíritu (Efesios 4:1-6). No es una cosa de una sola vez —no sólo recibir el Espíritu Santo después del bautismo. Constantemente debemos pedirle a Dios que nos guíe y no debemos apagar el Espíritu. Tener unidad en el Espíritu requiere de un esfuerzo continuo. De acuerdo con la Biblia de Estudio NKJV, nota acerca de Efesios 4:3: “Solícitos significa esforzarse al máximo, trabajar arduamente para mantener la unidad del espíritu”.

Además de la comunión con Dios, se nos da otra poderosa herramienta para crecer en la unidad con Dios.

4. Para que haya unidad cristiana necesitamos comunión y compartir con nuestros hermanos.

Hechos 2:41-47 muestra los asombrosos resultados del Dia de Pentecostés cuando se fundó la Iglesia de Dios. Su comunión, su compañerismo y el reunirse para comer juntos, afianzaron a estas personas que venían de diferentes áreas del Imperio Romano en un cuerpo unificado.

Hay mucha información acerca de la comunión en la Biblia. Lo invitamos a leer nuestros artículos “Convivencia cristiana” y “Principios para la convivencia cristiana“.

5. La unidad cristiana debe aprender a resolver problemas.

Cuando surgen los desafíos, especialmente si pasa algo que parece ser injusto, se necesita de tacto, amabilidad, sabiduría y creatividad para resolver el problema.

Hechos 6:1-6 nos da un ejemplo acerca de un problema involuntario que hizo que algunas viudas estuvieran desatendidas. Los apóstoles estaban muy ocupados para poder encargarse de todo, entonces buscaron una solución que involucraba más personas al servicio. Empezaron a delegar funciones para el servicio a un grupo de personas que se convertirían en los primeros diáconos.

Cuando los problemas surgen —¡y siempre surgen!—  podemos dedicarnos a resolver problemas en lugar de quejarnos y protestar. Podemos buscar formas de colaborar. Podemos sugerir algunas ideas a la persona que esté a cargo. Por supuesto, el objetivo es resolver el problema y servir a las personas que tengan alguna necesidad. No se trata de atribuirse el mérito de haber resuelto el problema ni de quejarse si no se tuvo en cuenta la solución que uno planteó.

No funciona como un problema matemático o de ingeniería. ¡La solución de problemas puede ser mucho más complicada cuando hay personas involucradas! Seguramente va a necesitar paciencia, humildad y perdón. Y también es probable que necesite la mente y la actitud de Cristo.

6. La unidad cristiana puede requerir de coraje y de fe.

El libro de Hechos describe una persecución terrible a la Iglesia y especialmente a un perseguidor en particular: ¡Saulo! Dios arregló ese problema convirtiendo a Saulo (quién más adelante se convertiría en el apóstol Pablo). Mientras iba por el camino hacia Damasco para arrestar cristianos, Jesús encegueció a Saulo y le dijo que un hombre llamado Ananías le impondría las manos para que pudiera recobrar la visión.

Después Dios le dijo al fiel Ananías que fuera a encontrarse con ese hombre que había estado persiguiendo a los cristianos con sevicia (Hechos 9:13-16, 19, 25).

Ananías necesitó tener coraje y fe para ayudar a Saulo y así mismo los discípulos en Damasco para aceptarlo. Al fin y al cabo, ¡él había viajado específicamente hacia allá para arrestarlos!

Y definitivamente Saulo necesitó coraje para poder darle un giro total a su vida y ser bautizado.

Hoy en día, nosotros también necesitamos coraje y fe. Puede comenzar por pequeñas cosas, coraje para conocer nuevas personas, salir de la zona de confort y conocer personas de diferentes procedencias y edades. Puede que no lleguemos a conocer a alguien tan intimidante como Saulo de Tarso, pero a quién sea que tengamos la oportunidad de conocer, Dios puede bendecir nuestro esfuerzo para unificar su Iglesia.

Después, el libro de Hechos aborda uno de los momentos más decisivos que tuvo la Iglesia de Dios primitiva del Nuevo Testamento. Fue quizás el desafío más importante que tuvo la Iglesia en ese momento, y amenazó con dividirla.

7. La humildad y sobreponerse a los prejuicios son necesarios para la unidad cristiana.

Dios comenzó a abrir la puerta para que los gentiles entraran a la Iglesia por medio de una visión muy inusual que le mostró a Pedro. Era cerca del medio día y Pedro tenía hambre, mientras esperaba para almorzar estaba orándole a Dios. Dios le mostró a Pedro una visión en la que había un lienzo muy grande con muchos animales salvajes y pájaros. Después escuchó una voz que decía: “Levántate, Pedro, mata y come”.

Pedro estaba espantado, de pronto pensaba que lo estaban poniendo a prueba. Básicamente dijo: “¡De ninguna manera!, nunca he comido nada común o inmundo”.

La voz le dijo a Pedro: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”. ¡Esto sucedió tres veces! Pedro se estaba preguntando qué significado tendría todo eso, cuando un hombre llegó a su casa. Había sido enviado por Cornelio, un importante oficial romano que tenía temor de Dios. Dios le había dicho a Cornelio que mandara a llamar a Pedro.

En circunstancias normales Pedro no hubiera ido. Él le dijo a Cornelio: “Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” (Hechos 10:28).

Pedro les predicó y vio como Dios les dio su Espíritu Santo y Pedro les dijo que se bautizaran y se quedaran con él por unos días. Pero este no fue el final de la historia. Lo invitamos a leer más acerca de cómo los gentiles fueron aceptados en la Iglesia en Hechos 11:15-18; 15:5-12, 24-26.

Para poderles enseñar acerca de este tema, Dios trabajó por medio de su Iglesia y su ministerio para que hubiera unidad.

A continuación, un resumen de este gran cambio, tomado del artículo “Hechos de los Apóstoles”.

“Uno de los temas centrales de los Hechos de los Apóstoles es cómo Dios, por medio de la presencia del Espíritu Santo, cambió sus elegidos para que pudieran entender que todas las personas podían ser parte del pueblo de Dios. Aquellos que fueron llamados por Jesucristo, tanto judíos como gentiles, tenían que cambiar completamente la idea que tenían acerca del otro.

“La Iglesia que comenzó en Pentecostés en Hechos 2, era una Iglesia enteramente judía, pero la Iglesia fuerte y estable que aparece al final del libro de Hechos, estaba compuesta por judíos y gentiles por igual, y los gentiles estaban desempeñando responsabilidades importantes.

“En un mundo como el nuestro, en donde las diferencias raciales y étnicas explotan con frecuencia en una violencia sin sentido, la historia de cómo Dios utilizó su Espíritu Santo para cambiar los corazones de judíos y gentiles por igual, de tal forma que pudieran unificarse y amarse en su Iglesia, es un ejemplo inspirador y digno de considerar”.

Estos siete puntos no son todo lo que necesitamos saber acerca de la unidad y de ser unánimes. Pero es un buen comienzo.

Si usted desea aprender más acerca de la Iglesia que fundó Jesucristo, lo invitamos a leer nuestro folleto ¿Dónde está la Iglesia que Jesucristo edificó?

Continuar leyendo

×

Suscríbase a Discernir

Ask a Question