5 maneras en que nuestra cultura rechaza la moral bíblica
A medida que nuestra cultura se va alejando de la moral bíblica, nosotros rechazamos cada vez más las verdades eternas que se nos revelan en la Biblia. ¿Se puede revertir esta tendencia negativa?
Cuando vemos nuestra sociedad actual, año 2020, vemos un panorama cultural que se ha desviado cada vez más de cualquier indicio de moralidad basada en la Biblia. La proclividad hacia el secularismo —la idea de que la humanidad puede definir la moralidad al margen de cualquier guía espiritual divina— ha aumentado rápidamente en las dos últimas décadas.
Si analizamos en qué punto se encuentran actualmente las naciones occidentales (especialmente las naciones de habla inglesa y las democracias de Europa occidental), debemos tener en cuenta las palabras pronunciadas por dos profetas que vivieron hace más de 2.500 años.
La advertencia de Jeremías
El profeta Jeremías, quien profetizó no sólo a la antigua Judá sino a naciones que vendrían mucho después de él, registro este mensaje profético de Dios:
“Oye, tierra: He aquí yo traigo mal sobre este pueblo, el fruto de sus pensamientos; porque no escucharon mis palabras, y aborrecieron mi ley” (Jeremías 6:19).
Advertencia de Oseas
El profeta Oseas, quien profetizó tanto para el Israel antiguo como para el moderno, pronunció estas palabras de Dios:
“Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos. Conforme a su grandeza, así pecaron contra mí; también yo cambiaré su honra en afrenta” (Oseas 4:6-7).
Estas profecías no son para tomarlas a la ligera, bien merecen nuestra atención. Consideremos lo que Dios está diciendo exactamente por medio de estos profetas:
- “No escucharon mis palabras, y aborrecieron mi ley”.
- “Desechaste el conocimiento”.
- “Olvidaste la ley de tu Dios”.
- “Pecaron contra mí”.
Dios le estaba advirtiendo a Israel (al antiguo y al moderno) de un colapso total de la moral en todos los niveles. El colapso estaba basado en un rechazo de las leyes de Dios a nivel nacional.
¿Están cometiendo los mismos errores nuestras naciones? Analicemos estos cinco principios y leyes que están siendo ignorados y rechazados abiertamente por nuestra cultura actual.
1. “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3)
Evidentemente, este es el primero de los Diez Mandamientos de Dios. Es una ley muy básica pero a la vez poderosa: No anteponer nada —ni una estatua, o dibujo, ni nuestras ideas, placeres o deseos, absolutamente nada— delante del Dios verdadero.
El pueblo de Dios, en tiempos antiguos, continuamente desobedecía esta ley. El antiguo Israel estaba rodeado de pueblos que adoraban estatuas e imágenes de dioses inventados. Esos “dioses” tenían diferentes nombres: Asera, Baal, Dagón, Moloc, Tamuz, etcétera, pero todos representaban lo mismo. Representaban afrentas, hechas por el ser humano, a la ley básica de Dios de no anteponer nada delante de Él.
Al rechazar los estándares morales de Dios, nos hemos erigido, en un sentido, como autoridad sobre Él.
Fue una tentación con la que el antiguo Israel luchó desde el principio de su condición cómo nación hasta su caída y cautiverio. Y era una tentación a la que Israel solía ceder.
Hoy en día, los dioses paganos no son el desafío principal de esta ley (aunque continúan representando un problema). El desafío principal para el mandamiento de Dios de no tener “otros dioses” somos nosotros mismos y nuestros asuntos. Al rechazar los estándares morales de Dios, nos hemos erigido, en un sentido, como autoridad sobre Él. También hemos puesto nuestros objetivos materialistas de placer por encima de Dios y sus leyes.
Vivimos en medio de una cultura que se caracteriza por hombres y mujeres “amadores de sí mismos, avaros… amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:2, 4).
Si usted desea aprender más acerca del pecado de la idolatría, lo invitamos a leer acerca del “Segundo Mandamiento”.
2. “No matarás al inocente y justo” (Éxodo 23:7)
Proverbios 6:16-17 dice que “las manos derramadoras de sangre inocente” están entre las siete cosas que abomina el Eterno. Dios aborrece la violencia y los asesinatos —especialmente el de vidas inocentes. Es una afrenta contra Él porque Él es el dador de la vida e hizo al hombre a su imagen y semejanza (Génesis 9:6). Dios desea una cultura que honre y proteja la vida humana.
Desde películas, programas de televisión y videojuegos que fomentan la violencia hasta la pesadilla recurrente de los tiroteos masivos, Estados Unidos es una nación con una violencia profundamente arraigada en su cultura. Aunque los tiroteos masivos acaparan la mayoría de los titulares, la violencia cotidiana a menor escala se presenta a diario. En 2017, según los Centros para el Control y prevención de Enfermedades, murieron 19.510 personas por homicidios (14.542 de ellas por armas de fuego).
La práctica del aborto también es responsable de la muerte de más de 800.000 bebes inocentes cada año en los Estados Unidos. De hecho, la tasa de abortos ha venido disminuyendo levemente en los años recientes (probablemente debido a la mayor efectividad de los métodos anticonceptivos). Si se suman la totalidad de abortos practicados en los Estados Unidos en sólo la última década, vemos que a más de 9,3 millones de bebes inocentes se le ha negado el derecho a la vida debido a esta práctica.
Si usted desea obtener más información acerca de la práctica del aborto, lo invitamos a leer “¿Está mal el aborto?”.
3. “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación…” (Gálatas 5:19)
Estos dos pecados son infracciones del Séptimo Mandamiento de Dios, el cual prohíbe el adulterio (Éxodo 20:14).
En nuestro mundo actual, el sexo por fuera del matrimonio (o fornicación, cómo lo llama la Biblia) está lejos de considerarse un tabú. Un estudio del gobierno británico en el 2017, encontró que el 75% de los británicos consideraban que el sexo prematrimonial “no tenía nada de malo”. Otra encuesta que estudiaba a los norteamericanos descubrió que “siete de cada 10 estadounidenses consideran moralmente aceptables las relaciones sexuales entre hombres y mujeres no casados”.
Lo que hace que las estadísticas sean más sorprendentes es que más del 70 % de los norteamericanos se identifican a sí mismos cómo cristianos de algún tipo. Entonces, identificarse como “cristianos” no necesariamente significa que las personas creen en los parámetros morales bíblicos.
Debemos tener en cuenta los límites que Dios ha establecido para el sexo y entender que esos límites son lo mejor no sólo para nosotros, también para nuestros hijos y la sociedad en general.
Este problema está directamente relacionado con el tema del aborto. Cuando uno estudia el problema, encuentra que el 83 % de las mujeres que se practican un aborto no son casadas y el 16 % están separadas, divorciadas o son viudas. Las mujeres casadas aportan un número mínimo del total de abortos. (Estas estadísticas provienen de prochoice.org.) El hecho es que el sexo fuera del matrimonio es la principal causa del aborto.
Es fácil entender porque muchas personas religiosas tratan de oponerse al aborto por medio de la política. Pero limitar o prohibir el aborto no va a solucionar la raíz del problema. El aborto es una consecuencia de un pecado mucho mayor que se ha establecido profundamente dentro del interior de nuestra cultura —el sexo por fuera del matrimonio.
La solución real para el problema del aborto es que nuestros pueblos se arrepientan de esto y se limite el sexo al matrimonio (Hebreos 13:4). El problema de los embarazos no deseados que resultan en abortos no se puede resolver con la política, sino cambiando el corazón y la mente de los seres humanos para que puedan ver los beneficios de las leyes de Dios y se comprometan a obedecerlas.
Debemos tener en cuenta los límites que Dios ha establecido para el sexo y entender que esos límites son lo mejor no sólo para nosotros, también para nuestros hijos y la sociedad en general.
4. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27)
Tan sólo unos años atrás, esta verdad bíblica fundamental —que Dios creó dos géneros, masculino y femenino— era ampliamente aceptada como un hecho respaldado por la biología básica. Pero en la última década, hemos sido testigos de cómo está verdad fundamental ha sido puesta en tela de juicio y atacada por las personas que reclaman que el género no es binario. Un pequeño segmento de la sociedad que desea vivir fuera de las normas del sexo biológico ha promovido toda una transformación cultural del significado de las palabras sexo y género.
Los partidarios del movimiento transgénero celebraron la sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos del 15 de junio en el caso Bostock contra el condado de Clayton (Georgia) como una gran victoria en su lucha por redefinir el sexo. El caso se centraba en un artículo de la Ley de Derechos Civiles de 1964 que prohíbe a un empresario despedir o negarse a contratar a una persona por motivos de “raza, color, religión, sexo u origen nacional” (Título VII, énfasis añadido en todo el texto). Casi todo el mundo está de acuerdo en que ni el Congreso de los Estados Unidos de 1964 ni el Presidente Lyndon Johnson interpretaron que “sexo” tuviera otra connotación más allá de que una persona fuera biológicamente hombre o mujer.
Independientemente de cómo las palabras sexo y matrimonio sean definidas por la sociedad actual, las definiciones de Dios no han cambiado.
Pero en poco menos de 30 palabras, el juez Neil Gorsuch, al escribir la opinión mayoritaria, redefinió “sexo” a partir del significado básico que ha tenido durante miles de años: “No dudamos en reconocer hoy una consecuencia necesaria de esa elección legislativa: un empleador que despide a una persona por el simple hecho de ser homosexual o transexual infringe la ley” (p. 33).
Entonces, el Tribunal Supremo de Estados Unidos ha dictaminado ahora que “sexo” también significa la preferencia sexual y el género de elección de cada uno.
Este fallo se produjo casi cinco años después de la histórica decisión Obergefell vs. Hodges de 2015, en la que el Tribunal Supremo redefinió la palabra matrimonio para incluir las uniones entre dos personas del mismo sexo.
Independientemente de cómo las palabras sexo y matrimonio sean definidas por la sociedad actual, las definiciones de Dios, que se remontan hasta el primer libro de la Biblia, no han cambiado:
Sexo: “Varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).
El matrimonio: “Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24, {énfasis añadido).
5. “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca” (Colosenses 3:8).
Nuestra cultura rechaza las verdades bíblicas y algunos de los parámetros de conducta más importantes que encontramos en la palabra de Dios. La Biblia ofrece muchas indicaciones acerca de cómo controlar nuestra mente y nuestra lengua. Dios nos dice que no debemos dejarnos llevar por la ira (y todo lo que se deriva de ella). En cambio, la moral bíblica nos enseña a “dejad lugar a la ira” (Romanos 12:19), es decir, a reemplazar la ira y el enojo por pensamientos positivos y edificantes.
Pero vivimos en un mundo que parece estar cada vez más avivado por la ira. La ira es rampante en todas partes —en las noticias de televisión, redes sociales (especialmente las redes sociales), el entretenimiento, la política, movimientos sociales, etcétera.
Tal vez una de las cosas más desalentadoras que uno puede hacer hoy en día es entrar en la sección de “comentarios” de cualquier artículo de noticias compartido en las redes sociales. A menudo lo que encontramos son comentarios llenos de veneno desmedido y de desprecio, que se lanzan entre las personas. Y esta ira no se limita a un extremo del panorama político. Existe en cualquier ámbito, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha.
El pecado nunca se resuelve multiplicando otros pecados airadamente.
Trágicamente, hemos sido testigos de la ira extrema en algunas ciudades de Estados Unidos en medio de protestas que se tornaron violentas, destructivas y, en algunos casos, se convirtieron en disturbios. Independientemente de lo legítima que pueda ser una causa, los actos de ira y violencia desenfrenadas siempre conducen a más y más sufrimiento e injusticia. El pecado nunca se resuelve multiplicando otros pecados airadamente.
También vemos una comunicación airada y degradante por parte de nuestros líderes nacionales. En lugar de entablar un debate respetuoso e intentar trabajar juntos por el bien de las personas, lo que vemos son insultos, burlas, injurias y difamaciones. Y de nuevo, esto ocurre en todos los posibles escenarios de cada bando. Pareciera que las virtudes como el civismo y el respeto hubieran sido sustituidas por la ira ponzoñosa y el odio.
Éste no es un comportamiento que Dios aprueba —independientemente de la causa política que una persona afirme representar.
Los estándares de conducta de Dios, en cada uno de los aspectos de la vida, permanecen intactos y representan un marcado contraste con la cultura que nos rodea actualmente:
- “Para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Timoteo 2:2).
- “Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres” (Tito 3:2).
- “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía” (Santiago 3:17).
Si usted desea aprender más acerca de cómo vencer la ira, lo invitamos a leer “Cómo vencer las emociones negativas: la ira”.
¿Es posible cambiar nuestra cultura?
Si quisiéramos, podríamos añadir decenas y decenas de otros ejemplos del rechazo de nuestra cultura a los principios bíblicos. Pero la pregunta que quizá se está haciendo es: ¿Qué podemos hacer al respecto?
En última instancia, la solución es sencilla, pero profundamente vital: el arrepentimiento. Arrepentirse es reconocer que estamos actuando mal, sentir un profundo remordimiento, pedir perdón a Dios y esforzarse por cambiar y vivir de la manera correcta. Para cambiar nuestra cultura sólo hace falta un arrepentimiento nacional.
Pero la triste realidad es que el arrepentimiento nacional rara vez ocurre. La historia demuestra que cuando una sociedad llega hasta la depravación moral, rara vez revierte el curso.
La historia demuestra que cuando una sociedad llega hasta la depravación moral, rara vez revierte el curso.
La historia de la antigua Judá es un buen ejemplo. Al igual que el reino del norte de Israel, la historia de Judá fue, en su mayor parte, un proceso que lo llevó a caer en la inmoralidad. Tuvieron dos grandes reyes reformadores, Josías y Ezequías, que intentaron liderar movimientos de arrepentimiento nacional desde arriba hacia abajo. Pero ambos intentos por revivir la fidelidad nacional a Dios duraron poco. En pocas palabras: la caída en la inmoralidad estaba demasiado arraigada en la vida del pueblo como para revertirla permanentemente.
Es probable que hayamos llegado a ese punto en nuestras naciones modernas actuales, lo que significa que el castigo nacional puede ser la única manera de llamar nuestra atención.
Pero eso no significa que usted haya llegado a ese punto. La Biblia muestra que los individuos —sin importar cuán perversa y corrupta sea la sociedad que los rodea— pueden rechazar la moral corrupta de su cultura y vivir de manera diferente.
El apóstol Pablo citó estas palabras a los corintios, que vivían en una de las ciudades con mayor debacle moral del Imperio Romano: “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor” (2 Corintios 6:17).
En lugar de simplemente seguir el camino de la cultura que nos rodea, podemos salir de ella y estar espiritualmente separados, al igual que:
- Noé salió de su violento mundo anterior al Diluvio.
- Abram salió de la sociedad de Ur.
- Lot salió de Sodoma.
- Daniel permaneció espiritualmente separado de la Babilonia idólatra y violenta en la que vivía.
- Los discípulos de Jesucristo salieron de una “generación incrédula y perversa” (Mateo 17:17).
La lista de personas que vivieron en culturas malvadas es interminable, pero eligieron ser diferentes.
Hoy en día, usted puede ser esa persona.
Pero eso es sólo una parte de la historia. La mejor noticia es que se avecina un cambio aún más grande. Jesucristo regresará a este mundo para salvarnos de la destrucción (espiritual y física) y para establecer una sociedad y una cultura totalmente nuevas, basadas en la ley inmutable e invariable de Dios.
El establecimiento de su Reino en la Tierra revertirá la caída moral de nuestro mundo por medio de las verdades eternas de la ley de Dios.
El profeta Isaías escribió acerca de este tiempo futuro: “Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Isaías 2:3).
Fecha de publicación: Julio 29, 2020