Cómo afrontar los pecados que no se quieren ir
Algunos pecados parecen decididos a quedarse. No importa cuantas veces pensemos que los hemos derrotado ellos vuelven a regresar. ¿Qué debe hacer un cristiano?
En el antiguo sketch de Mad TV, el comediante Bob Newhart desempeña el papel del doctor Switzer, un psiquiatra que ya está fuera de circulación y ayuda a una mujer a sobreponerse al temor de ser enterrada viva en una caja. Su consejo fue:
“NO LO HAGA”.
Cuando su paciente trató de explicar la lógica detrás de sus problemas —su niñez, su madre, sus dueños, su horóscopo— el doctor Switzer la interrumpió y le recordó: “No, no, no; no vamos a ir allá. Sólo no lo haga”.
Cuando detenerlo no es suficiente
Desde un punto de vista objetivo esto tiene mucho sentido, si usted sabe que se está dirigiendo hacia un problema, cada vez que usted hace, algo “X”, entonces la solución obvia es simplemente dejar de hacer eso “X”.
Oh… ¡si fuera así de fácil!
Lo que la mayoría de nosotros descubre es que, aunque pensamos que sabemos cómo podríamos solucionar muchos de nuestros problemas, sólo “dejar de hacerlo” es más difícil de implementar de lo que suena. Tal vez queramos parar —tal vez tengamos toda la intención de detenernos, pero cuando llega el momento crítico, descubrimos que nos falta la fuerza de voluntad para hacerlo. En vez de parar, nosotros tropezamos y lo volvemos a hacer.
Las cosas empeoran
El pecado, exacerba el problema. Cuando desarrollamos un hábito pecaminoso, nos estamos moviendo de hacer algo totalmente insensato a hacer algo explícitamente prohibido por el Creador del universo —algo que garantiza que va a empeorar nuestra vida. Mientras más lo hagamos peores se pondrán las cosas.
Pablo nos advierte: “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Juan nos dice que: “Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido” (1 Juan 3:6). El pecado nos cuesta mucho y nos corta de la relación con Dios (Isaías 59:2). Es destructivo, es doloroso y es 100 % fatal.
Desafortunadamente esto no nos facilita que nosotros paremos.
Una estrategia de dos pasos para bregar con los pecados que no se quieren ir
¿Entonces qué hacemos? Si continuar con el pecado no es una opción, (y sólo dejar de hacerlo no es efectivo), ¿qué podemos hacer?
Cuando se trata de superar el pecado, la Biblia nos ofrece dos estrategias muy poderosas que están diseñadas para ayudarnos a luchar contra lo que serían unos hábitos que no podríamos cambiar de otra manera.
1. Primer paso: obtenga la fortaleza de Dios.
Si nosotros estamos dispuestos a buscar a Dios, venir a Él en oración y en estudio, recibiremos las armas espirituales que necesitamos para alcanzar la victoria.
Cuando un pecado habitual se apodera de nuestra vida, liberarnos puede parecer casi imposible —pero no tiene que ser así. Tal vez no tengamos la fortaleza para liberarnos por nosotros mismos, pero luego no pretendamos enfrentarlo por nuestras propias fuerzas. Pablo hace la anotación: “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2 Corintios 4:8-9).
¿Por qué sucede esto?
Él más adelante escribe: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta” (2 Corintios 10:4-6).
En pocas palabras, Dios nos ofrece lo que necesitamos para poder ganar las batallas que tenemos que enfrentar.
No nos han dicho en ninguna parte que esto va a ser fácil. No nos dicen que esto no va a requerir de un esfuerzo de nosotros. Pero lo que nos dicen es que, si nosotros estamos dispuestos a buscar a Dios, venir a Él en oración y en estudio, recibiremos las armas espirituales que necesitamos para alcanzar la victoria.
Tarea del paso 1: lea la “armadura de Dios”, las armas espirituales diseñadas para darnos las ventajas en nuestras batallas contra el pecado. Pero recuerde, saber acerca de estas armas, por sí sólo no nos va ayudar a derrotar nuestros pecados, tenemos que usarlas.
2. Segundo Paso: no se concentre únicamente en lo que tiene que quitar aun cuando se trate del pecado.
Aunque sea tan difícil sobreponernos a un pecado, estar seguros de que nunca va a regresar, puede ser aún más difícil. Cada veterano de la guerra espiritual sabe cuan fácil es que un pecado “derrotado” se duerma por meses o años, y de pronto revive y vuelve a asomar su desagradable cabeza cuando menos lo esperamos.
Sobreponerse al pecado no es el fin del viaje. Si nosotros paramos ahí —si nuestra meta es sólo erradicar el pecado— todo lo que habremos creado es un vacío en nuestra vida. Hasta que no reemplacemos el pecado con algo que sea mejor, estaremos dejando abierta una puerta para que algo muy malo entre por ella.
Al respecto Pablo escribió: “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad” (Efesios 4:28).
No basta con dejar de robar, tenemos que avanzar y reemplazar el robo con algo que sea bueno según Dios —en este caso el trabajo diligente y un corazón generoso para dar. Esto no sólo nos lleva a tener una relación más cercana con nuestro Creador, sino que al reemplazar los pecados con características opuestas y contrarias que están de acuerdo con Dios hace que sea más difícil para el antiguo pecado encontrar un lugar en nuestra vida.
La fiesta bíblica de Panes Sin Levadura nos enseña esta lección. Cada año Dios le ordena a su pueblo sacar todo el pan leudado (que representa el pecado) y reemplazarlo con pan sin levadura (que representa las actitudes y las acciones justas). Si desea aprender más acerca del simbolismo cristiano de esta fiesta lea “La fiesta de Panes Sin Levadura” o puede ver el video, “Panes Sin Levadura, qué hacer con respecto al pecado”.
Tarea para el paso dos: haga una lista de los pecados habituales contra los que usted lucha. Haga una lluvia de ideas acerca de características opuestas que estén de acuerdo con Dios, (por ejemplo, lo opuesto de robar es dar, lo opuesto de codiciar es ser agradecido con lo que usted tenga). Luego, a partir de hoy, empiece a trabajar en esas acciones opuestas que están de acuerdo con Dios en su vida. Mientras más se esfuerce usted por permitir que lo bueno tenga un lugar en su vida, más naturalmente va a ser capaz de sacar lo que es malo.
Llevarlo a la práctica
Para resumir: vencer el pecado requiere más que sólo el deseo de “dejar de hacerlo”. Para realmente derrotar al pecado necesitamos la ayuda de Dios. Él nos da la fortaleza cuando nosotros somos débiles y nos permite estar equipados para luchar las batallas que de otra manera las perderíamos. Tome la decisión de que al luchar contra el pecado le va a pedir a Dios el armamento espiritual correcto, el que necesita para llevar a cabo esta labor, y luego empiece inmediatamente a reemplazar sus pecados con las alternativas de Dios.
Con estas dos estrategias, usted ahora está equipado para batallar contra el pecado más duro de todos y salir victorioso. Va a ser difícil, va requerir mucho de usted y ciertamente no va a pasar de la noche a la mañana, pero con la ayuda de Dios usted va a salir victorioso.
Tome su armadura y luche.
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Fecha de publicación: Abril 20, 2016