Cómo vencer las emociones negativas: el orgullo
El mundo no ve el orgullo como un problema, así que ¿cómo vencer algo tan astuto y aparentemente inofensivo? Parte 7 de la serie “Cómo vencer las emociones negativas”.
Una de las cosas más difíciles de reconocer y enfrentar para nosotros mismos como cristianos es nuestro orgullo. Para algunos de nosotros, se ha convertido en una parte importante de nuestra vida, a veces sin siquiera saberlo.
La Biblia advierte una y otra vez acerca del orgullo que se va deslizando en nuestra vida. Quizás la advertencia más conocida sea la de Proverbios 16:18: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, Y antes de la caída la altivez de espíritu” (énfasis añadido).
El orgullo es diferente de las demás emociones que se tratan en esta serie (con la posible excepción de la ira) porque no sentimos que estamos haciendo nada malo. Cuando estamos abrumados por otras emociones, estamos seguros de que algo está mal y necesitamos cambiar.
¿Cómo reconocemos el orgullo y cómo luchamos contra él una vez que sabemos que tenemos un problema?
¿Por qué el orgullo es peligroso a nivel espiritual?
Dios espera que los cristianos tengan confianza y sean fuertes en sus creencias y acciones. Sin embargo, la Biblia está llena de advertencias contra el orgullo, que puede manifestarse como una confianza y una fortaleza indebidas en nosotros mismos, no en Dios.
El orgullo nos puede llevar a:
- Buscar reconocimiento para exaltarnos.
- Tratar a otros injustamente.
- No aceptar ninguna responsabilidad por las malas acciones.
- Hablar constantemente sin escuchar.
- Preocuparnos sólo por nosotros mismos.
Todas estas son acciones que no son como las de Cristo, de acuerdo con lo que sabemos por la Biblia. El apóstol Juan advierte: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Juan 2:16, énfasis añadido).
Veamos en 1 Pedro 5:5: “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.”.
El orgullo hace imposible vestirse con humildad. Los cristianos no pueden engañarse a sí mismos para excusar su orgullo, ya que la Biblia dice claramente que Dios se opone a los orgullosos. El orgullo obstaculiza la manifestación de los frutos espirituales del amor y la bondad, así que nuestro pensamiento debe cambiar.
Identifique la causa del pensamiento orgulloso
Hasta que no admitamos que tenemos un problema, no vamos a avanzar en el proceso de vencer el orgullo. ¿Cómo sabemos si tenemos un problema con el orgullo?
Algunas preguntas que podemos hacernos para averiguarlo y luego identificar la causa podrían ser: “¿con qué frecuencia admito que me equivoqué?” “¿Por qué es tan difícil para mí admitir cuando me equivoco?” “¿Con qué frecuencia necesito ser visto o escuchado por los demás para sentirme bien?” “¿Por qué quiero que los demás me vean o escuchen?” “¿Cuántas de mis publicaciones en Facebook están dirigidas a mí y a mis opiniones?” “¿Por qué tengo que hablar tanto de mí y de mis opiniones a los demás?” “¿Cuánto presumo de mis logros o hago cosas para que otros me vean hacerlas?” “¿Por qué necesito el reconocimiento de los demás?”
Analice y compare el pensamiento orgulloso con la realidad
Cuando empezamos a examinar realmente nuestros pensamientos, es impactante lo fácil que es encontrar el orgullo. Cuando examinamos nuestros motivos honestamente, podemos encontrar pensamientos como: “Esa fue mi idea, pero nadie me da el crédito”. “Voy a seguir hablando ya que todos los demás aquí son tan aburridos.” “¡No necesito tu ayuda! Puedo hacer esto por mi cuenta, muchas gracias.” “¡Soy lo máximo! ¡Mírenme todos!” “¿Me estás diciendo lo que YO tengo que hacer? ¡Cómo te atreves!”
Aunque nunca “digamos” estos pensamientos, en una evaluación honesta podemos encontrar que definitivamente los tenemos o actuamos con base en ellos.
Podemos justificar y racionalizar nuestros pensamientos orgullosos, pero cuando los escribimos y los miramos sinceramente, veremos que son muy superficiales, arrogantes, presuntuosos, egocéntricos y celosos.
¿Cómo se pueden comparar estos pensamientos orgullosos con la realidad?
- ¿Es justo/racional creer que sabemos todo acerca de cada tema que se ha discutido? ¿Es justo/racional creer que tenemos que hacerle saber constantemente a todo el mundo lo “expertos” que somos?
- ¿Es justo/racional pensar que expresar nuestras opiniones sobre todo y dominar la conversación es algo bueno? Dios nos lo dice: “Donde abundan los sueños, también abundan las vanidades y las muchas palabras; más tú, teme a Dios” (Eclesiastés 5:7). “En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente” (Proverbios 10:19, énfasis añadido).
- ¿Es justo/racional pensar que somos demasiado buenos para necesitar ayuda de otras personas o demasiado “lo que sea” para que nos relacionen con ciertas personas o actividades? ¿Es justo/racional pensar que nuestros talentos, logros o riquezas en esta vida provienen únicamente de nuestra propia fuerza y excelencia, en lugar de provenir de Dios?
Reemplace lo irracional por lo racional
El punto de partida debe ser que siempre recordemos que Dios nos creó del polvo. Dios recuerda que somos polvo, así que nosotros también tenemos que hacerlo. Sin ir al otro extremo (autodestrucción), debemos mantener siempre pensamientos racionales en nuestra mente acerca de nuestras limitaciones y nuestra confianza total en Dios.
Nuestros deseos irracionales de querer más y más atención para nosotros mismos deben ser reemplazados por deseos que estén de acuerdo con Dios de prestarle más atención a los demás. En lugar de preguntarnos: “¿qué puedo hacer para verme bien?” podemos preguntarnos: “¿cómo puedo ayudar a los demás dándoles reconocimiento y elogios por sus buenas cualidades, y a veces a través del sacrificio por ellos?”
Satanás quiere que pensemos sólo en nosotros mismos, mientras que Dios quiere que nos preocupemos tanto por los demás como por nosotros mismos (Levítico 19:18).
¿Y si ya he perdido el control?
Si tenemos un momento de claridad en el que nos damos cuenta de que estamos siendo orgullosos, inmediatamente podemos orarle a Dios, dándole gracias por mostrarnos algo que muchas personas nunca ven en sí mismas. Entonces podemos comenzar a alejarnos de la mentalidad del “yo, yo, yo” y acercarnos a la actitud de “amar a los demás tanto como a uno mismo”, claramente demostrada por Jesucristo.
Satanás quiere que continuamente creamos que no tenemos problemas de orgullo, pero después de que examinemos nuestros pensamientos y busquemos la ayuda de Dios, podemos avanzar para tomar el control y vencer el orgullo.
Ésta es la séptima de una serie de ocho partes de Cómo vencer las emociones peligrosas. Para leer la sexta parte, vea “La depresión”. Para continuar la serie, vea la parte 8 “El primer mes”.
Fecha de publicación: Febrero 27, 2013