¿Concede Dios la libertad de expresión?
A pesar de ser un derecho fundamental del ser humano, la libertad de expresión no siempre encaja con el comportamiento que Dios nos ordena, especialmente cuando se trata de hablar de los demás.

Lo vemos en las noticias en todo momento. Ya sea en un informe acerca de un gobierno extranjero que reprime la disidencia o en un comentario intolerante de una celebridad. La libertad de expresión (y su vulneración) es un tema muy controvertido.
En Occidente, este concepto es un símbolo fuerte y perdurable de la democracia, que ocupa un lugar destacado en la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos (la Carta de Derechos).
A pesar de que la Constitución de los Estados Unidos es un documento muy importante y la Primera Enmienda es una bendición para los cristianos, no creemos que esté al mismo nivel de las Escrituras inspiradas de Dios. Todos aquellos que buscan obedecer la Palabra de Dios, la Biblia, no se permiten una libertad de expresión total. De hecho, la Biblia no promulga la libertad de expresión completamente. Tengamos en cuenta lo siguiente:
- El Tercer Mandamiento prohíbe maldecir y tomar el nombre de Dios en vano (Éxodo 20:7).
- El Noveno Mandamiento prohíbe mentir y pronunciar cualquier discurso de engaño (Éxodo 20:16).
- El libro de Colosenses prohíbe el uso de “palabras deshonestas” (Colosenses 3:8).
Pero hay otra forma de hacer mal uso de nuestra lengua, que se pasa por alto fácilmente.
¡Debemos ejercitar nuestra lengua y nuestros dedos para escribir de una manera que complazca al Dios que los creó!
Hablar mal de los demás
Es muy fácil verse envuelto en una conversación donde alguien comienza a hablar mal de otra persona, quizás un líder mundial o político, una celebridad, un atleta o incluso hasta un conocido.
¡Debemos ejercitar nuestra lengua y nuestros dedos al escribir de una manera que agrade al Dios que los creó!
Con frecuencia esto sucede mientras hablamos por el celular o computador. El pseudoanonimato de las redes sociales y los foros de Internet permiten a muchos hacer comentarios despectivos y, a menudo, ofensivos en sus actualizaciones de estado. Los llamados spammers y trolls se dedican a perturbar las plataformas sociales en línea, pero es igual de común ver comentarios casuales que menosprecian a los demás.
Dios se refiere a este fenómeno, y nos exhorta a “Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres” (Tito 3:2, énfasis añadido). Él sabe muy bien que nuestras lenguas (y los dedos con que escribimos) son capaces de causar grandes problemas —el libro de Santiago utiliza la analogía de un incendio forestal para describir las consecuencias que pueden traer consigo las palabras (Santiago 3:5-9).
Teniendo en cuenta que esto es un asunto bastante complejo, profundicemos en esto un poco más.
¿Qué significa “que a nadie difamen”?
Para entender qué significa no difamar a los demás, analicemos algunos de los escenarios donde se puede presentar:
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Publicaciones y comentarios belicosos
Actualmente es más fácil que nunca compartir contenido en redes sociales, incluyendo partes de fuentes de la extrema derecha o izquierda que por lo general adoptan posturas bastante controversiales o incendiarias. Dichas fuentes, a menudo trabajan a partir de posiciones dogmáticas que excluyen o atacan a personas que tienen puntos de vista distintos. Cuando compartimos una publicación que difama a una persona, también estamos difamando a esa persona. La Biblia nos dice que no debemos involucrarnos en disputas sin sentido (2 Timoteo 2:23). Tenga en cuenta esto antes de darle clic a “compartir” o hacer algún comentario en represalia por alguna publicación de otra persona.
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Racismo coloquial
Incluso si usted no fue el que comenzó, puede ser peligroso participar en una conversación cuando alguien hace algún comentario racista. Debido a la naturaleza empática de la conversación, el impulso natural puede ser reírse o hacer alguna otra señal de aprobación. De esta manera, el lenguaje racista puede empeorar rápidamente. Los científicos sociales llaman a este efecto “acuerdo conversacional”. Dios condena la parcialidad y dice que es, del cual el racismo forma parte (Santiago 2:1-9; Romanos 2:11), por lo que es prudente distanciarnos de tales conversaciones y no participar en ellas.
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Desprestigio político
Mientras que el sistema político democrático permite que todas las corrientes se expresen, esta libertad con frecuencia resulta en ataques entre partidos y candidatos y también en calumnias hacia los líderes elegidos. Muchas instancias de las difamaciones tienen un componente político y pueden surgir en cualquier interacción social. La Biblia caracteriza a los malvados cómo “atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores” (2 Pedro 2:10). Además, el ejemplo y las enseñanzas de Jesús incluyen respetar toda autoridad (incluso las malvadas), siempre y cuando ello no infringieran la ley de Dios (Juan 18:22-24; Mateo 22:21; Hechos 5:29).
Éstas son sólo unas situaciones para tener en cuenta. Pero, ¿existe una línea clara entre hablar mal de alguien y hablar acerca del mal?
Difamar y hablar la verdad
Cuando estudiamos las Escrituras, queda claro que hay una línea divisoria entre hablar mal de los demás con la intención de dañar su reputación o su integridad psicológica, por un lado, y discernir el mal comportamiento, por el otro. Incluso Jesucristo, aunque se sometía a las autoridades seculares y religiosas corruptas de su época, enseñó a sus discípulos (¡y a nosotros!) a “guardarnos” de su comportamiento pecaminoso (Marcos 8:15).
Por medio de su Palabra, Dios describe los estilos de vida pecaminosos de muchas personas en el pasado, en el presente y en el futuro, pero siempre con la intención de enseñar el discernimiento. El discernimiento es la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, una habilidad que Dios quiere que todo su pueblo tenga y utilice diligentemente (Hebreos 5:14).
Lo más importante es la actitud y la intención con la que hablamos, que debe basarse en el amor, una preocupación sincera y genuina por los demás. En lugar de cadenas, Dios nos da la libertad de usar nuestra lengua para decir “la verdad en amor”, con el fin de edificar a quienes nos rodean (Efesios 4:15).
¡Ejercite su lengua para hablar y sus dedos para escribir de una manera que complazca al Dios que los creó! Si usted desea aprender más acerca de la importancia de nuestras palabras, lo invitamos a leer nuestros artículos en la sección de “Comunicación“.
Fecha de publicación: Agosto 5, 2021