Derrotando a los enemigos: Superar el miedo y la falta de fe
Israel enfrentó un obstáculo y respondió sin fe. ¿Cómo reaccionamos ante los obstáculos? ¿Dejamos que impidan nuestro progreso o ponemos nuestra fe y confianza en Dios?

En nuestra publicación anterior, analizamos los pecados que aparecen cuando estamos cansados, fatigados y débiles. Dios quiere que nos ayudemos unos a otros en nuestras luchas y que nos acerquemos a Él en oración para buscar su ayuda.
Para aprender más sobre esta lección, echemos un vistazo más de cerca a los gigantes que enfrentó Israel en la Tierra Prometida.
Los gigantes
Cuando los israelitas estaban a punto de entrar a la Tierra Prometida, Moisés envió espías para explorarla (Números 13:1-2; Deuteronomio 1:22). Los espías eran líderes de cada tribu (Números 13:3-16; Deuteronomio 1:23). Este incidente tuvo lugar apenas dos años después de que Israel abandonara Egipto.
¿Qué encontraron?
Los espías entraron a la Tierra Prometida y descubrieron que era tal como Dios había dicho, una tierra de gran abundancia —en sentido figurado, donde fluía leche y miel. Ellos llevaron de regreso frutos como evidencia, mostrando que la tierra era tan buena como Dios la había descrito (Números 13:23-24, 27).
Pero hubo un problema.
¿A veces solo vemos obstáculos que nos atemorizan, en lugar de seguir adelante con fe para hacer lo que es necesario y correcto?
La tierra estaba ocupada por gigantes, gente de gran estatura (versículo 33)... al menos, así los veían los espías.
Josué y Caleb le hablaron al pueblo, diciendo que Dios podría fácilmente entregar a los habitantes de la tierra en sus manos si tan sólo siguieran adelante, confiando en Él (versículo 30, compárese con Números 14:9).
Aún así, los otros 10 espías persistieron en su evaluación pesimista de que la gente de la tierra era demasiado fuerte como para que ellos la conquistaran (Números 13:31-33).
Trágicamente, el pueblo hizo caso al consejo negativo de los 10 espías y se negó a obedecer a Dios y tomar la tierra. Entonces, Dios los hizo vagar por el desierto durante 38 años más, hasta que esa mala generación pereció (Números 14:34).
¿Ponemos a veces más atención a las malas noticias que recibimos en nuestra vida y vemos obstáculos que nos atemorizan, en lugar de seguir adelante con fe para hacer lo que es necesario y correcto?
Las tormentas de la vida
El miedo es uno de los enemigos de la fe. Puede paralizarnos e impedirnos avanzar espiritualmente.
Marcos 4:35-41 menciona cuando Jesús y sus discípulos subieron a una barca, después de un día largo y agotador. Mientras estaban en el mar, se desató una “tempestad grande”, con fuertes olas que sacudieron la embarcación relativamente pequeña (Mateo 8:24). Los discípulos temieron por sus vidas porque, según el relato de Lucas, “peligraban” (Lucas 8:23).
Sin embargo, Jesús estaba profundamente dormido en la misma barca.
Cuando lleguen los tiempos difíciles ¿Emularemos a Cristo, manteniendo la calma durante la tormenta, sabiendo que Dios tiene el control y puede librarnos?
Entonces lo despertaron, diciéndole que estaban en peligro de muerte y preguntándole si le importaba aquel problema en el que estaban (Marcos 4:38). Aquella situación con los discípulos de Jesus, tal vez les recordó a Jonás, quien también durmió durante una tormenta feroz (Jonás 1:5).
A Jesús sí le importaba pero, aun así estaba tranquilo. ¿Por qué? Porque tuvo fe y confiaba en el Padre, quien lo cuidaba y protegía.
Jesucristo, tranquilo, les dijo a los discípulos: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” y reprendió a los vientos, calmando la tempestad (Mateo 8:26).
Cuando llegan tiempos difíciles en la vida, ¿reaccionamos como los discípulos y sucumbimos al miedo? ¿O emulamos a Cristo, manteniendo la calma durante la tormenta, sabiendo que Dios tiene el control y puede librarnos?
Nuestra fe le agrada a Dios
La vida tendrá sus desafíos.
El apóstol Pablo nos aseguró que incluso aquellos que vivan una vida piadosa experimentarán “muchas tribulaciones”. Por lo tanto, no debemos sentir que los desafíos que enfrentamos son anormales. En lugar de ello, debemos buscar la ayuda de Dios, quien nos dará una “salida”, para que la podamos “soportar” (1 Corintios 10:13).
La Biblia nos dice que es “imposible agradar” a Dios si no ponemos nuestra fe y confianza en Él (Hebreos 11:6).
No confiar en nosotros mismos
La Biblia nos advierte que no confiemos demasiado en nosotros mismos, en lugar de Dios (1 Corintios 10:12).
Después de que Dios prohibió a los israelitas entrar a la Tierra Prometida, debido a su falta de fe (Números 14:23), ellos decidieron entrar por su cuenta, declarando: “Henos aquí para subir al lugar del cual ha hablado el Eterno; porque hemos pecado” (versículo 40). Quizás creyeron que podían hacerlo ellos mismos sin la ayuda de Dios o que, como habían admitido su pecado, ahora Dios cedería y les favorecería.
En cualquier caso, se les advirtió que este esfuerzo fracasaría porque Dios no estaría con ellos (versículos 41-42).
Y, como era de esperar, fueron derrotados (versículo 45).
Moisés no los había acompañado porque entendió que todos necesitaban la guía de Dios en el camino (Éxodo 33:15). Asimismo, nosotros debemos incluir a Dios en nuestros planes y no depender sólo de nosotros mismos (Santiago 4:15).
Si tratamos de vivir sin Dios, podemos lograr hazañas y éxitos limitados. Pero cuando lleguen las pruebas, no podremos vencerlas sin fe y sin buscar a Dios.
Entonces la lección es clara: para superar los obstáculos de la vida, debemos confiar y depender de Dios, no de nosotros mismos.
Fecha de publicación: Febrero 12, 2025