El poderío de Estados Unidos está en decadencia
El poderío de Estados Unidos está en decadencia. Así lo demuestran los eventos de los últimos meses, semanas y días. El posible retiro de las tropas estadounidenses de Irak es otro indicativo de este declive. ¿Está profetizada la decadencia del poderío de los Estados Unidos?
A mediados de diciembre del 2019, el secretario de estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, advirtió una vez más que cualquier ataque de Irán contra personal estadounidense, acarrearía una “respuesta decisiva”. Este tipo de declaraciones buscaba comunicar que, a pesar de los titubeos que ha mostrado el presidente norteamericano Donald Trump para involucrarse en una de “esas guerras lejanas”, sí había una línea roja.
Esa línea roja fue cruzada justamente el 27 de diciembre, cuando una de las milicias chiítas iraquíes, armadas, entrenadas y financiadas por Irán, lanzó al menos 30 misiles contra una base militar que alojaba personal de Washington. Un contratista estadounidense de nombre Nawres Waleed Hamid, de 33 años, perdió la vida, y varios soldados americanos fueron heridos en la base militar K1 cerca de Kirkuk, en Irak. Washington acusó a la milicia Kateeb Hezbolá, facción paramilitar apoyada por Irán.
Estados Unidos respondió con fuerza mediante una serie de ataques que terminaron con la vida de más de 25 miembros de esa milicia chiíta. Como parte de la escalada del conflicto, cientos de iraquíes miembros de o afines a esas milicias, protagonizaron protestas irrumpiendo en el complejo que aloja a la embajada de Estados Unidos en Bagdad y Washington tuvo que evacuar a su embajador. El cerco a la embajada estadounidense fue dispersado, pero sólo unas horas después Washington lanzó un ataque que terminó con la vida de quien probablemente era el segundo hombre más poderoso en Irán: el general Qasem Soleimani. Y en ese punto, quien cruzó la línea roja iraní fue el gobierno norteamericano.
Este conflicto aún no ha terminado, pero sí fueron 12 días, partiendo desde el 27 de diciembre, de mucha tensión entre Irán y Estados Unidos. Se logró, aparentemente, evitar un escalamiento de las hostilidades al nivel de un conflicto armado de proporciones mundiales, algo muy significativo. Los misiles balísticos que Irán lanzó no tenían sólo el objetivo de mostrar su capacidad y precisión, sino que fueron destinados a dañar infraestructura militar específica que utiliza Estados Unidos en esas bases.
Hay otro asunto de interés relacionado con los posibles impactos que estos eventos están teniendo en cuanto al papel que Estados Unidos juega en esa y otras regiones del mundo, y su capacidad de influir en actores y eventos.
La verdad es que ninguno de los dos países desea una guerra frontal. Irán sabe muy bien que no puede ganar un conflicto simétrico contra Washington y ha optado por seguirle combatiendo mediante otro tipo de estrategias, más asimétricas, como las que ha empleado hasta ahora. Al matar a Soleimani, el gobierno del señor Donald Trump decidió correr, en efecto, el riesgo de detonar una guerra, y hubo varios momentos en los que supo que podía haber arrastrado a su país a un tipo de conflicto que tanto él como la mayoría de los estadounidenses parecen desaprobar, pero logró evitarlo, justamente porque ello tampoco estaba en el interés de Irán.
Sin embargo, en los hechos, ya hay consecuencias. El parlamento iraquí emitió una resolución que demanda que Bagdad retire a todas las “tropas extranjeras” del país. El gobierno de Irak ya ha solicitado a Washington un plan para que ello ocurra. Lo interesante es que, durante la semana, se estuvo filtrando información que indicaba que la Casa Blanca parecía estar de acuerdo en abandonar Irak. Aunque posteriormente el secretario de defensa Esper lo desmintió y se entiende que el Pentágono se opone rotundamente a ese retiro.
Irán no ha terminado de vengarse por la muerte de Soleimani, además de que faltaría alguna represalia por parte de las milicias chiítas iraquíes por la muerte, en el mismo ataque, de uno de sus líderes más importantes. Hay que entender que Teherán y sus aliados trabajan con otros tiempos, prefieren respuestas más paulatinas, eligen cuándo y cómo sorprender y, eligen cuándo asumir y cuándo no asumir la autoría de los hechos.
Este tipo de sucesos probablemente se van a intensificar, con todo el potencial que ello tiene, para elevar nuevamente la espiral de conflicto hacia niveles peligrosos. Y ello sin considerar lo que podría ocurrir si es que, como parece, Teherán reactiva de lleno su proyecto nuclear.
Hay otra reflexión que se ha vuelto cada vez más necesaria. Por razones financieras, de política interna y de geopolítica, Estados Unidos no parece tener ya la capacidad de tener presencia en todas partes del globo al mismo tiempo. Incrementar su presupuesto militar, como lo requiere la competencia armamentista y geopolítica que Washington está teniendo que librar con Rusia y China, conlleva costos muy importantes. Como resultado, Estados Unidos lleva ya años demostrando que necesita priorizar sus recursos y esfuerzos. Además, sus aventuras militares de los últimos 18 años en sitios como Irak o Afganistán tienen ya agotado a un electorado que no comprende cuál es el objetivo de invertir dinero que no se tiene para esas aventuras bélicas percibidas como lejanas, ajenas y eternas.
Bien lo dijo nuestro señor Jesucristo: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin”.
La percepción del declive relativo del poder de Estados Unidos para estar presente e influir en los eventos globales, ya está provocando vacíos en todo tipo de regiones. Vacíos que otros poderes deciden cubrir. Rusia y China lo han entendido bien. Y si ahora, los eventos de los últimos meses, semanas y días, contribuyen al retiro de las tropas estadounidenses de Irak, se estaría agregando un nuevo vacío al escenario. Actores no estatales como ISIS, o bien, potencias regionales como Irán, están esperando ese momento.
Bien lo dijo nuestro señor Jesucristo: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin” (Mateo 24:6).
Debemos estar orando a Dios, confiados en Él, porque los acontecimientos mundiales muestran cómo pronto Jesucristo mismo será quien intervenga en el acontecer mundial, ya que Él es la única solución para terminar con todas las guerras y rumores de guerras.
“Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21: 35-36).
¡Claro que habrá paz mundial! El destino final del Medio Oriente es convertirse en una región estable y próspera, libre de conflictos y de amenazas de guerra. Antes, sin embargo, los pueblos de aquella región devastada por la guerra sufrirán un periodo de caos y suplicio, un tiempo de tribulación “cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21). De hecho, esta tribulación se expandirá rápidamente al mundo entero, inmediatamente antes de que venga la paz duradera.
La paz duradera llegará, por cierto, al Medio Oriente, y al resto de naciones en el mundo entero, solamente cuando regrese Jesucristo como Mesías para gobernar sobre todas las naciones. El gobierno de Dios sobre la Tierra será literal.
La decadencia del poderío de los Estados Unidos está profetizada. Durante su ministerio terrenal, Jesucristo reveló que al fin de esta era habría “… una gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo… y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo” (Mateo 24:21-22).
Tal escenario —en donde la violencia humana podría literalmente incinerar todo cuanto existe en esta Tierra— ha sido posible únicamente desde el amanecer de nuestra era nuclear.
Oremos para que el Reino de Dios se establezca pronto en la Tierra y termine finalmente con tanto sufrimiento por todas partes del mundo.
Fecha de publicación: Enero 31, 2020