El significado de Romanos 3:23: ¿Cómo quedamos destituidos de la gloria de Dios?
Esta escritura dice que todos los seres humanos “estamos destituidos de la gloria de Dios” al pecar. ¿Qué es la gloria de Dios? ¿Hay algo que podamos hacer para tener esa gloria?
¿Qué es lo que dice Romanos 3:23?
"Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios".He aquí una verdad incómoda que quizá usted no quiere oír:
Hemos pecado.
Por lo tanto, usted y yo somos pecadores.
¿Cómo podemos saberlo?
En Romanos 3:23, el apóstol Pablo escribe: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Y eso nos incluye a todos… a mí también.
Eso significa que usted y yo, y todos los que han vivido alguna vez, hemos pecado. Nadie, excepto Jesucristo, está libre de pecado.
En un mundo dividido prácticamente en todos los sentidos, todos estamos unidos en una cosa: hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios (Eclesiastés 7:20; Romanos 3:10; 1 Juan 1:8).
Pero ¿qué es la gloria de Dios? ¿Hay algo que podamos hacer para volver al buen camino, una vez que hemos pecado?
¿Qué significa estar destituidos de la gloria de Dios?
En el Nuevo Testamento, hay varias palabras griegas que se traducen como “pecado”. En Romanos 3:23, la palabra es hamartanō, que proviene del griego y que significa “errar el blanco”. En otras palabras, pecar es quebrantar las leyes eternas de Dios.
De esta manera se describe la experiencia humana con el pecado. Podemos hacer todo lo posible por ser justos y hacer lo correcto, pero aun así no damos en el blanco. Como un arquero de tiro al blanco que dispara flechas pero no da en ese blanco. Todo ser humano no alcanza la justicia de Dios, normalmente.
Ta como un arquero de tiro al blanco que dispara flechas pero no da en ese blanco. Todo ser humano no alcanza la justicia de Dios, normalmente.
El objetivo debe ser siempre la justicia, pero no es fácil. Incluso el apóstol Pablo lamentó su propia lucha contra el pecado. En el libro de Romanos, el apóstol relata dolorosamente el agotador proceso de tratar de resistir el pecado: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago . . . yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:15-19).
¿Qué se siente al intentar hacer lo correcto y, sin embargo, volver a caer en viejos hábitos y pecados? Casi 2.000 años después de que el apóstol Pablo escribiera estas palabras, siguen siendo muy ciertas.
En Romanos 3:23 se muestra a Dios de una forma muy contrastante con nuestra cruda realidad. Mientras que los humanos siempre nos inclinamos hacia el pecado, Dios es poderoso y perfectamente capaz de permanecer libre de pecado (Salmo 18:30; 2 Corintios 12:9). La “gloria de Dios” en este versículo describe su justicia perfecta.
El carácter perfecto de Dios es la marca
Dios no sólo nunca ha errado el blanco, sino que Él es el “blanco” perfecto al que debemos apuntar. Nuestro objetivo debe ser llegar a ser perfectos, como Dios es perfecto (Mateo 5:48).
Sí, éste es el objetivo de Dios para nosotros, la perfección, ya que Él es perfecto. Afortunadamente, nuestro Creador nos entrega su ley para revelarnos cómo es la perfección de Él. La ley de Dios define qué es el pecado y cómo podemos evitarlo (Romanos 8:7).
Dios no sólo nunca ha errado el blanco, sino que Él es el “blanco” perfecto al que debemos apuntar. Nuestro objetivo debe ser llegar a ser perfectos, como Dios es perfecto.
Su carácter perfecto se revela en sus Diez Mandamientos, cada uno de los cuales es un aspecto diferente de su justicia: honestidad, lealtad, pureza, etcétera. (Para aprender cómo la ley de Dios define su carácter, lea “La ley: un reflejo del carácter de Dios”).
Por lo tanto, cuando quebrantamos la ley de Dios, nos encontramos carentes del carácter justo de Dios. De esa manera estamos perdiendo el objetivo, que es ser como nuestro Padre en los cielos.
Aquí vemos el gran contraste entre los humanos y Dios. Los hombres pecamos incluso cuando luchamos por no hacerlo, pero Dios es perfecto.
Afortunadamente, Dios no sólo es justo, sino también misericordioso. Sabiendo lo fácil que es para los seres humanos no alcanzar el objetivo de ser perfectos, Dios nos ofrece una manera de lidiar con el pecado.
¿Cómo nos afecta el pecado?
El pecado, que es la transgresión de la ley de Dios (1 Juan 3:4, NVI), nos separa de Dios porque Él se niega a habitar en medio de cualquier cosa mala (Salmo 5:4). Cuando pecamos, intencionalmente o no, colocamos una barrera entre nosotros y nuestro Creador.
El resultado natural del pecado es la muerte eterna (Romanos 6:23). Como resultado, si pecamos, aunque sea una vez, nos hemos ganado la pena de muerte.
Cada vez que erramos el blanco y nuestra flecha no da en él, atraemos sobre nosotros la pena de muerte.
Pecamos fácilmente.
No podemos hacer nada hoy para reparar el pecado que cometimos ayer. Podemos arrepentirnos profundamente y hacer todo lo que esté a nuestro alcance humano para reparar el daño físico que causamos, pero el pecado sigue ahí.
La pena de muerte todavía pesa sobre nuestra cabeza, como una deuda que no ha sido pagada, por haber quebrantado la ley perfecta de Dios.
¿Podemos hacer algo?
Hemos pecado. ¿Y ahora qué?
Romanos 3:23 no pregunta si hemos pecado o no. Nos lo dice de manera clara y directa que hemos pecado. Ya estamos destituidos de la gloria de Dios.
Afortunadamente, este no es el final de la historia.
El Dios perfecto conoce nuestras debilidades y sabe cuándo queremos arrepentirnos de verdad. Quiere que triunfemos en nuestra lucha contra el pecado y que lleguemos a ser como Él.
Por eso Dios estuvo dispuesto a sacrificar a Jesucristo, su Hijo unigénito, para perdonar nuestros pecados.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16-17). (Para aprender más sobre este versículo, lea “ ¿Qué significa Juan 3:16? “De tal manera amó Dios al mundo").
Dios nos mira personalmente. Él nos está viendo. A pesar de todas nuestras faltas, errores y debilidades, Él ve a alguien que vale la pena salvar, alguien por quien vale la pena morir.
Dios quiere compartir su carácter glorioso y perfecto con nosotros (Romanos 8:30; 2 Tesalonicenses 2:14; Hebreos 2:10).
La gloria que Dios planea compartir con nosotros está más allá de toda comprensión humana (1 Corintios 2:9). Sabemos muy poco de lo que Dios tiene reservado para nosotros, pero sí sabemos esto: seremos como Él (1 Juan 3:2). Seremos gloriosos, perfectos en nuestros caminos y nunca más volveremos a pecar.
(Para aprender más sobre lo que la Biblia revela acerca de nuestro futuro, lea “¿Por qué nació usted?”).
¿Suena esto demasiado bueno para ser verdad?
Por medios humanos, sí. Afortunadamente para nosotros, Dios no actúa por medios humanos.
Arrepentíos
Quizás usted se pregunte: “Entonces, ¿qué tenemos que hacer para alcanzar estas promesas?”.
La respuesta está en el famoso sermón en la fiesta de Pentecostés, cuando el apóstol Pedro dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
El arrepentimiento nos ofrece la oportunidad de ser perdonados, de que nuestros pecados sean borrados y olvidados de nuestro historial. Éste es el comienzo de una lucha de por vida contra el pecado, pero es un paso esencial en la dirección correcta.
Sí, somos pecadores. Por definición, no hemos alcanzado la gloria de Dios, porque Él es perfecto. Pero eso no significa que tengamos que seguir siendo así pecadores.
Necesitamos arrepentirnos y apartarnos de las cosas que nos impidan alcanzar el objetivo. Al hacerlo, el sacrificio de Jesucristo es aplicado a nosotros y somos perdonados y así podremos emprender un camino que nos lleve a la gloria de Dios: una existencia perfecta y sin pecado, cuando llegue el momento.
Fecha de publicación: Agosto 9, 2024