El significado de Santiago 1:25: ¿Cuál es la perfecta ley, la de la libertad?
Santiago escribió que debemos mirar atentamente en “la perfecta ley, la de la libertad”. ¿A qué ley se refiere Santiago? ¿De qué nos libera y cómo?

¿Qué dice Santiago 1:25?
“Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”.
Cuando escuchamos o leemos la palabra libertad, pensamos en liberación. Usualmente, libertad describe la habilidad de hacer lo que queremos o ser liberados de alguna opresión o esclavitud.
Pero también hay una forma espiritual de libertad que difiere un poco y merece toda nuestra atención. En su epístola, Santiago escribió acerca de nuestra necesidad de mirarse en y obedecer “la perfecta ley, la de la libertad” (Santiago 1:25). La palabra griega traducida como “libertad” implica liberación de la esclavitud.
¿De qué ley y esclavitud está hablando Santiago? ¿Cómo puede esta ley proveernos libertad?
¿Cuál es el contexto de Santiago 1:25?
Para poder entender lo que dice Santiago, necesitamos analizar el contexto.
El contexto comienza en Santiago 1:21, “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”.
Santiago inicia hablando acerca de la inmundicia y abundancia de malicia —que son comportamientos considerados como pecados, que todo cristiano debe sacar de su vida y reemplazarlos por la justicia.
La “ley de la libertad” es como un espejo espiritual que no sólo revela nuestros pecados, sino también nos revela cómo corregirlos.
La ley como un espejo. La ley de la libertad es como un espejo espiritual que no solo revela nuestros pecados, sino que también nos muestra cómo corregirlos.
Santiago continúa en los versículos 22-24 diciendo que debemos ser más que oidores de las palabras de Dios. También debemos ser hacedores.
Después de esto, Santiago plantea una comparación contundente al relacionar una persona que sólo oye las palabras de Dios con alguien que se mira a un espejo y se ve así mismo, pero se aleja y se olvida de lo que vio.
Cuando nos miramos en un espejo, podemos ver si estamos peinados, si tenemos alguna suciedad en nuestra cara o cualquier mancha que necesite de nuestra atención, etcétera.
A nivel espiritual, cuando nos vemos en la Palabra de Dios y observamos nuestras imperfecciones, pero las ignoramos, somos como esa persona que “luego olvida cómo era” (v. 24) y no hace ningún cambio.
(Si usted desea más información acerca de cómo ignoramos nuestra necesidad de cambio, lo invitamos a leer “¿Puede usted identificar sus puntos ciegos espirituales?.)
Santiago lo deja claro en el versículo 25: “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”.
Santiago nos dice que la perfecta ley de la libertad es como un espejo espiritual que no sólo revela nuestros pecados, sino que también nos muestra cómo corregirlos. Cuando trabajamos en vencer nuestros pecados —cuando somos hacedores— Dios nos va a bendecir.
¿Cuál es la perfecta ley de la libertad?
Entonces, ¿qué es exactamente la “perfecta ley, la de la libertad” de la que Santiago nos habla? ¿Cómo revela esta ley nuestras fallas, imperfecciones y carencias?
¡Esta perfecta ley son los Diez Mandamientos!
Veamos cómo David describe la ley de Dios:
“La ley del Eterno es perfecta, que convierte el alma; el testimonio del Eterno es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos del Eterno son rectos, que alegran el corazón; el precepto del Eterno es puro, que alumbra los ojos. El temor del Eterno es limpio, que permanece para siempre; los juicios del Eterno son verdad, todos justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que miel, y que la que destila del panal. Tu siervo es además amonestado con ellos; en guardarlos hay grande galardón” (Salmos 19:7-11).
Los mandamientos de Dios no sólo nos muestran cómo debemos vivir, sino también reflejan el carácter de Dios mismo.
Los mandamientos de Dios no sólo nos muestran cómo debemos vivir, sino también reflejan el carácter de Dios mismo. (Si usted desea aprender más acerca de este tema, lo invitamos a leer “La ley: un reflejo del carácter de Dios”.)
Así que, debemos considerar los detalles de los mandamientos de Dios mientras nos miramos en ese espejo espiritual:
- Los mandamientos de Dios nos muestran que Él es sabio. ¿Vemos nuestra falta de sabiduría y nos esforzamos por reemplazarla por la sabiduría de Dios?
- Los mandamientos de Dios nos muestran lo que es puro. ¿Vemos nuestras impurezas y trabajamos para corregirlas?
- Los mandamientos de Dios nos muestran la necesidad de tener un profundo respeto hacia Él. ¿Luchamos por honrar y respetar profundamente a Dios?
- Los mandamientos de Dios nos muestran el bien y el mal. ¿Tratamos siempre de hacer lo que está bien y evitamos hacer el mal?
Cuando Santiago dice que todos aquellos que hacen lo que Dios ordena serán bendecidos, reafirma lo que David dice en el Salmo 19 —guardar los mandamientos de Dios trae consigo grandes recompensas.
Los mandamientos de Dios nos revelan el carácter de Dios. Nos muestran el bien y el mal y cómo tener una vida gratificante. Los Diez Mandamientos son la ley perfecta de Dios.
Mientras luchamos por vivir de acuerdo a esa ley perfecta, nos dará libertad.
¿Cómo pueden los mandamientos de Dios darnos libertad?
Algunas personas enseñan que la libertad consiste en liberarse de la obligación de obedecer los Diez Mandamientos. Enseñan que Jesús obedeció la ley perfectamente para que nosotros no tuviéramos que hacerlo, para liberarnos de las leyes “opresivas” del Antiguo Testamento.
Pero si eso fuera cierto, ¿por qué el apóstol Juan escribió lo siguiente, décadas después de la muerte y resurrección de Cristo: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos”? (1 Juan 5:3). Juan dice claramente que los mandamientos de Dios no son una carga —no son algo de lo que necesitemos ser liberados.
¿Por qué no son gravosos? Porque revelan el carácter de Dios. Los cristianos que quieren parecerse cada vez más a Dios, utilizan sus mandamientos como guía.
En lugar de ser liberados de la necesidad de obedecer las leyes de Dios, Santiago enseña que debemos ser liberados de la pena por fallar en obedecerlas.
(Si usted desea aprender más acerca de la forma de esclavitud de la que necesitamos ser liberados, lo invitamos a leer “Una forma de esclavitud que nos afecta a todos”.)
Ser liberados de la esclavitud del pecado
La Biblia define el pecado como quebrantar cualquiera de los mandamientos de Dios (1 Juan 3:4). El comportamiento pecaminoso trae consigo tristezas y adversidades, entre otras consecuencias negativas. Pero la perfecta ley de Dios nos libera del pecado y sus consecuencias.
Cristo dijo que Él venía a “pregonar libertad a los cautivos” (Lucas 4:18). Al quebrantar las leyes de Dios, todas las personas están esclavizadas por el pecado. Más adelante Jesús dijo que aquellos que pecan deliberadamente son esclavos del pecado, pero la verdad de Dios —que incluye la necesidad de obedecer su ley —nos libera de esa esclavitud (Juan 8:32, 34). Pablo también escribió que Cristo nos liberó del “yugo de la esclavitud” del pecado (Gálatas 5:1).
Con frecuencia fallamos al tratar de “juntar las piezas” y darnos cuenta que la mayoría de las dificultades que experimentamos son consecuencia del pecado. Usualmente no entendemos por qué sufrimos tantos problemas y desafíos. Aunque no todos nuestros problemas derivan directamente de nuestros pecados, la Biblia es muy clara cuando dice que todo comportamiento que transgrede la ley es pecado y éste trae consigo gran parte de nuestro sufrimiento.
Veamos lo que Pablo dijo: “Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero, qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte” (Romanos 6:20-21).
Incluso, aunque inicialmente no nos hayamos dado cuenta del daño que nuestra conducta de pecado nos estaba causando, al mirarnos en el espejo espiritual de Dios —la perfecta ley de la libertad— aprendimos que estábamos quebrantando los mandamientos de Dios, lo que conlleva el sufrimiento y la adversidad.
Aun así, cuando somos hacedores de la Palabra de Dios y guardamos sus mandamientos, podemos liberarnos de la esclavitud del pecado.
“Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:22-23).
Ser liberados de la máxima pena por el pecado
Las penas del pecado no sólo nos dañan a corto plazo. La pena máxima es la muerte eterna. Y ya que todos hemos pecado, todos nos hemos ganado la pena de muerte.
Jesucristo vino y sacrificó su vida para liberarnos de esa pena. Por medio de un genuino arrepentimiento, el sacrificio de Cristo se puede aplicar a nosotros, liberándonos así de la pena de muerte.
No obstante, remover nuestros pecados pasados no nos da licencia para continuar quebrantando los mandamientos de Dios. Como escribió Pablo: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera” (Romanos 6:1-2).
Los mandamientos de Dios están tan vigentes en la actualidad, como lo estuvieron miles de años atrás. Ocasionalmente, los verdaderos cristianos van a tropezar y pecarán por debilidad. Pero cuando eso sucede, debemos confesar nuestros pecados delante de Dios, mirarnos en el espejo espiritual de su ley y luego esforzarnos por guardar sus mandamientos de una mejor manera.
Si, la perfecta ley de la libertad de Dios es como un espejo que revela quién y qué somos. Aun así, en vez de desanimarnos por las fallas y errores que vemos en nosotros, debemos concentrarnos en que, si practicamos los mandamientos de Dios, estos nos van a mostrar cómo parecernos más a Él.
Nos convertimos en hacedores de la Palabra de Dios cuando trabajamos con celo en poner en práctica en nuestras vidas, esos mandamientos.
Cuando hacemos esto, no sólo vamos a mejorar nuestras vidas, al ser liberados de los castigos del pecado, ¡también vamos a ser liberados definitivamente de la esclavitud de la muerte, al recibir el don de la vida eterna!
¡Ésa es una libertad total!

Fecha de publicación: Agosto 25, 2025