La gracia y la ley de Dios
por James F. Guy Sr.
Cristo ha magnificado la ley de Dios y también ha dado su espíritu misericordioso para hacer posible la obediencia. Parte 3 de la serie “¿Se ha abolido la ley de Dios?”.
Hoy en día muchas personas creen que Cristo reemplazó la ley de Dios, los Diez Mandamientos, con la gracia. Por lo tanto, piensan que ya no es necesario guardar los mandamientos —con la gracia es suficiente.
Su pensamiento está basado en estos versículos: “Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos” (Hechos 15:11) y “aun estando nosotros muertos en pecados [Dios] nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) ... Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:5, 8-9).
Estas escrituras son muy claras acerca de la importancia de la gracia en el cristianismo. Pero ¿son la última palabra?
Uno de los grandes errores que muchas personas cometen cuando estudian la Biblia es descuidar el estudio de todo lo que dice la Biblia acerca de un tema, y eligen basar una idea en uno o dos versículos. Éste es el error que muchos cometen en el tema de la ley y la gracia. Leen las escrituras anteriores y se detienen ahí. Sólo si buscamos otros pasajes relevantes podemos llegar a una conclusión correcta. Vamos a descubrir que no es la gracia o la ley, sino la gracia y la ley.
Hasta que pasen el cielo y la tierra
Cuando Dios les dio su ley a los antiguos israelitas, les dio los Diez Mandamientos, así como muchas ordenanzas y rituales adicionales. Para Israel, y para los judíos del primer siglo, ésta era la ley, la Torá. Incluía los Diez Mandamientos, pero también mucho más. Por lo tanto, en el tiempo de Cristo la “Biblia” consistía en tres partes: la Ley (que se le conoce como el Pentateuco —Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio), los Profetas y los Salmos o Escritos.
Con esto en mente, recordemos que Cristo dijo: “Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.” (Mateo 5:18).
Por lo tanto, ya que el cielo y la tierra no han pasado, todavía no se ha cumplido todo y la ley —la Torá —sigue vigente.
Sin embargo, las preguntas permanecen: ¿cómo encaja la gracia en este escenario? y ¿deberían los cristianos ser responsables de guardar cada ordenanza y ritual de la Torá —incluso los sacrificios de animales? ¿Cómo podemos saber cómo encaja la gracia en la ley de Dios? Su salvación puede depender de cómo responda a estas preguntas.
Magnificar de la ley
Aunque Cristo hizo énfasis en que no pasaría de la ley “una jota o una tilde”, la Biblia es clara al decir que hubo algunos cambios en la ley. La Iglesia del Nuevo Testamento entendió que la ley tenía que cambiar a la par que cambiaba la forma en que se administraba. Una vez que entendemos eso, vamos a entender mejor lo que quiso decir Isaías cuando escribió que Dios “se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla” (Isaías 42:21).
Con respecto a esa profecía, Cristo dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17). Es decir, Él “cumplió”, o llenó la ley completamente, dándole incluso una mayor importancia, una que incluye nuestros propios pensamientos, no sólo nuestras acciones. Él explicó su intención original y la magnificó espiritualmente, ampliando nuestra necesidad de obediencia a ella (ver “Jesús cumplió la ley: ¿cómo? ¿Tenemos que cumplirla nosotros también?”).
Un nuevo espíritu
La total obediencia física y mental a la ley de Dios sólo es posible si Dios, por su gracia, nos da el Espíritu Santo.
Dios inspiró a Ezequiel para que escribiera: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne” (Ezequiel 36:26).
Dios quiere una obediencia voluntaria, una obediencia que sólo es posible a través de ese “nuevo espíritu”, el Espíritu Santo. Para hacer posible esa obediencia, Él prometió: “Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Eterno: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 31:33).
Es decir, simplemente no pasamos por los aspectos físicos de la obediencia por nuestra propia voluntad. En cambio, Dios nos da la gracia de obedecer su ley con todo nuestro corazón y mente, con la ayuda de su Espíritu Santo. Dios, a través de su Espíritu Santo, nos da el don de la obediencia voluntaria. Este entendimiento se hace más evidente cuando vemos cómo los apóstoles explicaron la relación del cristiano con la ley.
En la próxima publicación de esta serie veremos cómo Dios dio su gracia para guiar a la Iglesia a una mejor comprensión de cómo la ley debía ser administrada.
Ésta es la tercera de una serie de siete partes acerca de la ley de Dios. Para leer la parte 2, vea “¿Quién tiene la autoridad para cambiar la ley de Dios?” Para continuar la serie, vea la parte 4 “La circuncisión: ¿un cambio en la ley de Dios?”.
Fecha de publicación: Mayo 15, 2013