La Guerra Fría ha empezado… otra vez
Las superpotencias viven momentos decisivos, y aunque no se hable abiertamente, la realidad es que en la actualidad estamos viviendo una especie de carrera nuclear como si fuera un asunto “normal”. Ahora, a diferencia de la posguerra de la segunda mitad del siglo pasado, la rivalidad geopolítica entre Estados Unidos y Rusia se ha revivido en los últimos meses debido a la presunta injerencia de Moscú en las elecciones norteamericanas del 2016.
Apenas en enero pasado el secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, declaró que el enemigo número uno de ellos no es ya el terrorismo, en parte por el debilitamiento de ISIS, y el decremento en la actividad terrorista a nivel mundial, según reportó el funcionario. Ahora se centran en los llamados enemigos más grandes: Rusia y China, superpotencias que están desarrollando armamento nunca antes visto, por lo que las tensiones entre estas naciones y Norteamérica surgen nuevamente. La guerra comercial está siendo otro fuerte detonante.
Como ejemplo de ello, es cómo en días pasados Vladimir Putin, presidente de Rusia, mostró ante las cámaras su armamento nuclear de última generación diciéndole al mundo que Rusia ha desarrollado ya armamento supersónico, lo que significa que un misil supersónico puede esquivar cualquier defensa existente y alcanzar cualquier objetivo en el mundo. Además, Rusia tiene ya drones nucleares manipulados, torpedos submarinos, y, como consecuencia, ha enviado el siguiente mensaje a Estados Unidos, sin decirlo: “ojo, les estamos ganando en esta carrera nuclear”. Esto ha encendido rápidamente las alarmas en el país del norte.
Con ello, nuevamente entramos a un ambiente de “guerra fría”. Estamos de vuelta en los años 50’s y 60’s del siglo XX. Ahora nuevamente las potencias están desarrollando la mayor tecnología posible para lograr superar a la otra, algo económicamente elevado, pero a diferencia de la Guerra Fría post Segunda Guerra Mundial, ahora no es bipolar, sino triangular, incluyendo a una tercera potencia: China.
En medio de todo este escenario de aparente “guerra fría resurgida”, tenemos además el caso del ex espía ruso envenenado en Reino Unido, Serguéi Skripal de 66 años, quien fue atacado el pasado 4 de marzo con un gas nervioso al que fue expuesto en un centro comercial. En el ataque también resultaron afectadas su hija y otras 21 personas, entre ellas un agente de policía británico que llegó al lugar para atender la emergencia. Este hecho enrarece y tensa las relaciones entre Londres y Moscú.
El caso del ruso Serguéi Skripal toma notoriedad al saber que en 2006 fue condenado a 13 años por un tribunal moscovita que le declaró culpable de trabajar para los servicios secretos británicos y de revelar las identidades de otros agentes rusos. En 2010 se benefició de un intercambio de espías y desde entonces se encuentra refugiado en Reino Unido.
No es el primer episodio de estas características que se produce en suelo británico. El caso más famoso de los últimos años es el del también ex espía Alexander Litvinenko, quien en 2006 falleció tras ingerir polonio depositado en la taza de té que bebía. En 2012, Alexander Perepilichnyy, un empresario ruso que estaba colaborando para destapar una trama rusa de blanqueo de capitales, falleció de un infarto. En su estómago le encontraron restos de una planta venenosa. Y en 2013, el magnate y opositor ruso Borís Berezovski apareció ahorcado en su casa.
Lo sucedido recientemente en Salisbury ha afectado a más personas que al objetivo del supuesto ataque, por lo que medios británicos la han calificado de una acción terrorista indiscriminada. Por su parte, la actitud del gobierno británico fue prudente al decir que no había que sacar conclusiones apresuradas, sin embargo, no por ello se dejaron de escuchar voces de condena y repudio, como la advertencia del ministro de Exteriores, Boris Johnson, quien aseguró que Londres contestará de manera “fuerte y apropiada” si Moscú está detrás de la acción.
Tras ya varios días del atentado, se ha identificado ya el gas nervioso que se utilizó con Novichok, desarrollado por la Unión Soviética y, en teoría, destruido posteriormente. Londres pidió a Rusia explicaciones, obteniendo solo amenazas y desmentidos sin credibilidad.
La reacción de Londres ha sido contundente y tiene un importante calado político. Ha considerado el atentado como “un uso ilegal de la fuerza por parte del Estado ruso contra el Reino Unido”. Es decir: un ataque directo. El gobierno de Theresa May ha anunciado además una batería de represalias entre las que destaca la expulsión de 23 diplomáticos rusos de suelo británico. Se trata de la mayor expulsión de representantes rusos desde la caída de la Unión Soviética. Además, May ha decretado la suspensión de los contactos diplomáticos al más alto nivel, así como la cancelación de la visita de Sergei Lavrov, ministro de exteriores ruso.
Rusia, que este próximo domingo celebra elecciones presidenciales, se ha limitado a repetir el argumento exculpatorio empleado anteriormente, por ejemplo, tras el asesinato del ex espía Alexander Litvinenko en 2006: Reino Unido debe presentar pruebas de sus suposiciones. Pero en vez de colaborar en la investigación, Rusia ejecuta una agresiva defensa verbal. Con acierto, May ha apuntado dos hipótesis: “o bien el Gobierno ruso es responsable directo del ataque o bien ha perdido el control de un arsenal químico ilegal”. Sea cual fuera, las dos apuntarían a la responsabilidad de Moscú.
De confirmarse la responsabilidad de Rusia en el caso de su ex espía envenenado, las tensiones entre Londres y Moscú aumentarían, lo que podría provocar mayores confrontaciones afectando las relaciones entre Europa, Rusia, China y Estados Unidos, y poniendo en riesgo la estabilidad geopolítica y de paz en todo el mundo.
“Curiosamente”, las circunstancias una vez más ponen a Estados Unidos y a Gran Bretaña en el mismo lado en contra de Rusia.
Este es un escenario del que Jesucristo habló a sus discípulos que prevalecería mientras el tiempo del fin se acercara: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin” (Mateo 24:6).
Jesús profetizó que las condiciones mundiales en los últimos días serían como el estado caótico en tiempos de Noé. Sería un mundo malo, corrompido y lleno de violencia (Lucas 17:26; Génesis 6:5,11). El apóstol Pablo advirtió también que “en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1). El significado de esta profecía abarca mucho más que la criminalidad común: “Haz una cadena, porque la tierra está llena de delitos de sangre, y la ciudad está llena de violencia” (Ezequiel 7:23).
Las profecías bíblicas muestran, para el tiempo del fin, un mundo sumido en el desorden, la agresión y el odio, un mundo dividido por facciones y disputas internacionales, carreras armamentistas y nucleares. Una era de violencia indiscriminada y atroces homicidios inspirados por Satanás el Diablo.
Debemos estar orando a Dios, confiados en él, porque los acontecimientos mundiales muestran cómo pronto Jesucristo mismo será quien intervenga en el acontecer mundial. Él es la única solución para los males de la humanidad.
“Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21: 35-36).
Fecha de publicación: Marzo 18, 2018