La lucha contra las obras de la carne: celos
En la novena publicación de esta serie acerca de las obras de la carne, vemos los celos y examinamos varias estrategias para combatir su presencia en nuestra vida.
Imagínese a una adolescente esperando a que ese lindo jugador de fútbol la invite a salir para el baile de graduación de la escuela. Entonces, para su sorpresa y horror, invita a su mejor amiga. No hace falta decir que ella está celosa.
Pero esto es sólo un pequeño ejemplo de cómo los celos pueden entrar en la vida de una persona. Los celos tienen el potencial de ser mucho más dañinos. Otelo, la famosa tragedia de Shakespeare, trata acerca de cómo los celos pueden crecer y destruir relaciones y personas.
No es de extrañar que la Biblia la tenga en la lista como una de las “obras de la carne” (Gálatas 5:19-20).
La palabra griega que se usa en Gálatas 5:20 traducida como celos viene de zelos, que significa “una rivalidad envidiosa y contenciosa, los celos” (Diccionario de Thayer). Los celos se refieren a la “emoción relacionada con el temor de que algo que tiene [o quiere] sea arrebatado por otra persona” (Envidia vs. Celos).
El tipo de celos que se consideran pecado que son los que estamos describiendo en este blog son muy diferentes a los celos que Dios tiene por su pueblo. Para aprender más acerca de los celos según Dios, lea “¿Un Dios celoso? ¿Qué significa eso?”
Tengamos en cuenta algunos conceptos erróneos comunes acerca de los celos humanos.
Mentiras acerca de los celos
Mentira No. 1: “Un poco de sana competencia por el afecto no le hace daño a nadie”.
La historia y el sentido común deberían dejar a un lado esta mentira, pero los celos aún están presentes. Pregúntele a cualquier niño que creció en una familia que tenía “favoritos” si cree en esta mentira.
De hecho, la Biblia da varios ejemplos de esta dinámica poco saludable. Por ejemplo, Isaac y Jacob cometieron el error de hacer saber a sus hijos que amaban a uno más que a los otros. Isaac y Rebeca eligieron sus favoritos, luego su hijo Jacob y esto originó un ambiente familiar que era idóneo para los celos. Los resultados fueron rencores amargos, derechos de nacimiento robados, intento de asesinato, venta de un hermano como esclavo y engaño.
El Antiguo Testamento también se refiere al espíritu de celos que viene sobre un esposo cuando no está seguro de si su esposa ha sido fiel (Números 5:29-30). Este tipo de celos puede destruir un matrimonio, ya sea que el temor se base en hechos o no.
La Biblia no toma este concepto de los celos a la ligera: “Cruel es la ira, e impetuoso el furor; Mas ¿quién podrá sostenerse delante de la envidia?” (Proverbios 27:4).
Mentira No. 2: “Los celos sólo le muestran a la otra persona cuánto la amo”.
Los celos se basan en un miedo abrumador de que nos estamos perdiendo algo de afecto que queremos tener, o que vamos a perder el reconocimiento o el aprecio que ya tenemos de alguien.
Los celos se basan en un miedo abrumador de que nos estamos perdiendo algo del afecto que queremos tener, o que vamos a perder el reconocimiento o el aprecio que ya tenemos de alguien. Las mujeres, e incluso algunos hombres, que han sobrevivido y escapado de situaciones de abuso sentirían vergüenza de esta mentira. Cuando los celos aparecen en las relaciones cercanas, el amor es lo último que todos sienten. Cuando leemos la definición de amor en 1 Corintios 13:4-7, no vemos la frase “el amor es celoso”. Tampoco leemos “el amor es ansioso y controlador”.
Los celos se basan en un miedo abrumador de que nos estamos perdiendo algo de afecto que queremos tener, o que vamos a perder el reconocimiento o el aprecio que ya tenemos de alguien.
¿Qué dice la Biblia acerca del miedo y el amor? “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18). ¡El miedo de los celos es en realidad lo opuesto al amor!
Estrategias para combatir los celos
1. Piense más en dar que en recibir.
Muchos pensamientos pueden surgir con los celos: “Ella le presta más atención a él que a mí”. “Él la ama más a ella que a mí”. “A él lo escuchan más de lo que me escuchan a mí”. “Creen que ella es más graciosa que yo”.
Veamos la palabra que se repite: ¡Yo! Los celos tienen que ver con uno mismo.
Lo opuesto a todos esos pensamientos es el amor. El amor es darnos a nosotros mismos sin ninguna expectativa a cambio. No está mal esperar fidelidad, lealtad y amor en nuestras relaciones con los demás. De hecho, así es como Dios quiere que sean. Sin embargo, es un error esperar que seamos el centro del universo en todos los aspectos de nuestras relaciones. Las relaciones saludables no incluyen una forma posesiva de celos.
2. Identificar los sentimientos que han sido heridos y que anteceden a los celos y discutirlos.
En ocasiones los celos pueden aparecer debido a acontecimientos muy insignificantes de nuestra vida. Por ejemplo, una esposa podría ponerse celosa si ve a su esposo mirando a otra mujer mientras están juntos. La única manera de saber si era lujuria o si el marido estaba tratando inocentemente de averiguar si fueron juntos al colegio hace años es hablar de ello. Esto podría llevar a un “Lo siento, no debí haber mirado” o “Sí, creo que estudiamos álgebra juntos”.
El punto es que, antes de que nos pongamos celosos, debemos tratar de mirarlo desde la perspectiva de la otra persona y darle el beneficio de la duda. Si no podemos dejarlo ir, entonces deberíamos:
- Recopilar los hechos.
- Discutirlo abiertamente.
Hay muchas cosas que pasan cada día que pueden sembrar la semilla de los celos: amigos que no responden a sus mensajes, padres que ayudan continuamente a su hermano más que a usted, etcétera. No permita que se conviertan en celos. ¡Hable de ello! A pesar de lo incómodo que puede ser sacar el tema a colación, la vergüenza y la resolución son mejores que unos celos constantes.
3. Aprenda a aborrecer los celos.
Los celos dañan nuestras relaciones. Puede llevar a que amistades y relaciones románticas sean controladoras sin justificación, llenas de sospecha y totalmente desagradables. Incluso cuando alguien más ha establecido todas las condiciones para un clima perfecto de celos, depende de nosotros reconocer los celos en nosotros mismos y rechazarlos —y sí, aborrecerlos.
Para más información acerca de este tema, lea “Los celos”.
Ésta es la novena de una serie de diecisiete partes: “La lucha contra las obras de la carne”. Para leer la parte 8, vea “Pleitos”. Para continuar la serie, vea la parte 10, “Iras”.
Fecha de publicación: Febrero 5, 2015