La lucha contra las obras de la carne: enemistades
En la séptima publicación de esta serie acerca de las obras de la carne, veremos varias estrategias que podemos usar para combatir la tentación de odiar.
Un discurso de odio. Crímenes de odio. Personas que siembran el odio. Éstos son términos que comúnmente escuchamos asociados con la enemistad. Definitivamente estas frases describen acciones motivadas por la enemistad. Pero ¿hay algo más en la enemistad que sólo acciones con odio?
La Biblia condena la enemistad desde el Antiguo Testamento: “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado” (Levítico 19:17).
Este versículo muestra que Dios quiere que su pueblo aborrezca el comportamiento pecaminoso, pero no que odie a la gente. El odio puede venir de todas las direcciones: de la auto justicia que condena a los prejuicios raciales o culturales, de los rencores y la venganza a la animosidad irracional.
Mentiras acerca de la enemistad
Mentira No. 1: “Algunas personas merecen ser intimidadas, acosadas y maltratadas debido a sus decisiones o comportamiento. Tal vez el maltrato los convenza de cambiar”.
Esta mentira está totalmente en contra del camino del amor que Dios quiere que aprendamos. La Biblia dice claramente que “no hay acepción de personas para con Dios” (Romanos 2:11). Él desea que “todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2:4).
Si Dios no muestra ninguna parcialidad, nosotros tampoco deberíamos mostrarla. Así como Dios aborrece el pecado, también nosotros deberíamos aborrecerlo (Salmos 101:3). Pero se espera que los cristianos muestren amor y respeto hacia todas las personas —que no abusen de ellos por las cosas que puedan llegar hacer (Romanos 12:17-18; Tito 3:2).
Mentira No. 2: “Odia a tus enemigos. Insulte más fuerte a aquellos que lo insultan. Odie a los que lo odian. Tome venganza de los que lo utilizan con rencor y lo persiguen”.
Cristo deja claro que la enemistad es la antítesis completa del carácter perfecto de Dios —que se define como amor.
Esta mentira puede sonar familiar —describe casi perfectamente la naturaleza humana. La razón humana nos convence de que odiar y maltratar a alguien que ya nos odia es justo y correcto.
Pero es exactamente lo contrario de lo que Jesucristo dijo en Mateo 5:43-48: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.
Cristo deja claro que la enemistad es la antítesis completa del carácter perfecto de Dios —que se define como amor (1 Juan 4:8).
Estrategias para combatir la enemistad
1. No se deje llevar por la enemistad hacia los demás por asociación.
Es muy fácil quedarse atascado en conversaciones o incluso en relaciones con personas que destilan enemistad. La enemistad puede manifestarse de muchas formas: chismes negativos constantes acerca de un compañero de trabajo, intimidar o insultar a un compañero de estudio todos los días, atacar a otros en los medios de comunicación social o incluso hacer comentarios abiertamente hostiles por motivos raciales.
A menudo es fácil practicar el “acuerdo coloquial” (donde asintiendo con la cabeza y permaneciendo en silencio hacemos que alguien pueda pensar que estamos de acuerdo con él, cuando en realidad no lo estamos). Piense en si el sólo hecho de estar participando de la misma conversación, y tal vez asentir con la cabeza y sonreír, está permitiendo que la persona se sienta respaldada en su enemistad. Cuando usted sienta que alguien está mostrando una clara enemistad hacia otra persona, es el momento de excusarse rápidamente de la conversación (1 Corintios 15:33).
2. Examine su vida en busca de enemistades y prejuicios.
Muchas veces lo que podemos ver fácilmente en los demás es mucho más difícil de ver en nosotros mismos. Incluso Jesucristo dijo que es común que la gente “no vea la viga [la falta] que está en su propio ojo [la vida]” (Lucas 6:42). ¿Y si es usted el que está destilando enemistad? Tal vez usted está manifestando rabia —pero está pensando que de alguna manera es un enojo aceptable.
¿Continuamente estamos sintiendo ira o despotricamos constantemente de aquellos que pensamos que llevan vidas regidas por el pecado —o simplemente de aquellos que no nos gustan o no estamos de acuerdo? Si es así, debemos tener en cuenta el ejemplo de Jesucristo, quien mostró amor y respeto por toda clase de personas que llevaban estilos de vida que iban en contra de sus enseñanzas (Marcos 2:16). Estas personas no eran sus amigos más cercanos, pero aun así podía relacionarse respetuosamente con ellos. Cristo incluso mostró amor por las personas que lo estaban asesinando (Lucas 23:34).
El tipo de amor que Jesucristo demostró es la meta —y se necesita del fruto del Espíritu y la ayuda de Dios para alcanzar esa meta.
3. Aprenda a desechar la enemistad cuando la vea en sí mismo.
Es importante recordar que Dios aborrece el pecado. La enemistad hacia a los demás es un pecado. Por lo tanto, Dios aborrece la enemistad. Es por eso que hace parte de la lista de las obras de la carne, porque la enemistad hacia la gente no viene del Espíritu de Dios.
La parcialidad, el prejuicio, la condenación nacida de la auto justicia, el hablar mal, atacar hipócritamente a otros y el abuso físico son muchos ejemplos de enemistad. Todo esto va directamente en contra del carácter de amor, misericordia y perdón de Dios. La enemistad en su manifestación más severa conduce a actos de genocidio, como el Holocausto o el genocidio en Ruanda. Pero a menor escala, la enemistad también puede destruir las relaciones, la paz y nuestro carácter interior.
¡Es por eso que Jesucristo nos enseña que debemos cortar de raíz la enemistad de nuestra mente (Mateo 5:21-22)!
Para obtener más información acerca de este tema, lea:
Ésta es la séptima de una serie de diecisiete partes: “La lucha contra las obras de la carne”. Para leer la parte 6, ver “Hechicerías”. Para continuar la serie, vea la parte 8 “Pleitos”.
Fecha de publicación: Diciembre 25, 2014