La lucha contra las obras de la carne: lascivia
En la cuarta parte de nuestra serie acerca de las obras de la carne que se mencionan en Gálatas 5:19-21, discutimos la lascivia y las estrategias para combatirla en nuestra vida.
Sabemos lo que usted está pensando: “¿qué es la lascivia?”
La connotación sexual que esta palabra ha recibido en la era moderna es definitivamente apropiada, pero ésa no es la historia completa. De acuerdo con el Diccionario griego del Nuevo Testamento de NAS, la palabra lascivia viene de la palabra griega aselgeia, que significa “lujuria desenfrenada, exceso, libertinaje, lascivia, perversidad, indignidad, desvergüenza, insolencia”.
Básicamente, lascivia se refiere a llevar una vida sin restricciones por voluntad propia. Esto significa que la lascivia es hacer algo que sabemos que está mal, pero hacerlo de todos modos porque se siente bien. Denota un orgullo por el pecado. Esto puede incluir comportamiento sexual inapropiado, permitirse excesos y falta de control en diferentes áreas de la vida.
Hay tantas mentiras de la sociedad con respecto a esta obra de la carne que sería imposible abarcarlas todas desde este blog. Aquí hay algunas:
Satanás influye en la sociedad para que mienta acerca de la lascivia
Mentira No. 1: “La única manera de saber si algo es bueno o no, es experimentando. No permita que la Biblia le diga lo que está bien y lo que está mal. Experimente todo por su cuenta y luego tome una decisión”.
Sin restricciones, nuestro comportamiento se convierte literalmente en lo que a nosotros nos parece correcto. Esto puede tener una consecuencia desastrosa en las personas ignorantes que no están de acuerdo con lo que nosotros creemos que es correcto. Tenga en cuenta algunos ejemplos:
- Adolf Hitler decidió por sí mismo que Alemania —y el mundo— sería un mejor lugar sin judíos. No permitió que ningún sentido de moralidad lo disuadiera de lo que él pensaba era la mejor solución a los problemas de Alemania.
- Millones de personas están plagadas de adicciones —muchas de las cuales literalmente destruyen sus vidas. Las adicciones comienzan por hacer a un lado el control porque algo se siente bien.
Una de las tácticas de Satanás es hacer que la lascivia sea física y neurológicamente atractiva (Proverbios 14:12; Isaías 5:20). Ésta fue la táctica que usó contra Eva en el Jardín del Edén: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió, así como ella” (Génesis 3:6). Satanás hizo que el fruto prohibido le pareciera tan atractivo a Eva que ella ignoró lo que Dios le había ordenado a ella y a Adán. El mandato de Dios fue desechado porque fue más importante el atractivo físico del fruto.
Sin restricciones, la preocupación por Dios y por los demás se acaba y los deseos y placeres egoístas se convierten en la motivación que nos guía —para nuestro propio daño.
Mentira No. 2: “No hay moralidad. En una sociedad pluralista, tenemos el derecho (y la libertad) de determinar lo que está bien y lo que está mal y de que los demás no nos impongan esa información”.
Esta mentira afirma que las libertades del hombre triunfan sobre las leyes de Dios. Cuando alguien acoge una mentalidad lasciva, es sólo cuestión de tiempo antes de que más y más pensamientos e ideas que antes eran espantosos para la persona, se vuelvan aceptables y atractivos.
Por ejemplo, en un país libre uno puede tener la libertad de hablar y escribir cosas que degradan o menosprecian a toda una raza o grupo de personas. Pero el hecho de que exista el derecho a la libertad de expresión no significa que esa expresión sea correcta. Sí, Dios nos da libre albedrío. Pero ¿lo usaremos para aceptar la lascivia destructiva, o lo usaremos para seguir el camino de vida que Dios revela en la Biblia?
Deuteronomio 6:18 dice: “Y haz lo recto y bueno ante los ojos del Eterno, para que te vaya bien, y entres y poseas la buena tierra que el Eterno juró a tus padres;” ¿Por qué tantas personas ignoran esto y eligen la lascivia? ¡Uno de los propósitos de Vida, Esperanza y Verdad es educar a los lectores acerca de los estándares de conducta de Dios y mostrar que vivir de acuerdo con esas normas realmente funciona y trae felicidad!
Estrategias para combatir la lascivia
1. Examine cuidadosamente los motivos para todo lo que hace.
El autocontrol a menudo se les enseña a los niños a una muy temprana edad. ¿Por qué esa habilidad parece ser tan escasa cuando muchos llegan a la edad adulta? Necesitamos volverla a practicar preguntándonos a nosotros mismos por qué estamos haciendo las cosas que hacemos. Al analizar nuestra conducta, podemos hacernos preguntas puntuales como:
- “¿Hacer esto es demostrar amor a otro ser humano, o simplemente estoy consiguiendo lo que quiero de una manera egoísta?” En otras palabras, ¿estoy practicando la Regla de Oro (Mateo 7:12)?
- ¿Es esto algo correcto ante los ojos de Dios, o me he convencido a mí mismo de que es correcto?”
2. Cuestione y filtre lo que lo influye.
Cuando las personas aplican un trabajo, por lo general son “examinadas” o investigadas a fondo, para asegurarse de que están calificadas para el trabajo. Deberíamos pensar en examinar las influencias que nos bombardean todos los días, especialmente las de los medios de comunicación. Algunos programas de televisión, películas e incluso revistas académicas tienen como objetivo específico convencernos de cambiar nuestras opiniones “anticuadas” y aceptar las ideas progresistas (a menudo, dentro de lo que llaman progreso está el “fruto prohibido”).
- ¿La idea o el producto está siendo impulsado por Dios o la lascivia?
- ¿Vale la pena ver una película si todo el tema se centra en algo que es completamente erróneo?
La Biblia contiene un principio que debemos esforzarnos por practicar diariamente: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21).
3. Aprenda a despreciar la lascivia tanto como sea posible.
Comprenda la razón por la cual Dios quiere que haya un control en el comportamiento humano (Proverbios 29:18; Oseas 4:2). Sin restricciones, la preocupación por Dios y por los demás se acaba y los deseos y placeres egoístas se convierten en la motivación que nos guía —para nuestro propio daño. Desafortunadamente, esto describe gran parte del mundo actual.
¡No permita que lo describa a usted!
Para aprender más acerca de cómo desarrollar el dominio propio, a diferencia de la lascivia, lea nuestro artículo “El fruto del Espíritu: dominio propio”.
Ésta es la cuarta de una serie de diecisiete partes: “La lucha contra las obras de la carne”. Para leer la parte 3, vea “Inmundicia”. Para continuar la serie, lea la parte 5 “Idolatría”.
Fecha de publicación: Diciembre 10, 2014