La Organización de las Naciones Unidas cumple 80 años. ¿Por qué no ha traído la paz mundial?
La ONU se fundó para abordar conflictos y salvaguardar la paz. Después de 80 años, ¿ha cumplido? ¿Revela la Biblia otro camino hacia la paz mundial?

Crédito de la imagen: Gabriele Maltinti/iStock a través de Getty Images
Tras la Segunda Guerra Mundial, los líderes mundiales establecieron una organización internacional diseñada para gestionar conflictos y prevenir guerras futuras. Existía un temor generalizado de que, al estallar el siguiente conflicto, nadie sobreviviría.
Esta organización fue impulsada por la llegada de la era nuclear.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) se fundó el 24 de octubre de 1945. Este 2025 se celebra su 80.º aniversario. Sus principales objetivos son mantener la paz y la seguridad mundial, promover relaciones amistosas entre las naciones, fomentar la cooperación en asuntos globales y defender los derechos humanos.
Aunque muchos recurren a la ONU para que les ayude a abordar algunos de los problemas internacionales más urgentes, esta organización tiene un historial de fracasos continuos a la hora de resolverlos. Si bien ha logrado algunos éxitos, muchos la consideran un fracaso general.
¿Por qué la ONU ha sido tan ineficaz? ¿Hay algo que pueda reemplazarla y tener éxito?
Los valores no son los mismos
La ONU está formada por 193 Estados miembros, cada uno con su propia historia, animosidades, prioridades y valores. ¿Pueden estas naciones con sistemas de valores completamente diferentes colaborar entre sí?
Hace casi 2.800 años, Dios planteó una pregunta, a través del profeta Amós, que invita a la reflexión: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Amós 3:3).
Esto pone de relieve una verdad vital: la estabilidad a largo plazo en la consecución de cualquier objetivo compartido (ya sea en una nación, una corporación, un matrimonio, una familia o una comunidad) depende del acuerdo mutuo.
Sin acuerdo mutuo la unidad no puede perdurar.
Incluso cuando hay un acuerdo general, surgen desacuerdos. Cualquiera que haya estudiado, trabajado, esté casado o forme parte de una familia, sabe que existen desacuerdos y diferencias. La cuestión es que mantener relaciones a largo plazo requiere que las partes alcancen acuerdos mutuos y los cumplan.
En pocas palabras, las naciones que integran la ONU no caminan en armonía de pensamiento ni de propósitos, y esto ha obstaculizado gravemente su eficacia.
Intereses propios
La Organización de las Naciones Unidas ha demostrado su sesgo como entidad política, lo que las hace ineficaces a la hora de abordar cuestiones globales.
Tropas sudafricanas que prestan servicio en la MONUSCO, misión de paz de la ONU en la República Democrática del Congo. Crédito de la imagen: MONUSCO/Michael Ali, licencia CC BY-SA 2.0 (a través de Wikimedia Commons).
Este sesgo ha estado arraigado en la Organización desde su creación, con cinco naciones —China, Francia, Rusia, el Reino Unido y Estados Unidos— que recibieron un estatus especial como vencedoras de la Segunda Guerra Mundial. Como resultado, ellas tienen poder de veto sobre cualquier decisión del organismo, impidiendo así que la ONU tome cualquier medida, si incluso una de ellas se opone.
Las naciones más pequeñas a menudo sienten que sus preocupaciones son eclipsadas por las de los países más poderosos, en particular porque Estados Unidos, como uno de los mayores contribuyentes financieros, tiende a ejercer una influencia desproporcionada sobre las naciones más pequeñas.
Históricamente, la ONU ha sido selectiva en los conflictos que decide abordar y dónde despliega fuerzas de mantenimiento de la paz.
En particular, ha fracasado a la hora de responder eficazmente a varias crisis humanitarias graves, entre ellas el genocidio de Ruanda, el conflicto de Darfur en Sudán y la persecución de los rohingya en Myanmar.
Sesgo contra Israel
El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha sido criticado por apoyar a regímenes autoritarios y al mismo tiempo mostrar un fuerte sesgo contra Israel.
En 2024, la ONU aprobó más resoluciones, condenando a Israel, que a todos los demás países juntos. Este desequilibrio se evidencia en su agenda: cada sesión incluye 10 puntos, nueve de los cuales rotan para abordar preocupaciones globales, mientras que uno —el punto 7, está centrado exclusivamente en los palestinos e Israel— hasta ahora, sigue siendo un punto permanente.
El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha sido criticado por apoyar a regímenes autoritarios y al mismo tiempo mostrar un fuerte sesgo contra Israel.
Mientras tanto, el Consejo suele pasar por alto las violaciones de derechos humanos cometidas por grupos, como Hamás. También ha sido objeto de críticas por conceder membresía y una plataforma, a conocidos violadores de derechos humanos, como Pakistán, Siria, Corea del Norte, Venezuela e Irán.
El ex secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, reconoció este sesgo anti-israelí. En su último discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU, declaró: “Décadas de maniobras políticas han generado un volumen desproporcionado de resoluciones, informes y conferencias que critican a Israel. En muchos casos, esta realidad ha obstaculizado la capacidad de la ONU para cumplir eficazmente su función” (16 de diciembre de 2016).
Según la base de datos UN Watch, que rastrea las resoluciones de la ONU, la Asamblea General ha aprobado al menos 173 resoluciones contra Israel desde 2015. En comparación, en todos estos años se han emitido 29 resoluciones contra Rusia, 12 contra Siria, 11 contra Estados Unidos, 10 contra Corea del Norte y 9 contra Irán. China no ha recibido ninguna resolución en su contra, a pesar del severo trato a los uigures y otros abusos contra sus ciudadanos, ni se ha aprobado ninguna causa contra Cuba, Libia, Pakistán, Venezuela o Zimbabue, a pesar de sus violaciones de derechos humanos.
Por otro lado, desde 2006, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha aprobado 108 resoluciones contra Israel y sólo 74 contra Siria, Irán, Rusia y Venezuela juntas.
Escándalos
La Organización de las Naciones Unidas no cuenta con una autoridad independiente, personal militar, ni un ejército permanente para garantizar la paz. Dependen enteramente de la cooperación y las contribuciones de sus países miembros para proporcionar tropas y financiar sus misiones de mantenimiento de la paz.
Muchas de sus operaciones se han visto plagadas de escándalos, entre ellos la corrupción del programa “Petróleo por Alimentos” en Irak (en el que personal de la ONU aceptó sobornos), el abuso sexual por parte de las fuerzas de paz, el brote de cólera en Haití, causado por una fuga en una tubería de aguas residuales en una base de la ONU y las acusaciones de participación de empleados de UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio) en el ataque terrorista del 7 de octubre contra Israel.
Estos escándalos revelan que, a pesar de sus ideales altruistas, la ONU ha sido susceptible a la corrupción y los abusos, como cualquier otra nación u organización.
¿Por qué la Organización de las Naciones Unidas no ha cumplido con su Carta Fundacional y sus elevados objetivos e ideales?
Un grupo dividido
Independientemente de las reformas que se implementen, la paz verdadera nunca podrá lograrse sin abordar un problema mucho más profundo. La naturaleza humana.
En septiembre de 2024, el Secretario General de la ONU, António Guterres, se dirigió a la asamblea y declaró: “La paz exige acción. Exige liderazgo. En cambio, estamos presenciando una profundización de las divisiones geopolíticas y la desconfianza”.
Continuó diciendo que se puede establecer la paz en Ucrania, Gaza y Sudán si “los miembros del Concejo se unen y siguen la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional”, pero no si hay un “Concejo dividido”.
Esto hace eco de lo que dijo Jesucristo hace casi 2.000 años: “Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer” (Marcos 3:24).
Esto se ha hecho especialmente evidente hoy, ya que Rusia —uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU— ha invadido Ucrania, pero conserva el poder de vetar cualquier resolución que condene su propia agresión. Tanto China como Rusia se han posicionado cada vez más contra las potencias occidentales, utilizando su influencia para evadir la rendición de cuentas y bloquear acciones significativas.
La división, en última instancia, tarde o temprano, conducirá a la desaparición de cualquier institución.
El potencial limitado de la reforma
Mucha gente busca reformar la ONU. El presidente turco, Erdoğan, lamentó los privilegios de los cinco países que son miembros permanentes, afirmando: “El mundo es más grande que cinco”.
Algunas reformas pueden tener un éxito limitado, como la ampliación o abolición de los miembros permanentes, la limitación del poder de veto, el aumento de la transparencia, la reducción de las ineficiencias burocráticas, la exigencia de mayor responsabilidad a las naciones y a las fuerzas de mantenimiento de la paz, la aplicación de normas más estrictas en el Concejo de Derechos Humanos y una respuesta más rápida a las crisis.
Sin embargo, muchos pasan por alto uno de los problemas más críticos: independientemente de las reformas que se implementen, la paz verdadera nunca podrá lograrse sin abordar un problema mucho más profundo.
El problema de la naturaleza humana
La raíz del problema reside en una incomprensión fundamental de la naturaleza humana. Este problema no se limita a la ONU, sino que se extiende al mundo entero. Todas las naciones, líderes e instituciones se enfrentan a este problema humano fundamental.
El profeta Isaías advirtió: “No conocieron el camino de paz”, por lo que la justicia se ha vuelto esquiva (Isaías 59:8). Continuó describiendo a la humanidad como aquellos que “andan a tientas como sin ojos” y “tropiezan a mediodía como de noche” (v. 10). Estamos perdidos y desconocemos el camino que debemos seguir.
Es noble luchar por la paz, pero sin Dios, incluso los “embajadores… de la paz llorarán amargamente” (Isaías 33:7).
Cuando Dios creó a los primeros seres humanos, los colocó en el Jardín del Edén con dos opciones, representadas por dos árboles: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 2:9). Les ordenó no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal (vv. 16-17). Pero en lugar de obedecer, comieron del fruto (Génesis 3:6).
En consecuencia, Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén, y se les privó del acceso a la vida eterna y al conocimiento revelado de Dios (vv. 22-24). A partir de ese momento, la humanidad decidió, por sí misma, cómo vivir.
En realidad todos comimos del árbol del conocimiento del bien y del mal y somos capaces de hacer un gran bien como también un gran mal. El grado de bondad o maldad de nuestras acciones depende de nuestra crianza, educación, experiencias, entorno, conocimiento, comprensión, debilidades y… decisiones.
Incluso a los más virtuosos se les describe como corruptos: “No hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno” (Salmo 53:3; Romanos 3:12). No tenemos una brújula moral completa para distinguir el bien del mal. Jeremías advirtió: “el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jeremías 10:23), y “Engañoso es el corazón más que todas las cosas” (Jeremías 17:9).
Pero Dios no nos dejará en esta condición para siempre, porque a la larga esta naturaleza humana nos llevaría a la autodestrucción. Él intervendrá, enviando a su Hijo, Jesucristo, de regreso a esta Tierra para establecer su Reino.
Para obtener más información, lea “El regreso de Jesucristo: como en los días de Noé”.
Lo que se necesita: un nuevo corazón y una nueva mente
Dios desea que nadie perezca, sino que todos se aparten de sus pecados y cambien. Si lo hacemos, Él promete darnos un corazón nuevo y un espíritu nuevo que nos ayudará a vivir conforme a sus leyes (Ezequiel 18:30-32; 36:26-37).
Una visión profética inspiradora, descrita por Isaías, revela un tiempo en que todas las naciones se reunirán en Jerusalén para buscar a Jesucristo, quien les enseñará sus leyes y caminos.
Jesucristo, el Príncipe de Paz, establecerá un nuevo gobierno capaz de resolver todas las disputas y crisis (Isaías 2:2-4; Miqueas 4:1-5; Isaías 9:6-7; Lucas 1:31-33). Bajo su gobierno, cesarán las guerras y organizaciones, como la ONU, que ya no serán necesarias para intentar prevenir conflictos.
Afortunadamente, usted no tiene que esperar al regreso de Cristo para experimentar paz personal. Puede encontrar paz en su vida al aceptar a Dios y su camino de vida, lo cual conduce a la verdadera paz. Usted puede encontrar paz —la misma que florecerá durante en el futuro reinado de Cristo— buscando al verdadero Dios hoy.
La paz duradera y las soluciones a los problemas de la humanidad nunca llegarán a través de instituciones como la Organización de las Naciones Unidas. La paz duradera se encuentra en las verdades fundamentales de la Palabra de Dios y en el reinado venidero de Jesucristo a esta Tierra.
Fecha de publicación: Octubre 24, 2025