Paso 2 para sanar las relaciones: arrepentirse
Después de que reconocemos que también somos culpables del daño que hacemos en una relación, es nuestra responsabilidad actuar. Debemos esforzarnos por solucionar la situación si queremos que la relación se salve.
El primer paso de esta serie, “reconocer”, puede ser totalmente inútil si no va acompañada de acciones. Piense en algunos ejemplos de situaciones en las que se reconoce el problema pero no hay ninguna acción al respecto:
- Mi mano está sobre la estufa caliente. Me estoy quemando. ¡Ay!
- Se aproxima un maremoto. Veo un refugio no muy lejos de acá.
- La luz del semáforo acabó de cambiar a verde. Estoy parado en medio de la intersección. No importa.
Sabemos que éstos son ejemplos absurdos, en los que se reconoce un problema, sin embargo, no se hace nada.
No obstante, por alguna razón, cuando se trata de problemas en las relaciones, con frecuencia hacemos eso: nada. A veces recurrimos a la ley del silencio o mantenemos nuestra distancia, esperando que el problema simplemente desaparezca con el tiempo. Podemos pretender que nada pasó y continuar como si todo estuviera igual que siempre (palabra clave, “pretender”). Podemos continuar defendiendo nuestra posición y aumentar el daño y la división.
O …
Podemos arrepentirnos. Podemos hacernos responsables de nuestras acciones, palabras o actitudes de fondo que contribuyeron al problema. Para ser más efectivos, este proceso debería comenzar con arrepentirnos delante de Dios.
Arrepentirse delante de Dios
Dios se refiere mucho a las relaciones humanas en su palabra, la Biblia. Describe como Dios diseñó las relaciones humanas para que funcionaran y nos advierte acerca de las cosas que pueden destruirlas. Contiene leyes que nuca pierden vigencia acerca de como tratar a otras personas. De hecho, de los Diez Mandamientos, los últimos seis tratan acerca de las relaciones humanas (Mateo 22:39). Cuando no se cumplen estos mandamientos, no sólo estamos saboteando nuestras relaciones humanas sino nuestra relación con Dios. Cuando pecamos contra las personas, también estamos pecando contra Dios (Salmos 51:4).
El deseo de Dios es que su creación viva en paz y felicidad los unos con los otros. Su palabra describe el tipo de comportamiento, los pensamientos y las palabras necesarias para vivir en paz. Cuando estamos en contra de sus enseñanzas, lo rechazamos, aunque para nosotros parezca algo trivial o sin importancia.
Básicamente estamos diciendo: “Dios, yo sé que tu me dijiste que lo hiciera de esta manera para que mis relaciones prosperaran y estuviera feliz, pero te voy a desobedecer y voy a hacer las cosas de esta manera mejor y voy a dañar mis relaciones”. Si lo pensamos de esta manera, quizás actuaríamos diferente.
Si pasamos por encima de nuestras justificaciones y excusas, podemos pedirle perdón a Dios por no poner en práctica sus leyes en nuestras relaciones, y así levantarnos y comenzar a trabajar en la reconciliación con la otra persona.
Si usted desea aprender más acerca de este tema, lo invitamos a leer “Cómo debemos arrepentirnos”.
Arrepentirnos ante la otra persona
La persona más “grande” va a ser siempre aquella que humildemente pide disculpas por su error, por más insignificante que haya sido.
Aunque pensemos que no hicimos absolutamente nada malo en una situación, y la culpa es de la otra persona indefectiblemente, debemos ser realistas. Cuando se trata de seres humanos falibles hechos de polvo, todos podemos mejorar. La persona más “grande” va a ser siempre aquella que humildemente pide disculpas por su error, por más insignificante que haya sido. Una actitud así es mucho más efectiva que aferrarnos a la idea de que siempre tenemos la razón (Deuteronomio 12:8) y simplemente esperar a que la otra persona haga algo para “enmendar” su error.
Si no estamos seguros de lo que hicimos, debemos averiguarlo. Esto implica ora a Dios y conversar con la otra persona, hablar humildemente acerca de la situación y tratar de entender su perspectiva. Después de esa conversación, está bien tomarse un tiempo para pensar acerca de las cosas que se dijeron y analizar si fueron legitimas y cuál debería ser el siguiente paso.
Éstas son algunas advertencias y obstáculos comunes que nos impiden arrepentirnos ante los demás:
- “Ellos tuvieron prácticamente toda la culpa. Tienen que arrepentirse primero”. La Biblia es muy clara cuando dice que si hemos hecho algo malo, nuestra preocupación debe ser arrepentirnos inmediatamente, sin importar lo que haya hecho la otra persona. Nuestra preocupación debe ser hacer lo correcto.
- “En esta situación, yo no cometí ninguna falta”. Desafortunadamente, cuando pensamos de esta manera, no estamos analizando bien las cosas. Cuando se trata del conflicto social, convergen cualquier cantidad de sesgos, sentimientos, acciones, comentarios, comportamientos y actitudes soterradas. Pensar que no hemos comportado y expresado perfectamente en cada aspecto de la situación, es algo completamente irreal. A no ser que seamos Jesucristo (pista: no lo somos), siempre podemos pensar mejor, hablar mejor y actuar mejor —y pedir perdón por las ocasiones en que no lo hicimos.
- “Siento mucho haberte herido, ofendido o si no entendiste”. Ésta es la clásica disculpa, que no es disculpa, que escuchamos con tanta frecuencia en el mundo. Pero debemos estar conscientes de que no podemos pedir perdón a alguien diciéndole que no entendió —y, de hecho, este tipo de “disculpas” deteriora más una relación de lo que la ayuda. Implica no admitir ningún error de nuestra parte y ninguna declaración acerca de como vamos a hacer las cosas distintas en un futuro. Aun así, de alguna manera nos convencemos a nosotros mismos de que ésta es una verdadera disculpa, sólo para evitar un verdadero arrepentimiento de parte nuestra.
- “No importa lo que diga, no me van a perdonar”. No podemos controlar a las demás personas; sólo podemos controlar nuestras decisiones. La Biblia no dice que sólo debemos pedir perdón y arrepentirnos si pensamos que las otras personas nos van a perdonar. Pero si nos dice: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18, énfasis añadido). Nuestra responsabilidad es hacer todo lo que esté a nuestro alcance para estar en paz con las otras personas, sin importar cuál creamos que va a hacer su respuesta.
Cuando nos arrepentimos ante Dios y las demás personas, de hecho comenzamos el proceso de sanar las relaciones deterioradas. Reconocer no sirve de nada si no va acompañado del arrepentimiento.
Ya comienza el proceso de sanar. Podemos avanzar al paso 3: “Reemplazar”.
Si usted desea leer la primera publicación de esta serie en el blog, vea “Cinco pasos para sanar relaciones deterioradas”.
Fecha de publicación: Febrero 5, 2023