¿Qué es la meditación bíblica?
La meditación se ha convertido en algo popular en la cultura occidental. ¿Se menciona la meditación en la Biblia? ¿Qué dice la Biblia acerca de la meditación? ¿Deberían meditar los cristianos?
Dios ha dado a los cristianos cinco herramientas para ayudarlos a desarrollar su vida espiritual: estudio bíblico, oración, ayuno, meditación y compañerismo. Este blog se va a enfocar en la meditación como una herramienta de poder espiritual que nos ayuda a pensar profundamente acerca de las cosas de Dios -y puede realmente fortalecer las otras cuatro herramientas.
En nuestro mundo tan ocupado que está lleno de distracciones, la meditación es una de las herramientas cristianas más descuidadas.
La meditación cristiana está diseñada para ayudarnos a pensar de una manera más parecida a la forma en que Dios piensa y es esencial para alinear nuestros patrones de pensamiento con los de Él.
Aunque hay varias formas de meditación que provienen de la religión oriental y la filosofía, son bastante diferentes de la meditación que se menciona en la Biblia. Para aprender cómo aplicar la meditación espiritual apropiada, necesitamos ir a la Biblia.
¿Qué es la meditación bíblica?
La meditación bíblica no tiene nada que ver con aclarar la mente, dejar la mente en blanco (que con frecuencia es la meta de las otras formas de meditación). En vez de esto, la meditación bíblica tiene que ver con pensar.
Una de las escrituras claves de este tema es Filipenses 4:8: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.
La meditación bíblica implica pensar profundamente; pensar acerca de las cosas que son:
- Basadas en la verdad
- Nobles
- Justas
- Puras
- Positivas
- Buenas
El propósito de la meditación bíblica es reemplazar los pensamientos negativos con positivos que estén de acuerdo a Dios. El rey David fue conocido como: “un hombre según el corazón de Dios” (1 Samuel 13:14; 16:7, 13). Él era cercano a Dios y con frecuencia practicaba la meditación bíblica (Salmos 5:1; 7:1, Salmos 19:14, etcétera) y así fueron también otros siervos de Dios.
El Salmo 119, el salmo más largo menciona “yo he meditado” o “meditación” ocho veces (vv. 15, 23, 27, 48, 78, 97, 99 y 148).
Estos versículos muestran cómo debemos meditar en los preceptos de Dios, sus caminos, sus estatutos, sus obras maravillosas, sus mandamientos, sus leyes, sus testimonios y su palabra. En otras palabras, la meditación es alinear nuestros pensamientos con la Palabra de Dios (Mateo 4:4).
La meditación bíblica involucra un examen minucioso de la Palabra de Dios
El apóstol Santiago llama a la ley de Dios como “la perfecta ley, la de la libertad”. La ley de Dios debería ser usada como un espejo espiritual en el cual podremos ver nuestro reflejo, en vez de permitirnos ver lo sucio y las imperfecciones de nuestra cara nos ayuda ver las faltas en nuestro carácter.
Sin embargo, Santiago nos advierte que si escuchamos la Palabra de Dios y no la practicamos con acciones y cambiamos, somos como personas que se miran a sí mismas en el espejo e inmediatamente se les olvida como es que ellas lucen (Santiago 1:23-25).
¿Estamos nosotros en esa categoría en algunas ocasiones? ¿Leemos la Biblia, pero se nos olvida rápidamente lo que hemos leído y aprendido?
La meditación nos ayuda a mantener la Palabra de Dios en nuestra mente para que de esa manera seamos menos propensos a olvidar; ahí es donde la meditación es una herramienta.
La meditación nos ayuda a mantener la Palabra de Dios en nuestra mente para que de esa manera seamos menos propensos a olvidar; ahí es donde la meditación es una herramienta.
Santiago nos anima a que “miremos” en la perfecta ley de la libertad y continuemos en ella. La palabra “mirar” o “ver” es de la palabra griega parakupto.
El Diccionario Bíblico de Thayer y Smith, define esta palabra como: “inclinarse para poder mirarla… y analizarla cuidadosamente”. Esto nos describe un examen minucioso de algo, con la mente conscientemente enfocada en ello. Meditar en lo que leemos en la Palabra de Dios nos ayuda a no ser esa clase de personas que la olvidan rápidamente.
¿En dónde deberíamos meditar?
El primer lugar en la Biblia en que se menciona la meditación es en el libro de Génesis, leemos que “Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde; y alzando sus ojos miró, y he aquí los camellos que venían” (Génesis 24:63).
Isaac era el hijo de Abraham que era un hombre realmente rico (Génesis 13:2). Ya que Isaac recibió lo más selecto de las posesiones físicas de su padre probablemente él era muy rico —con mucho ganado y siervos.
Vemos que él se apartaba del ruido y las distracciones físicas de la vida y se iba a un lugar tranquilo a meditar. En este caso él fue distraído de una manera muy placentera de su meditación por la llegada de la que pronto sería su esposa (Génesis 24:64). Parece que meditar era algo que él hacía con mucha frecuencia.
La lección es que Isaac buscó un lugar calmado para meditar. No necesitamos encontrar un campo, pero podemos tener un lugar tranquilo adonde podamos ir y no tener ninguna distracción (incluyendo nuestros celulares). Jesús nos dice: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6).
Tanto la meditación como la oración son hechas de una mejor forma en un lugar tranquilo, privado, en el cual podamos estar libres de distracciones.
¿Cuándo deberíamos meditar?
En el caso de Isaac leemos que él salía en el momento del atardecer —al final de su día de trabajo. Es sabio tener un momento apartado para meditar y orar. Pero no debemos tener esto como algo tan estricto que sólo podamos meditar en un momento específico. Es algo que podemos hacer a lo largo del día.
Dios instruyó a Josué a meditar en su ley día y noche (Josué 1:8). David repitió la misma instrucción en Salmos 1:2.
El autor del Salmo 119 escribió que la ley de Dios era su “meditación todo el día” y que él meditaba a través de “las vigilias de la noche” (vv. 97, 148). (La noche estaba dividida en tres partes de cuatro horas cada una —básicamente desde el atardecer hasta las 10 de la noche, de las 10 de la noche hasta las 2 de la mañana y de las dos de la mañana hasta la salida del sol.)
Jesucristo iba con frecuencia a lugares lejanos y apartados para estar solo y meditar y orar. Esto no está diciendo que deberíamos meditar todos los días, todo el día. Las expresiones “de día y de noche” y “todo el día” están describiendo figurativamente una costumbre habitual. En el sentido general, Dios y su camino deberían estar siempre en nuestra mente —pero también podemos apartar un momento en el día, en el que nos enfoquemos completamente en la meditación.
Jesucristo iba con frecuencia a lugares lejanos y apartados para estar solo y meditar y orar.
En Marcos 1:35 vemos “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. Aquellos que tienen el hábito de levantarse muy temprano saben cómo es de difícil hacerlo a menos que se convierta en nuestro hábito. Jesucristo pudo hacerlo porque Él tenía este hábito.
Muchos cristianos consideran que es útil levantarse un poco antes de lo normal para dedicar un poco de tiempo en oración y meditación.
¿Por qué deberíamos meditar?
En la universidad Queens en Canadá, los psicólogos utilizan un escanógrafo para escanear a las personas mientras están pensando. Ellos encontraron lo que llamaron “un gusano de pensamiento” —la actividad cerebral que mostraba que una persona estaba enfocada en el mismo pensamiento. Al observar cuándo cambiaba la actividad cerebral, los investigadores pudieron determinar que tenemos cerca de 6.000 pensamientos diarios.
Si bien el escáner puede detectar cuándo una persona está teniendo un nuevo pensamiento; no puede determinar en que está pensando la persona.
¿Qué piensa usted al respecto?
El proverbio: “Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él. Come y bebe, te dirá; más su corazón no está contigo” (Proverbios 23:7), subraya la importancia de nuestros pensamientos. Entendemos que físicamente somos lo que comemos. Nuestros cuerpos con frecuencia reflejarán la clase de dieta que consumimos. Espiritualmente somos lo que pensamos —en nuestras palabras y carácter. Nuestro carácter se mide por la suma total de nuestros pensamientos.
Lo que pensamos acerca de algo es importante. Va a determinar si vamos a vivir carnalmente o de una manera justa (Romanos 8:6).
Tener una mente carnal es tener nuestros pensamientos enfocados en las cosas físicas. Los cristianos tienen que tener en cuenta las cosas físicas, pero ser muy cuidadosos para pensar también en cosas espirituales.
Jim Kwik, un experto en memoria dijo esto: “Lo más importante es mantener la cosa más importante como la cosa más importante”. Jesús dijo algo similar: “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?... Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:25;33).
Meditar en la Palabra de Dios nos ayuda a mantener su Palabra en nuestros corazones y mentes.
Esto significa que debemos mantener nuestro enfoque principalmente en las cosas espirituales.
Meditar en la Palabra de Dios nos ayuda a mantener su Palabra en nuestros corazones y mentes (Hebreos 8:10). Esto no es fácil porque nuestra naturaleza carnal se resiste a los pensamientos espirituales. El apóstol Pablo dijo que debíamos embarcarnos en una batalla “espiritual” para: “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:4-5).
Se nos dice que debemos librar una guerra contra nuestros pensamientos carnales. La meditación es una de las claves para ganar tal guerra. Es realmente una cuestión de vida o muerte (Romanos 8:6).
¿En qué deberíamos meditar?
Job fue realmente un hombre muy sorprendente. Dios lo describe como: “…y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). Él perdió todo en un momento —sus posesiones, sus riquezas, sus hijos, su salud. Aun sus amigos se volvieron en su contra.
A pesar de su increíble carácter, una de las debilidades de Job era que no se veía totalmente a sí mismo comparándose con Dios. En un momento él le pidió a Dios que le respondiera por qué estaba pasando por lo que estaba pasando (Job 9:32).
Dios lo confrontó a él desde el torbellino (Job 38:1). Dios no le respondió ninguna de las preguntas de Job ni enfrentó ninguna de sus quejas. A Job no le dijeron por qué estaba sufriendo. En vez de esto, Dios le mostró a Job su grandeza por medio de una serie de preguntas muy difíciles acerca de su creación, de las cuales Job no pudo responder ninguna.
Job finalmente dijo estas palabras: “De oídas te había oído; más ahora mis ojos te ven. Por tanto, me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6)
¿Qué quiso decir Job con eso de “ahora mis ojos te ven”?
En este punto Job vio que él no era nada comparado con su Creador. Job comenzó a ver a Dios como el supremo ser que era soberano sobre todas las cosas, todo poderoso y lleno de poder, pero también misericordioso y lleno de amor. Job vio sus propios errores y cómo los pensamientos y caminos de Dios eran muchísimo más altos (Isaías 55:8-9). Job se vio a sí mismo de una manera realista solamente cuando él se vio a sí mismo al compararse con Dios.
¿Cómo logró Dios que él se pudiera ver de esta manera? Fue a través de las maravillas de su creación. Es algo muy sobrecogedor cuando nos comparamos a nosotros mismos con lo que vemos en la creación de Dios, vernos frente a la grandeza del universo y la complejidad de una célula viva. Realmente vemos cuán pequeños somos y cuán poderoso es Dios.
El apóstol Pablo escribió: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa “(Romanos 1:20). En otras palabras, podemos ver a Dios a través de su creación.
Podemos vernos a nosotros mismos de una manera más acertada si aprendemos y meditamos acerca del poder de Dios y su gloria. Podemos tener un entendimiento más profundo de cuánto más grande es Él que nosotros (Job 13:12). Podemos ver un asomo de la perfección de Dios (Job 34:10-12) y su fuerza y su entendimiento (Job 36:5). Deberíamos meditar en la grandeza de Dios. Esto nos ayuda vernos a nosotros mismos con una perspectiva correcta.
Podemos aprender a ver a Dios más claramente a través de la meditación.
Fecha de publicación: Mayo 29, 2022