¿Qué pide Dios de nosotros? Humillarnos
El requisito final de Miqueas 6:8 se refiere a una virtud muy escasa: la humildad. Su archienemigo, el orgullo, prevalece mucho más. ¿Cómo podemos humillarnos ante Dios?
Las primeras dos cosas que Dios nos pide en Miqueas 6:8 son: “hacer justicia” y “amar misericordia”. En las partes 1 y 2 de esta miniserie, hablamos acerca de maneras en las que podemos aplicar estas virtudes en nuestra vida. Y, ¿ahora qué?
Quizás algunos respondan: “Bueno, así soy yo. Soy la persona más justa, equitativa, indulgente, misericordiosa que conozco”.
Pero hay algo que hace falta: la humildad. Es una virtud tan escasa como maltratada.
A menudo la vemos maltratada cuando los políticos aceptan nominaciones y elecciones “humildemente”, pero acto seguido describen todas esas bondades que los hacen mucho mejores que sus contendientes.
Quizás humillarnos ante Dios es uno de los requisitos más difíciles en la lista simplemente porque pone a Dios en una competencia directa con un adversario implacable y feroz: yo y yo mismo.
Dios es el centro del mundo, no nosotros
“Humillaos delante del Señor, y él os exaltará” (Santiago 4:10).
Humillarnos ante Dios es imposible si no reconocemos que Él es el Dios omnipotente, omnisciente y eterno, mientras que nosotros somos una débil combinación de sangre, carne y huesos. Esto no significa que debamos pensar que no tenemos ningún valor, pero si nos debe llevar a preguntarnos lo mismo que se preguntó el rey David: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmos 8:4).
Humillarnos ante Dios es imposible si no reconocemos que Él es el Dios omnipotente, omnisciente y eterno, mientras que nosotros somos una débil combinación de sangre, carne y huesos.
David se dio cuenta de su propia insignificancia mientras contemplaba la inmensidad del espacio y se sintió abrumado. Debemos darnos cuenta de nuestra insignificancia relativa y dependencia de Dios, quien fue el creador de todo, conoce todo y tiene un plan para todo. Él es la perfección absoluta, mientras que nosotros cometemos errores (algunos grandes, otros no tanto) a diario. Vernos a nosotros mismos y compararnos con Dios es esencial para caminar humildemente con Él.
Pero el orgullo tiene problemas con esto. El orgullo nos hace pensar que somos los mejores, los más inteligentes y la carne, el polvo y la sangre más espiritual del planeta —o al menos mejores que otros bultos de carne, polvo y sangre. Todos debemos vencer esta tendencia hacia el orgullo y en vez de esto, debemos vernos como los seres humanos delicados y frágiles que somos.
Pero también debemos ser equilibrados. Aunque Dios no quiere que seamos orgullosos, tampoco quiere que nos sintamos inferiores. Debemos intentar alcanzar el balance adecuado entre darnos cuenta de nuestra debilidad y tratar de crecer y desarrollar el potencial que Dios nos ha dado para avanzar hacia la perfección (Hebreos 6:1).
¿Por qué esto es un requisito?
“Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6; 1 Pedro 5:5).
El orgullo es una abominación para Dios (Proverbios 16:5; 6:16-17). Él conoce las capacidades destructivas del orgullo porque vio lo que le hizo a Lucero —lo transformó de un siervo angelical hermoso a un malvado y corrupto enemigo de Dios y sus siervos (1 Timoteo 3:6). De la misma manera que el orgullo condujo a la decadencia a Lucero, así mismo nos puede llevar a nosotros a la caída y a la destrucción (Proverbios 16:18).
Dios nos ama y no quiere vernos destruidos por culpa del orgullo.
¿Cómo podemos estar seguros de que estamos cumpliendo con este requisito?
- Sea abierto y honesto con respecto a la debilidad (luche contra la vanidad). Esto no significa que debamos compartir cada debilidad de nuestra vida con todas las personas, pero si debemos evitar la tentación de querer aparentar ser mejores que otros. Por ejemplo, ¿utilizamos Facebook y otras redes sociales para querer parecer irrealmente mejores que los demás? ¿Tratamos de cubrir nuestras debilidades e imperfecciones para que nadie sepa que somos seres humanos falibles?
- Admitir que nos equivocamos (luchar contra la terquedad). Ya que somos seres humanos imperfectos y cometemos errores, no debería ser difícil para nosotros decir estas dos simples palabras: me equivoqué. Tener una actitud soberbia y obstinada frente a nuestras malas acciones y pensamientos, realmente nos lastima, porque con frecuencia nos hace perder credibilidad ante las demás personas. Tener la habilidad de admitir los errores y disculparnos —especialmente con Dios, por medio del arrepentimiento regular de nuestros pecados— es esencial para humillarnos ante nuestro Dios.
Humillarnos es el final perfecto de esta pequeña lista de requisitos de Dios en Miqueas 6:8. Para poder obedecer la orden de Dios de ser “justos” y mostrar “misericordia” debemos ser humildes. La humildad es necesaria para practicar la justicia porque confiamos en la ley perfecta y la bondad de Dios como modelo —no en nosotros mismos. La humildad es necesaria para mostrar misericordia cuando estamos ofendidos, porque reconocemos que también hemos ofendido y agraviado a otros.
Humillarnos ante Dios es el ingrediente esencial que mantiene unidos a todos estos requisitos.
Fecha de publicación: Junio 2, 2022