¿Qué significa Romanos 8:28?
Romanos 8:28 es uno de los versículos más alentadores de la Biblia. Pero, ¿qué significa Romanos 8:28? ¿Qué esperanza le puede dar este versículo a alguien que está sufriendo?
¿Qué dice Romanos 8:28?
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.Romanos 8:28 es quizás el versículo más buscado de la Biblia para encontrar consuelo en momentos de angustia.
El hecho de ser humano implica diversos grados de sufrimiento —y nadie está exento de esto. Por esta razón, es normal preguntarse: “¿por qué estoy sufriendo?” y “¿cómo está relacionado Dios con mi sufrimiento?”.
Éstas son preguntas importantes. ¿Por qué permite Dios el mal y el sufrimiento? ¿Está Él de acuerdo con nuestro sufrimiento? ¿Puede hacer Él algo con respecto a nuestro sufrimiento?
Primero que todo, debemos entender esta verdad: Dios no es el causante de nuestro sufrimiento y tampoco considera que el sufrimiento sea algo intrínsicamente bueno. No obstante, Dios confirma, por medio del apóstol Pablo, que Él es capaz de hacer que nuestro sufrimiento obre de manera positiva en nuestras vidas.
Esta publicación de nuestro blog pretende profundizar en la promesa y el significado de Romanos 8:28 y a quienes les aplica. Para comprender todo su significado, vamos a desglosar la escritura frase por frase.
“Y sabemos que… todas las cosas les ayudan a bien”
Existe una sensación de seguridad al saberlo.
Imagínese que un ser querido sale de la casa por la mañana por cuestiones de trabajo, pero olvida llevar su celular. Luego, sin que usted lo sepa, a su ser querido le piden que permanezca una o dos horas más en el trabajo. ¡Usted se empieza a preocupar terriblemente por su ser querido! Pero cuando finalmente su ser querido llega a la casa y cruza por la puerta, esa preocupación desaparece y usted respira aliviado. Usted ya sabe que está a salvo.
Tener certeza de algo trae consuelo y paz, pero no saber —vivir en incertidumbre— hace que sea muy fácil que la duda, el temor y la preocupación aparezcan.
Por esta razón, vale la pena tener en cuenta que Pablo no dice “pensamos que” o “esperamos que”.
Por el contrario, podemos “saber” —tener la certeza, estar seguros— que todas las cosas son para bien.
Pero, ¿a qué “cosas” se refiere Pablo?
Él lo explica unos versículos antes, “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18, énfasis añadido).
Pablo se refiere específicamente a las “aflicciones” —las pruebas, problemas— a las que nos enfrentamos en la vida.
Sin duda, nuestro mundo está lleno de todo tipo de problemas. Existen problemas en las relaciones, en el matrimonio, a nivel financiero, problemas de salud, problemas mentales, problemas de autoestima, en el trabajo y en la escuela. La lista es interminable.
El propio Pablo tuvo su propia lista de problemas y sufrimientos. Una historia abreviada y con viñetas de las penurias personales del apóstol, tomada de 2 Corintios 11:24-27, tendría el siguiente aspecto:
- “De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno”.
- “Tres veces he sido azotado con varas”.
- “Una vez apedreado”.
- “tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar”.
- “en trabajo y fatiga”.
- “en muchos desvelos”
- “en hambre y sed, en muchos ayunos”.
- “en frío y en desnudez”.
El punto es que Pablo entendía el sufrimiento mejor que nadie. Si existe una persona que tendría razón en pensar si es cierto o no que “todas las cosas les ayudan a bien” ése sería Pablo.
Pero, al perseverar en su fe inquebrantable en Dios, les dejó a los lectores de su época —y a nosotros por extensión— una fuerte certeza de que todas las cosas eventualmente nos ayudan a bien.
Si usted está luchando con problemas en su vida, el apóstol Pablo es un personaje al que usted puede acudir para buscar ánimo. Él no escribió acerca de cómo lidiar con el sufrimiento a manera de teoría— él personalmente tuvo que vivirlo y experimentarlo.
José y Romanos 8:28
Dentro de este contexto, analicemos el ejemplo del patriarca José. Sus hermanos, enceguecidos por los celos, despojaron a José de su preciada túnica, lo arrojaron a un pozo y luego lo vendieron como esclavo.
Después, cuando las cosas finalmente comenzaron a mejorar para José, y se convirtió en el encargado de la casa de Potifar, fue acusado falsamente de haber acosado a la esposa de éste y fue encarcelado durante más de dos años.
Incluso las dificultades que experimentamos en la vida —algunas parecen infranqueables— son utilizadas por Dios para llevar a cabo su propósito en nuestras vidas y las de los demás.
¡Esto sí que es un ejemplo de una persona que sufre un agravio inmerecido!
Eventualmente, José fue redimido y se convirtió en el segundo al mando, justo debajo del Faraón y consiguió salvar al pueblo de Egipto y a su propia familia.
La Biblia no relata mucho acerca de los pensamientos de José durante estos acontecimientos, así que sólo estaríamos adivinando con respecto a lo que él pensaba acerca de sus sufrimientos.
Pero veamos lo que les dijo a sus hermanos acerca del rumbo que su vida había tomado a pesar de sus aflicciones: “Vosotros pensasteis mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Génesis 50:20).
Incluso las dificultades que experimentamos en la vida —algunas parecen infranqueables— son utilizadas por Dios para llevar a cabo su propósito en nuestras vidas y las de los demás.
La historia de José es un claro ejemplo del cumplimiento de Romanos 8:28.
Si usted desea aprender más acerca de José, lo invitamos a leer: “Lecciones en la vida de José”.
“…a los que aman a Dios…”
Es una burla cuando los comentaristas bíblicos y predicadores se refieren a Romanos 8:28 y sólo se concentran en la primera parte del versículo —“todas las cosas les ayudan a bien”— y nunca explican el verdadero significado de “a los que aman a Dios”.
En pocas palabras, Romanos 8:28 no le da a una persona un cheque en blanco para hacer lo que quiera y luego reclamar que Dios está obligado a hacer que les ayude para bien.
El versículo es claro: Dios hace que los sufrimientos ayuden para bien si la persona lo ama.
La pregunta ahora es: “¿Cómo puedo amar a Dios?”. Esto es algo que muy pocas veces nos preguntamos porque muchas personas quieren que Dios las ame pero no están muy interesadas en saber cómo lo pueden amar a Él.
El apóstol Juan nos da la respuesta: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3, énfasis añadido).
Para amar a Dios realmente, debemos tener una relación permanente y activa con Él basada en la fe y la obediencia.
Tristemente, aquellos que pertenecen a círculos religiosos con frecuencia censuran ese aspecto —y dicen que las leyes de Dios son gravosas o imposibles de guardar, y que Cristo abolió todas esas “duras leyes” en un “acto de amor”.
Muy pocos se dan cuenta de que fue la voz de Cristo —aquel que era el Verbo— la que retumbó desde el Monte Sinaí diciendo: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3). Él fue el que pronunció los Diez Mandamientos.
Y ese mismo Dios vino a la Tierra como ser humano llamado Jesús de Nazaret y dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos… El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama…” (Juan 14:15, 21).
En reiteradas oportunidades, la Biblia subraya la necesidad imperiosa de guardar los mandamientos. Para amar a Dios realmente, debemos tener una relación permanente y activa con Él basada en la fe y la obediencia.
Si usted desea aprender más acerca de las enseñanzas que Jesús dio de los Diez Mandamientos, lo invitamos a leer “¿Reemplazó Jesús los Diez Mandamientos?” y “¿Fueron los Diez Mandamientos respetados en el Nuevo Testamento?”.
“…esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”
La promesa no aplica para “aquellos que aman a Dios” o “a los que conforme a su propósito son llamados”, como si fueran dos grupos de personas distintos. Esta sección del versículo simplemente complementa la descripción de aquellos que pueden acceder a esta promesa.
Las personas que aman a Dios son “los que conforme a su propósito son llamados” y esas personas que “conforme a su propósito son llamados” aman a Dios. se refuerzan mutuamente.
La Iglesia es el grupo de los llamados, aquellos que aman a Dios, le obedecen y pueden esperar que “todas las cosas les ayudan a bien”. Pero, ¿quiénes son los llamados? ¿Cómo se convirtieron en parte de los llamados? ¿Qué es el llamamiento?
La Iglesia es el grupo de los llamados, de aquellos que aman a Dios y le obedecen y pueden esperar que “todas las cosas les ayudan a bien”.
De acuerdo con Juan 6:44, Jesús dijo: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere…”. Esto significa que primero, Dios el Padre, debe traer o llamar a la persona a Él. En otras palabras, Él debe invitarlos. Dios toma la iniciativa de abrirle la mente a la persona para que pueda entender la verdad de la Biblia, incluyendo lo que se requiere para la salvación personal.
Si usted quiere aprender más acerca del llamamiento de Dios, lo invitamos a leer “Muchos son llamados, y pocos los escogidos”.
Cuando una persona acepta ese llamamiento —por medio del arrepentimiento, el bautismo y la imposición de las manos por un ministro de Jesucristo— esa persona se convierte en miembro de la Iglesia de Dios.
Curiosamente, la palabra griega para “iglesia” es ekklesia, que significa “los llamados”. Entonces, la Iglesia —el cuerpo de Cristo— es el grupo de los llamados, de aquellos que aman a Dios y le obedecen y pueden esperar que “todas las cosas les ayudan a bien”.
Mientras que la promesa de Romanos 8:28 sólo se ofrece a las personas que están siendo llamadas ahora, eventualmente estará disponible para todo el mundo a medida que Dios llame a toda la humanidad al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4).
Lo invitamos a ver nuestra interesante infografía “7 pasos del llamamiento cristiano”.
El significado y el propósito de Romanos 8:28
Dios no es ajeno al sufrimiento que las personas experimentan, y tampoco lo era el apóstol Pablo cuando escribió este versículo. El propósito de Romanos 8:28 es exhortar a los hijos de Dios a reorientarse a sí mismos —cambiar sus perspectivas.
Estar "deprimido" es una respuesta normal a la naturaleza a veces asfixiante de nuestros sufrimientos, que hace difícil mirar más allá de lo inmediato hacia el futuro.
Pero mirar hacia el futuro es exactamente lo que Dios quiere que hagamos. Quiere que nos apoyemos en su fuerza, que resistamos y confiemos en Él a pesar de nuestras pruebas y sufrimientos.
En Romanos 5:3-4, Pablo escribe que “la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza”.
Básicamente, la esperanza es la idea central de Romanos 8:28.
Dios siempre está pensando en el resultado final —el panorama completo. Un carácter que se ha desarrollado como resultado de nuestros sufrimientos, nos va a preparar para el Reino de Dios, qué, en última instancia, es el cumplimiento de Romanos 8:28.
Nuestro sufrimiento no siempre va a producir un resultado perfecto en esta vida, de la forma como nosotros quisiéramos —después de todo, vamos a morir en algún momento (Hebreos 9:7). Pero la muerte es temporal, como cuando una persona duerme. En el momento dispuesto por Dios, va a resucitar de entre los muertos a los llamados y a su pueblo fiel y les va a dar el don de la vida eterna en su familia, en un mundo en donde “todas las cosas” —todas las cosas buenas— serán restauradas (Hechos 3:21).
El mensaje es que no nos preocupemos, sino que sepamos —y estemos seguros— que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Ése es el alentador y profundo significado de Romanos 8:28.
Fecha de publicación: Julio 26, 2023