Ruanda: una lección de perdón y reconciliación
Después de un largo periodo de odio y violencia, Ruanda hoy nos ofrece una gran enseñanza acerca del perdón y la reconciliación.
Hace ya casi 25 años, en Ruanda se llevó a cabo uno de los genocidios más vergonzosos de la historia de la humanidad. En tan sólo 100 días fue masacrado alrededor de un millón de personas ante la mirada impávida del mundo.
Origen del genocidio
Los hutus y los tutsis habían convivido pacíficamente, en la misma nación, durante siglos. Sin embargo, la colonización belga, después de la Primera Guerra Mundial, los dividió, privilegió a los tutsis y difundió, durante años, la discriminación: la idea de que los tutsis eran diferentes y mejores que sus hermanos los hutus. Esta era una estrategia de control por parte de los belgas.
Lamentablemente la división generó odio y violencia, la que reventó en 1994 cuando murió el presidente del país y tomaron el poder los radicales hutus, quienes idearon la aniquilación de los tutsis e incitaron la matanza entre vecinos, entre amigos y entre familias.
El genocidio no resultó ser un suceso más para Ruanda. Fue un evento atroz para revertir un error al hacer creer de la supremacía de un sector de la población. Producto del resultado tan triste que generó la gran matanza en tan poco tiempo, desde hace aproximadamente 20 años, diferentes organizaciones han estado trabajando para curar las heridas que todo esto dejó.
Ejemplo de reconciliación
En este sentido, Ruanda hoy ofrece una gran enseñanza, porque ante toda una generación traumatizada, tanto de las víctimas, por el horror que vivieron, como de los perpetradores de la violencia, invadidos por el sentimiento de culpa, el gobierno y la sociedad emprendieron un proyecto nacional de reconciliación que afecta a todas las esferas sociales de Ruanda.
En la educación promovieron la cultura de la paz y la tolerancia. Impulsaron el ejercicio de la memoria para poder lidiar con el futuro, construyeron un museo, un memorial y un centro de documentación. En los carnés de identidad erradicaron la diferencia étnica.
Es difícil de entender que se pueda construir algo positivo a partir de una historia así. Es difícil de entender que un país con tal guerra pueda volver a funcionar con normalidad, que los vecinos que una vez fueron enemigos y que se agredieron tan brutalmente, vuelvan a ser otra vez simplemente vecinos y convivan paseando por las mismas calles, asistiendo a los mismos actos religiosos, estudiando en los mismos centros escolares. Pero es lo que están consiguiendo en Ruanda: volver a convivir en paz, aprendiendo de su pasado.
Un ejemplo de esta reconciliación es lo que está sucediendo hoy en las aldeas, donde se reanudaron las prácticas de las “cachachas”, que consisten en reuniones semanales de vecinos donde sobrevivientes, “perpetradores” y testigos cuentan la verdad.
Un ejemplo de perdón
Un ejemplo asombroso es el que publicó El New York Times este pasado mes de enero con una serie de fotografías. En cada una de ellas aparece un hutu al lado de una tutsi. Los dos se han perdonado mutuamente.
En este artículo grafico también se puede apreciar el resultado de la reconciliación y del perdón. Este es el caso entre Juvenal Nzabamwita ─perpetrador─, y Cansilde Kampundu ─sobreviviente.
Nzabamwita dice: “Dañé y saqueé su propiedad. Pasé nueve años y medio en la cárcel. Me educaron sobre el bien y el mal antes de ser puesto en libertad. Cuando volví a casa, pensé que sería bueno acercarme a la persona contra quien cometí fechorías y pedirle perdón. Le dije que la apoyaría con todos los medios a mi disposición. Mi propio padre estuvo involucrado en la matanza de sus hijos. Cuando supe que mi padre se había comportado con malicia, también le pedí perdón profusamente por eso”.
Kampundu contesta: “Mi marido estaba escondido, y hombres lo encontraron y lo asesinaron un martes. El martes siguiente, volvieron y asesinaron a mis dos hijos. Esperaba que mis hijas se salvaran, pero también las llevaron a la aldea de mi marido y las mataron y las arrojaron en la letrina. No las pude sacar de ese hoyo. Entonces me arrodillé y recé por ellas junto a mi hermano menor, y luego cubrí la letrina con tierra. La razón por la que concedí el perdón es porque me di cuenta que nunca recuperaría a mis amados que había perdido. No podía vivir una vida solitaria, y me pregunté: si estaba enferma, ¿quién se quedaría a mi lado? Si estaba en problemas y pedía ayuda, ¿quién me rescataría? Entonces preferí conceder el perdón”.
En Ruanda las palabras “reconciliación” y “perdón” tienen un significado muy profundo. No es sólo volver a relacionarse. Es volver a relacionarse desde la verdad, la justicia, y el contacto, ingredientes básicos de la verdadera reconciliación.
¿Qué dice Dios?
Leyendo la Palabra de Dios, es imposible pasar por alto la oración modelo que Jesucristo expusiera en los evangelios. El llamado “Padre Nuestro” menciona que debemos decir siempre: “perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12).
Pareciera fácil este mandato espiritual al que Jesucristo nos invita. Sin embargo, perdonar muchas veces no es sencillo para el que resultó ser la víctima. Esta es la razón por la que Jesucristo añadió: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14-15).
Perdonar a quienes nos lastiman debería ser parte de nuestro comportamiento habitual, aunque el proceso sea largo. En Ruanda muchos han vuelto a la convivencia y también han logrado, a través del perdón, salir adelante, sanándose de las culpas y aliviando la carga de las víctimas.
“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”
Sin embargo, el verdadero perdón que todos necesitamos es el que viene de Dios. Lamentablemente el hombre ha quebrantado la santa, justa y perfecta Ley de Dios y ha pecado, acarreándose dolor y sufrimiento. El pecado ha originado muchos dolores y guerras que han dado lugar al odio en el corazón del hombre. Tarde o temprano todos tendremos que arrepentirnos de nuestros pecados y entonces seres perdonados por Dios.
El perdón a la manera de Dios
El proceso de vencer el dolor, la pena y la tristeza hasta sentir que hemos perdonado a los demás, puede requerir de mucho esfuerzo y tiempo. No cabe duda que siempre será más fácil guardar rencor que cultivar la reconciliación y el amor.
Pero lo que Dios nos dice es: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:31-32).
Si usted quiere empezar a perdonar a la manera de Dios, debe pasar por un pequeño pero efectivo proceso:
- Debe arrepentirse primero de haber desobedecido los mandamientos de Dios.
- Luego debe aceptar el perdón de los pecados por medio del sacrificio de Jesucristo.
- Finalmente debe empezar a perdonar a los demás, así como lo ha hecho Dios con usted.
Vivir reconciliados y en paz es el destino, pronto a suceder, de toda la humanidad. Para tener esa paz, será absolutamente necesario el perdón. La excelente noticia es que Jesucristo vendrá a restaurar el camino de Dios sobre toda la Tierra. El perdón es una parte muy importante dentro del plan de salvación y sanidad espiritual que recibirá muy pronto el mundo entero.
Fecha de publicación: Febrero 8, 2019