Muchos saben que Dios ama tanto a la humanidad que decidió dar a su primogénito. ¿Sabía usted que una mujer en la Biblia también le entregó su primogénito a Dios?
La historia de Ana se encuentra en 1 de Samuel 1 y 2. Su marido Elcana, la amaba, pero Dios había cerrado su vientre. Al no poder concebir, ella hizo un voto ante Dios y le pidió que si le daba un hijo, ella se lo entregaría todos los días de su vida.
La historia de Ana
Todos los años Ana acompañaba a su esposo a adorar y a ofrecer sacrificios a Dios en Silo. Y todos los años, Penina, la otra esposa de Elcana, molestaba a Ana al punto de hacerla llorar, recordándole que no podía tener hijos. Penina sí tenía hijos y le hacía la vida miserable a Ana.
Entonces un año mientras estaba en Silo, Ana oró a Dios en gran angustia; mientras oraba, Elí, el sacerdote en el tabernáculo, la observaba. Él supuso, por su comportamiento, que ella estaba borracha y la reprendió para que dejara de beber. Ella muy respetuosamente le explicó: “No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu” (1 Samuel 1:15). Y después le explicó que ella había derramado su alma en oración delante de Dios.
La Biblia no menciona si ella le dio a Elí detalles de su oración, pero ella le había orado a Dios con fe pidiéndole que le concediera un hijo. Ella le hizo una promesa a Dios en la oración diciéndole que si le daba un hijo, ella se lo daría para que fuera su siervo.
“Eterno de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré al Eterno todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza” (1 Samuel 1:11).
Vale la pena resaltar las condiciones de este voto por varias razones. Ella estaba dirigiéndose a Dios muy respetuosamente, con fe en su poder y con una actitud humilde. Ella se consideraba una sierva de Dios. También, ella estaba ofreciendo su primogénito a Dios, como una persona reservada para el servicio especial al Señor. Ana pretendía mantener su voto a Dios y dedicar su hijo a Dios y a su servicio durante toda su vida.
El sacerdote Elí pudo percibir que ella le había hecho una petición a Dios, y le dijo: “Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho” (1 Samuel 1:17).
Démonos cuenta del efecto que tuvo esta comunicación en Ana. Ella le respondió respetuosamente a Elí: “Halle tu sierva gracia delante de tus ojos” (1 Samuel 1:18). Ella tenía gran respeto por Elí, el siervo de Dios. Entonces, después Ana hizo algo sobresaliente. Siguió su camino, comió y su rostro ya no estuvo más triste. Ella tuvo fe. Ella creyó que lo que había pedido en la oración iba a suceder. Ella iba a dar a luz un hijo varón.
El hijo de Ana
Con el transcurso del tiempo, Dios respondió la oración de Ana y ella dio a luz un hijo. Como ella se lo había pedido a Dios, le puso por nombre Samuel, que significa “pedido o escuchado por Dios” (Unger´s Bible Dictionary [Diccionario Bíblico de Unger], p.962). Ana mantuvo su palabra conforme al voto que había hecho. Tan pronto destetó a Samuel, se lo presentó al sacerdote Elí.
Ana le dijo a Elí: “Por este niño oraba, y el Eterno me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también al Eterno; todos los días que viva, será del Eterno. Y adoró allí al Eterno” (1 Samuel 1:27-28).
Este fue un gran sacrificio para una madre, entregar a su hijo, pero ella estaba resuelta a cumplir su voto.
Samuel continuó ministrando a Dios delante del sacerdote Elí. Año tras año Ana le llevaba a Samuel una pequeña túnica cuando iba a Silo a adorar a Dios. Esta acción cada año, demostraba su fiel amor por su hijo, y entonces Elí bendecía a Elcana y a Ana, diciendo: “El Eterno te dé hijos de esta mujer en lugar del que pidió al Eterno” (1 Samuel 2:20).
Dios también respondió a esta oración y bendijo a Ana con tres hijos y dos hijas más. Samuel ahora tenía hermanos y hermanas, y así ella se convirtió entonces en una feliz madre de más hijos. ¡La mujer estéril se había convertido en madre de muchos más!
La oración de Ana
Ana, al entregar a su hijo a Dios en Silo, estaba tan inspirada por el Espíritu Santo, con un espíritu de regocijo y verdad, que hizo una oración que quedó registrada para que la lea todo el mundo en 1 Samuel 2:1-10. Tiene elementos proféticos y de ánimo también.
Esta mujer de fe tiene su propia oración registrada en las Sagradas Escrituras, de una forma muy similar a la que las oraciones personales del rey David están registradas en la Biblia para nosotros. ¿Qué palabras de verdad y sabiduría nos transmite Ana a través de su oración?
Incluso antes de que el rey David naciera, Ana oró: “Mi corazón se regocija en el Eterno, Mi poder se exalta en el Eterno; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación” (compare 1 Samuel 2:1 con Salmos 9:14; 13:5 para ver similitudes con las oraciones que hizo David después). Ana creía en la salvación del Señor y se regocijaba en ella.
Ana también describe algunos truismos de contraste: “El Eterno mata, y él da vida; El hace descender al Seol, y hace subir” (1 Samuel 2:6). ¡Ella creía en el poder de Dios para levantar de la tumba a través de la resurrección!
Las palabras de Ana en 1 Samuel 2:8 también son proféticas y animadoras: “El levanta del polvo al pobre, Y del muladar exalta al menesteroso, Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor”.
El salmo 113:7-9, parafrasea en esencia esta parte de la oración de Ana: “El levanta del polvo al pobre, Y al menesteroso alza del muladar, Para hacerlos sentar con los príncipes, Con los príncipes de su pueblo. El hace habitar en familia a la estéril, Que se goza en ser madre de hijos”.
Estas palabras son similares a las que encontramos en la oración de María, la madre de Jesús. “Quitó de los tronos a los poderosos, Y exaltó a los humildes” (Lucas 1:52). Dios entonces, inspiró el pensamiento de Ana, del rey David y a María para que expresaran esencialmente los mismos conceptos.
La oración de Ana termina con una profecía de la segunda venida de Cristo: “Delante del Eterno serán quebrantados sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos; El Eterno juzgará los confines de la tierra, Dará poder a su Rey, Y exaltará el poderío de su Ungido” (1 Samuel 2:10).
Éste es un resumen muy conciso de todo lo que han dicho los profetas acerca de la derrota de los enemigos de Dios y el regreso de Cristo, cuando venga a juzgar a la Tierra y a ser exaltado. “Delante del Eterno que vino; Porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia” (Salmos 96:13).
Lecciones de Ana
Probablemente Ana jamás soñó cuando oró por un hijo que algún día iba a ser un profeta de Dios, un juez y un líder de la nación de Israel. Samuel se convirtió en un sobresaliente siervo de Dios. ¡Probablemente nunca se imaginó que cuando tuviera a Samuel, sería bendecida con más hijos! Y seguramente nunca se imaginó que su oración iba a ser parte de las Sagradas Escrituras de Dios!
La vida de Ana muestra que de hecho Dios si escucha y responde las oraciones de aquellos que acuden a Él con fe. A pesar de las dificultades que podamos enfrentar en el mundo que nos rodea, Dios siempre está ahí para ayudarnos. Así como oró Ana: “Porque del Eterno son las columnas de la tierra, Y él afirmó sobre ellas el mundo. El guarda los pies de sus santos” (1 Samuel 2:8-9).
¡Ana creyó en Dios! ¿Qué hay de usted? ¿Tiene usted la fe que tuvo Ana? Para mayor instrucción acerca de cómo tener fe, lea los artículos relacionados con este tema, bajo el encabezado de “La fe”.