Muchas personas saben que María fue la madre de Jesucristo, pero existen muchas ideas erróneas acerca de su vida. ¿Quién era María, y cómo era en realidad?
María, la madre de Jesús, sin duda es famosa pero también ha sido incomprendida. La Biblia nos puede ayudar a quitar los mitos y las malinterpretaciones.
Lo primero que debemos saber es que María concibió de la misma manera que todos han concebido. Ella tuvo un padre y una madre —¡ella era totalmente humana y era judía!
La mayoría de los eruditos creen que la genealogía que está en Lucas 3:23-38, es el linaje de María, que era de la casa de David, que era de la tribu de Judá. Ella era una virgen que vivía en Nazaret y estaba comprometida con José, cuyo linaje (Mateo 1:1-16) también se remonta al rey David.
Una profecía acerca de María
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14). María cumplió esta profecía y fue esa virgen la que concibió sin haber tenido relaciones sexuales con un hombre. Ella fue fecundada por el Espíritu Santo (Lucas 1:35). Jesus fue el único que no tuvo un padre humano. Una concepción como ésta nunca antes había sucedido y nunca volvió a suceder. La misma María no fue concebida de esta manera.
María no permaneció virgen el resto de su vida tampoco. Después de dar a luz a Jesucristo, tuvo otros hijos con José, su esposo, como dice en Mateo 13:55-56: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros?”
Por lo tanto, éstos fueron los hermanastros y hermanastras de Jesucristo. ¡María tuvo una gran familia!
¿Qué tipo de persona era María?
Primero, veamos qué fue lo que el ángel le dijo a María: “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lucas 1:30-33).
Había elementos en el carácter de María —su fe, su sumisión ante Dios, su actitud, su amor— que Dios podía ver, y la escogió a ella. Ella era la “muy favorecida” de Dios (Lucas 1:28), bendecida por Él al ser escogida para dar a luz el hijo de Dios, el Mesías y ser su madre.
María demostró su fe y su sumisión a Dios. Ella le contestó al ángel: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38).
¡Ella creyó, aunque el acontecimiento que iba a ocurrir dentro de ella nunca antes había ocurrido en la historia de la humanidad!
El ejemplo de una vida cristiana de María
María se maravilló y reflexionó en todas las cosas inspiradoras que le dijeron diferentes personas, como por ejemplo las cosas que le dijeron los pastores en el nacimiento de Jesús (Lucas 2:19) y las que dijo Simeón en el templo (Lucas 2:33). Más adelante, cuando Jesús tenía 12 años y le dijo a ella: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?”, María (y José) no entendieron sus palabras, pero ella “guardaba todas estas cosas en su corazón” (Lucas 2:49-51).
De la misma forma, nosotros debemos reflexionar y maravillarnos en las profecías y palabras de Jesucristo. Jesús fue y es “luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel” (Lucas 2:32). ¿Pensamos en las profecías acerca de Jesucristo —en que Él regresará eventualmente como Rey de reyes y Señor de señores? ¿Meditamos en todas las palabras que dijo Jesús? María lo hizo.
Otra cosa que podemos aprender del ejemplo de María, es que ella creyó en lo que Jesús enseñó. Ella presenció la crucifixión de Cristo (Marcos 15:40; Juan 19:25). Ella estuvo entre los discípulos después de que Cristo ascendiera al cielo. Ella se quedó en Jerusalén esperando la Fiesta de Pentecostés (Hechos 1:12-14). María fue incluida dentro del grupo de los elegidos de Dios. Y el apóstol Juan la trataba como a su madre y le proveía, por petición de Jesucristo (Juan 19:27).
Cuidado con las inferencias equivocadas de María
Debemos tener cuidado de no mezclar la verdad de Dios con las tradiciones paganas precristianas. Por ejemplo, la Biblia se refiere muchas veces a María y su hijo Jesús en Mateo 2 como “al niño y a su madre” (vv. 13-14, 20-21). Pero esto no se debe confundir con otras parejas de madre-e-hijo que eran adorados en culturas paganas. Estas incluyen a Isis y Horus en Egipto, Ishtar y Tammuz en Babilonia, Venus y Adonis en Roma y Astarté y Baal en Fenicia. Éstos eran dioses y diosas paganas que no tenían nada que ver con María.
A Satanás le gusta falsificar la verdad bíblica con las tradiciones paganas, así como dioses y diosas paganas. Pero Dios odia la combinación de una falsa religión pagana e idolatría con la verdadera religión revelada en la Biblia (Deuteronomio 12:28-32).
La verdadera María, si estuviera viva, estaría horrorizada al descubrir que las personas de las siguientes generaciones han hecho imágenes talladas de ella y la han adorado. María, como creyente de la Palabra de Dios, no creía en la idolatría o en imágenes talladas como una ayuda para la adoración. ¡Ella estaría muy ofendida con las imágenes talladas que dicen ser semejantes a ella, y estaría aterrada de que la gente le orara a ella!
Así como le dijo un ángel al apóstol Juan (ante el cual Juan se había comenzado a inclinar): “Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios” (Apocalipsis 19:10). María hubiera dicho lo mismo.
Recuerde el segundo de los Diez Mandamientos: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy el Eterno tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Éxodo 20:4-5). Esto es lo que Dios ordena y esto es lo que María hubiera creído.
María está muerta —esperando la resurrección
La Biblia no tiene mucho más que decir acerca de María, excepto que fue vista entre los discípulos y estuvo en Pentecostés —el día que el Espíritu Santo fue derramado sobre los creyentes (Hechos 2:1-4). Vivió su vida y murió en la fe, junto con los otros santos y será resucitada cuando Jesús regrese (Hebreos 11:13; 1 Tesalonicenses 4:16).
María no está viva, y no intercede (y no puede hacerlo) por nadie. Nosotros debemos orarle a Dios el Padre en el nombre de Jesucristo. La Biblia nos revela que Jesucristo es nuestro único mediador. Él es nuestro sumo sacerdote, nuestro intercesor (Hebreos 4:14-16, 1 Timoteo 2:5).
Orarle a María es un insulto y una abominación para Dios y para nuestro señor Jesucristo. Si María pudiera escuchar (pero no puede) que la gente en la Tierra le dice “la reina del cielo” y le oran en vez de orarle a Dios, estaría horrorizada.
La reina del cielo en muchas culturas era una diosa (Ishtar o Astarté) adorada por los antiguos paganos. En Jeremías 7:18 y 44:17-25, Dios acusó a los judíos de traerle ofrendas a la diosa del cielo en lugar de ofrecérselas al verdadero Dios. El título de “la reina del cielo” tiene una connotación pagana asociada a ésta; y aun así, a pesar de ese dato, hoy en día mucha gente se refiere a María como “la reina del cielo”.
Las inspiradoras palabras de María
Recuerde lo que dijo María. Ella magnificó y glorificó a Dios. Sus palabras son parte de las escrituras inspiradas. María le dio a Dios todo el reconocimiento y la gloria: “Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre” (Lucas 1:46-49)
Ella continuó diciendo en el versículo 50: “Y su misericordia es de generación en generación, A los que le temen”. De pronto estaba familiarizada con el salmo de David: “Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, Y su justicia sobre los hijos de los hijos” (Salmo 103:17).
María también oró de forma similar a como lo hizo Ana (la mamá de Samuel). María dijo: “Quitó de los tronos a los poderosos, Y exaltó a los humildes” (Lucas 1:52). Ahora veamos las palabras de Ana, que son muy parecidas a las de María: “El Eterno empobrece, y él enriquece; Abate, y enaltece. El levanta del polvo al pobre, Y del muladar exalta al menesteroso, Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque del Eterno son las columnas de la tierra, Y él afirmó sobre ellas el mundo” (1 Samuel 2:7-8).
De pronto María estaba pensando en su relativamente pobre y humilde situación, ¡y en el hecho de que su hijo iba a ser criado con un origen humilde para ser grande algún día!
Lecciones de María
El mensaje y el ejemplo de María siguen vigentes hoy en día, una fuente de estudio para todas las generaciones después de ella. Ella reflexionó y se maravilló en las inspiradoras palabras que le fueron dichas. María le temía a Dios, lo obedecía y lo servía. Ella era una mujer sumisa, y creía en Dios y en su Hijo, el Hijo de Dios.
Cuando Jesús hizo el milagro de convertir el agua en vino, en la boda en Canaán, María le dijo a los criados: “Haced todo lo que os dijere” (Juan 2:5). Ella sabía por experiencia, que Él podía hacer cualquier cosa, si así lo quería, cualquier milagro, simplemente la gente tenía que hacer lo que Él dijera y todo saldría bien.
¿Creemos eso también?
La misericordia de Dios estuvo con María durante toda su vida y Dios la bendijo. Ella se dio cuenta de lo que Dios estaba haciendo en el mundo y con su hijo: Dios estaba cumpliendo su promesa de traer ayuda a Israel y salvación a Abraham y su simiente. Finalmente, veamos estas palabras de María, inspiradas por el Espíritu Santo: “Socorrió a Israel su siervo, Acordándose de la misericordia, De la cual habló a nuestros padres, Para con Abraham y su descendencia para siempre” (Lucas 1:54-55).
Para más ejemplos de mujeres que tuvieron fe, incluyendo la historia de Ana, vea los otros artículos en la sección “Mujeres de fe”.