“Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”. Éstas son las famosas palabras que Rut pronunció al renunciar a su propio pueblo y a sus dioses.
La historia de Rut comienza en Moab, donde, siendo aún muy joven, se casó con un hombre proveniente de Belén. Su esposo se había mudado ahí junto a su familia para escapar de una hambruna que afectó al territorio de Judá. Pero lamentablemente, el esposo y el cuñado de Rut murieron poco después de casarse. Y Noemí, suegra de Rut —también viuda— fue la única de su familia que quedó con vida.
La decisión de Rut
Como es lógico suponer, quedarse sola en Moab después de haber perdido a su esposo y sus dos hijos fue una verdadera tragedia para Noemí. Entonces, como la hambruna ya había terminado, decidió regresar a Judá (Rut 1:6). Y sus dos nueras debieron tomar una decisión. Noemí les insistió que regresaran a sus familias en Moab, pues no tenía más hijos ni un futuro para ofrecerles.
Una de sus nueras, Orfa, siguió su consejo a regañadientes y regresó a su familia, sus dioses y su pueblo, Moab. Pero Rut decidió hacer un voto de lealtad hacia Noemí —uno que ha llegado a ser muy famoso por su elocuencia:
“No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos” (Rut 1:16-17).
Rut decidió renunciar a su pueblo, su familia y sus dioses Moabitas; dejó todo para comenzar una nueva vida en un lugar donde sería una extraña. Amó tanto a Noemí que le rogó que no la abandonara y le permitiera compartir el destino que le esperaba en Israel. Y aún más, aceptó al Dios de Israel como su propio Dios. Sin duda esta fue una decisión que mostró su lealtad, respeto, devoción, amor, aprecio y humildad.
Su voto fue de compromiso absoluto —un compromiso hasta la muerte— y con ello estaba cerrando toda posibilidad de volver atrás. Rut siguió a Noemí hasta Belén, Judá, adonde llegaron durante el comienzo de la primavera y el inicio de la cosecha de cebada.
Rut salió a trabajar
En ese entonces, existía una ley en Israel que favorecía a los pobres y extranjeros durante el tiempo de cosecha: “Cuando segareis la mies de vuestra tierra, no segaréis hasta el último rincón de ella, ni espigarás tu siega; para el pobre y para el extranjero la dejarás. Yo el Eterno vuestro Dios” (Levítico 23:22).
Ya que Noemí y Rut eran pobres y además Rut era extranjera, tenía todo el derecho para espigar en la siega. Entonces, dijo a Noemí que saldría a espigar, y así lo hizo durante el resto de la cosecha.
El campo en el que Rut espigaba pertenecía a Booz, un acaudalado pariente de Noemí en quien Rut causó muy buena impresión. Booz había escuchado de lo bondadosa que Rut había sido al dejar su tierra y a sus padres para acompañar a Noemí (Rut 2:11) y fue muy amable con ella a pasar de ser extranjera. En Rut 2:12, Booz le dijo las palabras más alentadoras que ella pudiera haber escuchado: “el Eterno recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte del Eterno Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte”.
Seguramente Booz entendía bastante bien la situación de Rut. Como vemos en Mateo 1:5, sus padres fueron Salmón y Rahab —la ramera que escapó de la destrucción de Jericó (Exposición de toda la Biblia de Gill). Su madre, con toda su familia, también fue extranjera en Israel, donde luego se casó con Salmón. Por lo tanto, Booz debió haber sabido lo que significaba pasar por lo que su madre pasó, ser un extranjero en Israel.
Una excepcional propuesta de matrimonio
Pero, como se acercaba el fin de la cosecha, Noemí buscaba una mejor situación y un mejor futuro para Rut e ideó un plan para que Rut se acercara a Booz y le propusiera matrimonio, a lo cual Rut obedeció. Una noche, mientras Booz dormía en el trilladero, la joven viuda llegó a su lado y se acostó a sus pies. Y, cuando Booz despertó, le dijo: “extiende el borde de tu capa sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano” (Rut 3:9).
La tradición en aquél tiempo era que, cuando una mujer enviudaba, un pariente cercano debía tomarla como esposa para que el nombre de la familia no se perdiera (Deuteronomio 25:5-10). Rut simplemente confió en que su suegra tenía razón acerca de lo que debía hacer, y debió haber necesitado mucho valor para llevar a cabo su plan, pues se consideraba a sí misma como una humilde sierva.
Pero cuando Booz escuchó la propuesta de Rut, la bendijo una vez más diciendo: “Bendita seas tú de Jehová, hija mía; has hecho mejor tu postrera bondad que la primera, no yendo en busca de los jóvenes, sean pobres o ricos. Ahora pues, no temas, hija mía; yo haré contigo lo que tú digas, pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa” (Rut 3:10-11).
Sin embargo, había un pequeño problema legal que podía interferir con este matrimonio: Noemí tenía un pariente aún más cercano que Booz. Y, si él estaba dispuesto a cumplir con la responsabilidad de mantener el nombre de la familia casándose con Rut, tenía todo el derecho de hacerlo. Booz podía casarse con Rut solo si este pariente renunciaba a ella.
¡Cómo debió haberse sentido Rut al saber que probablemente tendría que casarse con un completo extraño en lugar de con Booz! Es por esto que Noemí le dice: “Espérate, hija mía, hasta que sepas cómo se resuelve el asunto; porque aquel hombre no descansará hasta que concluya el asunto hoy” (Rut 3:18).
Y así fue; el suspenso de Rut solo duró un día. Afortunadamente, todo salió bien, pues el otro pariente cercano rehusó casarse con ella para no tener que compartir su propia herencia. Finalmente, Rut obtuvo lo que había pedido y pudo casarse con Booz.
Descendientes de Rut
En el día de la boda, el pueblo y los ancianos que estaban en la puerta de la ciudad pronunciaron una bendición profética para la novia y el novio diciendo: “el Eterno haga a la mujer que entra en tu casa como a Raquel y a Lea, las cuales edificaron la casa de Israel; y tú seas ilustre en Efrata, y seas de renombre en Belén. Y sea tu casa como la casa de Fares, el que Tamar dio a luz a Judá, por la descendencia que de esa joven te dé el Eterno” (4:11-12).
Tiempo después, Booz y Rut tuvieron un hijo llamado Obed. Noemí se convirtió en su niñera y las mujeres del Israel alabaron a Dios por su felicidad: “Loado sea el Eterno, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel; el cual será restaurador de tu alma, y sustentará tu vejez; pues tu nuera, que te ama, lo ha dado a luz; y ella es de más valor para ti que siete hijos. Y tomando Noemí el hijo, lo puso en su regazo, y fue su aya” (Rut 4:14-15).
Booz y Rut dieron inicio a un linaje real. Obed fue el abuelo del rey David y de David descendió nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Lecciones
El libro de Rut nos da lecciones muy importantes. Rut fue aceptada por la gente de Israel, así como lo había sido Rahab, la madre de Booz. La enseñanza es que Dios bendice a todo el que sigue Su camino; quien hace el bien cosechará los resultados de sus acciones.
Además, Booz y Rut son un buen ejemplo de nobleza y carácter, pues se trataban con mucho respeto y siempre se hablaban con palabras amables e inspiradoras.
Rut dejó su pueblo, su familia y su cultura, e hizo un voto de lealtad a Noemí ante Dios. Por esto, aunque por momentos las cosas pudieron parecerle difíciles, Dios siempre tuvo misericordia de ella y la prosperó. Y Dios prosperará nuestro futuro también.
Como Rut, cada uno de nosotros debe estar dispuesto a dejarlo todo. ¡Rut renunció a su pueblo y a sus dioses paganos y aceptó al verdadero Dios como su Dios! Todo ser humano, sin importar su lugar de origen, puede buscar refugio bajo las alas del Dios verdadero y confiar en Él.
El ejemplo de fidelidad de Rut debería ser muy inspirador para nosotros. ¡Debemos seguir sus pasos y aceptar a Dios como nuestro Dios! Le invitamos a leer más sobre la fe en nuestra sección de “La fe: Creer y agradar a Dios”.