Millones de cristianos alrededor del mundo han escuchado acerca de la gracia de Dios. ¿cuántos realmente comprenden la importancia de este concepto?
¿Qué es la gracia en realidad y cuál es su relación con la salvación? La Biblia explica claramente que la gracia es un don de Dios; es el regalo de su misericordia clemente e inmerecida para la humanidad.
Dios es misericordioso
En Éxodo 34:6-7, Dios dice lo siguiente a Moisés: “¡Eterno! ¡Eterno! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado”.
En Salmos 145:8-9, el rey David también enfatiza en la naturaleza misericordiosa de Dios; “Clemente y misericordioso es Jehová, lento para la ira, y grande en misericordia. Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras”.
Y, más adelante, el apóstol Pedro explica que Dios es el “Dios de toda gracia” (1 Pedro 5:10).
Entonces, ¿qué es la gracia? Es la esencia misma del carácter de Dios; aquello que se manifiesta con tanta abundancia en sus actos de piedad, misericordia, compasión y altruismo.
¿Por qué necesitamos de la gracia de Dios?
En primer lugar, debemos reconocer que, como leemos en Romanos 3:23, “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”, y que además, “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). En otras palabras, el pecado, o infracción de la ley (1 Juan 3:4), conlleva un sentencia, que es la pena de muerte. Sin embargo, Jesucristo pagó esa pena por nosotros por medio de su sacrificio.
Fue el sacrificio de Cristo, el derramamiento de su sangre, lo que hizo posible que Dios nos diera el regalo de su gracia; como dice Romanos 3: 24, podemos ser “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Por lo tanto, la gracia de Dios se recibe a través de Jesucristo, y, si no la recibiésemos, moriríamos como consecuencia de nuestros pecados sin la oportunidad de tener vida eterna.
Efesios 1:5-6 nos muestra que el plan de Dios consiste en tener misericordia de toda la humanidad, perdonar nuestros pecados y predestinarnos a ser adoptados y aceptos por Él: “en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado”.
¿Quién recibe la gracia de Dios?
La gracia es un regalo de Dios. Es cierto que no puede ganarse, pero tampoco se obtiene automáticamente. Estas son algunas de las características de quienes reciben la gracia de Dios:
- Aquellos que tienen fe; como leemos en Romanos 5:1-2, “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”.
- Aquellos que son humildes; como expresa el apóstol Pedro, “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5), lo cual confirma Santiago más adelante: “Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).
- Aquellos que son perdonados; “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).
Pero, por supuesto, finalmente solo Dios decide a quién dará su gracia. “¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca” (Romanos 9:14-15).
¿Qué espera Dios de nosotros?
Jesucristo dio su vida por nosotros, nos absolvió de la pena de muerte y perdonó nuestros pecados a través de su gracia. Como dice Hechos 15: 11, “Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos”.
Dios, por su gracia, nos da el regalo del perdón y eventualmente nos dará vida eterna. Pero Él espera que nosotros cambiemos nuestra manera de vivir, dejando atrás el pecado.
Es cierto que no podemos ganar la gracia de Dios, “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8.9). Pero también debemos tener en cuenta que “somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (v. 10).
En otras palabras, cuando alguien se arrepiente de sus pecados y se bautiza, debe comenzar a vivir “para buenas obras”, como una persona diferente cuya mente está enfocada en servir a Dios y a los demás. Nuestra manera de pensar y nuestra estilo de vida ya no pueden ser los mismos de antes.
La ley y la gracia
La relación que existe entre la ley y la gracia de Dios es comúnmente malentendida. La Biblia enseña que estos dos conceptos no están en oposición, sino estrechamente conectados.
El apóstol Pablo explica este tema con la siguiente palabras: “¿Qué, pues, diremos?
¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1-2). Y en los versículos 14 y 15 continua: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera”.
Más adelante, Santiago clarifica que “la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma… ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” (Santiago 2:17, 20).
Esto quiere decir que, así como la gracia de Dios es absolutamente necesaria para obtener la salvación, también lo son las buenas obras, “las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).
¿Cuál es el propósito de la gracia de Dios?
Como hemos visto, la gracia es la misericordia inmerecida y clemente de nuestro Creador. Es un regalo maravilloso que debería motivarnos a vivir como nuestro Dios misericordioso desea que lo hagamos.
¿Cuál será el destino de quienes reciban la gracia de Dios? ¡Serán salvos y formarán parte del reino de Dios! Eventualmente, Jesucristo regresará a la tierra para establecer un reino divino donde todos aprenderán acerca de la misericordia y la gracia de nuestro Creador y aceptarán su camino de vida.
“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” (Hebreos 12:28).