¿Por qué existen tantas religiones en el mundo? ¿Recibirán todas las personas “buenas” la misma recompensa, o sólo hay un camino hacia la vida eterna?
La mayoría de nosotros no escogió su religión. Muchas personas simplemente adoptaron la religión de sus padres o las creencias y tendencias religiosas de su país, pero si alguien les pidiera comprobar que su elección es la más correcta, probablemente se verían en aprietos.
El mundo está lleno de grupos religiosos grandes y pequeños, cada uno con sus propias facciones y divisiones, y a través de la historia millones de personas han sido víctimas de la “guerra santa” que algunas religiones están dispuestas a librar contra todo el que se les oponga. Con tantos credos que afirman ser un camino hacia la paz en esta vida y en la próxima, ¿no debería ser el mundo un lugar pacífico?
La historia de la religión es tan confusa que muchas personas han dejado de creer en las religiones por completo. Al menos esto fue lo que sucedió con muchos de los que fueron testigos de las masacres de la Primera Guerra Mundial, donde las tropas de ambos bandos ―muchas veces pertenecientes a la misma religión― invocaban al mismo Dios para que les diera la victoria.
La situación empeoró aún más en la siguiente generación con la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo podía una religión de Dios provocar y justificar tanto sufrimiento? Hitler creía firmemente que estaba haciendo la voluntad de Dios al perseguir a los judíos.
Sin duda, el menoscabo de la fe ha sido una de las terribles consecuencias de la guerra.
Pero hay algo más detrás de todo esto. ¿Sabía que existe un espíritu maligno a quien le encantaría que todos dejáramos de creer en Dios? Así es, el hecho de que los demonios se hayan convertido en un tema de entretenimiento popular no quiere decir que no existan. De hecho, la misma Biblia nos advierte:
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo [líder de los espíritus malignos], como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (1 Pedro 5:8-9)
¡Resista!
¿Cómo resistir en esta lucha espiritual cuando ni siquiera está seguro de su propia fe? El primer paso es determinar si Dios existe y si nos ha dado alguna guía acerca de lo que espera de nosotros. ¿Nos habrá dado nuestro Creador algún manual que nos diga por qué fuimos creados, a dónde vamos y cuál es nuestro potencial? ¿Habrá revelado el camino de vida que debemos seguir ahora y que nos preparará para la vida futura?
Si lo buscamos sinceramente, no tendremos problemas para comprobar que Dios existe y que la Biblia es su revelación para la humanidad. Dios inspiró a muchos escritores para que en un lapso de más de 1.500 años escribieran todo lo que necesitamos saber para llevar a cabo su propósito, y luego se encargó de preservar esos manuscritos milagrosamente.
Y si creemos en Dios, también podemos estar seguros de que su Palabra (la Biblia) es cierta y que es el fundamento para responder las preguntas fundamentales de la vida. Como dice el libro de Proverbios: “El temor del Eterno es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia”; “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Proverbios 9:10; 119:105).
Por otro lado, también podemos estar seguros de que toda esta variedad y mezcla de religiones no proviene de Dios ni fue inspirada por Él. En otras palabras, no toda creencia o iglesia que dice ser mensajera de Dios lo representa realmente.
En primer lugar, “Dios no es Dios de confusión, sino de paz” (1 Corintios 14:33). Por lo tanto, si hay algo de confusión, violencia o maniobras políticas, Dios simplemente no está ahí.
¿Quién necesita la religión?
La mayoría de nosotros quiere creer que la vida tiene un propósito, que las complejidades de la vida a nuestro alrededor no son un simple producto del azar. Y mientras más descubre la ciencia acerca de la increíble complejidad y singularidad de las diferentes formas de vida, más evidente se hace la existencia de un “diseño inteligente” y divino. No en vano la Biblia dice que “las cosas invisibles de [Dios], su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo” (Romanos 1:20).
El anhelo de que haya un propósito más trascendental parece ser parte de nuestra esencia, y la Biblia dice claramente que lo hay. Pero lamentablemente, las Escrituras también cuentan cómo los primeros padres de la humanidad rechazaron la guía y el conocimiento de Dios acarreándose incontables dificultades y miserias.
Desde que Adán y Eva le dieron la espalda a las instrucciones de Dios, la mayoría de sus descendientes ha cometido el mismo error y, como consecuencia, la humanidad entera se ha pasado la vida buscando caminos alternativos. Todos parecen dispuestos a aceptar cualquier cosa que no implique someterse a la autoridad de Dios.
Al comer del “árbol de la ciencia del bien y del mal”, Adán y Eva le estaban diciendo a Dios que ellos mismos determinarían el propósito de su vida (un propósito alejado de Él), decidirían lo que es correcto e incorrecto y fijarían sus propios estándares (Génesis 3). Siguiendo su ejemplo, hoy en día la mayoría de las personas define libremente sus estándares morales sin importar lo que diga la ley de Dios.
Satanás dijo la primera mentira de que se tenga noticia al asegurarle a Eva: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4-5). Su primer objetivo era separar al hombre de Dios (la fuente de la verdad) para luego seguir mintiendo y eventualmente controlar al mundo entero e intentar impedir que se cumpla el plan de Dios.
¿En qué consiste el plan de Dios? Dios mismo lo resume en Génesis 1:26 cuando dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Aunque primero nos hizo físicos y mortales, su intención es trabajar con nuestro carácter a través de un proceso de conversión en el que su Espíritu se une con el nuestro para que podamos ser transformados en seres espirituales y nos convirtamos en miembros de su familia eterna (Romanos 8:16).
El origen de las religiones
Desafiando a su Creador, el ser humano ha adorado a animales, imágenes de sí mismo, el sol y la luna (probablemente por su función de dar luz y calor y marcar las estaciones), e incluso a hombres y mujeres importantes o sus imágenes.
“Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles… ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén” (Romanos 1:22-23, 25).
Las falsas creencias que fueron introducidas en la sociedad han ido dando forma a muchos tipos de adoración y caminos de vida hasta el punto de que en la actualidad hay religiones e ideologías para todos los gustos, algunas incluso inspiradas en héroes históricos o mitológicos, grandes filósofos, teorías científicas y figuras del deporte o de los medios de comunicación. La misma Biblia menciona una gran cantidad de ídolos falsos que, según sus adoradores, exigían tributos, conquistas de naciones enteras y sacrificios de niños.
Pero ¿de dónde salieron todas estas creencias y prácticas falsas? La respuesta está en Apocalipsis 12:9: “Y fue lanzado gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (énfasis añadido).
El origen de las religiones falsas de este mundo es el engaño de Satanás. De hecho, su influencia ha sido tal que ha llevado aun al llamado “cristianismo” a alejarse mucho de las enseñanzas de Jesucristo.
En Mateo 5:17-19, Cristo dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir [dar significado]. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos”.
Pero lamentablemente, las religiones modernas son más tradición, ceremonias y formas externas que verdadera obediencia a los valores de Dios y predicación del propósito de la vida (2 Timoteo 3:5). Como dijo Jesucristo, “este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres” (Marcos 7:6-8).
¿Habrá algún día una sola religión?
Dios es el único que puede mostrarnos la verdad y el camino hacia la vida eterna. Pero la obediencia es una decisión que cada uno debe tomar y que, para los llamados de Dios, implica luchar contra la fuerte influencia de este mundo (gobernado por Satanás hasta el regreso de Cristo) y su propia debilidad humana (Juan 6:44; 1 Juan 2:15-17). Debido a esto, Dios ha creado un refugio donde sus siervos pueden crecer y madurar como fieles y obedientes hijos suyos: la “Iglesia de Dios” (Mateo 16:18; Lucas 12:32).
Gracias al sacrificio de Jesucristo, eventualmente toda la humanidad tendrá la oportunidad de conocer y escoger el camino de Dios. Cristo pagó por nuestros pecados con su sangre y su nombre es el único a través del cual podemos ser salvos de la pena de muerte que merecemos por pecar (Hechos 4:12).
Con el fin de que no se repita la trágica historia de Satanás ―que antes era un ángel de Dios (Isaías 14; Ezequiel 28)― Dios está dispuesto a ayudarnos a desarrollar su carácter santo y justo en esta vida para que podamos ser transformados en seres inmortales al regreso de Cristo.
Y cuando Jesucristo finalmente venga por segunda vez a la tierra, el conocimiento del camino de Dios fluirá abundantemente desde Jerusalén, donde los santos de Dios reinarán con Cristo, el rey de reyes y señor de señores. “Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Miqueas 4:2).
Obviamente las personas aún podrán elegir libremente si quieren obedecer o no, pero al menos ya no habrá nadie que les mienta acerca de las consecuencias de quebrantar la ley de Dios.
Tal vez se requiera algo de tiempo, pero algún día ya “No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar.” (Isaías 11:9). Cuando llegue la Fiesta de los Tabernáculos, se animará a todas las naciones de la Tierra (incluyendo Egipto) a enviar representantes a Jerusalén, y finalmente habrá una sola religión en el mundo: la verdadera religión del verdadero Dios (consulte Zacarías 14: 16-19).