El concepto de la ley de la atracción se encuentra en la literatura de auto ayuda y la Nueva Era. Pero ¿concuerda esta supuesta ley con la verdad de la Biblia?
En el 2006, se publicó el libro El Secreto, escrito por Rhonda Byrne. Hasta ahora ha vendido más de 30 millones de copias e incluso se convirtió en una película de Hollywood en el 2020.
El Secreto hace algunas afirmaciones audaces que llamaron la atención del público. Asegura develar un antiguo secreto que, cuando se utiliza, puede traer “salud, riqueza y felicidad”.
En el primer capítulo, este secreto se revela rápidamente: “¡El secreto es la ley de la atracción!”. Según la autora, esta supuesta ley determina “el orden de todo el universo” y es tan universal como la ley de la gravedad.
El libro además asegura que la ley de la atracción se encuentra en los escritos sagrados de casi todas las religiones del mundo, incluyendo la Biblia. Para los cristianos, esta aseveración naturalmente lleva a la pregunta: ¿es bíblica la ley de la atracción?
¿Qué es exactamente la ley de la atracción?
El concepto se basa en ideas metafísicas acerca de energías místicas que supuestamente se encuentran en todas las cosas vivas.
En su libro, Byrne dice que todas las personas tienen poderosas energías internas que se liberan a través de los pensamientos. Lo que pensamos (positivo o negativo) se libera hacia el universo en forma de energía positiva o negativa, según la autora.
El Secreto describe el poder de los pensamientos diciendo: “Los pensamientos son magnéticos… Cuando piensas, los pensamientos son enviados al Universo y atraen magnéticamente todas las cosas que están en la misma frecuencia. Todo lo que enviamos regresa a su origen: tú” (p. 25).
Aquí es donde supuestamente entra la ley de la atracción. Si pensamos negativamente (acerca de cosas que no queremos), atraeremos experiencias negativas. Si pensamos positivamente (acerca de lo que deseamos), atraeremos experiencias positivas.
Por ejemplo, si usted está constantemente preocupado por la posibilidad de fracasar, atraerá experiencias negativas que lo llevarán a fracasar. Pero si piensa y siente gozo y gratitud, atraerá experiencias positivas que resultarán en su éxito.
El Secreto resume la idea con la siguiente frase: “La ley de la atracción simplemente te da lo que estás pensando” (p. 13). A través del poder del universo, los pensamientos se convierten en cosas y experiencias. Y la autora no se disculpa porque la idea suena egocéntrica: “¡Las cosas buenas son tu derecho de nacimiento!”, dice en la página 42.
¿Cómo sugiere Byrne que aprovechemos esta supuesta ley universal? El libro sugiere tres pasos básicos:
- Determinar exactamente lo que queremos y pedírselo al universo.
- Creer que recibiremos lo que pedimos, hablando y pensando constantemente en ello.
- Manifestar los sentimientos y las emociones que tendremos una vez que hayamos alcanzado nuestro deseo. (Esto a menudo se hace con afirmaciones verbales que expresan gratitud por lo que queremos como si ya lo tuviéramos).
Según sus seguidores, practicar esta ley conduce, sin excepción, al éxito y la realización en todas las áreas de la vida: riqueza, relaciones, trabajo y lo personal.
Algunos pensadores racionales han tildado estas aseveraciones de seudociencia. No existe evidencia científica de que los pensamientos atraigan energías del universo.
La ley de la atracción es similar a la ley del karma. La mayor diferencia es que el karma se enfoca en las consecuencias de la energía que liberan nuestras acciones, mientras que la ley de la atracción se enfoca en la energía que liberan nuestros pensamientos. (Si desea profundizar en este tema lo invitamos a leer “¿Es bíblico el Karma?”).
Otras formas de la ley de la atracción
Al leer El Secreto, resulta evidente que el libro se basa en la filosofía oriental y conceptos de la Nueva Era. También se basa en otra literatura menos obvia. Pero hay variaciones de esta ley que también se han promovido en otras publicaciones de autoayuda desde hace años.
Las ideas de que la mente puede extenderse místicamente fuera del cuerpo son ficciones ideadas humanamente en el intento del hombre de alcanzar los poderes del espíritu real.
Uno de sus primeros defensores fue Napoleón Hill, autor de Piense y hágase rico (1937). El señor Hill enseñó que los deseos son la clave del éxito. Según él, las personas pueden atraer lo que desean usando la mente subconsciente, si lo creen y se enfocan en ello lo suficiente.
Piense y hágase rico dice: “La POBREZA es atraída por quienes tienen una mente que la favorece, así como el dinero es atraído por quienes deliberadamente han preparado su mente para atraerlo” (edición ebook, p. 153).
Norman Vincent Peale, un pastor estadounidense, escribió El poder del pensamiento positivo en 1952. Si bien Peale usó una terminología más bíblica, su filosofía era similar. Sincretizó muchos de los elementos místicos con conceptos religiosos como la oración. Ésta es una cita de su libro: “El poder de la oración es una manifestación de energía” (p. 57) y “el cerebro humano puede enviar energía por medio de pensamientos y oraciones” (p. 71). Además, el autor anima a sus lectores a verbalizar escrituras motivacionales repetidamente como afirmaciones para recibir poder (p. 22).
Deepak Chopra, Oprah Winfrey y Tony Robbins son algunos de los propulsores modernos del concepto. Y, como lo hizo Norman Vincent Peale en los cincuenta, Joel Osteen recientemente sincretizó esta idea con términos cristianos en libros como El poder del yo soy y The Abundance Mind-Set [La mentalidad de la abundancia].
El error principal de la ley de la atracción
La ley de la atracción enseña que la mente emite energías que atraen los poderes del universo. Esta idea es ajena a la Biblia.
Es verdad que la mente humana tiene capacidades impresionantes gracias al espíritu en el hombre (1 Corintios 2:11). Estas habilidades incluyen el intelecto, la creatividad y la planificación. Sin embargo, el espíritu en el hombre no le permite a nuestra mente transmitir energía al universo.
Según la Biblia, la capacidad de hacer que las cosas sucedan con sólo pensarlo está reservada para el mundo espiritual. Por medio de su Espíritu Santo, Dios puede proyectar su voluntad hacia todo el universo (Salmos 33:9; 139:7). Y Satanás puede proyectar pensamientos y actitudes pecaminosos por el aire (Efesios 2:2). Pero los humanos no tenemos ese poder.
Las ideas de que la mente puede extenderse místicamente fuera del cuerpo son ficciones ideadas humanamente en el intento del hombre de alcanzar los poderes del espíritu real.
¿Cómo la ley de la atracción contradice la Biblia?
Cuando analizamos esta idea a la luz de las Escrituras, encontramos varios aspectos que no encajan:
1. La ley de la atracción le atribuye poderes divinos al universo. La idea de que la energía de nuestra mente atrae consecuencias positivas o negativas del universo implica que el universo tiene el poder para bendecir o maldecir. Esto es lo mismo que atribuirle al universo físico los poderes de Dios (vea Romanos 1:25). Los cristianos buscan bendiciones de Dios, no del universo (Isaías 41:10; 2 Corintios 9:8; Santiago 1:17).
2. La ley de la atracción se basa en pensamientos y emociones, no en la justicia. Según la ley de la atracción, nos suceden cosas buenas o malas de acuerdo con nuestros pensamientos y emociones. Sin embargo, la Biblia no promete bendiciones por el solo hecho de pensar de una forma positiva.
Dios espera que vivamos justamente. En lugar de buscar el éxito por medio del pensamiento positivo y sus manifestaciones, deberíamos enfocarnos en agradar a Dios con pensamientos y un comportamiento justo (Salmos 15:1-3; Proverbios 16:7; Miqueas 6:8).
3. La ley de la atracción ignora la voluntad de Dios y las realidades del mundo. Según esta ley, podemos conseguir lo que queramos con sólo pensar de una forma positiva y desearlo. Sin embargo, esto pasa por alto el hecho de que Dios tiene un plan para nosotros, el cual tal vez no incluya todo lo que deseamos. Dios nunca prometió que viviríamos sin dificultades —no hay ninguna cantidad de pensamientos positivos que pueda evitar las pruebas y los fracasos personales (Salmos 34:19; Juan 16:33; Santiago 1:3).
Proverbios 19:21 nos asegura que la voluntad de Dios siempre prevalecerá, sin importar cuán positivamente pensemos acerca de nuestras metas: “Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; mas el consejo [del Eterno] permanecerá”.
4. La ley de la atracción se centra en el yo y promueve la codicia. La ley de la atracción a menudo anima a las personas a enfocarse en sí mismas y sus deseos. Se trata de cómo cada uno puede lograr lo que quiere. Pero la Biblia dice que la codicia egoísta es pecado (Colosenses 3:5).
Dios nos anima a trabajar duro, estar conformes y buscar el bien de los demás. Nuestro deseo de logros y ganancias físicas nunca debería sobrepasar nuestro deseo por el Reino de Dios, la justicia y el servicio a los demás (Mateo 6:33; Romanos 12:13).
Las metas y el positivismo son correctos
No estamos diciendo que tener metas y ser positivos sea incorrecto.
Tener metas claras es esencial para el éxito físico y espiritual. Sin metas, nuestra vida no tendrá rumbo y terminaremos en donde nos lleve el viento de la vida.
La Biblia describe la planificación, o ponerse metas, como un principio del éxito (Proverbios 21:5; 24:27). Las personas diligentes trazan metas en su vida y se planifican para cumplirlas. El beneficio de las metas (grandes y pequeñas) es que nos ayudan a dirigir nuestras decisiones y planes. Las empresas exitosas tienen planes estratégicos para cumplir su misión y objetivos. De la misma manera, las personas deberían tener metas y hacer planes tangibles para cumplirlas.
No existe un secreto místico para alcanzar el éxito en la vida. El éxito físico implica fijar metas, planificar, trabajar diligentemente y usar el ingenio cuando haya problemas. Por supuesto, para los cristianos todo esto debería ocurrir mientras buscamos la ayuda y guía de nuestro Dios creador (Salmos 37:4; Isaías 55:6).
La Biblia también nos anima a pensar de una forma positiva. En Filipenses 4, Pablo nos aconseja evitar la ansiedad y enumera ocho principios del pensamiento espiritual positivo (vv. 6 y 8). Cuando nos quedamos girando alrededor de cosas negativas esto no es bueno para nuestra salud física, mental o espiritual. Sin embargo, la Biblia no nos enseña que nuestro positivismo deba ser artificioso, hasta el punto de ignorar las realidades de la vida en este mundo.
No se trata de ignorar todo lo negativo, lo que la Biblia dice es que toda persona sabia “ve el mal y se esconde” (Proverbios 27:12). Y para poner en práctica ese principio, tenemos que considerar las posibles consecuencias negativas o los problemas que podrían surgir y tomar precauciones para evitarlos.
La principal diferencia entre la Biblia y la ley de la atracción es que la Biblia no le atribuye poderes místicos a las metas o el positivismo. Las metas y el pensamiento espiritual positivo deberían ser parte de una vida enfocada en Dios, no en el misticismo egocéntrico.
La ley de la atracción no es bíblica, y a los cristianos no les debería llamar la atención, ni parecerles atractiva.