La fe y la lealtad pueden ser muy difíciles de desarrollar en un mundo que aplaude a los oportunistas y escépticos. ¿Por qué es tan necesario crecer en este fruto del Espíritu?
La fe es el séptimo aspecto del fruto del Espíritu mencionado en Gálatas 5:22 y básicamente se refiere a la fidelidad que le debemos a Dios y sus enseñanzas, las cuales deberían determinar nuestros pensamientos y acciones.
Enseñanza bíblica sobre la fe y la fidelidad
En la Biblia, la palabra griega traducida como “fe” es pistis, que también puede traducirse como “fidelidad” (Nueva Versión Internacional). De hecho, según Zondervan NIV Bible Commentary [Comentario bíblico de la NVI de Zondervan], su significado en Gálatas 5:22 apunta más hacia el de “confianza o seguridad” (comentario de Gálatas 5:22).
La definición bíblica más clara de pistis se encuentra en Hebreos 11:1: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
La Biblia también nos dice que, como sucedió con Abraham, nuestra fe se desarrolla a medida que comprobamos la fidelidad de Dios a sus promesas y usamos el poder que nos ha dado por medio del Espíritu Santo para obedecerle y acercarnos a Él (Romanos 4:18-22). Ser fiel a Dios implica confiar y creer plenamente en Él y todo lo que promete.
Además, en Hebreos 1 —comúnmente conocido como el “capítulo de la fe”— leemos que “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (v. 3). La fe nos confirma la existencia y amor de nuestro Creador y nos impide creer que la vida humana es producto del azar.
Pero la fe verdadera va mucho más allá de creer en algo; como dice Pablo, es un camino de vida: “por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7).
En Tito 1:9, Pablo también nos enseña que la fe implica lealtad, pues una de las cualidades necesarias en un ministro es ser “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”; es decir, ser leal a las enseñanzas de la palabra de Dios.
En otras palabras, el fruto del Espíritu de la fe implica confiar plenamente en Dios y permanecer fiel a Él y sus doctrinas.
¿Por qué quiere Dios que le demostremos lealtad?
Hoy en día, la lealtad no es una cualidad común. El mundo está lleno de versiones diferentes de cristianismo, todas afirmando que son fieles a Dios y sus doctrinas pero dispuestas a tergiversar la verdad bíblica según lo que más les convenga. Y, a nivel personal, la infidelidad y deslealtad están simplemente fuera de control. Sin duda Cristo sabía lo que decía cuando preguntó si al venir “el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8).
Afortunadamente, Dios no ha dejado de ser fiel a su pueblo ni de esperar fidelidad por parte de ellos. Tal como sucede con todo el fruto del Espíritu, Dios hace su parte y espera reciprocidad.
Lamentaciones 3:22-23 nos recuerda que solo “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”. Lo único que nos pide a cambio es comprometernos con Él a través del bautismo. ¿Seremos tan fieles y leales a Él como Él a nosotros?
Mostrarnos fieles a Dios es la única manera de demostrarle cuánto confiamos en Él y cuán comprometidos estamos con su camino. Como dice Santiago 2:17-20, “la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?”.
Nuestra fidelidad —o falta de ella— inevitablemente influirá en la manera en que amamos a Dios y a otras personas y cuán leales seremos tanto a nuestro Creador como a nuestro prójimo y la sana doctrina.
Buenos ejemplos de fe
Hebreos 11 menciona a Abraham y Sara como ejemplos de fidelidad por sus muchos actos de fe. Abraham se puso en las manos de Dios y dejó su hogar sin saber a dónde iba, habitó en tierra extraña con su esposa y esperó pacientemente en las promesas de Dios. Por su parte, Sara confió en la promesa que Dios le había hecho y recibió fuerza para dar a luz aun siendo de edad muy avanzada. Además, cuando Dios le ordenó a Abraham sacrificar a su único hijo, él estuvo dispuesto a hacerlo porque confiaba plenamente en el poder de Dios para resucitarlo.
Sin importar la época en que vivamos, el ejemplo de fe de Abraham y Sara nos enseña importantes lecciones de compromiso, fidelidad a Dios y la necesidad de actuar por convicción aun cuando la evidencia física indique lo contrario. Aunque su fe no siempre fue perfecta (consulte la siguiente sección), Abraham y Sara supieron poner a Dios primero y Él los bendijo abundantemente.
Dar la espalda a todo lo que Dios no aprueba e ir hacia adelante confiando solo en sus promesas como Abraham lo hizo, es realmente una prueba de fe.
Malos ejemplos
Sin embargo, Abraham y Sara también cometieron errores que debemos evitar. Su historia (Génesis 12 al 24) en realidad fue lo que llamaríamos una “travesía de fe“. Hubo ocasiones en que ambos tuvieron problemas para aceptar lo que Dios les había dicho y confiar en sus promesas. (Pero con el tiempo volvían a afirmar su convicción de que Dios tenía el poder para hacer lo que decía y lo haría.)
Por ejemplo, Abraham, desconfió de la protección de Dios y mintió diciendo que Sara era su hermana en dos ocasiones (Génesis 12:11-20; 20:2-13). Y, no creyendo que podría darle un hijo a Abraham, Sara insistió en usar a su sierva Agar para dar a luz al hijo de la promesa, lo cual generó grandes conflictos y sufrimiento —especialmente cuando nació Isaac, el verdadero hijo de la promesa (Génesis 16:1-15). De hecho, ambos se rieron cuando Dios les dijo que tendrían un hijo (Génesis 17:17; 18:12). A pesar de su fidelidad en líneas generales, es obvio que tenían importantes lecciones de fe que aprender.
A veces, las cosas que Dios nos pide o dice en la Biblia pueden parecernos físicamente imposibles y demasiado difíciles de creer, probablemente porque muchas de ellas (como tener un hijo a la edad de Sara) lo son. Sin embargo, debemos recordar que nada es imposible con la intervención y ayuda de Dios. A Abraham y Sara les faltó fe para creer en esto, pero aun así Dios fue fiel y, eventualmente, ellos también lo fueron.
Autoexamen de fe
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¿Qué tan leal soy a Dios? ¿Es Dios lo primero en mi vida? Si es así, ¿cómo lo demuestro?
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¿Qué me impide ser fiel a Dios y por qué me cuesta confiar en Él?
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¿Me conformo con tener evidencia espiritual o siempre necesito pruebas físicas para creer?
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¿Demuestro fidelidad a Dios en todo lo que hago? ¿Cómo puedo cambiar las cosas en que no?
¿Cómo demostrar nuestra fe?
Sin duda, hacer de un Ser invisible y un libro milenario el centro de nuestra vida requiere de mucha fe. La mejor manera de demostrar nuestra fidelidad a Dios es permitir que su palabra moldee nuestros pensamientos, palabras y acciones.
¿Cómo crecer en fe y fidelidad?
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Haga una lista de las razones por las que cree y, si le falta evidencia espiritual en algún aspecto de su vida, estudie, ore y medite para fortalecer su fe en esa área específica.
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Recuerde y reflexione en la fidelidad de Dios para protegernos y proveernos de lo necesario, perdonar nuestros pecados y mantener sus promesas de vida eterna y la venida de su futuro reino de paz. Su fidelidad puede ser una gran fuente de inspiración para serle fiel.
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Haga de Dios y los demás su prioridad. Puede comenzar por hacer una lista de sus relaciones y compromisos, evaluar objetivamente qué tan fiel ha sido y eliminar de su vida cualquier acción o actitud desleal.
La fidelidad va mucho más allá de estar ahí cuando nos necesitan; ser fiel a Dios implica tener un grado de compromiso y lealtad que desafía al razonamiento humano. Creer en Dios no es difícil, pero sí se requiere de fe para creer en sus enseñanzas de tal forma que esto nos lleve a cambiar nuestra vida.
Aprenda más sobre la fe y la fidelidad en la sección “La fe: creer y agradar a Dios”.