La Unión Europea (UE), que aún está afrontando una ola migratoria sin precedentes, enfrenta otras dos crisis existenciales. La primera es la salida de un miembro fundamental de la UE como lo es Inglaterra. Y la segunda, tiene que encontrar la manera de calmar la fuerte y creciente corriente de nacionalismo, populismo y “democracia liberal” que se expande por Europa central.
Un nuevo líder emerge en occidente
Con Inglaterra casi fuera de la UE, Alemania y Francia quedan como los únicos pesos pesados políticos y económicos del bloque.
No hace mucho, la revista Time coronó a Angela Merkel como la “canciller del mundo libre” y “Señora Europa”. Pero tras su reciente manejo de la crisis de refugiados sirios, su apoyo político se ha desplomado. En el 2017, la canciller obtuvo los peores resultados electorales en su partido desde 1942. Merkel luchó durante meses por formar un gobierno de coalición, pero esto afectó su imagen al punto de que se le llamara “el eslabón más débil de Europa”.
Por otro lado, quien ahora se está convirtiendo en el principal promotor de la UE es un banquero de inversiones de 40 años de edad que se lanzó a la política y contagia a todos con su entusiasmo por el bloque. Emmanuel Macron, el presidente más joven en la historia de Francia, se lanzó al estrellato político como un aventajado emprendedor político, y se acopló con un nuevo partido de centro conformado por los fragmentos de otros partidos en ruinas.
El joven y carismático dirigente emergió victorioso de las elecciones presidenciales en Francia. Su lema para derrotar a la candidata de derecha Marine Le Pen fue que la respuesta a los problemas de inmigración, desempleo y seguridad es más UE, no menos. (Por supuesto, no todos están tan entusiasmados con sus ideales juveniles.)
Llamados a rechazar el nacionalismo
Haciendo un llamado agitador al parlamento europeo, el señor Macron le advirtió a la unión de 28 naciones que “parece haber una guerra civil europea” entre la democracia liberal y el creciente autoritarismo. Además, animó a los líderes del continente a no convertirse en una “generación de sonámbulos” frente a un autoritarismo en aumento.
Pocas semanas después, Macron también exigió una integración más profunda y rápida de la UE hacia un superestado europeo, a la vez que aceptaba el Premio Carlomagno por su trabajo “en servicio de la unificación europea” y su “postura decisiva” en contra del nacionalismo.
Macron animó a Bruselas a avanzar a toda velocidad hacia una mayor unión presupuestaria y la creación de una sola política internacional y estrategia de defensa. También compartió su visión de una Europa de dos velocidades, que les permita a algunos países integrarse rápidamente mientras otros mantienen su statu quo.
El mandatario denunció a los países miembros de la Unión Europea del oriente por su hostilidad a la inmigración e intolerancia ante las críticas por su presunta recaída en el estado de derecho. “La música del nacionalismo suena por toda Europa”, dijo Macron, y tal división “es como la lepra”.
Un nuevo líder en oriente
Pero Emmanuel Macron no es el único líder que está cambiando la política de Europa y amenazando la posición dominante de la canciller alemana Angela Merkel en la UE.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, consolidó recientemente su posición de poder, logrando para su amplio partido Fidesz una tercera victoria consecutiva en las elecciones parlamentarias de Hungría, que se llevaron a cabo en abril del 2018. Incluso antes de este éxito, una editorial del Financial Times afirmó que “ningún líder nacional de la UE reina soberano de la manera en que Viktor Orbán es dueño y señor de Hungría” (octubre del 2017).
Luego de transformarse de un ateo de izquierda a un autócrata populista de derecha, el señor Orbán se ha presentado a sí mismo como un franco guardián de Europa cristiana, protegiéndola del globalista proyecto europeo y la inmigración musulmana. “Debemos defender la cultura cristiana”, declaró el primer ministro”.
Abandonando la democracia al estilo occidental
Las agresivas acciones del señor Orbán para consolidar su poder han llevado a algunos líderes de la UE a llamarlo “el Victador” y “el hombre más peligroso de la UE”.
Según Paul Lendvai en Orbán: Hungary’s Strongman [Orbán: el hombre fuerte de Hungría], el señor Orbán está creando una “democracia estilo Führer”. “No hay un solo político en Budapest o Bruselas”, continúa Lendvai, “que sea capaz de hacerle competencia a Orbán en su cinismo político, sus dotes de orador y su talento para la intriga” (p. 202).
Orbán ha creado lo que llama una “democracia antiliberal” —un sistema político con elecciones libres, pero aparentemente poca consideración por las libertades civiles. Por ejemplo, el mandatario ha cambiado la constitución del país y convertido las instituciones mediáticas públicas en medios partidistas. “Hemos reemplazado”, se jactó, “una democracia liberal en ruinas con una democracia cristiana del siglo XXI”.
Siempre directo, en el 2014 Orbán declaró bruscamente que “los sistemas para limitar el poder del gobierno” son una “invención de Estados Unidos. que, por alguna mediocridad intelectual, Europa ha decidido adoptar”. Con este pensamiento, no es de sorprenderse que Hungría sea descrita como una “media democracia en declive” o una “autocracia blanda”. La ONG estadounidense Freedom House, de hecho, nombró al país como el “menos democrático” de la UE.
Lo extraordinario de todo esto es que, siendo miembro de la UE y la OTAN, Hungría parece desafiar los valores de ambas organizaciones.
Recuerdos del pasado y amargura
Muchos húngaros se sintieron decepcionados con el cambio del comunismo al capitalismo de libre mercado en 1989. En lugar de otorgarles el sentido de autonomía que por tanto tiempo se les había negado, las exigencias de la UE remplazaron rápidamente el dominio ruso.
Aún así, Hungría no es un país particularmente “euroescéptico”. Previo al voto por el Brexit en junio del 2016, las encuestas demostraron que los votantes húngaros, superados sólo por Polonia en todo el bloque, eran los más partidarios de la UE. Sin embargo, el señor Orbán ha usado los profundos descontentos del pueblo y la memoria colectiva de las invasiones por turcos, austriacos y rusos a su favor.
Una puerta hacia el occidente
Tras ganar las elecciones en abril, el disidente primer ministro llamó a la UE a “dejar atrás sus pesadillas ilusorias de un Estados Unidos de Europa”. Continuó diciendo: “Hacia el occidente, tenemos la tierra de cancilleres alemanes de hierro, hacia el oriente, el mundo de pueblos soldados eslavos, y hacia el sur, multitudes masivas de musulmanes. Berlín, Moscú, Estambul —Hungría existe dentro de este espacio y debemos hacer cálculos basados en ello”.
“También conocemos nuestra historia”, dijo Orbán en un discurso en octubre del 2017. “Todos los que querían encontrar cabida en Europa pasaron por esta ruta. Hungría fue el último frente de defensa o, por así decirlo, una puerta hacia el occidente”.
Otro evento que de seguro exacerbará más los ánimos es el centenario del tratado de Trianon en el 2020. Bajo ese tratado, Hungría perdió dos tercios de su territorio y tres millones de húngaros se vieron relegados en países extranjeros después de la Primera Guerra Mundial. Esta humillación nacional ha llenado a generaciones de húngaros de amargura y desconfianza hacia las decisiones que afectan sus fronteras tomadas por extranjeros.
Una “invasión” pone al descubierto la división de Europa
La crisis migratoria en Europa ha expuesto divisiones profundas entre los líderes de la UE de oriente y occidente, y ha dado pie a la reaparición del nacionalismo derechista a lo largo de Europa. Al hablar de esto, la revista alemana de tendencia izquierdista Der Spiegel describió a Viktor Orbán como el “triunfador político de la crisis de refugiados”.
El señor Orbán ha descrito a los refugiados como “invasores musulmanes” e incluso levantó una barrera de alambre de púas de 621 km de largo para limitar el cruce desde los Balcanes. En marzo del 2016, el primer ministro dijo en un discurso: “Al fin, los pueblos europeos, que han estado dormitando en la abundancia y la prosperidad, han comprendido que los principios de vida sobre los que Europa se construyó están en peligro mortal”.
La migración masiva, continuó Orbán, “es una lenta oleada que poco a poco erosiona las costas. Se esconde tras la máscara de una causa humanitaria, pero su verdadera naturaleza es la ocupación del territorio” (citado por Douglas Murray, The Strange Death of Europe [La extraña muerte de Europa], p. 229).
Expandiéndose desde Budapest
En su libro The End of Europe [El fin de Europa], James Kirchick escribe: “en un período notablemente corto, Orbán ha pasado de ser la mofeta de Europa a ser su prodigio, vigorosamente aplaudido por su intransigente postura contra la política migratoria de Angela Merkel… proclamándose a sí mismo como el vocero de quienes exigen una Europa con barreras de alambre de púas”. “El peligro ahora”, agrega Kirchick, “es que el ‘Orbanismo’ está demostrando ser contagioso, especialmente dentro del vecindario postcomunista de Europa central” (p. 64).
Nacionalismo en las encuestas
Un número importante de votantes apoya las críticas del señor Orbán hacia la UE por ser un cuerpo antidemocrático y sobreburocrático, y además defiende el retorno del poder a las capitales nacionales. El partido reinante de Polonia, Ley y Justicia, es casi tan despreciado en Bruselas como el líder húngaro. El partido antiinmigrantes de Austria está ahora en el gobierno, y el partido italiano antiinmigrantes de la Liga está en una buena posición para lograr lo mismo. La Alternativa para Alemania es ahora el tercer partido más grande del país. En Francia, el Frente Nacional llegó a la ronda final de las elecciones presidenciales, y en Suecia, los Demócratas de Suecia de extrema derecha han demostrado tener una fuerza impresionante.
El hecho es que, como afirmó Ivan Krastev en una editorial del periódico The New York Times, Europa central enfrentará “un futuro de mayor integración con Europa occidental, o uno donde Europa central sea cada vez más marginada.
“Es una elección entre Emmanuel Macron y Viktor Orbán… El jurado no sabe qué decisión tomarán los gobiernos”. Según Krastev: “la experiencia del siglo XX de Europa central se puede resumir en el proverbio ‘Si no estás sentado a la mesa, estás en el menú’” (junio del 2017).
La escena política del futuro
Actualmente, la UE pareciera tener más preguntas que respuestas, con la salida de Inglaterra del bloque, crisis financieras en curso, preocupación por la migración y el terrorismo, y la creciente tendencia nacionalista. A pesar de estos graves problemas, la profecía bíblica revela que, dentro de no mucho tiempo, un nuevo sistema surgirá ante el asombro del mundo entero para hacer de Europa una superpotencia (Apocalipsis 13:1-7) que se tomará el escenario mundial durante un breve período.
Las Escrituras muestran que este renovado poder europeo tendrá un liderazgo fuerte (Daniel 11:3-39; Apocalipsis 17:2-3), pero habrá un solo líder que guía al grupo (Daniel 11:20). Y tal como sucede hoy, los poderosos del futuro compartirán sueños de grandeza sin olvidar por completo sus propios intereses, historias y rencores nacionales. En cierta forma, esto podría ayudar a explicar por qué la unión “será en parte fuerte, y en parte frágil” (Daniel 2:42).
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