De la edición Julio/Agosto 2019 de la revista Discernir

Las tecnologías coercitivas de China se propagan

Las dictaduras represivas del mundo están usando tecnologías emergentes para imitar el “sistema de crédito social” de China. ¿Qué dice la profecía acerca de estas tecnologías coercitivas que buscan aplastar la disidencia y modificar el comportamiento?

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Tras la masacre de la Plaza de Tiananmen en 1989, Ronald Reagan declaró que “el Goliat del totalitarismo será derrotado por el David del microchip”. Y, en efecto, gracias a las innovaciones de Silicon Valley, la revolución digital se convirtió en una fuerza liberadora por medio del rápido intercambio de ideas.

Sin embargo, en los últimos años muchos países han estado avanzando en una dirección muy diferente. Aún utilizan la información como una forma de poder, pero un poder concentrado en manos del Estado.

Una calificación para todos

El Partido Comunista de China, obsesionado desde hace tiempo con el control social, elaboró hace cinco años un ambicioso plan para lanzar su sistema de crédito social a nivel nacional. El propósito de este programa es lograr asignar para fines del 2020 a cada uno de los 1.400 millones de ciudadanos chinos una calificación basada en su comportamiento laboral, público y financiero.

Con una capacidad sin precedentes para monitorear, rastrear y vigilar a la población, las autoridades chinas están acumulando lo que podría convertirse en el conjunto de datos más grande del mundo. Reuniendo información proveniente del gobierno y empresas privadas, las autoridades chinas pretenden crear lo que The Economist ha llamado “el primer estado totalitario digital del mundo” (“China Invents the Digital Totalitarian State,” [China Inventa el Estado Totalitario Digital], 17 de diciembre de 2016).

Herramientas para el bien o el mal

Vivimos en un mundo donde la información es cada día más importante. Se espera que, para el 2020, más de 30.000 millones de dispositivos estén conectados al internet. Y una creciente velocidad de los procesos informáticos y la transmisión de datos ha dado paso a numerosos avances tecnológicos, como sistemas de inteligencia artificial, la biometría y algoritmos mejorados. Estos, a su vez, están permitiendo la explotación de lo que se ha denominado “macrodatos”: cantidades inmensas de datos que pueden revelar patrones, tendencias y asociaciones.

Para nosotros los consumidores, la velocidad del intercambio de datos es esencial para manejar desde GPS hasta smartphones y descargas de películas. Pero, por otro lado, los gobiernos autoritarios del mundo ahora tienen la capacidad de explotar estas mismas tecnologías a favor de sus propósitos.

Estamos siendo observados

La ingeniosa tecnología china ha hecho posibles “ciudades inteligentes” como Yinchuan, donde las personas pueden subirse al autobús usando identificación facial, o Hangzhou, donde los datos faciales permiten “sonreír para pagar” en algunos restaurantes de comida rápida.

Pero el objetivo verdadero de estos sortilegios tecnológicos es muy diferente. “El objetivo del gobierno”, dice Maya Wang, investigadora principal de China para Human Rights Watch, “es perfilar cuidadosamente el comportamiento de la población para asegurar que el Partido Comunista Chino mantenga el control indefinido; directamente sacado de una novela orwelliana” (citado en “China Uber-Rates Its Citizens” [China califica a sus ciudadanos], The Telegraph, 6 de mayo del 2019).

Según los expertos, estas nuevas y sofisticadas tecnologías —algunas ya en desarrollo y otras a punto de emerger en la próxima década— harán que los pasados esfuerzos para difundir propaganda y aplastar la disidencia parezcan primitivos. Con el nuevo sistema, será casi imposible oponerse de cualquier manera al gobierno.

Actualmente, China gasta cerca de 200.000 millones de dólares anuales en seguridad nacional, usando como principal herramienta el reconocimiento facial. Este método de identificación fácil, rápido y de bajo costo permite comparar instantáneamente cualquier rostro con una amplia base de datos, y constituye el núcleo del sistema de crédito social de China.

China defiende su innovador sistema insistiendo en que es necesario para erradicar la corrupción y modernizar a una sociedad en gran medida agraria, donde la mayoría de las personas aún no tiene una calificación crediticia.

Puntuación de fiabilidad

Según los funcionarios chinos, implementar este sofisticado sistema de vigilancia —para el año 2020 habrá 626 millones de cámaras en todo el país— les permitirá controlar el comportamiento de la población con una estructura de recompensas y castigos que finalmente calificará la “fiabilidad” de todos los ciudadanos.

Si bien la metodología que se usa para determinar esta “puntuación de fiabilidad” es secreta, algunos ejemplos de infracciones son conducir mal, fumar en zonas de no fumadores, sentarse en un asiento reservado en un tren, comprar demasiados videojuegos y publicar noticias falsas en internet. De hecho, se imponen sanciones por infracciones tan leves como pasear a un perro sin correa y cruzar la calle imprudentemente.

Hoy en día, tener un puntaje de fiabilidad alto ya es requisito para cualquiera que desee obtener la mejor casa, instalar el internet más rápido, llevar a sus hijos a las mejores escuelas o conseguir los trabajos más lucrativos.

Restringidos en todas partes

Por otro lado, este sistema distópico de ostracismo y presión social también está diseñado para evitar la movilidad —social, de clase o por viaje— de todos aquellos que no se comporten como ciudadanos modelo según el gobierno.

Un eslogan común en China es: “Quien viole las reglas en algún lugar, será restringido en todos”. Y efectivamente, hasta fines del 2018, más de 17 millones de viajes en avión y 5,5 millones de viajes en tren de alta velocidad les fueron negados a viajeros que se encontraban en la lista negra del sistema de crédito social.

Los ciudadanos chinos “desacreditados” no solo son restringidos en sus viajes y finanzas. El periódico South China Morning Post menciona algunas de las otras humillaciones que los laolai (marcados) deben enfrentar. Sus parientes y colegas los evitan, son forzados a viajar en trenes lentos especiales, se les impide rentar habitaciones de hotel y, lo que es más extraño, son obligados a usar un tono de llamada especial que los avergüenza cada vez que reciben una llamada en público (“Life as One of China’s 13 Million ‘Deadbeats,’” [La vida como uno de los 13 millones de chinos “irresponsables”], 26 de marzo del 2019).

Según el programa australiano ABC News, otra herramienta para “señalarlos y avergonzarlos” es una aplicación de la plataforma WeChat que genera un mapa gráfico de todos los laolai cercanos al usuario. La aplicación se conoce comúnmente como “Mapa de irresponsables”.

Una guerra con armas diferentes

La región autónoma de Xinjiang en el noroeste de China, con 25 millones de habitantes de los cuales casi la mitad son uigures turcos musulmanes, es un escalofriante ejemplo del sistema de crédito social en su máxima expresión.

“La versión china de la ‘guerra contra el terrorismo’”, asegura The Guardian, “depende menos de drones y ataques militares que del reconocimiento facial y algoritmos de aprendizaje automático. Sus blancos no son extranjeros, sino minorías internas que aparentemente amenazan el poder autoritario del Partido Comunista chino” (“China’s Hi-Tech War on Its Muslim Minority” [La guerra de alta tecnología de China contra su minoría musulmana], 11 de abril del 2019).

En el 2014, tras años de conflicto político, la administración del presidente Xi declaró un estado de emergencia en Xinjiang y lanzó la “Campaña de mano dura”, convirtiendo la región entera en lo que muchos consideran una prisión abierta y un laboratorio de tecnologías de control innovadoras.

Casi de la noche a la mañana, la industria de seguridad en Xinjiang se expandió de algunas pocas firmas privadas a aproximadamente 1.400 empresas. Así, según Foreign Policy, la provincia pasó a ser “un campo de prueba para nuevas tecnologías de vigilancia, lo que hace que este proceso sea más barato y eficiente para el Estado” (“U.S. Firms Are Helping Build China’s Orwellian State” [Empresas estadounidenses ayudan a construir el Estado orwelliano chino],19 de marzo del 2019).

Observar, filtrar, arrestar

Según Human Rights Watch, un programa coercitivo llamado “Exámenes físicos para todos” les permitió a las autoridades obtener una inmensa cantidad de información biométrica, incluyendo muestras de ADN, imágenes de irises, e incluso muestras de voz de todos los residentes de entre 12 y 65 años. Además, se recopilaron firmas faciales de alta definición escaneando a las personas desde diferentes ángulos y con diferentes expresiones.

Los uigures fueron obligados a instalar “aplicaciones niñera” que monitorean todo lo que dicen, leen y escriben, al igual que todos sus contactos. Los datos obtenidos de sus smartphones son instantáneamente analizados en una “plataforma integrada de operaciones” para buscar patrones sospechosos. Esta plataforma reúne en tiempo real todos los detalles y la información recopilados a través de una incesante vigilancia por cámara, puntos de verificación biométrica y aparatos electrónicos.

Mientras la “plataforma integrada de operaciones” “aprende” constantemente de los uigures que observa, también señala cualquier clase de transgresión menor, como palabras religiosas, oraciones, instrucciones a los hijos de que no se junten con los vecinos, usar más electricidad de lo “normal”, usar el idioma mandarín con desgano o faltar a una ceremonia nacionalista de izada de bandera.

La cantidad de información recopilada con estas herramientas y analizada con procesos de inteligencia artificial cada vez más poderosos se traduce en un control casi absoluto y muy poca libertad. Cualquier intento de los uigures por entrar en una institución pública, como hospitales, bancos, parques o centros comerciales, o de traspasar el límite de su comisaría local, inmediatamente genera una alerta que es enviada a la policía.

La intrusión en la vida cotidiana de los uigures es tan extendida que, según el columnista del New York Times James Millward, “cuando compran un cuchillo de cocina, su información de ADN queda grabada en el filo como un código QR” (“What It’s Like to Live in a Surveillance State” [Cómo es vivir en un estado que lo vigila a uno], 3 de febrero del 2018).

Comportamiento modificado a la fuerza

“Debido a las severas medidas”, dice The Guardian, “las autoridades han visto una disminución significativa del credo islámico y la resistencia política en la vida social de los uigures. Los oficiales chinos están orgullosos del fervor con que los uigures aprenden el ‘idioma común’ del país, abandonan las festividades islámicas y acogen los valores culturales Han. Desde su perspectiva, la implementación del nuevo sistema de seguridad ha sido un éxito rotundo”.

El miedo al estado de vigilancia —cerca de dos millones de uigures han sido llevados a campos— ha multiplicado el poder de la restricción en Xinjiang, ya que la gente sabe que no tiene derecho a la privacidad. Los uigures han “adaptado su comportamiento y, poco a poco, también sus pensamientos al sistema” (11 de abril del 2019).

La ruta de la seda del capitalismo de vigilancia

China pretende convertirse en una potencia de la inteligencia artificial para el 2030. Actualmente, ya les está ofreciendo su tecnología de vigilancia a gobiernos que comparten sus ideologías, en una iniciativa que Sophie Richardson, directora del departamento de China para Human Rights Watch, llama “la Navidad de los regímenes represivos” (citado en CBC Radio, 30 de noviembre del 2018).

En un informe publicado en el 2018, la organización Freedom House acusó a China de reformar “el mundo a su tecno-distópica imagen”. Y según Wall Street Journal, “desde Caracas hasta Pyongyang, los dictadores intentarán explotar el enorme potencial de abuso político inherente en las tecnologías emergentes, así como lo han hecho a lo largo de la historia con la radio, la televisión y el internet” (“The Autocrat’s New Tool Kit” [La nueva caja de herramientas del autócrata], 15 de marzo del 2019).

 A medida que más y más de la infraestructura de telecomunicaciones del mundo se construye en China, la potencia asiática está usando su iniciativa del Cinturón y la Ruta de la seda para expandir su sofisticada tecnología. Y, dado que 60 por ciento de los países mayormente musulmanes en el mundo han pedido ser parte de la iniciativa china, existe un “potencial ilimitado de mercado” para la tecnología de vigilancia que emerge de Xinjiang.

Se vende seguridad

En el 2018, la empresa china de tecnología CloudWalk firmó un contrato con el gobierno prácticamente en bancarrota de Zimbabue para elaborar un programa de reconocimiento facial a nivel nacional y combatir “problemas de seguridad nacional”.

Pero China y sus clientes de tecnología de vigilancia son sólo el comienzo. Otras empresas y países también están desarrollando y usando métodos de identificación y rastreo sofisticados. Los escenarios distópicos se vuelven cada día más y más reales.”El gobierno egipcio tiene planes de mudarse desde el Cairo a una nueva ciudad que, según los oficiales, tendrá “cámaras y sensores” en todos lados, con “un centro de control para monitorear a toda la ciudad” (“The Autocrat’s New Tool Kit”, [La nueva caja de herramientas del autócrata], The Wall Street Journal, 15 de marzo, 2019).

Pakistán tiene planes de construir “ciudades inteligentes” con tecnología de vigilancia extendida e integrada directamente en su infraestructura. Y oficiales de Kenia y Argentina también están pensando en la posibilidad de adquirir sistemas chinos de IA y reconocimiento facial avanzados.

Mientras tanto, Rusia lleva la delantera con 5.000 cámaras ya instaladas que usan el reconocimiento facial para acceder a bases de datos de pasaportes, expedientes policiales y las redes sociales.

Pero China y sus clientes de tecnología de vigilancia son sólo el comienzo. Otras empresas y países también están desarrollando y usando métodos de identificación y rastreo sofisticados. Los escenarios distópicos se vuelven cada día más y más reales.

El control político en la profecía

La Biblia profetiza un tiempo futuro, antes de que Cristo regrese a nuestra conmocionada Tierra, cuando una superpotencia se levantará en Europa. Será una resurrección del Imperio Romano, y una maravilla política, militar y económica que sin duda tendrá todo el poder tecnológico para exigir lealtad y adoración incondicionales tanto al sistema como a sus líderes (Apocalipsis 13:7-8).

La Biblia describe a esta potencia como una bestia feroz que inspirará terror. Muchos se preguntarán “¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” (v. 4). Sus autoridades ejercerán un inmenso poder económico, controlando incluso la capacidad de las personas para hacer transacciones (vv. 15-18).

Pero, como todos los gobiernos humanos, este gobierno está destinado a desaparecer. Intentará hacer guerra contra Jesucristo cuando regrese, y así será vencido definitivamente.

Entonces, Cristo establecerá un nuevo gobierno que no necesitará de la biométrica, un sistema de crédito social o la vigilancia de un estado policial. No habrá temor de un golpe de estado o de perder el poder (Daniel 2:44; 7:13-14; Apocalipsis 11:15).

Los algoritmos y el reconocimiento facial no determinarán la fiabilidad de las personas en el futuro gobierno de Dios. Dios mirará los corazones (1 Samuel 16:7; Hechos 13:22) y juzgará con justicia y misericordia (Isaías 16:5).

Cuando Cristo regrese, nos enseñará cómo debe ser un gobierno justo con su ejemplo (Isaías 2:2-4; Salmos 119:165). El profeta Isaías describe una inspiradora imagen de ese futuro gobierno diciendo: “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite”, porque Dios lo “[confirmará] en juicio y en justicia” (Isaías 9:6-7).

La Biblia también dice que “Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime” (Proverbios 29:2).

El futuro Rey de reyes, Jesucristo, les advirtió a sus discípulos acerca de las fallas de los gobiernos humanos diciendo: “los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad” (Marcos 10:42).

Los gobernadores del tiempo de Cristo, como muchos hoy, no podían resistir su deseo de dominar, manipular y controlar a sus súbditos. Por eso la Biblia también dice: “No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación” (Salmos 146:3).

¡Afortunadamente hay un gobierno justo por venir! Pero hasta que ese día llegue, debemos poner nuestra confianza en Dios.

Estudie más acerca de las advertencias bíblicas para los tiempos del fin en nuestro folleto gratuito El libro de Apocalipsis: La tormenta antes de la calma. Y lea más acerca del utópico gobierno que Dios establecerá en: El Misterio del Reino

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