De la edición Mayo/Junio 2018 de la revista Discernir

Juegos de paz y preparaciones para la guerra

Con los Juegos Olímpicos “de paz” del 2018, ¿regresará la crisis con Corea a un estancamiento de política nuclear o dará un giro hacia nociones más acogedoras de reunificación y desnuclearización? ¿Habrá paz en nuestro tiempo en la península coreana?

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En el período previo a los Juegos Olímpicos, el dictador norcoreano Kim Jong-un, beligerantemente afirmó que tenía “el botón nuclear” en su escritorio, reforzando la tensión que ya existía.

En los últimos dos años, Corea del Norte ha lanzado cerca de dos docenas de misiles y ha realizado tres pruebas nucleares, con la meta específica de desarrollar un misil nuclear armado que pueda impactar el territorio de Estados Unidos.

En respuesta a esto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se burló de Kim, llamándolo “pequeño hombre cohete” y le prometió que llovería “fuego y furia” y “destruiría totalmente Corea del Norte” si se atrevía a amenazar a Estados Unidos con armas nucleares.

Diplomacia armada

La última vez que Corea del Sur fue el anfitrión de los Juegos Olímpicos, en el verano de 1988, a sus vecinos del norte no se les permitió ser los coanfitriones. El Norte, en una retaliación llena de resentimiento, trató de amedrentar al mundo al detonar una bomba en un avión de pasajeros surcoreano, y las 115 personas que iban a bordo murieron.

Ahora, tres décadas después, en un hábil cambio de tácticas diplomáticas, el Norte lanzó una ofensiva olímpica amable, con lo que logró debilitar el respaldo internacional de la estrategia del presidente Trump de ajustar aún más las sanciones económicas y el aislamiento diplomático.

Dos países, un equipo

Una ráfaga de acuerdos de último minuto hizo posible que los atletas de las dos Coreas compitieran bajo un estandarte coreano combinado. Compitiendo por la medalla de oro en diplomacia, Kim Jong-un desplegó en los juegos a su poderosa y solitaria hermana menor, Kim Yo-jong, para que posara en las fotos con el presidente surcoreano y lo invitara a una cumbre en Pyongyang.

Armas o alimentos

Corea del Norte está situada en el corazón de la región económica más vibrante en el mundo. En su frontera tiene a la segunda economía más grande del mundo (China): Japón, la tercera economía más grande, está atravesando el mar, y la decimoquinta economía del mundo está al sur (Corea del Sur).

A pesar de esto, Corea del Norte sigue siendo pobre, atrasada, en el anacronismo herméticamente cerrado de la Guerra Fría que mantiene un ejército de un millón de hombres y se aferra a sus armas nucleares como su más grande logro y una clave para su supervivencia a largo plazo.

Tristemente, como un reciente titular del Newsweek lo define francamente: “La Corea del Norte de Kim Jong-un está matando de hambre a su pueblo con el fin de pagar por el armamento nuclear”. Corea del Norte es una de las pocas naciones industrializadas en la historia que ha sufrido una hambruna que mató a cerca de 10 por ciento de la población a finales de 1990. El estremecedor efecto de la malnutrición será evidente por generaciones: el niño promedio de siete años en Corea del Norte es 20 centímetros más bajo y 10 kilos más delgado que su equivalente en Corea del Sur.

Sorprendentes avances nucleares

Apoyado en décadas de pruebas, Corea del Norte logró sobrecogedores desarrollos tecnológicos el año pasado, acelerando dramáticamente los rangos de los misiles balísticos e incrementando el campo de las armas nucleares. El Instituto de Estados Unidos-Corea de la Universidad de Johns Hopkins ha estimado que Pyongyang tendrá suficiente material como para por lo menos 100 armas nucleares al final de esta década.

Cada intento diplomático previo por detener el programa nuclear de Corea del Norte ha fallado. Como anota el Wall Street Journal del 7 de marzo de 2018: “el patrón de compromiso con Corea del Norte a largo plazo es éste: empuja militarmente, hace una pausa, habla, cosecha algunas recompensas económicas del mundo exterior por las conversaciones, consolida sus ganancias y luego reanuda”.

Tres generaciones de  juche

Corea del Norte es regido por una dinastía solitaria y opaca desarrollada en el culto a la personalidad. Las tres generaciones sucesivas de Kim comenzaron con Kim Il-sung, quien nominalmente creció en un hogar cristiano. Después de guiar a las fuerzas de la guerrilla contra los japoneses en la Segunda Guerra Mundial, fue instalado como un líder comunista de Corea del Norte por el líder soviético Joseph Stalin.

Kim luego quemó más de dos mil templos budistas e iglesias cristianas e incineró a más de cien mil cristianos.

Según el experto en Corea, Víctor Cha: “Kim estaba reemplazando a Dios mismo en las mentes de los norcoreanos. Al destruir a otros, él se hizo a sí mismo el creador de todo lo material y espiritual en el Estado de Corea del Norte. Nada existió antes de él. La propaganda del Estado a partir de entonces se refirió a Kim como superior a Cristo en amor, a Buda en benevolencia, a Confucio en virtud y a Mahoma en justicia” (The Impossible State [El Estado imposible], 2013; p. 73).

El gran líder causó su impacto más perdurable al introducir una ideología radical de autoconfianza socialista o juche, en coreano, que promovía la independencia política, autosuficiencia económica y autonomía militar —tal como el programa nuclear de Corea del Norte.

¿Es la meta la paz?

En el 2017, Nicolas Eberstadt advirtió al Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos: “Junto a esta variación notoria de la adoración del emperador, ‘el pensamiento juche’ además proclama una visión de la historia esencialmente mesiánica y racista que no pide disculpas; una en la cual el pueblo coreano que ha sufrido tan largamente el abuso, finalmente asume su lugar correcto en el universo, al ponerse en pie contra las razas extranjeras [comenzando con Japón y América] que los han oprimido por tanto tiempo, para que al fin se vuelva a reunir toda la península coreana bajo un estado socialista independiente”.

Continúa diciendo Eberstadt: “El verdadero liderazgo que existe en Corea del Norte (opuesto a la versión imaginaria con la que algunos occidentales querrían negociar) nunca va a renunciar voluntariamente a la opción nuclear. Nunca. Consentir en la desnuclearización sería el equivalente a abandonar la sagrada misión de unificar a Corea” (To Neutralize the North Korean Threat, America Must First Understand the North Korean Regime [Para neutralizar la amenaza norcoreana, Norteamérica debe primero entender el régimen norcoreano], National Review, 11 septiembre de 2017).

La amenaza a la región entera es alarmante. El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, declaró que “una Corea del Norte armada nuclearmente es absolutamente inaceptable”. El almirante Harry Harris, el oficial militar más alto de Estados Unidos en Asia-Pacífico, le dijo a la audiencia en Singapur que Kim no era sólo “un dictador temerario”, sino que además advirtió que: “combinar las cabezas nucleares con misiles balísticos en manos de un líder volátil… es la receta para el desastre” (Colin Kahl, Foreign Policy, The United States Should Resolve to Avoid War With North Korea in 2018 [Estados Unidos debería tomar la resolución de evitar la guerra con Corea del Norte en 2018], 27 de diciembre de 2017).

Gulag de la mente

El reino llamado ermitaño es además un estado de prisión sofocante, que prohíbe estrictamente la crítica doméstica más pequeña. La población de 25 millones es esclava no sólo en acción sino también en pensamiento. Un informe del 2014 de una comisión especial de las Naciones Unidas en derechos humanos en Corea del Norte, halló que “había una negación casi completa del derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión”. Esta comisión encontró que el régimen lleva a cabo crímenes contra la humanidad en una escala tal “que no tiene ningún paralelo en el mundo contemporáneo”.

Aprendiendo la guerra cada día

El orwelliano control total del pensamiento se extiende a todo aspecto de la vida. Más de 40 películas son producidas cada año por estudios estatales en las que se describe la grandeza de la familia de Kim y el horror del mundo de afuera.

Según Cha: “33 por ciento del currículum de la escuela está dedicado al culto de la personalidad de Kim… A los niños se les enseña que Kim les ha dado sus vestidos, juguetes, libros y a amar a Kim más de lo que aman a sus padres. Se les enseña que ellos pueden vivir sin sus padres, pero no pueden vivir sin el amor y una eterna lealtad a Kim Il-sung” (The Impossible State [El Estado imposible], p. 165).

Los niños norcoreanos en edad escolar aprenden conjugaciones gramaticales del pasado, presente y futuro recitando: “matamos norteamericanos”, “estamos matando norteamericanos”, “mataremos norteamericanos” (p. 7). Saturados con propaganda del Estado, casi nueve de cada diez desertores —aquellos que están tan desilusionados con su país que arriesgan su vida para escapar— se siguen identificando como norcoreanos y no como coreanos o surcoreanos. El lavado del cerebro es tan profundo que 75 por ciento de ellos afirman que siguen experimentando un profundo afecto por la dinastía Kim” (p. 10).

Prisioneros en un estado-prisión

Si la vida diaria es dura más allá de toda medida, aquellos sentenciados a la reeducación en uno de los campos brutales de concentración o kwalliso, viven en unas condiciones que “son peores que la muerte”, según un antiguo guardia (p. 170). Se estima que hay más de 200.000 prisioneros políticos en este sistema gulag actual, pero se cree que otro millón de personas ya han perecido (p. 172).

A muchos jamás se les dice por qué han sido arrestados, pero si los retratos obligatorios de Kim Il-sung y Kim Jong-il no están bien sacudidos o están mal colgados, o si una persona es sorprendida silbando o cantando una canción surcoreana, o se está quejando por la falta de mercancía en un almacén del gobierno, la prisión es lo que le espera (pp. 170-171).

Una causa común para ir a prisión es tener un pariente desertor. Con frecuencia el castigo se extiende hasta por tres generaciones después de una deserción (p. 175). Muchos nacen en campos de concentración y allí morirán.

Un mundo cautivo

Virtualmente toda la población de Corea del Norte está prisionera de un régimen tirano, sin acceso a mucha parte del mundo que la rodea.

La Palabra inspirada de Dios nos muestra un cuadro sorprendente que abarca una perspectiva más grande —que toda la humanidad ha sido engañada (Apocalipsis 12:9) por el gobernante de esta era actual, Satanás el diablo (2 Corintios 4:4). La humanidad ha sido tomada cautiva y cegada por los engaños hasta llegar a amar su cautiverio. La humanidad ha sido cortada del acceso y no conoce al Dios Creador. Como resultado de esto, los gobiernos de la humanidad no pueden trabajar juntos, evitar la guerra y encontrar la paz (Santiago 4:1-2; Romanos 3:16-17).

El evangelio —que significa buenas noticias— que encontramos en las páginas de la Biblia nos muestra que la liberación de ese engaño, descontento, sufrimiento y muerte se está aproximando rápidamente a medida que Jesucristo se prepara para regresar a la Tierra (Apocalipsis 19:15; 20:1-3). Él abolirá a los demagogos, dictadores y revolucionarios y establecerá la paz verdadera (Isaías 2:4; Salmos 22:27-28). D

Si desea aprender más, puede descargar su copia gratuita de nuestro folleto: El libro de Apocalipsis: la tormenta antes de la calma.

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