El miedo que inspira la influencia rusa les ha cambiado la cara no sólo a los medios, si no también a alianzas geopolíticas, al concepto tradicional de guerra y al futuro de Europa. ¿A dónde nos llevará esto?
El alcance de la influencia rusa en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en el 2016 sigue alimentando un debate hiperpartidista que esconde un problema mayor: desde hace más de una década, el Kremlin ha estado expandiendo su influencia en Europa a través de modernas estrategias.
Rusia y la historia de Europa
En el pasado, “a menudo Rusia fue una amenaza [para Europa], dada su gran población y territorio y sus abundantes recursos naturales. También ha sido más autocrática y volátil que muchos de sus vulnerables vecinos europeos”, explica el historiador Victor Davis Hanson.
Los rusos han intentado expandir su influencia en el Occidente ya desde el tiempo de los zares; y desde que la Unión Soviética se disolvió, el Kremlin ha permanecido a la defensiva.
A los ojos de Moscú, el Occidente sólo tomó la delantera en los noventa gracias a la debilidad económica rusa, al avance de los movimientos democráticos y al gradual encierro militar de Rusia. A partir de entonces los rusos se volcaron a tácticas de guerrilla disfrazadas bajo una fachada de negación para contrarrestar la preeminencia de Occidente y cumplir sus metas de fracturar la unión europeo-americana, destruir la Unión Europea y restaurar la influencia de Rusia a nivel mundial.
El plan maestro de Putin
El presidente ruso, Vladimir Putin, “sigue obsesionado con su objetivo final”, dice Douglas Schoen, autor de Putin’s Master Plan [El plan maestro de Putin]. Sigue buscando “la hegemonía rusa en Europa, pero no al estilo de la Guerra Fría. Él no intenta crear un megaestado soviético en el continente europeo centrado en Moscú. Tampoco busca una formalización de la supremacía rusa tipo Pacto de Varsovia. Lo que Putin quiere ahora es castrar a Europa en el ámbito político. Quiere que los europeos se preocupen sólo de su comercio y comodidad para que así los intereses rusos impuestos a la fuerza dominen el destino político del continente” (p. xiii).
El resultado de esta nueva forma de intromisión rusa es que “tras casi un cuarto de siglo después del colapso de la Unión Soviética, el Occidente hoy enfrenta una mayor amenaza por parte del Oriente que en cualquier otro momento de la Guerra Fría” (The Economist).
La guerra moderna golpea a Occidente
Hoy en día la guerra se está redefiniendo como más que un concurso de armas y pólvora. Valeri Guerásimov, actual jefe de Estado Mayor de Rusia, y quien predijo que la guerra informática sería el foco principal de una nueva doctrina militar llamada “guerra híbrida” o “guerra de la nueva generación”, afirma que las “diferencias entre la guerra y la paz se están volviendo borrosas en el siglo XXI”.
“Las guerras ya no se declaran”, continúa Guerásimov, “simplemente se empiezan, y ya no se rigen según los modelos conocidos” (Spiegel Online).
En un artículo ahora famoso que fue publicado en el 2013, el jefe del Estado Mayor dijo además que “Un país antes estable puede llegar a convertirse en un crudo campo de batalla de conflictos armados y víctima de la intervención extranjera. Un estado podría descender al caos, catástrofes humanitarias y guerra civil sólo como resultado de medidas políticas, económicas, informativas, humanitarias y otros recursos no militares”.
La guía del Kremlin para una guerra sin guerra
Los gobiernos europeos no están cegados a la situación; pero por miedo a las posibles repercusiones, sus respuestas políticas han sido más bien anémicas. “Rusia se ha valido de soldados encubiertos, fuerzas especiales disfrazadas, intimidación y propaganda”, reconoció el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en el seminario de esta organización de marzo del 2015, “todo para crear una densa nube de confusión y esconder su verdadero propósito… para intentar la negación”.
“Lo que Putin está librando ahora es una guerra sin guerra —con todos los medios y objetivos de la guerra, pero ninguno de sus costos o formas tradicionales de batalla. Mientras el Occidente siga condescendiendo y permanezca confundido y tímido, Putin seguirá escalando victoria tras victoria… Armado con la certeza de que el Occidente evitará la confrontación abierta, el líder ruso no necesita de una guerra para alcanzar sus objetivos. Todo lo que necesita es aplicar presión constante, crear conflicto y hacer algunas jugadas osadas para intimidar a Washington y a Europa hacia la retirada” (Putin’s Master Plan [El plan maestro de Putin], pp. 45, 57).
Esta moderna forma de “guerra híbrida” combina los elementos de ciberataques desestabilizadores —diseñados para retardar las respuestas estratégicas del enemigo— con oleadas de propaganda que buscan dominar o simplemente confundir la opinión pública. Además, la guerra híbrida rusa también incluye políticas energéticas coercitivas.
Energía y estrangulamiento económico
Europa, el mayor importador de energía del mundo, es adicta a la energía rusa. La Unión Europea recibe un tercio de su gas natural y petróleo de Rusia y su dependencia sólo sigue aumentando.
Putin, por su lado, obviamente comprende el beneficio de estar del lado correcto de la tubería, y usa las “petrozanahorias” o “petrovaras” (como algunas analistas las llaman) como segundo mayor exportador de petróleo y gas del mundo para hacer acuerdos financieros “románticos” con sus aliados, o bien, amenazar a sus adversarios hasta la sumisión.
Putin ya ha dejado países enteros sin energía en el pasado, como lo hizo con Ucrania a mediados del año 2000, y pocos dudan de que vuelva a “militarizar” el suministro energético en el futuro —especialmente considerando la gran capacidad de Rusia para desestabilizar la economía del continente europeo.
El arsenal de la guerra informática
Además, Putin —un ex agente del KGB soviético que rara vez usa una computadora y en cierta ocasión llamó al internet “proyecto de la CIA”— ha desplegado una guerra informática a la par de la guerra convencional con una efectividad devastadora. Como dijo el recientemente retirado comandante supremo de la OTAN, Philip Breedlove, Rusia está librando “la guerra informática relámpago más impresionante que se haya visto”.
Su invasión de Ucrania en el 2014, por ejemplo, comenzó con un ataque convencional por tierra, pero también estuvo acompañado de un ciberataque sostenido. En sólo dos meses, más de 6.500 intromisiones devastadoras inmovilizaron tropas, desconcertaron a la gente y degradaron sistemáticamente casi todos los sectores públicos, privados y económicos del país. “‘No hay un solo lugar de Ucrania donde no haya habido un ataque’, [dijo] Kenneth Geers, un embajador de la OTAN que se especializa en la ciberseguridad” (Wired).
Más preocupante aún es que muchos expertos en ciberseguridad global creen que Rusia está usando a Ucrania como un campo de prueba para futuros ciberataques.
“Ésta es una forma completamente nueva de librar una guerra”, asegura un ex general del KGB. “Es como la invención de los aviones o submarinos. De pronto puedes atacar al enemigo desde una dirección absolutamente nueva e inesperada… Ésa es la esencia de la guerra: la sorpresa constante” (Newsweek).
Y como orgullosamente explicara el ex-comandante en jefe ruso Yuri Baluyevsky, una victoria en la guerra informática “puede llegar a ser mucho más importante que una victoria en un conflicto militar tradicional, porque no derrama sangre, pero su impacto es abrumador y puede incluso paralizar todas las estructuras de poder del enemigo” (BBC).
La advertencia más dramática de este peligro probablemente ha sido la del Secretario de Defensa de Estados Unidos, Leon Panetta, quien en el 2012 dijo en un discurso: “un ciberataque perpetrado por un país enemigo o extremistas violentos puede ser tan destructivo como el ataque terrorista del 11 de septiembre”. Un ataque generalizado de infraestructura, continuó Panetta, “causaría destrucción física y pérdidas humanas, paralizaría y sacudiría a la nación, y generaría una profunda sensación de vulnerabilidad”.
Sembrando caos y confusión
Según James Kirchick, autor de The End of Europe [El fin de Europa], lo que Moscú busca es “sembrar confusión y derrotismo en Occidente contradiciendo sus narrativas y derribando la noción misma de la verdad objetiva” (p. 216). Desafortunadamente, la interferencia política de Rusia ha logrado extenderse rápido y a bajo costo, gracias al internet y las redes sociales.
El mensaje del Kremlin se multiplica a través de “fábricas de trols” en línea, donde cientos de jóvenes trabajan día y noche. Y las agencias de seguridad europeas han advertido desde hace tiempo que el objetivo de crear el canal televisivo RT —antes Russia Today [Rusia hoy]— es atacar la opinión pública de los países de la Unión Europea difundiendo la visión rusa a través de noticias y videos en línea traducidos a varios idiomas.
Cuando Putin fundó RT, dijo que su misión era muy clara: “romper el monopolio anglosajón de las transmisiones de información a nivel global” (The Atlantic). Hoy en día, el noticiero sigue expandiendo significativamente su programación y, según la revista Adweek, se convirtió en el primer canal de YouTube con mil millones de visitas en tiempo real.
Rusia además acaba de lanzar Sputnik como un nuevo esfuerzo en comunicaciones enfocado en la radio y el internet. Este nuevo noticiero se conoce por “decir lo no dicho” y busca persuadir al público con un bombardeo informativo de teorías conspirativas e histeria antioccidental.
Alemania en el blanco
El principal objetivo geopolítico de Rusia, dice Douglas Schoen, es “convertirse en una opción tan atractiva que Alemania prefiera su relación económica con Rusia a su relación política con Estados Unidos” (Putin’s Master Plan [El plan maestro de Putin], p. 22).
La actual crisis de refugiados, la continua actividad terrorista y el aparente recorte económico de los Estados Unidos son todas situaciones ideales para que Moscú suscite resentimientos y divida a la sociedad alemana.
Además, el jefe de inteligencia interna de Alemania, Hans-Georg Maassen, dijo que los ciberataques rusos al Parlamento alemán tenían el objetivo de “generar información que pudiera usarse para desinformar o influenciar operaciones”, y tal vez intervenir o deslegitimizar las elecciones del país, donde la canciller Ángela Merkel se postulará a reelección como una fiel partidaria de la OTAN y la Unión Europea (Reuters).
¿Cómo responderá Europa?
Décadas de paz han adormecido a Europa Occidental en la complacencia. Como resultado, el continente se ha mostrado tímido para romper su adicción a la energía rusa y enfrentar la creciente amenaza rusa.
Incluso miembros de la OTAN que antes fueron hostiles hacia la Unión Soviética, ahora actúan diferente con la Rusia de Putin. Y, sin duda, algunos tienen relaciones más amistosas con Moscú que con Washington, Londres o Bruselas.
“Putin es un maestro de la manipulación”, dice Guy Verhofstadt, ex primer ministro de Bélgica y autor de Europe’s Last Chance [La última oportunidad de Europa]. “Comparados con él, los líderes de nuestros veintiocho estados miembros son enanos” (p. 72).
Pero el liderazgo de Europa no siempre estará en manos de enanos políticos. Los miedos europeos de la influencia rusa, de las amenazas a su seguridad y de la militarización de la energía están coincidiendo con una relación cada vez más polémica entre Europa y Estados Unidos, que al parecer está inclinado a echarse para atrás de los compromisos internacionales. Llegado el momento, estas tendencias conducirán a la resurrección de un superpoder europeo, descrito en la Biblia como “la bestia”, que será liderado por una figura carismática que controlará la economía mundial y tendrá un gran poder militar (Apocalipsis 13:1-8).
La Biblia profetiza un tiempo justo antes del regreso de Cristo en que habrá “guerras y rumores de guerras” (Mateo 24:6), lo cual se parece mucho al estado de guerra híbrida, guerra informática, soldados encubiertos, chantaje económico, manipulación de los medios, ataques informáticos relámpago y “guerras sin guerra” que estamos comenzando a vivir en la era moderna.
Pero luego de todo eso, la buena noticia es que Jesucristo regresará para establecer un fundamento de paz durante mil años de un reinado justo (Apocalipsis 20:4-6).
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