Cuatro aspectos para orar por nuestros hijos

Una de las responsabilidades de todo padre cristiano es orar por los hijos. En este artículo presentamos cuatro aspectos a tener en cuenta en nuestras oraciones por ellos.

Todos entendemos el gran regalo que son nuestros hijos. Es una bendición que emana de Dios el que podamos, a través del matrimonio, engendrar hijos y criarlos. Verlos crecer cada día y apreciar la maravillosa perfección de Dios cuando los vemos desde recién nacidos hasta que son grandes, es algo asombroso.

 Cuando los hijos van creciendo y las etapas van pasando, en cada una de ellas aprendemos algo nuevo. Nuestra mente se conecta con sentimientos de protección y de amor profundo hacia ellos. En cada hijo podemos ver una representación del amor de Dios y entendemos mejor el plan que Él está llevando a cabo en nuestras familias.

Dios Padre tiene un plan maravilloso: Él quiere tener una familia y está usando a los matrimonios para ese propósito. Su palabra nos enseña que Él desea bendecir la familia: “Pues derramaré agua para calmar tu sed y para regar tus campos resecos; derramaré mi Espíritu sobre tus descendientes, y mi bendición sobre tus hijos (Isaías 44:3 NTV).

¿Dónde estaríamos si nuestros padres no hubieran orado por nosotros? Cuando oramos por nuestros hijos expresamos que los amamos y estamos preocupados por ellos.

Ser padre implica arrodillarse cada día para orar por cada uno de nuestros hijos. Jesucristo dejó clara la necesidad que todos experimentamos, al decir: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7:7-11).

Dios, como Padre amoroso, está muy preocupado de nosotros, de tal manera que “no quiere que ninguno se pierda, sino que todos procedamos al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Éste es un gran ejemplo de un padre que se interesa por sus hijos.

Tomando en cuenta la importancia que Dios le otorga a la oración diaria y al énfasis que debemos dar a nuestros hijos, en este artículo ofrecemos cuatro puntos para orar por ellos.

1. Orar por la protección física de nuestros hijos

Cuando nuestros hijos son recién nacidos, son una gran preocupación para los padres, especialmente para los padres primerizos. Un bebé en casa revoluciona todo a nuestro derredor. La madre viene a ser una pieza clave en el desarrollo de este nuevo integrante de la familia. Ella necesitará mucho tiempo y mucha dedicación para su hijito pequeño, pero ambos padres debemos orar por los hijos siempre, porque están expuestos a accidentes, enfermedades, contagios, peleas infantiles en sus colegios y mucho más. Ya más grandes, ellos comienzan los desafíos de salir solos al colegio y luego a la universidad. Que conozcan el mundo lleno de peligros es algo que nos preocupa a todos los padres. Por lo tanto, debemos orar a Dios por su protección y cuidado diario.

Dios en su palabra menciona que Él ha puesto ángeles como sus ministradores al servicio de los santos (Salmo 91:11-12). Por lo tanto, debemos pedirle al Creador que envíe ángeles que cuiden de nuestros hijos en sus trayectos y en los lugares de estudio o de trabajo.

Oremos para que Dios aparte a nuestros hijos del mal. En los colegios existe mucho bullying, lo cual es una triste realidad que deben enfrentar nuestros hijos cada día. En algunos países existe gran temor inclusive por enviar a sus hijos a la escuela. Como nunca antes, vivimos en un mundo muy peligroso para todos, pero en especial para los niños.

2. Orar para que Dios cuide la mente de nuestros hijos

En un mundo cada vez más liberal, debemos orar para que Dios cuide la mente de nuestros hijos. No podemos saber todo lo que ellos oyen, lo que leen, ni lo que ven en quienes los pueden influenciar en el colegio o universidad. Sólo Dios puede cuidar su mente.

No existe edad límite para orar por nuestros hijos. Ellos siempre serán nuestros hijos y siempre serán nuestra preocupación.En muchos establecimientos educacionales se adoctrina a los hijos a elegir su sexualidad y acerca de la diversidad en todos los ámbitos. Debemos clamar a Dios que cuide las mentes de nuestros hijos de las influencias y tendencias liberales de este mundo.

Las redes sociales están robando la mente de nuestros hijos. Esto se convierte casi en un secuestro mental de horas junto al teléfono con un contenido nocivo y perverso que puede llevar a nuestros hijos al pecado. Aparte de establecer la disciplina correcta en nuestra casa, debemos pedir a Dios que proteja la mente de nuestros hijos.

Si sus hijos son adolescentes, pídale a Dios que ellos disciernan y apliquen lo que Dios les está enseñando en la Iglesia por medio de su Palabra. Hoy existen muchos engaños intelectuales en las universidades que parecen atractivas para las mentes jóvenes. Existe mucho contenido que sólo busca confundirlos y desviarlos de lo correcto.

Las imágenes y los videos a los que están expuestos diariamente nuestros hijos, deben ser una preocupación para nosotros. Oremos para que ellos tengan ojos limpios y apartados de mal. Oremos para que sus vidas sean guiadas por Dios y que puedan conocer más de la verdad de Dios. Oremos para que ellos puedan vivir conforme a los propósitos eternos.

3. Orar para que nuestros hijos comprendan nuestro amor y disciplina

La palabra de Dios menciona que: “Es verdad que ninguna disciplina en el presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza” (Hebreos 12:11). Esto implica que, lo más probable, nuestros hijos no entenderán cuando los disciplinamos.

Debemos explicarles a nuestros hijos la importancia de la corrección, ya que “Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos” (Hebreos 12:7-8). Dios aplica la disciplina como una medida de corrección y dirección, pero también por amor.

Cada día debemos disciplinarlos apropiadamente y modelar la obediencia en la mente de nuestros hijos. Para nadie es fácil recibir corrección. Por lo tanto, debemos orar para que ellos entiendan el amor detrás de la disciplina impartida por nosotros.

Debemos orar para que nuestros hijos sientan que la corrección tiene un propósito claro: para que les vaya bien. Esto implica que nosotros debemos hacer muy bien esta parte y nuestros hijos deben recibir la disciplina sin rencor. La correcta disciplina implica seguir el consejo de Dios, quien aconseja: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4).

Nuestros hijos están rodeados de toda clase de influencias malévolas que no solamente atentan contra su vida espiritual, sino también la física. Si los hijos son adolescentes, será el tiempo de las ilusiones, los sueños, rebeldías, cambios físicos, definición de alguna profesión y, por supuesto, el tiempo de escoger amistades. La adolescencia es también el tiempo en que más errores se cometen. Oremos para que Dios les dé claridad de mente.

Oremos para que ellos nos escuchen y para que nosotros los escuchemos atentamente. Esta edad resulta particularmente difícil por la comunicación. Dios, como nuestro Padre, nos sugiere que los oigamos: “Ahora pues, hijos, oídme, Y estad atentos a las razones de mi boca” (Proverbios 7:24).

No debemos olvidar que los hijos nacidos en hogares cristianos son el blanco principal del maligno. El enemigo anda alrededor de ellos, perturbando sus vidas de diferentes maneras para sacarlos de la Iglesia y hacerlos que pierdan el enfoque correcto.

4. Orar para que Dios los proteja del pecado

Como mencionamos en el punto número dos, debemos orar para que Dios cuide la mente de nuestros hijos. Sin embargo, existirá una edad en la que los hijos querrán hacer su propia voluntad. Aun cuando ellos decidan mal, pidamos que Dios los proteja y los regrese a su Camino.

Especialmente en su adolescencia, nuestras conversaciones con ellos generarán diferencias, quizás habrá algunas discusiones y serán con palabras incómodas. Puede haber rebeldía en ellos ante permisos no concedidos, amistades no apropiadas, etcétera.

En este presente “mundo malo” el pecado toca a las puertas de cada joven de una forma constante y provocadora. La tentación, junto con sus hormonas y la explosión de sus sentidos, buscarán abrirse paso para satisfacer sus deseos carnales, atrayéndolos al pecado. Por lo tanto, debemos orar para que ellos quieran cuidar su pureza y no se contaminen con pecados que generarán una dependencia emocional difícil de romper.

Debemos orar para que nuestros hijos tengan buenos amigos. El deseo de Dios para todos los jóvenes es que se junten con gente que les entregue edificación y buenas cosas. “El que anda con sabios, sabio será; más el que se junta con necios será quebrantado” (Proverbios 13:20).

Orar por nuestros hijos durante toda su vida

No existe edad límite para orar por nuestros hijos. Ellos siempre serán nuestros hijos y siempre serán nuestra preocupación. Debemos, por lo tanto, acercarnos a Dios nosotros mismos y orar para que ninguno de ellos se pierda y todos procedamos al arrepentimiento. Si lo hacemos así, estaremos ayudando a Dios a llevar muchos hijos a la gloria (Hebreos 2:10).

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Acerca del autor

Álvaro Matamala

Alvaro Matamala

Álvaro Matamala es Ingeniero en Administración de Empresas. Casado con Fabiola Jaufrett Silva. Tiene seis hijos: tres hombres y tres mujeres. Algunos de ellos ya están casados y le han dado, hasta ahora, cinco nietos hermosos.

Llegó a la Iglesia de Dios en el año 1985 e inmediatamente ingresó a los Clubes de Oratoria. Le gusta la lectura y el estudio de diferentes temas relacionados con la historia y la geopolítica internacional.

Álvaro trabajó, por casi 30 años, como gerente en diversas empresas en Santiago de Chile y en los últimos años estableció su propio negocio de publicidad.

Fue ordenado como ministro en el año 2015 y desde el año 2020 trabaja a tiempo completo para la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial en Chile, sirviendo a las congregaciones de Curicó, Talca y San Carlos.

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