Vida, Esperanza y Verdad

Cuatro lecciones vitales de la pandemia

La pandemia de Coronavirus presentó una serie de importantes desafíos a la humanidad en su conjunto, pero también está dejando lecciones vitales que necesitamos comprender.

Este año será inolvidable para todos nosotros. La forma en que esta pandemia cambió nuestras vidas será recordada por generaciones. Apenas despuntaba el año, publicamos en enero nuestro primer artículo sobre el coronavirus, mucho tiempo antes de que el virus llegase profusamente a Europa y luego a América. Por sorprendente que parezca, llegando al final de este año aún estamos lidiando con esta pandemia.

Pasados tantos meses en lo que quizá hemos escuchado decenas de teorías y muchas horas de información, es tiempo de reflexionar en algunas lecciones urgentes que como sociedad necesitamos aprender.

1. No podemos confiar en los gobiernos

Es triste reconocerlo, pero los gobiernos han fallado estrepitosamente en controlar y solucionar los desafíos de la pandemia. A cabalidad se cumplió lo que está escrito: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12).

Algunos optaron por dejar que muchos se contagien y generar la llamada “inmunidad de la manada”. Luego esos mismos gobiernos cambiaron de ángulo y llegaron al extremo del toque de queda. Otros gobiernos optaron por una cuarentena general estricta, que a medida que las semanas pasaron se mostró imposible de sostener y, ante las graves consecuencias económicas que generaba, decidieron abrir la economía aún con cifras de contagios y muertes muy superiores a cuando decidieron cerrar todo. Las opciones que tomaron distintos gobiernos trajeron igualmente resultados que fueron generalmente negativos.

Finalmente parece ser que muchos pueblos, cansados de las idas y vueltas, y sus decisiones contradictorias, decidieron que lo mejor era hacer caso omiso a lo que el gobierno de su país les indicaba. No dudamos de que muchos gobernantes actuaron de buena fe, pero los resultados desordenados de sus acciones fueron generalmente un estrepitoso fracaso.

2. La ciencia no siempre tiene soluciones

Cuando surgió el problema de la propagación de esta nueva cepa de coronavirus, las miradas se volvieron a la ciencia con la esperanza de que pudiese encontrar una cura a la enfermedad que el nuevo virus generaba. Fue así como los infectólogos empezaron a aparecer en cada programa de radio o televisión que se pudiera ver. Sus consejos algunas veces iban en consonancia con las decisiones de la OMS (Organización Mundial de la Salud). Primero dijeron que el tapabocas no debía usarse porque era “inútil”. Repentinamente cambiaron de opinión y dijeron que era lo más importante que podíamos hacer. Las contradicciones de los “expertos” sólo demostraron lo que era un secreto a voces: no sabían cuál era el camino a la solución de la pandemia. La ciencia demostraba su ineficacia y su absoluto fracaso ante la enfermedad. Nuevamente ahora, después de tantos fiascos, se nos promete que las vacunas serán la solución. Quizá lo sea en el corto plazo, pero nuevas pandemias profetizadas en la Biblia (Mateo 24:7) podrían desafiar a la humanidad más pronto de lo que nos imaginamos.

3. La religión no aporta respuestas

Si los políticos y los científicos no brindan soluciones, ¿tendrán entonces los religiosos respuestas para aportarnos? ¿Acaso no son estos líderes que dicen representar a quien se proclamó Hijo de Dios, quienes podrían dar una respuesta y brindar una esperanza certera ante la pandemia?

Tristemente la religión quedó sin respuestas. Los templos y las sinagogas se cerraron, y muchos líderes religiosos enmudecieron.

¿Dio la religión el enfoque correcto a esta pandemia? ¿Pudo encuadrarla en la profecía Bíblica? ¿Habló de su origen en animales inmundos? La triste respuesta es que no supieron hacerlo. ¿No es este suficiente motivo para que usted empiece a dudar si realmente esas religiones representan al Dios de la Biblia?

Ni los gobernantes, ni la ciencia, ni la religión han dado respuesta. Pero, aun así hay buenas noticias… por favor siga leyendo.

4. Necesitamos un cambio global

Tantos meses de “anormalidad” han generado en muchos un deseo intenso de volver a las “viejas épocas”. Si bien es entendible querer volver a cierta “libertad” y volver a socializar con parientes y amigos, también se ha ido generando una conciencia colectiva de que un cambio es necesario. Muchos reconocen que el mundo previo a la pandemia era uno que dejaba mucho que desear. La civilización construida por el hombre por milenios estaba lejos de ser una sociedad con justicia, paz y prosperidad para todos. Entonces, ¿hacia qué “normalidad” queremos volver? ¿A la sociedad humana del racismo, de las guerras mundiales y de la miseria de miles de millones de personas? ¿A la civilización de la competencia feroz y a la corrupción donde sólo importa “trabajar y morir”, sin un propósito trascendental?

Un mensaje de advertencia, ¡y esperanza!

Usted tiene preguntas, y nosotros en Vida, Esperanza y Verdad tenemos respuestas. No porque seamos más inteligentes o capaces que los políticos, los científicos o los religiosos, ¡sino porque el Dios misericordioso es quien revela estas respuestas!

Considere:

  • ¿Quién ha sido capaz de encuadrar esta pandemia en las profecías del tiempo del fin?
  • ¿Quién ha dado las advertencias que este mundo necesita escuchar y lo que nos acarreamos con la desobediencia a las leyes de Dios?
  • ¿Quiénes han sido capaces de explicar con claridad qué sucederá con los miles de muertos del Covid-19 en el futuro?
  • ¿Quiénes le han anunciado el mundo venidero que se aproxima, en el que las necesarias soluciones serán realidad?

En Vida Esperanza y Verdad nos sentimos obligados a mencionar un mensaje de advertencia a este mundo decadente. Es el mismo mensaje de arrepentimiento de los antiguos profetas y que Jesucristo mismo proclamó. ¡Y mostramos soluciones prácticas a esos problemas y cómo la solución final vendrá cuando el Reino de Dios sea establecido en esta Tierra!

Muchos reconocen que el mundo previo a la pandemia era uno que dejaba mucho que desear. La civilización construida por el hombre por milenios estaba lejos de ser una sociedad con justicia, paz y prosperidad para todos. Entonces, ¿hacia qué “normalidad” queremos volver? Dios tiene en marcha un plan maestro de 7.000 años para lograr su propósito con la humanidad. Durante los primeros 6.000 años, nuestro Creador se decidió a adoptar una política de "no intervención". Con la rara excepción de las ocasiones que eran necesarias para su propósito, Dios ha dejado al hombre tal como decidió que quería estar, apartado de su Creador, tomando para sí el conocimiento de lo que es correcto y lo que es incorrecto.

Durante ese tiempo Dios dejó que organicemos nuestra propia sociedad, que tengamos nuestros propios gobiernos, que inventemos nuestras propias religiones. Estos 6.000 años enseñarían a la sociedad humana, por experiencia, que el camino de Satanás, rebelándose contra las leyes de Dios, trae sólo males, sufrimiento, angustia, infelicidad, frustración, violencia, guerra, hambre y muerte. ¡Usted ha sido testigo de todo esto durante la pandemia!

Descubra lo que vendrá

Si la crisis del coronavirus ha impactado su vida, imagine cómo le afectará a usted y a sus seres queridos las profecías que pronto se harán realidad y que dejarán esta pandemia del 2020 como un tibio recuerdo. Usted debe saber que ¡las cosas empeorarán antes que mejoren en forma definitiva!

Usted necesita tener esperanza y comprensión antes de que los eventos futuros comiencen a suceder. Por eso hemos preparado un folleto imprescindible para los tiempos que se avecinan. Se llama Cómo entender la profecía, y no tienen ningún costo para usted. Descárguelo sin compromiso ahora mismo y descubra una nueva perspectiva del plan de Dios y los pasos que usted debe dar antes que sea demasiado tarde (Apocalipsis 22:11).

Acerca del autor

Daniel Campos

Daniel Campos

Daniel Campos nació en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. De adolescente fue un apasionado lector de la publicación predecesora de la actual revista Discernir. Está casado con Norma Navarrete que es bibliotecaria escolar, oriunda de Bahía Blanca, Argentina.

Actualmente se desempeña como diácono y junto a su esposa viven en Buenos Aires, tienen cuatro hijos y pertenecen a la congregación local de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial de esa ciudad.

Daniel se dedicó a la docencia por más de 30 años, siendo maestro de primaria y profesor de Historia y Geografía en enseñanza media y en colegios de adultos para estudios superiores. Ahora está jubilado de la docencia y disfruta más tiempo para dedicarse a lo que lo apasiona.

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