Vida, Esperanza y Verdad

La guerra de las vacunas y el camino de “obtener”

La pandemia que estamos viviendo y el deseo de conseguir las vacunas han demostrado, una vez más, que la codicia, la competencia y el férreo deseo de obtener, a costa de lo que sea, es la forma natural de vivir de los seres humanos. Pero esta forma de pensar no durará para siempre.

En pleno auge de la pandemia algunos empezaron a preguntarse si nuestra civilización humana habría de aprender alguna lección de este gran flagelo mundial. Pensar que seríamos mejores como humanidad, fue la ilusión de muchos. “Tenemos que aprender a vivir mejor, ser más solidarios, cooperar y cuidarnos entre todos”, fue el pensamiento ilusorio de algunos. “Deben dejar de haber países pobres y países ricos. Debe haber cooperación internacional después de la pandemia”, se ilusionaron otros. Pero sólo fueron meros deseos. Ahora que América Latina se inserta con dolor en la llamada “segunda ola” del Covid, algunos aspectos del comportamiento humano han quedado al desnudo.

Cómo comenzó la “guerra de las vacunas”

Hay diversas opiniones respecto a los beneficios y perjuicios de las vacunas. Pero cuando el mundo entró al oscuro mundo de la pandemia, distintos laboratorios farmacéuticos, de países muy diferentes, se lanzaron a experimentar y probar vacunas experimentales. Pronto una mayoría de personas empezó a ver en las vacunas una “esperanza” de poder salir de la crisis económica y el cansancio producido por los aislamientos y la “nueva normalidad”.

Un conjunto de laboratorios empezó a ofrecer vacunas sin el recorrido habitual que las vacunas experimentan, antes de lanzarse en forma masiva a la población. El justificativo de la emergencia sanitaria hizo que diferentes entidades de salud de naciones se apresuraron a aprobarlas “de emergencia”.

Los laboratorios farmacéuticos exigieron leyes, documentos y compromisos formales de que no serían demandados en caso de efectos inesperados o resultados no satisfactorios. Todas estas prerrogativas fueron rápidamente concedidas. Entonces, una “guerra mundial” se desató: la guerra de las vacunas.

Obtener más vacunas

La “guerra de las vacunas” no es una guerra convencional. No se usan armas mortíferas, ni bombas ni misiles. Pero es una guerra real. Cada país inició una carrera contra los demás para obtener el compromiso de los laboratorios de proveerlos de cierta cantidad de vacunas. Esas vacunas aún no existían, pero eso no fue problema para hacer pre-acuerdos. En ocasiones, algunos países ofrecieron más dinero por cada dosis de las que el laboratorio pedía a cambio de prioridad y cantidad.

En un océano de la codicia, los laboratorios se comprometieron con distintas naciones con cantidades de dosis que no podían, por cuestiones de infraestructura y logística, producir y proveer en los tiempos acordados.

Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá y otros países desarrollados hicieron pedidos de vacunas que superaban con creces a sus poblaciones, mientras muchas naciones pobres empezaron a luchar por asegurarse al menos las dosis que supuestamente necesitaban.

El hambre de influencia internacional

Las grandes potencias mundiales priorizaron la fabricación de vacunas. La competencia feroz por ser los primeros, se desarrolló sin pausa. Además de Estados Unidos, China y Rusia obtuvieron rápidamente vacunas aprobadas.

Desde hace un tiempo, China y Rusia han implementado una estrategia política de penetración en América Latina, y las vacunas contra el Covid-19 representaban una oportunidad de obtener influencia que procuraron no dejar pasar.

Argentina fue el primer país en aprobar e implementar la vacuna Sputnik V, del Instituto Gamaleya de Rusia. China ofreció a América Latina dos vacunas: la Sinovac y la Sinopharm. Ambas vacunas han sido calificadas por la OMS (Organización Mundial de la Salud) como “seguras y de buena eficacia”. Aunque la eficacia de la primera dosis de la vacuna Sinovac ha sido cuestionada, países como Chile, Uruguay y Colombia la aplicaron masivamente. Argentina también estableció rápidas relaciones con China, y adquirió grandes cantidades de la vacuna Sinopharm, aunque las entregas están demoradas. Perú también adquirió vacunas de China y Rusia. Otros países de Latinoamérica como Bolivia y Guatemala, aún tienen porcentajes de vacunación muy bajos.

La avidez de influencia geopolítica de Rusia y de China no es casual. La profecía bíblica indica que estos países tendrán un importante rol en los acontecimientos por suceder en un futuro próximo. Si desea una mayor comprensión sobre estos acontecimientos, no dude en descargar nuestro folleto Cómo entender la profecía.

El camino de “obtener”

La competencia de los países por obtener más y mejores vacunas desnuda lo que realmente somos como sociedad. Muchos analistas perciben la desigualdad y las injusticias, pero los sistemas humanos no encuentran respuestas. Vez tras vez, circunstancia tras circunstancia, aflora el egoísmo y la competencia: el camino de “obtener”. La idea de la solidaridad, el amor al prójimo y la cooperación están lejos de ser realidad.

Fue Satanás quien razonó que la competencia sería mejor que la cooperación. La codicia sería un incentivo para esforzarse más y sobresalir, un incentivo para lograr más. Servir al “yo” sería más agradable y traería más felicidad, según su razonamiento. Con esta manera de pensar, él se opuso a la ley divina del amor. Se reveló contra el Creador y ha mantenido cautiva a toda la familia humana desde entonces.

El camino del “dar”

La Biblia enseña que “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Esa palabra, resume cómo es el carácter de Dios el Padre y de Jesucristo. El amor que expresa Dios es un interés altruista y generoso. Amar es dar, servir, ayudar, compartir. ¡Todo lo contrario de obtener!

Pronto vendrá la paz, la cooperación y la ayuda mutua. Los hombres dejarán el camino del “obtener” y seguirán el camino del “dar”. ¡Entonces la Tierra será sede de una nueva civilización!Ese carácter divino del amor se expresa en la ley de Dios, cuyo resumen son los Diez Mandamientos. Esta ley se divide en dos grandes mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo. Los primeros cuatro mandamientos nos muestran cómo amar a Dios y los últimos seis cómo amar al prójimo. Todo se resume a una palabra: amor, y su fruto es paz, felicidad y cooperación, mediante la obediencia a las leyes de Dios.

La civilización humana ha elegido el camino de la codicia, la vanidad, el egoísmo, la competencia, el conflicto y la destrucción. Tristemente eso es lo que vemos en esta “guerra de las vacunas”.

Pero triunfará el amor

Cuando Jesucristo regrese, establecerá una nueva civilización basada en el amor. La ley de Dios y la palabra del Eterno saldrán de Sión y se difundirán por toda la Tierra (Isaías 2:3). Cristo empezará a llamar a todos los mortales al arrepentimiento y el santo Espíritu de Dios fluirá desde Jerusalén (Zacarías 14:8). Pronto vendrá la paz, la cooperación y la ayuda mutua. Los hombres dejarán el camino del “obtener” y seguirán el camino del “dar”. ¡Entonces la Tierra será sede de una nueva civilización!

¿Cómo será ese mundo venidero? En Isaías 2:2-4 leemos: “Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Eterno como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”.

Descubra los detalles de esa ley de amor que pronto regirá sobre la Tierra. Hemos preparado un folleto titulado: Los Diez Mandamientos: todavía importan. Es gratuito y le dará a usted una perspectiva de cómo finalmente el amor triunfará sobre la competencia, la codicia y el egoísmo.

Acerca del autor

Daniel Campos

Daniel Campos

Daniel Campos nació en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. De adolescente fue un apasionado lector de la publicación predecesora de la actual revista Discernir. Está casado con Norma Navarrete que es bibliotecaria escolar, oriunda de Bahía Blanca, Argentina.

Actualmente se desempeña como diácono y junto a su esposa viven en Buenos Aires, tienen cuatro hijos y pertenecen a la congregación local de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial de esa ciudad.

Daniel se dedicó a la docencia por más de 30 años, siendo maestro de primaria y profesor de Historia y Geografía en enseñanza media y en colegios de adultos para estudios superiores. Ahora está jubilado de la docencia y disfruta más tiempo para dedicarse a lo que lo apasiona.

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