Las promesas de Dios

La Biblia contiene muchas promesas de parte de Dios, que pueden estimular nuestra fe y esperanza. ¿Cómo podemos ser recipientes de estas promesas?

Una de las primeras lecciones que todo cristiano aprende, es la seria advertencia que Dios nos hace de hacer promesas a la ligera y no cumplirlas. Salomón expresó esta sentencia, manifestando cuánto le desagrada a Dios esto. Él escribió lo siguiente: “Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas. No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas delante del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos? (Eclesiastés 5:4-6).

Dios nos advierte acerca de nuestra demora en cumplir o simplemente no cumplir la promesa que hicimos. Hacer promesas y no cumplirlas es un pecado que causa el enojo de Dios y eventualmente una corrección disciplinaria.

Francisco de Quevedo, escritor español mencionaba que “Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”. Este dicho confirma la naturaleza de muchos líderes, presidentes y gobernantes de este mundo, que por obtener el poder prometen de todo, muchas veces promesas que no se pueden cumplir y otras que fueron sólo un engaño. Giuseppe Mazzini, político italiano dijo: “Las promesas son olvidadas por los príncipes, nunca por el pueblo”.

Las promesas de Dios

Este tema pone de relieve nuestra condición humana, la cual contrasta totalmente con la de Dios. Hablar de las promesas de Dios es un tema alentador y estimulante, toda vez que quien promete es Dios mismo y Él siempre cumple su palabra… tarde o temprano.

Algunos estudios mencionan que existen 3.573 promesas en la Biblia, sin embargo, algunos teólogos han llegado a mencionar que son cerca de 7.000, si se separan temáticamente. Determinar exactamente cuántas son, ha sido un problema agradable, ya que no se ha podido determinar el alcance que tiene el amor de Dios para la humanidad.

La palabra "promesa" en la Biblia no tiene un significado definido. En el Nuevo Testamento viene del griego "epangelía", que significa: anuncio o mensaje mediante el cual Dios se compromete en otorgar algo bueno. Es un ofrecimiento voluntario de parte de Dios para los que le obedecen. Pablo menciona que Él es el autor de “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17).

Las promesas de Dios son inmutables

Toda promesa de Dios tiene la garantía de que se cumplirá. El apóstol Pablo lo manifestó de esta forma: “Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros" (Heb.6:17-18).

Las promesas de Dios son una garantía de confianza, ya que están fundadas en su inmutabilidad y en su Palabra inspirada: "Para la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió antes del principio de los siglos" (Tito 1:2). 

El apóstol Pablo confirmó la garantía que tenían las promesas de Dios, al mencionar que "Todas las promesas de Dios son en el sí, y en él amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios" (2 Corintios 1:20). Es decir, las promesas se cumplirán, para que Dios sea glorificado.

Las promesas de Dios se basan en su Palabra:

Las promesas de Dios son una garantía de confianza, ya que están fundadas en su inmutabilidad y en su Palabra inspirada.

La seguridad de las promesas de Dios se fundamenta en la veracidad de su Palabra. En Números 23:19, encontramos esta afirmación: "Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho él, y no lo hará? ¿Ha hablado, y no lo cumplirá?". La Biblia es un testimonio de la verdad de Dios. Cada promesa es respaldada por el carácter infalible de quién las pronunció.

Tipos de Promesas

La Biblia contiene muchas promesas, las cuales se podrían separar temáticamente. Sin embargo, casi todos los estudiosos han determinado separarlas en dos clases de promesas: las incondicionales y las condicionales.

Promesas Incondicionales

Para los difíciles tiempos que vivimos, en medio de un mundo convulsionado, caótico y lleno de corrupción, aplicar nuestra atención a las promesas de Dios que aún están por venir, es un bálsamo que estimula nuestra fe y aumenta nuestra esperanza.

Una promesa incondicional es aquella cuyo cumplimiento le incumbe solamente a Dios. Su compromiso no está sujeto a los seres humanos ni a las situaciones humanas.

Un ejemplo sería la garantía de Dios de no enviar jamás otro diluvio para destruir toda la Tierra:  "Estableceré mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra" (Génesis 9:11). No importa cómo proceda el mundo, Él no tomará de nuevo esta acción.

Otro ejemplo es la promesa acerca de la permanencia de la Tierra: "Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche" (Génesis 8:22).

Promesas Condicionales

En éstas, Dios espera que nosotros hagamos nuestra parte. En otras palabras, Dios está dispuesto a actuar bajo ciertas circunstancias para conceder lo que prometió, lo que conlleva nuestra participación.

Veamos tres promesas condicionales que Dios nos ofrece a cambio de nuestra buena elección.

  • Promesa de bendición: “Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella” (Deuteronomio 30:15-16).
  • Promesa de vida eterna: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).
  • Promesa de resurrección: “Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero” (Juan 6:39).

Para los difíciles tiempos que vivimos, en medio de un mundo convulsionado, caótico y lleno de corrupción, aplicar nuestra atención a las promesas de Dios que aún están por venir, es un bálsamo que estimula nuestra fe y aumenta nuestra esperanza.

Hacer nuestra parte para recibir las promesas de Dios, es lo más importante para nuestro futuro, si queremos llegar al Reino.  Por tanto, es importante examinar algunas promesas que van dirigidas principalmente a nuestra participación directa, mientras aún tenemos vida.

Al que venciere:

El libro de Apocalipsis, en sus capítulos 2 y 3, siete veces exhorta a los cristianos en todas las etapas de la Iglesia, a vencer.  Vencer no es fácil. Pablo hizo la siguiente pregunta a los corintios al mencionar: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis” (1 Corintios 9:24). Vencer en la lucha contra el pecado, vencer derrotando a nuestra naturaleza humana y la influencia de este mundo, no es fácil. Hay que luchar con toda nuestra energía y trabajo para vencer. Sin embargo, es una condición que impone Dios para bendecir.

En Apocalipsis se mencionan las siguientes promesas sólo para los vencedores:

  • “Le daré a comer del árbol de la vida” (Apocalipsis 2:7b).
  • “No sufrirá daño de la segunda muerte” (Apocalipsis 2:11b).
  • “Daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo” (Apocalipsis 2:17b).
  • “Yo le daré autoridad sobre las naciones” (Apocalipsis 17:26).
  • “Será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Apocalipsis 3:5).
  • “Yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo” (Apocalipsis 3:12).
  • “Le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:21).

El que persevere

Jesús dejó esta enseñanza para todos nosotros que vivimos en los tiempos del fin: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13). Nuestra parte aquí es importante, ya que habría momentos en que podríamos “tirar la toalla”. Perseverar está más allá de los tropiezos, las caídas y nuestros errores. Perseverar es caerse “siete veces” y volver a levantarse.

Pablo reforzaba esta idea, cuando dijo: “vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad” (Romanos 2:7).

La Nueva Versión Internacional (NVI) de la Biblia, nos muestra una traducción bonita acerca de este gran atributo que debemos tener para recibir lo prometido: “Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, el que ha de venir vendrá y no tardará. Pero el justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado” (Hebreos 10:36-39).

El desafío de perseverar hasta el fin requiere de argumentos que nos ayuden a limpiarnos, hasta llegar a ser como Jesucristo.

Examinaos a nosotros mismos

Saber si estamos perseverando en la fe de Jesucristo debe ser un hábito diario. Para esto es necesario hacernos un examen de salud espiritual que pueda detectar los males que nos alejan de poder imitar a Jesucristo.  Pablo mencionó lo siguiente: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Corintios 13:5).

Todas las noches antes de acostarnos deberíamos hacer esta reflexión, un corto pero profundo examen acerca de cómo estuvo nuestro día, espiritualmente hablando. Hacer esta evaluación de nuestra conducta, nos pone de frente al espejo de la Palabra de Dios y nos muestra cómo en verdad estamos.

Sí, muchas veces tenemos que hacer nuestra parte para obtener las promesas de Dios. Dios hará exactamente lo que ha prometido. Él sólo exige nuestra obediente participación antes de que Él cumpla sus promesas condicionales. Si esperamos que Dios cumpla sus promesas, entonces nosotros debemos cumplir con nuestra parte.

Acerca del autor

Álvaro Matamala

Alvaro Matamala

Álvaro Matamala es Ingeniero en Administración de Empresas. Casado con Fabiola Jaufrett Silva. Tiene seis hijos: tres hombres y tres mujeres. Algunos de ellos ya están casados y le han dado, hasta ahora, cinco nietos hermosos.

Llegó a la Iglesia de Dios en el año 1985 e inmediatamente ingresó a los Clubes de Oratoria. Le gusta la lectura y el estudio de diferentes temas relacionados con la historia y la geopolítica internacional.

Álvaro trabajó, por casi 30 años, como gerente en diversas empresas en Santiago de Chile y en los últimos años estableció su propio negocio de publicidad.

Fue ordenado como ministro en el año 2015 y desde el año 2020 trabaja a tiempo completo para la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial en Chile, sirviendo a las congregaciones de Curicó, Talca y San Carlos.

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