Luchando contra las obras de la carne: el odio
En este artículo, vemos varias estrategias que podemos usar para combatir la tentación de odiar.
Un discurso de odio. Crímenes de odio. Incitadores al odio. Éstos son términos que comúnmente escuchamos asociados con el odio. Estas frases definitivamente describen acciones motivadas por el odio. Pero, ¿hay algo más en el odio que sólo acciones odiosas?
La Biblia condena el odio desde los tiempos del Antiguo Testamento: “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado” (Levítico 19:17).
Este versículo muestra que Dios quiere que su pueblo odie el pecado, pero no que odie a la gente. El odio puede venir de todos los ángulos: desde la condenación autojusta a los prejuicios raciales o culturales, de los rencores y la venganza al resentimiento irracional.
Mentiras acerca del odio
Mentira No. 1: “Algunas personas merecen ser intimidadas, acosadas y maltratadas debido a su comportamiento o decisiones. Tal vez el maltrato los pueda convencer de que cambien”.
Esta mentira va completamente en contra del camino del amor que Dios quiere que aprendamos. La Biblia, claramente dice que “porque no hay acepción de personas para con Dios” (Romanos 2:11). Él desea que “todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2:4).
Si Dios no muestra ninguna parcialidad, nosotros tampoco debemos hacerlo. Así como Dios odia el pecado, también nosotros debemos odiarlo (Salmos 101:3). Pero se espera que los cristianos muestren amor y respeto a todas las personas —no que abusen de ellos por lo que puedan hacer (Romanos 12:17-18; Tito 3:2).
Cristo deja en claro que el odio es la antítesis completa del carácter perfecto de Dios —que se define como amor.
Mentira No. 2: “Odia a tus enemigos. Maldice más fuerte a los que te maldicen. Odia a los que te odian. Véngate de los que te utilizan con rencor y te persiguen”.
Esta mentira puede sonar familiar —describe casi perfectamente la naturaleza humana. El razonamiento humano nos convence de que odiar y maltratar a alguien que nos odia es justo y correcto.
Pero esto es exactamente lo contrario de lo que Jesucristo dijo en Mateo 5:43-48: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.
Cristo deja en claro que el odio es la antítesis completa del carácter perfecto de Dios —que se define como amor (1 Juan 4:8).
Estrategias para combatir el odio
1. No te dejes llevar por el odio hacia los demás por asociación.
Es muy fácil quedarse atascado en conversaciones o incluso en relaciones con personas que transpiran odio. El odio puede manifestarse de muchas formas: constantes chismes negativos sobre un compañero de trabajo, intimidar o insultar a un compañero todos los días, atacar a otros en los medios de comunicación social o incluso hacer abiertamente comentarios discriminatorios por motivos raciales.
A menudo es fácil practicar el “acuerdo informal” (en el que asintiendo con la cabeza y permaneciendo en silencio hacemos que la persona piense que estamos de acuerdo con él, cuando en realidad no lo estamos). Tenga cuidado si por el sólo hecho de estar en la misma conversación, y tal vez asentir con la cabeza y sonreír, está permitiendo que la persona sienta que su odio está siendo aprobado. Cuando usted siente que alguien está mostrando un claro odio hacia otra persona, ese es el momento preciso de retirarse rápidamente de la conversación (1 Corintios 15:33).
2. Examine su vida para saber cuánto odio y prejuicios tiene.
Muchas veces lo que podemos ver fácilmente en los demás es mucho más difícil de verlo en nosotros mismos. Jesucristo incluso dijo que es común que la gente “no vea la viga [la falta] que está en su propio ojo [la vida]” (Lucas 6:42). ¿Y si es usted el que expele odio? Tal vez usted está manifestando rabia, pero está pensando que de alguna manera es una rabia aceptable.
¿Estamos sintiendo ira continuamente o constantemente enfurecidos contra aquellos que pensamos están llevando una vida llena de pecado —o simplemente contra aquellos que no nos caen bien o con los que no estamos de acuerdo? Si es así, debemos tener en cuenta el ejemplo de Jesucristo, quien mostró amor y respeto por todo tipo de personas que, a su vez, tenían estilos de vida que eran contrarios a sus enseñanzas (Marcos 2:16). Estas personas no eran sus amigos más cercanos, pero aun así podía relacionarse respetuosamente con ellos. Cristo incluso mostró amor por la gente que lo estaba asesinando (Lucas 23:34).
El tipo de amor practicado por Jesucristo es la meta, y se necesita el fruto del Espíritu y la ayuda de Dios para alcanzar esa meta.
3. Aprenda a despreciar el odio cuando lo vea en usted mismo.
Es importante recordar que Dios odia el pecado. El odio a los demás es un pecado; por tanto, Dios odia el odio. Es por eso que está en la lista de las obras de la carne, porque el odio hacia la gente no viene del Espíritu de Dios.
La parcialidad, el prejuicio, la condenación autojusta, el hablar mal, atacar hipócritamente a otros y el abuso físico son muchos ejemplos de odio. Todo esto va directamente en contra del carácter de amor, misericordia y perdón de Dios. El odio en su forma más grave conduce a actos de genocidio, como el Holocausto o el genocidio ruandés. Pero a menor escala, el odio también puede destruir las relaciones, la paz y nuestro carácter interior.
Es por eso que Jesucristo enseñó que debemos detener el odio desde donde nace, ¡en nuestra mente! (Mateo 5:21-22)
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Fecha de publicación: Diciembre 29, 2014