Vida, Esperanza y Verdad

Para entender el conflicto en Afganistán

Afganistán es una zona inmersa en un conflicto de grandes proporciones. La guerra y el sufrimiento para los habitantes de esa nación han sido terribles por mucho tiempo, especialmente ahora que Estados Unidos ha tomado la decisión de replegarse. La buena noticia es que pronto llegará un tiempo de refrigerio para esta sufrida parte del mundo.

El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, decidió replegar a las tropas desde Afganistán. Ahora, los talibanes controlan casi el 80 por ciento del territorio y cada día nos enteramos más de sus victorias contra el ejército afgano. Esto era previsible, pero nadie imaginó que sería tan rápido, ni con los niveles de brutalidad como los que vemos por televisión.

Después de 20 años —la guerra más larga en la historia de Estados Unidos— la gente está fatigada de escuchar de Afganistán. Se calcula que menos del 12 por ciento de la población estadounidense está siquiera siguiendo las noticias de lo que ahí ocurre por estos días. Con todo, el hecho de que determinados sucesos no generen atención o no atraigan el foco mediático, no implica que no sean importantes.

A decir verdad, los talibanes han combatido al ejército afgano desde hace muchos años. Desde hace tiempo, ellos habían controlado entre el 20 y el 40 por ciento del país, en una guerra prolongada que ha incluido conquistas y pérdidas de territorio, además de cientos de atentados terroristas. Pero anteriormente Kabul recibía el apoyo directo de tropas de Washington y de la OTAN. El repliegue de esas tropas está permitiendo que los talibanes hayan ido cosechando victoria tras victoria en las últimas semanas, poniendo en evidencia la incapacidad del ejército afgano para mantener el territorio.

La opinión pública en Estados Unidos

La ciudadanía estadounidense no favorece las intervenciones internacionales largas y costosas. Esto ha sido muy documentado durante la última década. Por ejemplo, una encuesta del 2019 del “Comité Bipartidista por una Política Exterior Responsable”, encontró que el 86 por ciento de los estadounidenses sentía que el ejército de su país sólo debe usarse como último recurso y el 57 por ciento piensa que proporcionar ayuda a gobiernos extranjeros es contraproducente. 71 por ciento piensa que el Congreso debería aprobar una legislación que restrinja la acción militar en el extranjero. Una encuesta posterior del “Consejo de Chicago para Asuntos Globales” indica que sólo el 27 Por ciento de los estadounidenses considera que las intervenciones militares hacen que Estados Unidos sea más seguro.

Ahora bien, es cierto que cuando a las personas encuestadas se les pregunta si apoyan la lucha contra el terrorismo en sitios como Irak y Siria, el 59 por ciento indica que está de acuerdo. Sin embargo, cuando se les pregunta acerca del mantenimiento o incremento en el monto de tropas empleadas, el apoyo se reduce hasta a un 41 por ciento. Encuestas más recientes de YouGov (mayo del 2021) reflejan que dos terceras partes de los estadounidenses apoyan la decisión de Biden de retirar las tropas de Afganistán y ellos apoyan una decisión similar de retirarse de Irak y, en general, desean que Estados Unidos se involucre menos a nivel militar en el mundo.

Las finanzas

Estados Unidos no tiene ya la capacidad de estar en todas partes del mundo al mismo tiempo, sostener intervenciones largas y costosas, pretender seguir a la vanguardia tecnológica y a la vez no generar una deuda monumental. La intervención en Afganistán, que involucró a cientos de miles de tropas estadounidenses a lo largo de dos décadas, ha sido una de las operaciones más caras de la historia. Y cuando una superpotencia genera un déficit gigante todos los días, alguien tiene que pagar estas intervenciones. Endeudarse hasta el cansancio, y en especial cuando uno de los mayores acreedores de esa deuda es una superpotencia rival —China— puede tener consecuencias imprevisibles.

Factores estratégicos

Washington ha tenido que aprender que obtener victorias claras en intervenciones como la de Irak o la de Afganistán es muy complicado. Una cosa fue sacar del poder a quienes en 2001 o 2003 gobernaron esos países, pero otra muy distinta era conseguir los objetivos estratégicos que en aquel entonces habían sido trazados. Por si fuera poco, desde hace varios años se ha llegado a la conclusión de que la “guerra contra el terrorismo” estaba desviando el foco de Washington de lo que era realmente importante: su rivalidad con las otras dos superpotencias, Rusia y China. Por tanto, había que replantear las prioridades.

Considerando todo lo anterior, el repliegue comenzó desde el presidente Barack Obama. Lo que vemos en el señor Biden es la continuación de aquella decisión.

Ahora bien, es muy diferente planear algo y pretender asumir las consecuencias de esos planes, que enfrentar las consecuencias en el mundo. Hay tres eventos que ya están ocurriendo y que, sin duda, regresarán a los escritorios de la Casa Blanca y de la OTAN en las semanas y meses que siguen.

1. Las olas de refugiados que se están produciendo. Afganistán ya era el segundo país con más refugiados viviendo en distintas partes del mundo (tres millones, aproximadamente). Según reportes, la situación actual está generando alrededor de 30 mil refugiados adicionales cada semana. Muchas de esas personas estarán intentando ingresar a Europa y, como sucede frecuentemente, quizás sólo en ese momento, el tema afgano regresará a los titulares del mundo.

2. Los vínculos entre los talibanes y otros grupos terroristas nunca fueron cortados. Esto incluye a grupos que operan en la región —lo que tiene a países como India o China sumamente preocupados—, así como a organizaciones transnacionales, como Al Qaeda. Aunque esto no necesariamente tendrá efectos inmediatos, sí puede tener un impacto en el mediano o largo plazo y probablemente el asunto retornará una vez más a las discusiones globales.

3. El vacío geopolítico. Parte de las dos intervenciones internacionales lanzadas por el expresidente de Estados Unidos, el señor George W. Bush, tenía que ver no sólo con los talibanes, Hussein o Al Qaeda, sino con una visión que buscaba que Estados Unidos tuviera una presencia militar importante en sitios estratégicos de esas regiones del globo. Al margen de las opiniones a favor o en contra de esa visión, hay una realidad: Washington estuvo presente a lo largo de 20 años —con miles de tropas, bases militares y aéreas— en una zona geográficamente muy cercana a dos de sus grandes rivales, y ya no lo estará más. Esto produce un vacío más, que se suma a otra serie de vacíos que han sido aprovechados por las potencias rivales.

Jesucristo advirtió que en el futuro vendría un tiempo de sufrimiento sin precedentes en la historia de la humanidad.Como resultado de lo anterior, el señor Biden está ya teniendo que enfrentar críticas muy fuertes y una mayor oposición en casa, de la que esperaba. Estados Unidos y su presidente tendrán que asumir los costos de una decisión que no era simple. Seguramente, desde su perspectiva, era preferible asumir esos riesgos, en lugar de mantenerse en Afganistán. En el fondo, lamentablemente, se encuentra el sufrimiento de la ciudadanía afgana que, tras tantas décadas, sigue teniendo que padecer los efectos de guerras, invasiones y el rampante extremismo.

La intervención de Dios

Este mundo perverso actual, junto con sus gobiernos, es obra de Satanás. Tristemente, todas las naciones han sido engañadas por este maligno ser (Apocalipsis 12:9). Jesucristo advirtió que en el futuro vendría un tiempo de sufrimiento sin precedentes en la historia de la humanidad: “… porque habrá entonces gran tribulación, la cual no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21).

Dios nos pide que el miedo a las dificultades de este mundo no nos llene de cobardía, ni debemos dejar que las cosas que están fuera de nuestro control dominen nuestra mente. Nuestro Creador dice que “no nos ha dado… espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Nuestro Señor no quiere que vivamos desesperados, con una actitud desequilibrada y con nuestra mente ofuscada, puesta en el fin del mundo, preparándose sólo a nivel físico para las catástrofes. Dios quiere que tengamos esperanza y paz, sabiendo que el futuro está en sus manos.

El Todopoderoso dice: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin” (Mateo 24:6).

El Medio Oriente en general y Jerusalén en particular, constituyen el punto focal de toda la profecía bíblica, y por medio de ésta podemos saber lo que va a acontecer en aquella crítica región. La profecía nos dice que no obstante los esfuerzos de los hombres en pro de la paz y la buena voluntad, el Medio Oriente acabará por precipitarse en una crisis suprema, impulsada por fuerzas que están más allá del control de los estadistas responsables.

Debemos estar orando a Dios y confiados en él, porque los acontecimientos mundiales apuntan a que pronto será Jesucristo quien intervenga en el acontecer global para poner orden.

¡Desde luego que habrá paz mundial! El destino final de Medio Oriente es convertirse en una región estable y próspera, libre de conflictos y de amenazas de guerra. Antes, sin embargo, los pueblos de aquella región devastada por la guerra, sufrirán un periodo de caos y suplicio. Un poco antes de que Jesucristo regrese, habrá un tiempo de tribulación “cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21).

La paz duradera llegará al Medio Oriente y al resto de naciones en el mundo entero. Lamentablemente ningún gobierno humano tiene la solución a los problemas de la humanidad, pero Dios sí la tiene. Confiemos en Él y en sus promesas. Esforcémonos por obedecer sus leyes, porque haciendo eso, Dios ha prometido protegernos de las cosas que vendrán (Apocalipsis 3:10).

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Acerca del autor

Jorge Iván Garduño

Jorge Ivan Garduño

Jorge Iván Garduño es miembro de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial en la Ciudad de México, en donde nació hace 39 años. Tiene once años de casado con Nashielli Melchor Fuentevilla. Ambos han sufrido la pérdida de cuatro bebés sin que pudieran llegar a las siete semanas de gestación.

Tenía cinco años de edad cuando conoció la Iglesia de Dios, pero sus padres no le permitieron asistir a los servicios sino hasta que cumplió los 14. Fue vicepresidente y presidente del Club de Jóvenes en la Ciudad de México. Asistió a un campamento de jóvenes como campero en los Estados Unidos, y en México asistió a varios campamentos como consejero de los otros jóvenes.

Se bautizó a los 21 años de edad y participó en los clubes de Oratoria y Graduados desde 1999. 

Jorge estudió Ciencias de la Comunicación y Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y ha trabajado como fotógrafo, escritor y periodista por más de 15 años. Su trabajo como fotógrafo ha sido expuesto en varios centros culturales.

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