Resolución de conflictos: ¿cómo debo decir las cosas?

La segunda publicación de esta serie se enfoca en qué hacer cuando es necesario hablar con alguien acerca de su comportamiento o una ofensa.

En nuestra última publicación se discutieron las realidades de ofender y ser ofendido, así como algunos puntos a tener en cuenta antes de decidir discutir un asunto con alguien. A veces, abordar abiertamente un problema con alguien no puede ni debe evitarse. Sin embargo, es imperativo, que se haga de acuerdo a Dios. Si se trata de una confrontación hostil hecha según los guiones de Hollywood y los consejos no bíblicos, la situación podría empeorar aún más, con la destrucción de las relaciones y la multiplicación de los rencores.

Afortunadamente, la Biblia da consejos muy relevantes acerca de este tema:

  • En Mateo 18:15 Jesucristo dijo: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano”.
  • En Judas 1:22-23, el hermanastro de Jesús, Judas, escribió: “A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne”.
  • En Proverbios 27:17 el rey Salomón escribió: “Hierro con hierro se aguza; Y así el hombre aguza el rostro de su amigo”. En Proverbios 27:6 escribió: “Fieles son las heridas del que ama; Pero importunos los besos del que aborrece”.

El punto principal es que cuando hay un conflicto serio, es importante acercarse a la otra persona de la manera correcta.

Hablar con el hermano

Dios sabe que las ofensas y los malos comportamientos a veces pueden escalar a un nivel tal que se necesita de un manejo especial. Pero, ¿cómo debería ser una conversación de esa índole?

Los intentos para la resolución de conflictos o para corregir a alguien no deben ser:

  • Contarle a todos los demás acerca de la situación o el problema, excepto al agresor.
  • Una “retahíla” pública de injusticias y ofensas frente a amigos y familiares.
  • Un asalto verbal interminable, alzando la voz y hablando necedades.
  • Un tópico halagador y confuso que ni siquiera se acerca al punto.

La resolución de conflictos o las correcciones debe ser:

  • Una conversación tranquila y respetuosa, dependiendo de la sabiduría de Dios (Santiago 3:17).
  • Directo y al grano, sin palabras subjetivas y provocadoras como “siempre, nunca, todos”.
  • Privado, con sólo dos personas presentes: usted y el ofensor. Más adelante se puede involucrar más gente si el ofensor se niega a escuchar (Mateo 18:16).

Así que imaginemos que ha llegado el momento de la discusión. A través de la oración y el discernimiento de Dios, hemos llegado a la conclusión de que definitivamente hay que decir algo. ¿Cómo lo hacemos?

Cuando expresamos nuestro problema, debemos tratar de hablar lentamente, con pausas para que la otra persona pueda procesar lo que estamos diciendo.Tres cosas para recordar cuando se dice algo

1. Hay dos seres humanos presentes, pero también hay alguien más.

Cuando abrimos nuestra boca para resolver un desacuerdo o para corregir gentilmente o aconsejar con tacto a alguien, Dios está observando y escuchando. Él puede ver los motivos detrás de las palabras que decimos.

Dios se complace cuando alguien acude a la oración para tener en cuenta lo que se va a decir durante una reunión y luego comunica la verdad (a veces dolorosa) con tacto y amor. Si bien esto nos debe dar una dosis extra de precaución y moderación, también debe ser un alivio y un gran estímulo el que Dios está ahí para ayudarnos —si lo buscamos en oración para consultar acerca de la situación.

2. La humildad y la preocupación son mejor recibidas que la autojusticia.

Cuando decimos algo, es mucho más fácil para aliviar la tensión de la situación, si recordamos que nosotros también somos débiles y hemos cometido errores (Salmos 103:14; Romanos 3:23). Usar frases como “entiendo por qué podrías...” o “aprecio la importancia de...” antes de dar la opinión que la persona necesita oír puede ayudar a suavizar el momento. Puede hacerles entender que no los estamos despreciando.

Algunos toman erróneamente el hecho de que todos pecamos y tenemos debilidades para decir que nunca debemos “juzgar” a alguien o hacerle caer en cuenta de algo por su comportamiento, ya que estaríamos actuando con hipocresía. Cristo enseñó el concepto de quitar la viga de nuestros propios ojos antes de tratar de sacar la paja de los ojos de nuestro prójimo (Mateo 7:5). Esto no es una excusa para evitar las conversaciones necesarias acerca del mal comportamiento, sino más bien una guía y una advertencia de que el tema más importante que se debe tratar siempre va a ser el de nosotros mismos. Cuando los que nos ofenden ven que sabemos eso y no estamos minimizando nuestras propias debilidades, es más difícil para ellos dudar de nuestra sinceridad.

3. Aparte un momento para tranquilizarse, autoreflexionar y procesar la conversación.

La consejería moderna a menudo lamenta que la sociedad no tenga espacio para hacer pausas y pensar durante las conversaciones. La gente a menudo necesita tiempo para calmarse durante y después de este tipo de intercambios. Si el que ofende está en medio de una diatriba o no escucha, podemos interrumpir diciendo tranquilamente el nombre de la persona con las manos en alto y esto puede hacerle entender a la persona que queremos mantenernos en el punto.

A menudo es prudente esperar cinco segundos antes de responder a algo que el ofensor haya dicho. Cuando expresamos nuestro problema, debemos tratar de hablar lentamente, con pausas para que la otra persona pueda procesar lo que estamos diciendo. Éste no es un momento para dominar la conversación, con largas y minuciosas descripciones de cómo él o ella está equivocado y nosotros tenemos la razón. Hablar más podría hacernos sentir como el ganador, pero probablemente no ayudará a la situación y puede hacer que la otra persona se sienta injustamente regañada. Esto no va a sanar la relación.

Habrá consecuencias

Cuando es necesario que hablemos con un hermano (o hermana), esperamos resultados positivos y relaciones fortalecidas, pero también nos damos cuenta de que la forma en que manejemos la situación va a jugar un papel muy importante con lo que suceda después. En la última publicación de esta serie se va a discutir cómo promover resultados positivos después de haber llamado a alguien para discutir un asunto serio (ver “Resolución de Conflictos: ¿qué debo hacer después?)

Lea la parte 1 de esta serie en “Resolución de conflictos: ¿debería decir algo?” y también la parte 3 "Resolución de conflictos: ¿qué debo hacer después?"

Para más información acerca de cómo resolver conflictos, lea “Siete claves para tener mejores relaciones”.

Acerca del autor

Eddie Foster

Eddie Foster

Eddie Foster nació en Ohio, y después de vivir en varias partes del noreste de los Estados Unidos, una vez más vive en Ohio, probablemente de manera definitiva esta vez. Vive en el área de Dayton con su esposa, Shannon, y su hija, Isabella. Ellos asisten a la congregación de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial de Cincinnati/Dayton.

Eddie es graduado en ciencias de la educación infantil de la primera y segunda infancia del Bluefield State College (West Virginia) y una maestría en patología del habla y el lenguaje de la Universidad de Cincinnati. Trabaja en escuelas públicas, atendiendo a estudiantes de primaria y secundaria con impedimentos de habla y lenguaje y tambien a niños con otras discapacidades.

También le gusta escribir, especialmente sobre temas que ayudan a la gente a luchar y ganar la batalla contra los pecados, que él cree son la causa principal de la miseria. Es un apasionado en compartir los métodos de “cómo hacerlo” y los conocimientos que ha aprendido mientras pelea sus propias batallas para vencer el pecado y aprender del Dios de amor y sabiduría.

En su tiempo libre, disfruta viendo películas épicas de ciencia ficción. También le gusta el debate respetuoso de diferentes ideas, el jazz y el ritmo y los blues de los 70´s, escribir poesía y tratar de llevar alegría a la gente a través de la risa.

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