De la edición Enero/Febrero 2022 de la revista Discernir

Celebrando los 70 años en el trono de la reina Isabel II

La reina Isabel II ascendió al trono el 6 de febrero de 1952. Su devoción hacia su gente y sus responsabilidades son legendarias. ¿Qué podemos aprender de esta excepcional monarca?

Aunque ascendió al trono en el mes de febrero, la celebración oficial del aniversario de platino de la reina Isabel II —por sus 70 años de servicio a las 54 naciones que conforman la Mancomunidad de naciones— se llevará a cabo del 2 al 5 de junio del 2022.

Para muchos de los 2,4 mil millones de habitantes de la Mancomunidad, la reina representa un ejemplo de gracia, fidelidad, modestia y valores cristianos. Pero su vida no ha sido fácil.

70 años de servicio

La duración de su reinado sin duda es especial, pero más que por el tiempo que ha estado en su trono, la reina Isabel II es querida y respetada por su comportamiento y dedicación a su pueblo.

En los años recientes, el legado y los privilegios reales han sido muy criticados. Pero, en el Reino Unido pocos rebatirían la devoción que la reina Isabel II ha demostrado en sus muchos roles.

Una ascensión inesperada

Su nombre y título completos son: “Elizabeth Alexandra Mary, oficialmente Isabel II, por la Gracia de Dios, del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte y Reina de sus otros Reinos y Territorios, Jefa de la Mancomunidad de Naciones y Defensora de la Fe” (Britannica.com).

Isabel nació el 21 de abril de 1926 en Londres, Inglaterra. De joven, nunca esperó reinar. Isabel era la hija mayor de un hijo menor del Rey Jorge V. Parecía que Isabel tenía pocas probabilidades de convertirse en reina, hasta que su tío, Eduardo VIII, abdicó repentinamente el 11 de diciembre de 1936. De la noche a la mañana, su padre se convirtió en el rey Jorge VI, e Isabel en la siguiente heredera del trono.

Isabel ascendió al trono tras la muerte prematura de su padre el 6 de febrero de 1952.

La promesa de una princesa

En su cumpleaños número 21 (abril de 1947), la princesa Isabel transmitió una promesa desde Cape Town, Sudáfrica, a la Mancomunidad. La joven princesa dijo: “Declaro ante todos ustedes que toda mi vida, sea corta o larga, estará dedicada a su servicio y el servicio de la gran familia imperial a la que todos pertenecemos”.

La reina ha cumplido su promesa, convirtiéndose en la gobernante que probablemente ha viajado más en la historia. Hace cinco años, el periódico Daily Telegraph estimó que ha viajado más de 1.661.650 km (42 vueltas alrededor del mundo) para conocer a sus súbditos y los líderes de la Mancomunidad.

En el 2015, superó a la reina Victoria como la monarca con el reinado más largo en la historia británica.

Ya sea por decisión o accidente, la reina hizo algunas cosas que pusieron a la familia real en una posición hasta ese entonces desconocida. Permitir la transmisión de algunos aspectos de su vida doméstica en 1970 y la disolución del matrimonio de su hermana Margarita en 1978, fueron dos eventos que atrajeron atención a lo que comúnmente se percibía como una institución costosa y obsoleta.

La década de los noventa trajo consigo fuertes críticas hacia la realeza. El hijo mayor de la reina, el príncipe Carlos, se separó del ícono popular que era la princesa Diana. El príncipe Andrés se separó de Sara, la duquesa de York. La princesa Ana, única hija de la reina, se divorció. Y partes de la residencia real en el castillo de Windsor se quemaron. Más tarde en esa misma década, Diana murió en un accidente automovilístico (1997).

En el año de su aniversario de oro (2002), la reina perdió a su hermana Margarita y a su madre, la muy respetada y querida “reina madre”, quien murió a la edad de 104 años.

Tras el matrimonio del príncipe Guillermo (el hijo mayor de Carlos y Diana) con Kate Middleton, la familia real recobró cierta posición ante el público. Tanto Guillermo como su hermano Enrique sirvieron en la armada y les ofrecieron una perspectiva fresca a los de su generación.

Extrañamente, fue la serie de televisión The Windsors lo que renovó la percepción positiva de la familia real británica.

Como monarca constitucional, la reina Isabel ha interactuado con 14 primeros ministros diferentes a través de los años. El primero fue Winston Churchill, y la lista incluye a Margaret Thatcher y Theresa May, las únicas dos primeras ministras británicas de la historia. Una de sus labores regulares es abrir las nuevas sesiones del Parlamento explicando lo que “mi gobierno” desea lograr ese año.

La reina Isabel se casó con el amor de su juventud, Felipe Mountbatten, el 20 de noviembre de 1947. Tras 73 años de matrimonio, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, murió en el 2021 tan solo dos meses antes de cumplir cien años. El príncipe Felipe había estado siempre al lado de la reina en sus deberes reales hasta que, a los 95 años, se retiró de los compromisos activos en agosto del 2017.

Actualmente, los miembros más jóvenes de la realeza se encargan cada vez más de los compromisos públicos reales. El príncipe Carlos, heredero al trono, y el príncipe Guillermo, su primogénito, han estado aliviando esta carga para la reina.

¿Por qué la aman sus súbditos?

Hay muchas razones para honrar y amar a la reina Isabel. Muchos de nosotros sólo soñamos con llegar a los 95 años relativamente activos y sanos. Muchos la ven como un ejemplo de amor por su gente y la quieren y respetan como a una madre o abuela. Su perspectiva de vida e interacción con otros nos muestra los resultados positivos de seguir los principios bíblicos.

Tener una vida larga, algo que la reina Isabel II sin duda ha logrado, es la promesa de Dios para quienes honran a sus padres (Éxodo 20:12). No me cabe duda de que la reina respeta el recuerdo de sus difuntos padres. Y, como gobernadora de la Iglesia de Inglaterra, es probable que también obedezca el mandato bíblico para la realeza de conocer lo que dice la Palabra de Dios (Deuteronomio 17:18-20) y practicarlo.

Cualidades que podemos imitar

Éstas son algunas características que podemos apreciar del reinado sin precedentes de una monarca digna y paciente:

Aceptar su responsabilidad. Inicialmente, la joven Isabel no esperaba convertirse en reina ni comprendía las muchas responsabilidades que recaerían sobre sus hombros. Cuando su padre, el rey Jorge VI, fue coronado en 1936, ¿qué tan consciente habrá sido la pequeña de diez años de que era heredera de los deberes reales y tendría que cumplirlos durante el resto de su vida?

Sin embargo, a los 21 años prometió: “Mi vida entera, sea larga o corta, la dedicaré a su servicio y el servicio de la gran familia imperial a la que todos pertenecemos”.

Esto debería recordarnos el llamamiento cristiano de servir a la humanidad como gobernantes junto a Jesucristo cuando regrese (Apocalipsis 5:10; Lucas 19:11-19). Para los cristianos, el entrenamiento necesario para cumplir esa responsabilidad se está llevando a cabo ahora y se basa en vencer los deseos de la carne y la influencia de Satanás y la sociedad (Apocalipsis 2:26).

Servicio y preocupación. En sus muchas visitas al extranjero, y mientras hace obras de caridad en Inglaterra, la reina conoce y pasa tiempo con personas por las que se interesa. Y no son personas que viven en palacios o grandes casas. Las grabaciones de sus paseos muestran cómo la reina Isabel saluda a la gente y acepta flores silvestres de los niños. Ella siempre muestra un interés genuino por quienes le rodean.

Nosotros también debemos seguir el ejemplo de pureza de Jesucristo, quien comía y hablaba amorosamente con quienes a menudo eran rechazados por los demás (Mateo 9:9-13). Jesús también sentía un cariño especial por la humilde sencillez de los niños y los animaba a acercarse a Él (Mateo 18:2-5; 19:13-15).

Enfrentar los altibajos con dignidad. La reina Isabel II sin duda ha experimentado y aprendido muchas lecciones en su vida real y familiar durante los 70 años de su reinado.

Tras la muerte de su esposo, la reina ya no tiene el apoyo de quien probablemente fue su mayor admirador: el príncipe Felipe. Pero como lo hizo su madre, Isabel sigue adelante manteniendo la calma.

Ya sea que pertenezcamos a la realeza o seamos plebeyos, todos enfrentamos épocas de tristeza y sufrimiento. Pero la Biblia tiene buenas noticias. Todos los que atravesamos los altibajos de la vida podemos confiar en que Dios tiene un propósito para nosotros, y en que pronto vendrá un Gobernante sabio y benevolente para reinar, no 70 años, sino mil (Apocalipsis 20:4). De hecho, la Biblia dice que su Reino, junto con la paz y el gozo que traerá, no tendrán fin (Daniel 2:44; Isaías 9:7).

¿Hay una conexión entre la monarquía británica y la Biblia?

Cuando el patriarca Jacob bendijo a sus 12 hijos, le dio una bendición especial a Judá: “No será quitado el cetro de Judá” (Génesis 49:10). Un cetro es símbolo de autoridad real.

Esta promesa comenzó a cumplirse cuando Dios inspiró a Samuel para ungir a un descendiente de Judá, David el hijo de Isaí, como rey de Israel (1 Samuel 16). Aunque no era un hombre perfecto, David reinó fielmente durante 40 años y fue un varón conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22).

Como resultado de la fidelidad de David, Dios hizo un pacto único con él, generalmente conocido como el pacto davídico. Parte de ese pacto fue la promesa de que Dios “[afirmará] para siempre el trono de su reino” (2 Samuel 7:13). Dios reiteró esta promesa cientos de años después a través de Jeremías: “Porque así ha dicho el Eterno: No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel” (Jeremías 33:17). Y finalmente, será Jesucristo quien se siente en ese trono (Lucas 1:31-32).

Los estudiosos de la Biblia saben que el trono davídico aparentemente fue destruido en el año 586 a.C., cuando los babilonios conquistaron Judá y encarcelaron al último rey davídico, Sedequías, hasta su muerte (2 Reyes 25:4-7; Jeremías 52:11). También leemos que, en un intento por acabar con el linaje de David, los babilonios mataron brutalmente a los hijos de Sedequías (2 Reyes 25:7).

Éste fue un intento, sin duda inspirado por Satanás, por destruir la línea real de David para que el pacto de Dios fallara. Pero las promesas y los pactos de Dios nunca fallan.

El libro de Jeremías nos da algunas pistas fascinantes acerca de cómo continuaría el linaje real de David. En dos pasajes del libro, Jeremías menciona específicamente que las hijas de Sedequías sobrevivieron a la cautividad babilónica y fueron llevadas, junto con Jeremías, a Egipto (Jeremías 41:10; 43:5-6).

La Biblia no dice qué ocurrió después con las hijas del rey. ¿Será que Jeremías incluyó este detalle acerca de las hijas de Sedequías para darnos una pista acerca de cómo el linaje de David continuaría? Aunque no tenemos muchos detalles históricos acerca del siguiente período, algunos apuntan a la posibilidad de que Jeremías haya llevado a las hijas de Sedequías a Irlanda para casarlas con otro linaje real y así extender el trono de David.

¿Serán los monarcas británicos descendientes de David a través de las hijas de Sedequías? Es interesante que muchos símbolos asociados con Irlanda y el trono británico sean similares a los símbolos de la dinastía davídica.

Aunque es difícil probarlo definitivamente a través de la historia secular, esto explicaría por qué la corona británica ha permanecido a través de los siglos hasta hoy.

Para leer más acerca de este fascinante tema, vea las páginas 46 a 53 de nuestro folleto Estados Unidos, Gran Bretaña y la Mancomunidad en la profecía.

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