Con las tensiones que existen entre los cristianos, judíos y árabes, ¿qué le depara el futuro a Jerusalén? ¿Vendrá la paz? ¿Qué dice la Biblia?
Fundada hace aproximadamente 3.000 años atrás, la ciudad de Jerusalén ha sido considerada largamente como una ciudad santa de paz—un concepto involucrado en su nombre. Aunque los eruditos no están de acuerdo en el significado exacto de Jerusalén, “muchos han considerado que la forma más antigua conocida de éste, Uru-sa-lim, significa “Ciudad de Paz” o la “Ciudad de (el dios) Salem, pero otros intérpretes, teniendo en cuenta el nombre con un origen hebreo, la traducen como “posesión de paz” o “fundación de paz” (International Standard Bible Encyclopedia [Enciclopedia Internacional Estándar de la Biblia], “Jerusalén”.
Pero ha habido muy poca paz para los residentes de esta famosa ciudad. Irónicamente, a lo largo de los siglos esta ciudad ha sido el lugar de numerosos conflictos. Según Eric H. Cline, la ciudad ha sido “destruida por lo menos dos veces, sitiada 23 ocasiones, atacada adicionalmente 52 veces más y capturada y recapturada 44 veces” (cita de “¿Dividimos la Santísima Ciudad Santa?” Momento, marzo-abril 2008).
Si bien en la historia de Jerusalén los conflictos son muy fácilmente documentados, las siguientes preguntas todavía son hechas con frecuencia en la actualidad: ¿Qué le espera a esta famosa ciudad en los tiempos del fin? ¿Habrá más contienda allí o finalmente alcanzará la paz sugerida en su nombre? ¿Qué dice la Biblia acerca de Jerusalén en la profecía?
Para responder estas preguntas, comencemos con un repaso de las tensiones actuales.
Conflicto entre las religiones Abrahámicas
Las historias del judaísmo, cristianismo e Islam explican por qué éstas tres religiones principales reclaman que Jerusalén es uno de sus lugares santos de adoración. Habiendo surgido de la misma área general en el Medio Oriente y con un ancestro común—el patriarca bíblico de Abraham—uno podría pensar que estas religiones tendrían una relación especial entre sí. Pero esto no sucede así. (Si desea tener un contexto histórico, lea: “Jerusalén: ¿por qué las tres religiones principales la reclaman?”).
La relación entre estas religiones tan entrelazadas ha sido siempre problemática. Desde su comienzo como nación en 1948, Israel siempre ha luchado por sobrevivir; y numerosos líderes internacionales han tratado de traer la paz al Medio Oriente. A pesar de las mejores intenciones humanas, Dios, por medio de sus profetas, revela que Jerusalén continuará siendo un lugar lleno de conflictos y contención hasta que Jesucristo regrese a la tierra.
Por medio de la pluma de Zacarías el profeta, Dios reveló su gran amor a la ciudad de Jerusalén y su deseo de que Jerusalén fuera y hubiera sido un lugar especial para Él en el futuro (Zacarías 1:14, 17; 2:12). Sin embargo, Dios también ha revelado por medio del profeta que esta ciudad especial sería una “piedra pesada para todos los pueblos” (12:3). Por miles de años la ciudad de Jerusalén ha estado en medio del conflicto regional y mundial.
Los que reclaman la ciudad
Los judíos, que actualmente representan cerca de 2/3 partes de los residentes de la ciudad moderna, reclaman el tiempo que ha durado su posesión aunque ellos hayan sido desplazados de Jerusalén durante cientos de años y su templo haya sido destruido mucho tiempo atrás. Muchos judíos todavía anhelan reconstruir el templo y a muchos judíos conservadores les gustaría ver restablecidos los sacrificios de animales en el lugar del templo de Jerusalén. Su conquista nacional de Jerusalén durante las guerras árabe-israelíes de 1967 y 1973 les dieron esperanzas a muchos judíos religiosos de que la adoración en el Monte del Templo sería restaurada. Pero existen grandes obstáculos políticos, religiosos y físicos para ello.
Los cristianos quieren mantener una frágil paz en esta ciudad santa que alberga en su interior muchas de sus iglesias y templos. Al fin y al cabo, aquí es donde comenzó el cristianismo y cualquier conflicto entre los musulmanes y los judíos alteraría el equilibrio actual de poder y podría ser una amenaza para los lugares santos cristianos y la seguridad de 15.000 cristianos que viven actualmente en Jerusalén y en sus alrededores. Los cristianos representan cerca del 2% de los residentes.
Los musulmanes, aproximadamente 1/3 de la población, no van a entregar su Mezquita Al-Aqsa y el Domo de la Roca en el Monte del Templo. Estos lugares sagrados son demasiado importantes para que el Islam considere compartir el Templo del Monte con los judíos, que desean tener su templo allí; ellos todavía controlan el Templo del Monte aunque los judíos controlen la ciudad y el territorio alrededor de los sitios sagrados de los musulmanes.
Los musulmanes y los judíos han dicho que no pueden y no van a compartir esta pieza fundamental de su tierra. El peligroso impase todavía persiste. La opinión pública y la presión de las iglesias cristianas y los aliados israelíes, ayudan a mantener la frágil paz del monte, la ciudad y la región.
El estado moderno de Israel también reclama la ciudad de Jerusalén porque ésta fue la capital de la antigua nación de Israel, bajo el rey David (2 Samuel 5:5; 1 Crónicas 15:1-3). La mayoría de las naciones no reconocen a Jerusalén como la capital de Israel. Los consulados internacionales están en Tel Aviv. Nuevamente, esto se hace con el fin de tratar de mantener la frágil y débil paz en la ciudad y en la región.
Jerusalén en la profecía: conflicto futuro
Las escrituras revelan que en la época anterior al retorno de Cristo a la tierra, esta región del mundo y la ciudad de Jerusalén nuevamente estará en conflicto y disturbios. El frágil equilibrio de paz que existe actualmente será destruido.
El profeta Daniel fue inspirado a escribir que en los tiempos del fin los judíos reanudarían los sacrificios de animales y que surgiría un poder religioso descrito como “un cuerno pequeño” (Daniel 7:8, 11, 21-22; 8:9-10). Con su influencia y control sobre el gobierno civil—llamado “la bestia” en Apocalipsis 13:1-4—este hombre usará el ejército de la bestia para detener estos sacrificios diarios (Daniel 8:12) e introducir “la abominación desoladora” en lo que parece ser el Monte del Templo (Daniel 12:11; Mateo 24:15).
En una larga y detallada profecía, Daniel también profetizó acerca de un conflicto que ocurriría entre el “rey del sur” y el “rey del norte” en “los tiempos del fin” (Daniel 11:40). Jerusalén estará en medio de esta batalla. La profecía revela que “el rey del norte” va a “entrar a la tierra gloriosa”—una referencia a Palestina. Este rey y consejero espiritual va a tomar control de la ciudad de Jerusalén.
Si desea leer más acerca de este líder religioso y sus falsas enseñanzas, vea “Anticristo”. También puede leer “El conflicto del Medio Oriente”.
Armagedón
Cuando Jesucristo regrese a la tierra, está profetizado que va a ocurrir una gran batalla. Satanás el diablo y sus dos líderes marionetas, conocidos como la bestia y el falso profeta, van a incitar a las naciones del mundo para que luchen contra Cristo en “la batalla del gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 16:14). El escenario de esta batalla será un lugar llamado “Armagedón” o Har Meggido, localizado a 90 kilómetros de Jerusalén.
La batalla en sí tendrá lugar en Jerusalén. Zacarías profetizó que Cristo regresaría a la tierra al Monte de los Olivos en Jerusalén y que el conflicto involucraría a la ciudad (Zacarías 14:1-4). Las profecías muestran que Jesucristo destruirá a las naciones que vengan contra Jerusalén (12:9; 14:2-3, 12).
Jerusalén después del regreso de Cristo
Después del regreso de Cristo, Jerusalén será reconstruida (Zacarías 1:16), y un nuevo templo será construido en la ciudad (6:13, 15). Con la riqueza de las naciones vecinas reunidas (14:14), se tendrán los fondos necesarios para la construcción de un templo nuevo, magnificente, que será el lugar de adoración de todas las personas en el recién establecido Reino de Dios (14:16-19). Las aguas de sanidad que van a fluir desde el templo y Jerusalén al resto de la tierra proveerán sanidad física y espiritual a todas las naciones (Zacarías 14:3; Isaías 35:1-7).
Entonces, y sólo entonces, Jerusalén será “Ciudad de Paz”. Como lo anotara el profeta Zacarías, “Y morarán en ella, y no habrá nunca más maldición, sino que Jerusalén será habitada confiadamente” (Zacarías 14:11).