El arcángel Miguel es uno de los tres ángeles mencionados por nombre propio en la Biblia y las escrituras revelan que tiene un papel muy importante en los asuntos divinos y humanos.
De todos los ángeles que Dios creó, sólo tres son mencionados por nombre propio y descritos como ángeles de alto rango en la Biblia: Lucifer, Miguel y Gabriel.
Lucifer es quien ahora conocemos como Satanás, o el “adversario” (Strong’s Lexicon [Diccionario de Strong]), y es descrito por el profeta Isaías y Jesucristo como un ángel caído del cielo (Apocalipsis 12:9; Isaías 14:12; Ezequiel 28:16; Lucas 10:18).
Gabriel, en cambio, es descrito como un ángel emisario que se caracteriza por llevar importantes mansajes al pueblo de Dios (Daniel 8:16; 9:21; Lucas 1:11-19; 26). Para conocer más acerca del rol de Gabriel y los ángeles en general, le invitamos a consultar los artículos “El arcángel Gabriel” y “Ángeles”.
El tercer y último ángel mencionado por nombre propio en la Biblia es Miguel. Su nombre aparece cinco veces en las Escrituras y significa “aquél que es como Dios” (Holman Bible Dictionary [Diccionario bíblico Holman], “Miguel”).
Miguel además es el único ángel al que la Biblia describe específicamente como “arcángel”, palabra que proviene del griego archangelos y se refiere a un “líder de los ángeles” (Strong’s Lexicon [Diccionario de Strong]).
Miguel, un ángel protector
La primera mención de Miguel ocurre durante una visión Daniel, cuando otro ángel (posiblemente Gabriel, quien se le había aparecido antes) explica al profeta por qué no había podido ir a él antes. La razón fue que “el príncipe del reino” de Persia se le opuso y quedó con los reyes de Persia hasta que, 21 días después, Miguel llegó a su rescate (Daniel 10:13).
El ángel además dijo: “ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe” (v. 21).
Daniel había estado orando para recibir entendimiento de un mensaje profético enviado por Dios, y la ayuda de Miguel fue fundamental para que el otro ángel venciese el obstáculo que le impedía dar la respuesta (v. 1).
El obstáculo era el “príncipe del reino de Persia”, que claramente se diferencia de los “reyes de Persia” —gobernadores humanos con quienes se quedó el ángel. Dado que Miguel también es descrito como un “príncipe” en el mismo versículo, y más adelante se nos habla del “príncipe de Persia” y el futuro “príncipe de Grecia”, todo parece indicar que el título de “príncipe” no se refiere a los reyes o gobernadores humanos de estas naciones sino a seres espirituales malignos que operan tras bambalinas.
Miguel, un “príncipe principal”
Las escrituras también describen a Miguel como “uno de los principales príncipes” —lo cual implica dos cosas importantes.
Primero, demuestra que los ángeles están divididos en diferentes rangos y categorías.
Segundo, implica que hay otros seres espirituales con el título de “príncipe principal”. De hecho, la palabra traducida como “príncipe” significa “líder, comandante, o jefe de tropas” (Notes on the Bible [Comentario bíblico] de Albert Barnes).
Miguel, un ángel guerrero
Al relatar una de sus visiones, el apóstol Juan describe “una gran batalla en el cielo: [donde] Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles” (Apocalipsis 12:7). Esta escena sin duda se asemeja a un enfrentamiento entre dos capitanes o generales con sus respectivos ejércitos.
Miguel, ángel justo y santo, estaba liderando a los ángeles de Dios en una batalla contra el “dragón” —Satanás, el jefe de los demonios— y sus espíritus malignos (consulte Mateo 25:31, 41; Apocalipsis 20:2).
Miguel, defensor de la voluntad de Dios
Otro ejemplo de las constantes batallas que ocurren en el mundo espiritual es la lucha entre el arcángel Miguel y Satanás por el cuerpo de Moisés que se describe en Judas (Judas 1:9-10). Aunque el Antiguo Testamento no especifica la razón de esta disputa, la última parte de Deuteronomio nos dice que nadie supo dónde fue enterrado Moisés (Deuteronomio 34:6).
Probablemente Dios quiso ocultar esta información para evitar que se hicieran peregrinajes supersticiosos hacia su tumba o que sus restos fueran convertidos en un objeto de veneración idólatra, como los israelitas tendían a hacer con otros objetos (Jueces 8:26-2; 2 Reyes 18:4).
Miguel, un ángel respetuoso
Otro punto a destacar de este relato es la manera en que Miguel enfrentó a Satanás. Como vemos en Judas 1:9, el arcángel ni siquiera “se atrevió a proferir juicio de maldición contra él [Satanás], sino que dijo: El Señor te reprenda”.
La razón por la que Judas menciona este evento es para poner en evidencia la soberbia de los hombres impíos que osaban rechazar a las autoridades y hablaban mal de “potestades superiores”. El apóstol estaba resaltando que ni aun el gran arcángel Miguel juzgó o habló mal de Satanás, sino que prefirió dejar la situación en manos de Dios (quien es muy superior a Satanás). Sin duda un ejemplo a seguir para todos nosotros.
Miguel, un ángel guardián
La Biblia además describe al arcángel Miguel como defensor o guardián del pueblo de Dios. Daniel 12:1 nos dice que “En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo”. “Aquél tiempo” se refiere al tiempo del fin, y la palabra “levantarse” proviene del hebreo amad, que significa “interponerse; salir para brindar ayuda” (Daniel 12:4; Strong’s Lexicon [Diccionario de Strong]).
Esta profecía describe un tiempo de dolor y angustia en que Dios enviará a Miguel para cuidar de su pueblo. La frase “los hijos de tu pueblo [el pueblo de Daniel]” puede referirse tanto a los descendientes del antiguo Israel como a los santos de Dios. Si desea más detalles acerca de Daniel, consulte los artículos de la sección “Para entender el libro de Daniel”. Y, si desea saber más acerca de descendientes modernos de Israel y por qué este tema es importante para todos nosotros, no dude en leer los artículos “12 tribus de Israel” y “Estados Unidos en la profecía”.
Las escrituras revelan que, así como el antiguo Israel es el pueblo físico de Dios, los verdaderos cristianos son su pueblo espiritual —Israel espiritual (Gálatas 6:16). En Gálatas 3, por ejemplo, el apóstol Pablo explica que “los que son de fe, éstos son hijos de Abraham…Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (vv. 7, 29). Es por esto que, como dijimos, la referencia a “los hijos del pueblo” puede incluir a los cristianos fieles de los últimos tiempos.
El “tiempo de angustia” mencionado en Daniel 12:1 —también llamado “el tiempo de angustia para Jacob”— se refiere a un futuro periodo de gran sufrimiento para los descendientes físicos del antiguo Israel. Como Cristo dijera, éste será un tiempo de “gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21; compare con Apocalipsis 6:9-11).
Pero la “Gran tribulación” no sólo afectará a los descendientes físicos de Israel. También afectará al pueblo espiritual de Dios y al mundo entero, exceptuando a quienes formen parte del pueblo de Daniel y “se hallen escritos en el libro” (el Libro de la vida; Daniel 12:1).
Un futuro mejor
Eventualmente el mundo entero enfrentará un tiempo de gran angustia en el que Dios mandará al arcángel Miguel para intervenir y cuidar de su pueblo. Tal vez protegerá a los descendientes modernos de Israel de la aniquilación total (Mateo 24:22; Romanos 9:27). Tal vez cuidará del fiel pueblo espiritual de Dios (Apocalipsis 3:10); tal vez ambos.
Lo cierto es que Dios tiene un maravilloso futuro planeado para su pueblo físico y su pueblo espiritual. Podemos estar seguros de que Miguel cumplirá fielmente su tarea como defensor del pueblo de Dios durante el tiempo del fin, cuidando de ellos hasta que Cristo regrese y redima tanto al pueblo físico como al pueblo espiritual de Dios (Jeremías 23:3-8; Gálatas 3:29; 1 Tesalonicenses 4:16-17).
Dios desea que toda la humanidad llegue a conocer su camino y forme parte de Israel espiritual (1 Timoteo 2:4). Si quiere saber más acerca de cómo usted también puede disfrutar de este maravilloso futuro, no dude en estudiar los artículos de la sección “Cambio”.