“Porque no hará nada el Eterno el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). ¿Cómo obra Dios por medio de sus representantes?
Dios se reveló a Sí mismo como Creador de todas las cosas desde el principio de la historia humana. Como Pablo escribe: “las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).
Sin duda, el maravilloso milagro de la vida se hace evidente tanto a nuestro alrededor como en la fascinante variedad de planetas, lunas, estrellas y galaxias del universo, que revelan el poder de Dios. Pero a lo largo de los tiempos, además de hacer evidente su existencia a través de la creación, Dios también ha designado profetas para revelarnos su carácter, voluntad y maravilloso plan para la humanidad.
Dios se revela a Sí mismo
Dios se muestra a Sí mismo ante los seres humanos de varias maneras:
- A través de mensajes inspirados a sus profetas, ya sea directamente, o por medio de visiones, sueños o ángeles.
- A través de señales y milagros.
- A través de su Palabra escrita, las Sangradas Escrituras, la Biblia.
- A través de su Espíritu Santo, trabajando en la mente y el corazón de los cristianos.
Nuestro Creador se comunica con nosotros porque tiene un maravilloso plan que se está llevando a cabo. Como Él mismo nos explica: “yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9-10).
En el Nuevo Testamento, Pablo nos dice que Dios revela sus misterios a los profetas por medio del Espíritu Santo, el cual les habla “claramente” sobre la verdad de Dios (Juan 16:13; Hechos 28:25; 1 Timoteo 4:1).
De hecho, en Números 12:6, Dios mismo anunció al pueblo de Israel que se comunicaría con ellos a través de profetas; les dijo: “Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él”.
Y Jeremías fue uno de esos profetas inspirados por Dios. Es por esto que, en Jeremías 1:9, nos relata: “extendió el Eterno su mano y tocó mi boca, y me dijo el Eterno: He aquí he puesto mis palabras en tu boca”. Este principio —Dios revelando su mensaje a un profeta o profetisa a para que sean sus mensajeros— se repite a lo largo de la Biblia.
¿Qué debían hacer los profetas con el mensaje de Dios?
La responsabilidad del profeta al recibir una revelación de Dios era compartirla con los destinatarios del mensaje, fueran sus contemporáneos o quienes lo leerían cientos, o incluso miles de años después. Es por esto que muchos de los profetas escribieron los mensajes que Dios les inspiraba, de los cuales algunos fueron preservados en la Biblia.
Con frecuencia, los profetas de Dios se veían en dificultades para trasmitir sus mensajes de advertencia. Pero, aun así, no podían rehuir su responsabilidad. El profeta Jeremías, por ejemplo, debía transmitir un mensaje de advertencia a los líderes de Judá, a quienes Dios los exhortaba a arrepentirse de sus pecados. Y, aunque pensó en rehusarse, no se le permitió esconder el mensaje de Dios, pues, como explica en Jeremías 20:9, “había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”.
Tal como Dios revela a través del profeta Amós: “no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará?” (Amos 3:7-8).
Además, como Pablo escribe en 2 Timoteo 3:16-17: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (énfasis añadido).
La palabra griega traducida como “inspirada por Dios” en este pasaje es theopneustos, que también significa “infundida por Dios”. En otras palabras, ningún ser humano ha plasmado sus propias ideas en la Biblia; todo proviene de Dios.
La Palabra inspirada de nuestro Creador es una guía y luz espiritual para la humanidad. En Proverbios 29:18, estas importantes instrucciones se describen como profecía: “Sin profecía el pueblo se desenfrena; mas el que guarda la ley es bienaventurado”. La Nueva Versión Internacional nos rinde una versión aun más enfática de este pasaje, que dice así: “Donde no hay visión [guía espiritual], el pueblo se extravía”.
¿Qué podemos decir de Cristo y los apóstoles?
Como vemos en Hebreos 1:1-2, si bien en el Antiguo Testamento Dios habló a través de profetas, más recientemente —“en estos postreros días”— decidió comunicarse con los seres humanos por medio de su Hijo. En Apocalipsis 1:1, por ejemplo, vemos que Dios el Padre dio una visión a su Hijo Jesucristo para que luego la revelase al apóstol Juan. En otras palabras, Cristo se valió de sus discípulos para revelar su verdad y sus mensajes a la Iglesia.
Los apóstoles fueron testigos de primera mano del poder y la gloria de Jesucristo, el Hijo de Dios. Habiendo visto la gloria de Cristo transfigurado con sus propios ojos, Pedro afirma que ni él ni el resto de los apóstoles creen en fábulas artificiosas (2 Pedro 1:16-18), sino que han recibido “la palabra profética más segura” (v. 19, énfasis añadido).
Y, en seguida, Pedro nos dice “que ninguna profecía de la Escritura [predicción del futuro inspirada] es de interpretación privada” (v. 20). Además, “nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (v. 21).
Al decir esto, “el apóstol explica que las verdades comunicadas por los profetas no provenían de ellos mismos; no fueron inventadas o sugeridas por ellos ni estaban basadas en sus opiniones, sino que eran de una naturaleza superior y fueron inspiradas por Dios” (Albert Barnes, Barnes’ Notes on the New Testament [Comentarios sobre el Nuevo Testamento de Barnes], comentario de 2 Pedro 1:20).
Al parecer, Pablo entendía que tanto sus escritos como los de los demás apóstoles serían de igual valor que las palabras de los antiguos profetas, pues llegarían a ser parte de las Sagradas Escrituras (2 Pedro 1:12-15; 2 Pedro 3:16). Por lo tanto, tal como los profetas del Antiguo Testamento, Pedro y los demás autores del Nuevo Testamento tuvieron mucho cuidado de no escribir sino lo Dios les había inspirado a través del Espíritu Santo.
Veracidad de los profetas y las profecías
En 2 Corintios 12:12, Pablo nos dice que “las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros” (vea también Romanos 15:19). Dicho de otra forma, cuando una persona es de Dios, dará buen fruto (Mateo 7:17).
Sin embargo, en ocasiones Dios permite que Satanás —“el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9)— se disfrace “como ángel de luz” (2 Corintios 11:14). Por lo tanto, debemos recordar que, si bien las señales y los milagros son evidencia de un poder sobrenatural, no necesariamente comprueban que un profeta sea realmente enviado por Dios.
Cualquier señal y prodigio sobrenatural debe ir siempre acompañado de la advertencia de Isaías: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20). Y, dado que los apóstoles cumplían todos estos requisitos, sus palabras son tan verdaderas como las de cualquier otro profeta bíblico.
Otros destinatarios de mensajes de Dios
Como vemos en la Biblia, Dios también mandó sueños y visiones a gente pagana y otros siervos suyos con el objetivo de llevar a cabo sus planes. Pero, generalmente, estas personas no eran llamadas a liderar el pueblo de Dios. En tales casos, los mensajes que Dios daba iban dirigidos principalmente a la persona misma o alguien muy cercano.
Algunos ejemplos de personas que sin ser profetas recibieron mensajes de Dios por medio de sueños son Abimelec (Génesis 20:3-7), el panadero y el copero de Faraón (Génesis 40:8-19), uno de los Faraones (Génesis 41:1-7) y el rey Nabucodonosor (Daniel 2 y 4). Y en el Nuevo Testamento encontramos los ejemplos de Claudia, esposa de Pilato (Mateo 27:19), Cornelio, el centurión romano (Hechos 10:1-8), entre muchos otros.
Debemos respetar el mensaje
Los profetas fueron siervos o mensajeros de Dios (Hageo 1:13; Isaías 44:26; Malaquías 3:1). Por lo tanto, si ignoramos, menospreciamos o rechazamos el mensaje que Dios nos dio a través de ellos, no estamos rechazando a los seres humanos que Él ha utilizado para darnos instrucciones, ¡sino que lo estamos rechazando a Él!
Es por eso que, dirigiéndose a Dios, el salmista escribe: “La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia” (Salmos 119:160); y Jesucristo dice lo siguiente en una de sus oraciones al Padre “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Además, en el Antiguo Testamento, Josafat, rey de Judá, aconsejó a la nación diciendo: “Creed en el Eterno vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados” (2 Crónicas 20:20).
Al igual que los profetas, los apóstoles fueron escogidos por Jesucristo mismo, y después de entrenarlos por un tiempo, los mandó a predicar el evangelio (Marcos 3:14). Y, luego de su ascensión al cielo, Cristo y Dios siguieron instruyendo a los apóstoles por medio del Espíritu Santo. Entonces, sus escritos tienen la misma autoridad que las instrucciones que Dios dio por medio de los profetas del Antiguo Testamento.
Futuros profetas de Dios
Según lo que Dios ha revelado, tal parece que en los tiempos del fin nuevamente surgirá una especie de Elías que hará un trabajo similar al del antiguo profeta. “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:5-6).
La tarea de este futuro profeta será anunciar al mundo un mensaje de arrepentimiento y preparar al pueblo de Dios para el regreso de Cristo.
Además, Dios también mandará dos testigos para predicar a las naciones antes de que Cristo venga a la tierra. “Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio” (Apocalipsis 11:3).
Estos dos mensajeros de Dios, que exhortarán a las personas a arrepentirse de sus pecados. también tendrán poder para hacer señales y prodigios milagrosos como lo tuvieron antiguos profetas. Le invitamos a conocer más sobre el papel de estos hombres de Dios en nuestro artículo “Los dos testigos”.
Los verdaderos autores de la Biblia
A lo largo de la historia, Dios ha decidido dar a conocer su voluntad por medio de siervos humanos, los profetas, a quienes ha utilizado para dejarnos sus instrucciones por escrito. Pero, claramente, los verdaderos autores de la Biblia son nada menos que Dios y Jesucristo. “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4).
Habiendo sido testigos directos de la vida y enseñanzas de Cristo, los apóstoles sintieron la gran responsabilidad de compartir lo que habían aprendido. Como Juan escribe, “lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido” (1 Juan 1:3-4).
Si desea más información acerca de cómo fueron compiladas las Sagradas Escrituras, le invitamos a leer nuestro artículo “¿Quién escribió la Biblia?”.