Malaquías le dio un mensaje al antiguo pueblo de Dios. Su libro también contiene advertencias para nuestro tiempo, y una profecía acerca de otro mensajero que ha de venir.
El libro de Malaquías es el último libro en la sección de Los Profetas, lo que también lo convierte en el último libro del Antiguo Testamento en las Biblias en español. La palabra hebrea Malaquías significa simplemente “Mi mensajero [es decir, el mensajero de Dios]”.
Malaquías fue un profeta de Dios enviado a los judíos que se habían reasentado en Judea y en general a todo Israel, a quienes se les describe como “los hijos de Jacob” (Malaquías 3:6). Hacia el final del libro, queda claro que Dios también está hablando a toda la humanidad. Él no va a tolerar los pecados del hombre para siempre, y el día de juicio va a llegar. Dios también revela a través de Malaquías que Él va a contener su ira si las personas se vuelven a Él.
Cuando los judíos comenzaron a regresar a su tierra después de sus 70 años de cautiverio en Babilonia, Dios les ordenó que comenzaran a restaurar Jerusalén, y construyeran el segundo templo, a menudo llamado el templo Zorobabel. La finalización del nuevo templo en 516 a.C. les permitió a los judíos llevar a cabo los servicios rituales del santuario (Malaquías 1:10; 3:10).
Muchos años más tarde, los muros de Jerusalén también fueron reconstruidos bajo Nehemías.
Debido a que estos dos escritores tienen en común tantos temas, Malaquías parece haber sido contemporáneo del gobernador Nehemías.
Pureza espiritual
Cuando los judíos regresaron a Judea por primera vez de su cautiverio en Babilonia, se mantuvieron firmemente alejados de la adoración de ídolos paganos que rodeaba la tierra. Pero con el paso del tiempo y gradualmente, se dejaron llevar por este pecado. En este proceso, también comenzaron a perder de vista los propósitos que Dios tenía para ellos. Fue durante este período que Malaquías fue enviado para instruir y guiar al pueblo de Dios para que tuvieran una vida más pura.
Malaquías dejó al descubierto las deficiencias espirituales y morales de los sacerdotes y del pueblo en general. El diezmo estaba siendo descuidado (Malaquías 3:7-10); el divorcio se había convertido en una práctica común; y se estaban dando en matrimonio con pueblos paganos. Estos eran problemas muy graves (Malaquías 2:10-16).
Una vez más, Dios les quitó la prosperidad física, y su posición de influencia en la región como consecuencia de sus pecados (Malaquías 1:6-10, 12-14; 2:1-9). Por esta razón, la nación tuvo que enfrentar sequía, hambre, pobreza y opresión de extranjeros. La laxitud moral y espiritual, el orgullo, la indiferencia, la permisividad y el escepticismo estaban aumentando. Solamente a través de un arrepentimiento sincero a nivel nacional, Dios restauraría nuevamente sus bendiciones. Malaquías suplicó a sus compatriotas que se humillaran en oración ante Dios (Malaquías 1:9).
Advertencia a los líderes religiosos
A través de Malaquías, Dios reprendió duramente a los sacerdotes de su tiempo diciéndoles: “Mas vosotros os habéis apartado del camino; habéis hecho tropezar a muchos en la ley… no habéis guardado mis caminos, y en la ley hacéis acepción de personas” (Malaquías 2:8-9). El pacto de “vida y paz” que Dios había hecho con el sacerdocio levítico en los días de Moisés habría traído grandes bendiciones si los sacerdotes hubieran permanecido fieles. Nuevamente, Dios estaba dispuesto a renovar sus promesas con los líderes espirituales en los días de Malaquías si ellos hubieran hecho los cambios necesarios (Malaquías 2:5-6; Números 25:12-13).
Un mensajero es profetizado
Malaquías 3:1 afirma: “He aquí, yo envío a mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho el Eterno de los ejércitos”.
Este pasaje predice la venida de Juan el Bautista (“mi mensajero”) y Jesucristo (“el ángel del pacto”). Isaías también había profetizado la venida de alguien que anunciaría la venida del Mesías, Jesucristo (Isaías 40:3; Mateo 3:3).
Advertencia acerca del día de juicio de Dios
Después de anunciar la venida de Juan el Bautista, Malaquías habló de la segunda venida de Jesucristo, diciendo: “¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador” (Malaquías 3:2; Joel 2:11; Jeremías 10:10).
“Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa [como paja seca]” (Malaquías 4:1). Y Dios añade: “Y vendré a vosotros para juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros y adúlteros, contra los que juran mentira, y los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano, y los que hacen injusticia al extranjero, no teniendo temor de mí, dice el Eterno de los ejércitos” (Malaquías 3:5).
Malaquías advirtió a todo el pueblo que el día de juicio vendría pronto, y que Dios traería destrucción repentina a todos los que transgreden sus leyes. Sin embargo, el pueblo no se quedó sin esperanza, ya que las profecías de Malaquías acerca del juicio de Dios venían acompañadas con súplicas de parte de Dios para que el pueblo fuera fiel y obediente: “Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros” (Malaquías 3:7).
Dios sigue deseando que la humanidad lo busque mientras Él pueda ser encontrado (Malaquías 3:6; Isaías 55:6-7). Por favor, vea nuestro artículo “La ira de Dios” para entender mejor por qué un Dios amoroso estará enojado con la humanidad.
Otro mensajero aún por venir
En las palabras finales de su mensaje, Malaquías comparte la promesa de Dios: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día del Eterno, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos; y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición [destrucción absoluta]” (Malaquías 4:5-6).
Aquí, la profecía señala un mensajero que vendría con el espíritu y el poder de Elías, así como Juan el Bautista vino con un mensaje similar (Lucas 1:16-17). También describe una obra conjunta de la Iglesia de Dios en los postreros días. Por medio del cuidado de las personas a quienes Dios llama, la Iglesia está haciendo que el corazón de los padres se vuelva al de los hijos, y el corazón de los hijos al de los padres. De este modo, se está restaurando y renovando la estructura familiar. Con la predicación del evangelio de la Iglesia al mundo, también está haciendo que el corazón de las personas que son hijos de Dios por su creación se vuelvan nuevamente a Él, su Padre Celestial. En este mundo maligno actual, las personas por naturaleza se están alejando cada vez más de su Padre Celestial y de sus caminos que enseñan cómo vivir justamente. Nunca ha sido más necesario que se realice “una obra de Elías”.
Si desea pronfundizar en el estudio acerca de las diferentes formas en que se cumlirá la venida del profeta Elías, vea nuestros artículos “El profeta Elías”, “Juan el Bautista” y “Los dos testigos”.
El futuro rol de Israel y Judá
La antigua Israel a menudo fracasó en la comisión que se le había encomendado de ser un faro de luz espiritual a las naciones que la rodeaban. A pesar de esto, Dios dijo que su propósito con Israel permanecería.
Refiriéndose a este punto, Dios ha dicho: “'Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia; porque grande es mi nombre entre las naciones, dice el Eterno de los ejércitos” (Malaquías 1:11).
Siglos antes, el profeta Isaías anunció el mensaje de Dios acerca del futuro arrepentimiento de Israel y su liderazgo espiritual en el mundo, diciendo: “Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha. Entonces verán las gentes tu justicia, y todos los reyes tu gloria” (Isaías 62:1-2).
Esta profecía se cumplirá en la próxima era del Milenio.
Una promesa a los fieles
Malaquías el profeta, fue enviado para asegurar a su pueblo que Dios todavía los amaba, pero les pedía honor, respeto y fidelidad. Dios advirtió al pueblo que el juicio vendría sobre ellos para purgar sus pecados si no se arrepentían.
Así, Dios inspiró a Malaquías a compartir una promesa especial que Dios concedería a aquellos que se convirtieran en su pueblo fiel y obediente. Esta recompensa es un lugar eterno en su Reino.
“Entonces los que temían al Eterno hablaron cada uno a su compañero; y el Eterno escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para que los que temen al Eterno, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho el Eterno de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve” (Malaquías 3:16-17).
Para aprender más acerca de cómo agradar a Dios, consulte la sección “Cambio” en este sitio web.