Las visiones y profecías de Ezequiel han sido la base de numerosas discusiones y especulaciones. ¿Cuándo fueron dadas estas profecías y que significan?
Para entender las profecías de Ezequiel, es necesario tener un contexto histórico. Desde el tiempo de Moisés hasta el rey Salomón —alrededor de cinco siglos— el término Israel se refería a las 12 tribus que componían una nación. Sin embargo, poco después de la muerte de Salomón la nación se dividió en dos. Las 10 tribus del norte continuaron llamándose Israel, y las tribus del sur de Judá, Benjamín y parte de Leví eran llamadas Judá —el nombre de la tribu principal.
Ambas naciones residían en la tierra que Dios les había dado por más de dos siglos después de su separación como naciones independientes, hasta que Dios finalmente castigó las tribus del norte permitiendo que fueron llevadas al cautiverio como resultado de su continua desobediencia. Estas 10 tribus que componían la nación de Israel fueron llevadas como esclavas por Asiria, y desde allí y con el pasar de los siglos, estas tribus emigraron, convirtiéndose así en las tribus “perdidas” según los historiadores (Hasta el día de hoy, se les llama las “Las 12 tribus de Israel en la actualidad”.)
Las otras tribus del sur que quedaron formaron la nación de Judá y continuaron por otros cien años hasta que sus pecados fueron tan terribles, que Dios también los condenó al cautiverio. Esta vez fueron conquistados por el Imperio Babilónico, el cual los deportó en diferentes oleadas entre 605-585 a.C.
Entre aquellos que fueron llevados cautivos, había un joven sacerdote llamado Ezequiel. Mientras Ezequiel estaba en cautiverio en Babilonia (también llamada Caldea), Dios empezó a comunicarse con él (Ezequiel 1:1-3).
La comisión de Ezequiel duraría unos 22 años y consistió en algunas tareas exigentes.
Introducción y una mirada al mundo espiritual
En el capítulo 1 del libro de Ezequiel, Dios le dio al profeta una visión del reino espiritual, que Dios usa para cumplir su voluntad. En esta visión Ezequiel vio cuatro ángeles brillantes y poderosos en acción. La última parte del capítulo los muestra llevando lo que aparentemente es un trono portátil de Dios (1:22-28). Cuando Ezequiel ve a estos ángeles más tarde en el capítulo 10, aprendemos que se llaman “querubines” (¡Y la apariencia de estos ángeles es muy diferente al de las representaciones populares religiosas que se hacen de ellos!).
Ezequiel estaba deslumbrado con estas revelaciones, pero indudablemente confiaba y sabía que Dios estaba con él y que Dios tiene el poder de llevar a cabo todo lo que le estaba revelando (v. 28). Dos capítulos más tarde, Dios le volvió a mostrar a Ezequiel indicios de su gloria y del mundo espiritual (3:12-14, 22-23). Curiosamente, al apóstol Juan también se le mostró una visión del reino celestial y la gloria de Dios antes de recibir grandes profecías del futuro (Apocalipsis 1 y 4).
La comisión de Ezequiel a Jerusalén, Israel y Judá
En la visión de Ezequiel 3:1-10 Dios mandó a Ezequiel a comerse un pergamino, el cual pudo haber incluido las palabras escritas que Dios le había hablado. Esto es similar a lo que se le dijo al apóstol Juan cuando recibió las profecías acerca del tiempo del fin (Apocalipsis 10:8-11).
En los primeros 24 capítulos de Ezequiel, la audiencia principal está claramente identificada: la ciudad de Jerusalén es nombrada 23 veces. Además, se mencionan ambas casas de Israel, a veces en contraste la una con la otra. Es como si Ezequiel hubiera querido advertir a la Jerusalén de entonces, y a los descendientes de Jacob hoy en día, profetizando que la destrucción de Jerusalén vendría como resultado de sus pecados.
Estas profecías son enviadas específicamente a “los hijos de Israel” o “casa de Israel” (2:3; 3:1, énfasis añadido). Estas frases —las cuales identifican al mismo pueblo— se utilizan más de 90 veces en el libro. Sin embargo, la casa de Israel fue deportada a Asiria mucho antes de que Ezequiel naciera. Entonces, ¿cómo pudo él haberles enviado estas profecías? En algunos contextos, el término casa de Israel se usa en forma general para referirse a los cautivos que ya estaban en el exilio. Los cautivos de la nación de Judá que estaban en Babilonia también eran israelitas porque eran descendientes de Israel, su antepasado.
Adicionalmente, en algunos capítulos posteriores se hace la distinción entre la casa de Israel y la casa de Judá (4:5-6; 8:17; 25:3, 8, 12). En Babilonia, Ezequiel vivía entre los cautivos de la casa de Judá. El significado obvio es que algunas profecías estaban dirigidas a ellos —y a otros que serían cautivos en los días de Ezequiel. Pero la mayoría de las profecías eran duales y claramente tienen un mensaje para los descendientes de Israel en el tiempo del fin que vivirían miles de años después de Ezequiel —en los postreros días.
La mayoría de las profecías eran duales y claramente tienen un mensaje para los descendientes de Israel en el tiempo del fin que vivirían miles de años después de Ezequiel —en los postreros días.
De hecho, Dios hizo que las palabras de Ezequiel se registraran en la Biblia, y están disponibles para todos los descendientes modernos de Israel. Por supuesto, la Palabra de Dios se aplica a todos los pueblos, independientemente de su descendencia. Cuando a Ezequiel le fue dada su primera asignación, estuvo confinado en su casa, y tuvo que guardar silencio hasta que Dios lo autorizara a hablar (3:24-27). (Para un estudio más profundo acerca de quiénes son los descendientes del antiguo Israel en la actualidad, vea los artículos en la sección “12 tribus de Israel” en este sitio web).
Hay diferentes maneras de organizar las profecías dadas a Ezequiel a lo largo de su comisión. Estudiaremos las 13 profecías con sus fechas, las cuales se identifican en el libro basadas en la fecha en que Dios reveló las profecías en cada sección. A continuación, presentamos los aspectos más destacados de estas profecías.
Primera profecía: capítulos 4-7
En el capítulo 4, Ezequiel debía hacer un modelo de Jerusalén y atacarla. Luego, debía acostarse sobre su lado izquierdo por 390 días, representando así los 390 años de iniquidad de la casa de Israel. Luego debía acostarse sobre su lado derecho durante 40 días cargando la iniquidad de la casa de Judá. (Este principio de un día por año se encuentra en varias otras profecías.)
El capítulo 5 contiene una de las profecías más solemnes de la Biblia —la profecía de los tercios— donde Ezequiel describe, usando su pelo afeitado cómo Jerusalén iba a ser castigada como consecuencia de sus abominables pecados (vv. 2 y 5). Un tercio de Israel va a perecer por hambre y pestilencia (tan grave será el hambre que el canibalismo va a ocurrir, v. 10); un tercio perecerá por conquista militar; y el tercio de gente que sobreviva será forzada a servidumbre en tierras extranjeras.
Esta profecía es una advertencia acerca de lo que va a ocurrir a las naciones modernas de Israel en el futuro. El destino histórico de Jerusalén en la antigüedad es un prototipo del destino de los descendientes de Israel en los postreros días. Tal como Jerusalén tuvo un rol fundamental en ese entonces, las naciones israelitas (principalmente los descendientes de Efraín y Manasés) también han desempeñado un papel crucial en los siglos XX y principios XXI. Este tiempo futuro de angustia será un tiempo espantoso conocido también como el “tiempo de angustia para Jacob” (Jeremías 30:4-7).
El capítulo 6 repite los juicios que vendrán sobre Israel, pero se añade y se repite una frase adicional, “y sabréis que yo soy el Eterno” (v. 7, compare los vv. 13-14). Queda claro que esta es una referencia a los tiempos del fin, cuando Cristo regrese a la Tierra para dar cumplimiento de estos juicios.
Al llegar al capítulo 7, es obvio que estas profecías contra Jerusalén, Judá e Israel son para el tiempo del fin, y que incluyen un período llamado el “día del furor del Eterno” (v. 19), que se refiere al último “día” (año) antes de que Cristo regrese y tome control del mundo. Isaías llama este período el “día de venganza del Eterno, año de retribuciones” (Isaías 34:8).
Segunda profecía: capítulos 8-19
En el capítulo 8 encontramos las acusaciones de Dios contra Jerusalén de la antigüedad e Israel del presente, las que hacen referencia a las prácticas paganas que están arraigadas en el cristianismo convencional, y que muchos descendientes modernos de Israel practican hoy en día.
En el capítulo 9 Dios hace una marcada distinción entre los ciudadanos comunes de Israel —aquellos que practican un estilo de vida de maldad y pecado— y aquellos que veneran a Dios y sus leyes, y quienes están profundamente entristecidos por los pecados de la nación. El último grupo tendrá la protección de Dios, mientras que los primeros sufrirán los juicios.
En el capítulo 10 Dios vuelve a mostrar a Ezequiel una visión del poderoso mundo de los espíritus. Ezequiel ve a los ángeles de alto rango llamados “querubines”, quienes aparecen nuevamente en la profecía del siguiente capítulo. El versículo 4 proporciona el contexto histórico: el templo en Jerusalén antes del año 586 a.C.
En el capítulo 11 vemos una visión del templo. Como se señaló anteriormente, el destino de la Jerusalén de la antigüedad simboliza también el destino de la nación de Israel en los días previos al regreso de Cristo. La frase “casa de Israel” es usada, y vemos que después de su aniquilación y cautiverio entre muchas naciones, los sobrevivientes serán rescatados del cautiverio al regreso de Jesucristo. Esto puede llamarse un segundo éxodo ya que tiene similitudes con el milagroso rescate de Dios al sacar a Israel de la esclavitud en Egipto. Este segundo rescate es posterior al regreso de Jesucristo, cuando un nuevo pacto será ofrecido a Israel, junto con el Espíritu de Dios (11:18-19).
En el capítulo 12, Ezequiel describe la deportación que estaba ocurriendo durante su tiempo (incluyendo el rey Sedequías), y también una conquista durante el tiempo del fin. Hay muchas profecías de este tipo que tienen un doble cumplimiento.
A continuación, vemos acusaciones contra los líderes espirituales de Israel, la idolatría, y se advierte acerca de un futuro castigo nacional. Al mismo tiempo, Dios garantiza que cualquier individuo que le obedezca, estará bajo la protección de Dios. Dios promete un pacto futuro que Él establecerá con Israel (16:60-63).
Dios hace énfasis en que cualquier persona que rechace las leyes de Dios será juzgada, mientras que la persona que obedezca a Dios estará bajo su protección. “El alma que pecare, ésa morirá... Porque no quiero la muerte del que muere, dice el Eterno el Señor; convertíos, pues, y viviréis” (18:4, 32).
La tercera profecía: capítulos 20-23
Los capítulos 20-23 contienen más acusaciones contra Israel por violar las leyes de Dios. La trasgresión del día de reposo se menciona en el capítulo 20 y se repite en 22:8, 26. El sábado es una señal del pueblo que obedece a Dios (20:12).
Cuarta profecía: capítulos 24-25
En el capítulo 24 Dios permite que la amada esposa de Ezequiel muera, pero no le es permitido hacer duelo. Esto era una señal acerca de la mortandad que vendría sobre Israel a gran escala.
Israel, sin embargo, no es la única nación llena de iniquidad en estos últimos días. Comenzando en el capítulo 25, Dios advierte a las naciones gentiles (no israelitas) acerca de los juicios que vienen sobre ellos también. Primero leemos sobre las acusaciones contra Amón, Moab, Edom y Filistea.
Quinta profecía: capítulos 26-28
Los capítulos 26-28 son una acusación contra Tiro. En esta profecía, Dios repentinamente cambia de enfoque revelando que Satanás es el verdadero poder que está detrás del corrupto Tiro. Dios —quien creó a todos los ángeles— describe cómo este querubín una vez justo, cambió y se convirtió en un ser codicioso, violento y arrogante (28:15-17). Para un estudio adicional sobre este ángel caído, vea: “Satanás: un perfil”.
El capítulo 28 termina anunciando el segundo éxodo de Israel de la esclavitud, con una transición inmediata al asentamiento de ellos en la tierra prometida durante el Milenio.
Sexta a undécima profecía: capítulos 29 a 33:20
Aunque se dan en seis momentos diferentes, estos capítulos son principalmente juicios contra Egipto, aunque Babilonia también es acusada. En la primera parte del capítulo 33 Dios deja claro que le está dando a la “casa de Israel” una advertencia razonable.
Doceava profecía: capítulo 33:21 a 39
El capítulo 33:21 al capítulo 39 advierte nuevamente acerca de la inminente caída de Israel, culpando en parte a los “pastores” —los maestros espirituales— de Israel. Sin embargo, y pese a que los pecados de Israel merecen el castigo severo de Dios, Él promete rescatarlos y restaurarlos cuando Cristo regrese a la tierra (34:11-15).
¿Cómo podemos estar seguros de que esta profecía se refiere a acontecimientos en el futuro? Fíjese en esta profecía: “Y levantaré sobre ellas [mis ovejas] a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David.… Yo el Eterno les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos” (34:23-24).
El rey David había muerto siglos antes que Ezequiel y continúa muerto (Hechos 2:29). Estas profecías se refieren a un tiempo futuro en que David será resucitado a la vida y será rey sobre Israel una vez más. En ese tiempo futuro —el Milenio— la naturaleza salvaje de los animales cesará, y habrá lluvias de bendiciones, y los árboles darán su fruto (34:25-27).
El capítulo 36 acusa a Israel por su idolatría, lo que producirá un cautiverio futuro. Pero vemos que su destino cambia nuevamente al regreso de Jesucristo, cuando Él rescate a Israel del cautiverio, los restaure a su antigua tierra, y derrame sobre ellos sus bendiciones. Durante ese tiempo, se ofrecerá un nuevo pacto, y aquellos que se arrepientan de sus pecados y vivan en obediencia a los estatutos y juicios de Dios, recibirán el Espíritu Santo.
En el capítulo 37 encontramos la famosa visión de los “huesos secos”. En resumen, esta es una visión acerca de la segunda resurrección, la cual ocurrirá después del Milenio. Será un tiempo en que los pueblos antiguos de Israel y Judá volverán todos a la vida —con huesos, tendones, piel y aliento— aquí en la Tierra. Apocalipsis 20:4-6 deja claro que esta es la segunda resurrección.
Aunque Ezequiel estaba escribiendo a Israel, lo que le sucederá a esta nación es un prototipo de lo que Dios hará con todos los pueblos. Durante este tiempo de juicio y oportunidad, miles de millones de seres humanos aprenderán acerca de todas las leyes de Dios (escritas en los libros de la Biblia) y tendrán una nueva vida para demostrar su deseo de aceptarlas y vivir justamente.
Todos los que respondan fielmente a Dios tendrán sus nombres registrados en el libro de la vida (vida eterna). Lamentablemente, algunos todavía van a rechazar el camino de Dios, y finalmente elegirán la “segunda muerte”, la cual es permanente (Apocalipsis 20:12-15).
Los capítulos 38-39 predicen un acontecimiento al comienzo del Milenio, cuando los habitantes de Israel se encuentren viviendo en paz y seguridad. Una alianza de rebeldes intenta saquear lo que será visto como presa fácil en Israel. Esta alianza es grande, pero su intento fallará al enfrentarse con la intervención poderosa y milagrosa de parte de Dios. Tardarán siete meses en enterrar a sus muertos (39:12).
La décima tercera profecía: capítulos 40-48
La última sección del libro nos da un adelanto de cómo será la tierra de Israel en el Milenio, desde donde Cristo reina sobre la tierra. Ezequiel —todavía en Babilonia— es llevado por Dios de vuelta a la tierra de Israel en visiones tan reales como si estuviera allí mismo (parecido a la “realidad virtual”). Sin embargo, él no estaba viendo la tierra como era en su época, sino como será después de que Cristo regrese.
Un ángel le mostró muchos elementos del nuevo templo en el Milenio con sorprendentes detalles. A través de los ojos de Ezequiel, vemos puertas, atrios, el altar y numerosos aspectos del templo y sus dimensiones. Hay habitaciones y áreas designadas para los sacrificios, sacerdotes y cantantes. Se describen las leyes que rigen el servicio de los sacerdotes (capítulos 40-44). El sábado de Dios y sus fiestas anuales son observadas (44:24; 45:17, 21-25; 46:1-5, 9-11).
Los últimos cuatro capítulos muestran una visión más amplia y general de Israel. Hay sorprendentes detalles, pero en breve vemos que el complejo del templo es parte de un área más grande que incluye casas y tierras para los sacerdotes.
Al norte hay una región apropiada como tierra y ciudades de los levitas. La capital, Jerusalén, se encuentra dentro de una región justo al sur del templo. Alrededor de la ciudad hay campos para el cultivo de productos. Estas tres regiones constituyen el “distrito” santo.
Al norte se encuentran las tribus de Judá, Rubén, Efraín, Manasés, Neftalí, Aser y Dan, cada uno en su propio territorio. Al sur del distrito santo estarán Benjamín, Simeón, Isacar, Zabulón y Gad.
Como el mundo nunca ha visto
Las profecías que Dios dio a través de Ezequiel advierten al Israel de los postreros días —y a otras naciones— acerca de calamidades que vendrán pronto. Será, como Jesús dijo, la tribulación más grande que el mundo haya visto (Mateo 24:21-22).
Afortunadamente, Dios también ha prometido rescatar a este mundo y transformarlo en un reino de paz, belleza, y felicidad como el mundo nunca ha visto. Esto ocurrirá porque Cristo mismo reinará en la tierra desde Jerusalén —tal como las últimas palabras de Ezequiel declaran: “El Señor está allí”.